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Laberintos del corazón
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Libro electrónico114 páginas1 hora

Laberintos del corazón

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Sinopsis

"Laberintos del Corazón" es una apasionante telenovela que sigue las vidas entrelazadas de la poderosa familia Santibáñez y los humildes pero tenaces García en el pintoresco pueblo de San Fernando. La historia, cargada de romance, traiciones, secretos y venganzas, se centra en el amor ilícito entre la heredera de la fortuna Santibáñez, Camila, y el talentoso trabajador de la finca, Diego García. Su amor desafía las convenciones sociales y desencadena una serie de eventos que sacudirán las vidas de ambos clanes familiares para siempre.

La Trama

La trama gira en torno a intrigas familiares, ambiciones desmedidas y la lucha de clases sociales. Los secretos del pasado están listos para revelarse, afectando el presente y redefiniendo el futuro de todos los personajes. Con cada capítulo, los espectadores descubren nuevos giros y misterios que entrelazan más profundamente a los Santibáñez y los García.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 may 2024
ISBN9798224771653
Laberintos del corazón
Autor

Moris Polanco

Moris Polanco (Guatemala, 1962) es doctor en filosofía por la Universidad de Navarra. Ha sido profesor en diversas universidades de Guatemala y Colombia y es autor de más de 20 libros. Es miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española.

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    Laberintos del corazón - Moris Polanco

    Capítulo 1: El encuentro

    La mañana irrumpía con un cielo tan azul que parecía competir en intensidad con las aguas del Caribe. El pueblo de San Fernando despertaba al ritmo de siempre, las calles se llenaban con los sonidos del bullicio diario, y las familias iniciaban sus rutinas. Sin embargo, para las dos familias más conocidas del lugar, los Santibáñez y los García, era un día marcado por la sutil sensación de que algo grande estaba por acontecer.

    En la opulenta mansión Santibáñez, Camila se preparaba para salir a caballo, su espíritu libre ansiaba la libertad que solo esos momentos le proporcionaban. Mientras la servidumbre corría de un lado a otro, ella se detuvo frente al espejo, contemplando su reflejo. Su madre había sido una belleza sin igual, y no se podía negar que Camila había heredado ese don. Pero la joven deseaba ser reconocida por más que su belleza; anhelaba ser libre para trazar su propio destino.

    —Camila, ¿vas a salir otra vez? —la voz fría y autoritaria de su padre, Emiliano Santibáñez, resonó detrás de ella.

    —Sí, padre. El aire fresco nunca es suficiente —respondió Camila sin girarse, intentando ocultar su desdén.

    —Ten cuidado —advirtió Emiliano—. No olvides quién eres y lo que representas para esta familia.

    Por otro lado, en la humilde vivienda de los García, Diego despertaba al albor del sol, listo para enfrentarse a otro día de arduo trabajo en las tierras que su familia trabajaba desde hacía generaciones. Su madre, Rosa, preparaba el desayuno, una simple pero nutritiva comida que los sostendría hasta el atardecer.

    —Hijo, no permitas que los Santibáñez te pisoteen —aconsejó Rosa con un tono lleno de conocimiento y preocupación.

    —No te preocupes, madre. Trabajo la tierra tanto como ellos —replicó Diego con una sonrisa que buscaba tranquilizarla.

    La distancia social entre ambas familias era tan marcada como el contraste entre sus hogares. Sin embargo, a la par que el destino jugaba sus cartas, Camila y Diego estaban a punto de cruzarse en circunstancias que ninguno de los dos podría haber anticipado.

    Camila cabalgaba a buen paso cuando, de repente, su yegua se sobresaltó con una serpiente en el camino. En su lucha por mantener el control, Camila fue derribada y cayó al suelo con un fuerte golpe.

    Diego, que pasaba por allí después de inspeccionar un cercano campo de cultivo, se apresuró a socorrerla.

