Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El tejedor de la riqueza: la odisea de Adam Smith y el alma del capitalismo
El tejedor de la riqueza: la odisea de Adam Smith y el alma del capitalismo
El tejedor de la riqueza: la odisea de Adam Smith y el alma del capitalismo
Libro electrónico100 páginas1 hora

El tejedor de la riqueza: la odisea de Adam Smith y el alma del capitalismo

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Sumérgete en el viaje inspirador de Adam Smith, un joven curioso y decidido, cuyo intelecto y pasión por comprender el mundo lo llevaron a convertirse en una de las mentes más brillantes de la economía moderna. El tejedor de la riqueza es una novela que no solo narra la vida de Smith, sino que te invita a caminar a su lado, a sentir sus anhelos, desafíos y triunfos.

Desde las calles empedradas de Kirkcaldy, donde un joven Adam observa con ojos inquisitivos el bullicio cotidiano, hasta los salones iluminados por el fuego de la Universidad de Glasgow y los vibrantes debates de Edimburgo, esta obra teje una narrativa rica y alentadora. Aquí, Smith no es solo el autor de "La riqueza de las naciones", sino un ser humano lleno de emociones, marcado por la ausencia de su padre y guiado por el amor incondicional de su madre, Margaret Douglas.

A través de los capítulos, serás testigo de cómo Adam enfrenta la desilusión en Oxford, encuentra inspiración bajo la tutela del profesor Hutcheson, y se sumerge en los círculos de la Ilustración en París, donde sus ideas cobran vida en debates apasionados con figuras como Voltaire y Quesnay. Cada encuentro, cada conversación, es un paso más en su camino hacia la inmortalidad intelectual.

La novela no solo celebra los logros de Smith, sino que también explora sus momentos de duda y reflexión, ofreciéndote una visión íntima de su lucha por equilibrar la teoría y la práctica mientras asume el rol de Comisionado de Aduanas. Adam Smith emerge no solo como un pensador revolucionario, sino como un ser humano que, a pesar de las adversidades, nunca dejó de buscar la verdad y el entendimiento.

El tejedor de la riqueza es una obra que te motivará a ver más allá de lo evidente, a cuestionar y a explorar con pasión y valentía. Es un recordatorio de que la verdadera riqueza no reside solo en el oro y la plata, sino en las ideas y en la búsqueda incansable de la sabiduría y la justicia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2024
ISBN9798224872527
El tejedor de la riqueza: la odisea de Adam Smith y el alma del capitalismo
Autor

Moris Polanco

Moris Polanco (Guatemala, 1962) es doctor en filosofía por la Universidad de Navarra. Ha sido profesor en diversas universidades de Guatemala y Colombia y es autor de más de 20 libros. Es miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española.

Lee más de Moris Polanco

Relacionado con El tejedor de la riqueza

Libros electrónicos relacionados

Ficción histórica para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El tejedor de la riqueza

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El tejedor de la riqueza - Moris Polanco

    Capítulo 1: Raíces de la razón

    Las calles empedradas de Kirkcaldy, aún húmedas por la bruma matinal, eran testigos del incesante trajín de sus habitantes. En una pequeña casa de piedra y madera, al resguardo de la inclemencia del clima escocés, un joven Adam Smith observaba a través de la ventana cómo la tenue luz del amanecer se abría paso entre las nubes. Su mirada, cargada de una curiosidad que trascendía los límites de su corta edad, buscaba descifrar los secretos del vaivén de los comerciantes y pescadores que se afanaban en sus quehaceres diarios.

    —Adam, hijo mío, el desayuno está listo —la voz cálida de su madre, Margaret Douglas, lo devolvió al acogedor interior de su hogar.

    —Voy, madre —respondió él, apartándose de la ventana y acercándose a la mesa donde le esperaba una humilde pero reconfortante comida.

    Mientras partía el pan con sus pequeñas manos, la imagen de su padre, a quien nunca había conocido, emergía en su mente como un faro en la penumbra de sus pensamientos infantiles. Su madre le había hablado de él con amor y reverencia, describiendo a aquel hombre que había fallecido poco antes de que Adam viniera al mundo.