    —¿Estás bien? —preguntó al acercarse a la joven tendida en la tierra.

    Al abrir los ojos, Camila se encontró con la mirada preocupada de un joven desconocido.

    —Creo que sí —dijo intentando levantarse, mientras sentía cómo su orgullo se fracturaba como una fina capa de hielo.

    —Permíteme... —Diego extendió su mano ofreciendo ayuda, su presencia era impresionante y su voz tranquila transmitía seguridad.

    Sin pensarlo dos veces, instintivamente sus manos se encontraron y por un instante, sus miradas se entrelazaron, una chispa invisible pero palpable saltó entre ellos en ese sencillo contacto. Camila no pudo evitar notar la fuerza en los dedos que la sostenían, ni la gentileza en sus acciones.

    —Soy Diego García —se presentó él con un respetuoso asentimiento de cabeza, consciente de quién era ella, la hija del patrón, y del abismo que existía entre sus mundos.

    —Camila Santibáñez —respondió ella, viéndose forzada a reconocer la ayuda recibida de un García.

    Hubo un silencio corto, cargado de significado, en el que algo mutuo y desconocido se deslizó entre sus corazones. Era un encuentro que, según las reglas no escritas de San Fernando, nunca debió haber sucedido. Dos mundos colisionando, sin embargo, algo en el aire cambió, un hilo invisible se había tejido alrededor de ellos.

    —Gracias por tu ayuda, Diego —Camila murmuró, aun sintiendo la reverberación de su toque.

    —Es lo menos que podía hacer —sonrió Diego, una sonrisa que alcanzaba sus ojos oscuros llenos de sinceridad.

    Ella montó de nuevo y, con un leve gesto de cabeza a modo de despedida, partió al galope, dejando atrás a Diego, que no pudo evitar seguirla con la mirada hasta que desapareció entre los árboles. Ambos sintieron que algo importante acababa de comenzar, una historia que tendría el poder de transformar la rivalidad enredada en sus vidas, aunque ninguno de los dos podía anticipar cómo.

    Un encuentro casual había encendido la chispa de un amor ilícito que desafiaría el orden establecido, poniendo en jaque a dos familias destinadas a colisionar. Y así comenzó el laberinto del corazón, donde cada paso podía llevar a la pasión o a la perdición.

    Capítulo 2: Secretos familiares

    El sol comenzaba su descenso, tiñendo de tonos naranja y púrpura el cielo de San Fernando, cuando Rosa García se dirigió a la mansión Santibáñez con una canasta de frutas frescas como excusa para el verdadero motivo de su visita. Al llegar, pidió ver a Emiliano con urgencia, su semblante mostraba la importancia del asunto.

    —Buenas tardes, señora Rosa. Raro verla por aquí —dijo el mayordomo al recibir la canasta.

    —Necesito hablar con el señor Emiliano, es algo... personal —respondió Rosa con voz firme pero marcada por la tensión.

    Emiliano la recibió en su opulento estudio, donde los retratos de antepasados Santibáñez observaban cada movimiento con ojos severos.

    —Emiliano, hace tiempo que no tenemos estas... visitas —murmuró Rosa al cerrarse la puerta tras ella.

    —La última vez fue hace... veinte años, ¿no es así? —la interrumpió Emiliano, mirándola fijamente.

    —Exactamente —confirmó Rosa, cruzándose de brazos—. Pero hay cosas que no se pueden dejar en el pasado por siempre.

    Emiliano se acercó a su escritorio y sirvió dos copas de brandy, ofreciendo una a Rosa, quien la rechazó con un gesto de su mano.

    —No vine aquí a beber. Hablamos de nuestros hijos, Emiliano. De Diego... y Camila —reveló Rosa, su tono exponía la gravedad del asunto.

    —¿Qué pasa con ellos? —preguntó Emiliano, su calma comenzaba a mostrar fisuras.

    —Tú sabes bien lo que pasa

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