    —Era un hombre de principios y convicciones profundas —le decía ella, mientras sus dedos recorrían la superficie de la mesa de roble, como si pudieran tocar los recuerdos mismos—. Te habría enseñado tanto...

    Adam asintió, aunque en su interior una mezcla de tristeza y anhelo le hacía desear haber escuchado la voz de su padre, sentir sus consejos y aprender de su sabiduría. La ausencia de una figura paterna lo marcaba, pero también había forjado en él una innegable determinación por buscar el conocimiento, por llenar esos vacíos con las lecciones que la vida le ofreciera.

    —¿Madre? —interrumpió Adam sus propios pensamientos—. ¿Crees que papá estaría orgulloso de mí?

    Margaret posó su mirada en su hijo, sus ojos destilando la ternura que solo una madre puede ofrecer.

    —Adam, tu padre ya está orgulloso de ti. Su legado vive en tu empeño por aprender, en tu bondad y en tu pasión por entender el mundo. Y yo... yo no podría estar más agradecida por tenerte.

    Adam sonrió, y en su sonrisa se dibujaba la promesa de un futuro lleno de descubrimientos. Se levantó de la mesa y se aproximó a su madre, abrazándola con fuerza. En ese abrazo, Margaret sintió cómo el espíritu de su esposo parecía cobijarlos, como si desde algún lugar inalcanzable, él también participara del momento.

    Los días en Kirkcaldy transcurrían entre juegos infantiles y la inagotable sed de saber que caracterizaba a Adam. La escuela se convirtió pronto en su refugio favorito, y su maestro, el Sr. David Miller, rápidamente notó la agudeza del niño.

    —Adam, tus preguntas van más allá de estas paredes —dijo el Sr. Miller un día después de clases, al tiempo que lo observaba con una mezcla de asombro y respeto—. Tienes una mente privilegiada, y debes prometerme que nunca dejarás de buscar respuestas.

    —Lo prometo, señor —afirmó Adam, con la seriedad de un compromiso que sabía vital.

    Y así, los años fueron moldeando al muchacho en un joven pensador. En las noches, cuando el silencio abrazaba la pequeña casa y su madre había caído rendida al sueño, Adam se sumergía en las historias y conocimientos que se ocultaban en los libros que su tía le había regalado. Cada página era un paso más en su viaje intelectual, cada teoría una luz que iluminaba su camino.

    El viento de Kirkcaldy soplaba con la promesa de futuros horizontes, y Adam Smith, abrazando el legado de un padre que jamás conoció, estaba listo para dejar su huella en la inmensidad de la razón humana. Su historia apenas comenzaba, y el mundo aún no sabía que estaba a punto de ser testigo de la mente que daría forma a las ciencias económicas, una mente que encontraría en la simpleza de la vida cotidiana las respuestas a preguntas que ni siquiera se habían formulado.

    Con la imagen de su madre durmiendo pacíficamente y el eco de un padre ausente resonando en su corazón, Adam cerró los ojos. Soñó con un mundo regido por leyes naturales de justicia y libertad, un mundo que él estaba destinado a entender y explicar. Y en ese sueño, la chispa de la razón se encendió, incólume, ante la oscuridad de la ignorancia.

    Capítulo 2: El eco de un padre ausente

    La brisa de Kirkcaldy se llevaba consigo el murmullo de las olas que besaban la orilla, un sonido que Adam Smith, aún en su juventud, ya encontraba familiar y consolador. Pero aquella tarde, mientras el sol comenzaba a ocultarse, tintando el cielo de sombras anaranjadas y púrpuras, el joven Adam se encontraba sumergido en una introspección más profunda que la marea. Sentado en la sencilla habitación que compartía con su madre, sostenía entre sus manos una carta ajada por el tiempo, una reliquia de su padre que nunca conoció, también llamado Adam Smith.

    —Adam, hijo mío, ¿no vas a bajar a cenar?

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1