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Simplemente, yo
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Libro electrónico229 páginas3 horas

Simplemente, yo

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¿Será cierto que para encontrar al príncipe azul primero hay que besar a muchos sapos? ¿O tal vez será que el príncipe azul se acaba convirtiendo en sapo hasta que es su verdadero amor el que lo besa?

¿Quién necesita al amor? ¿Por qué las mujeres se empeñan en buscar el amor de su vida?

Mel es una mujer, a la que no le interesan esas cosas, ella prefiere pasárselo bien sin complicaciones.

No cree en la existencia del príncipe azul. El concepto le parece absurdo, estúpido, inverosímil. Sobre todo, perecedero: siempre termina convirtiéndose en sapo.

Ella vive así su vida, con sus amigos y de fiesta en fiesta, por lo que no tiene demasiadas complicaciones.

No obstante, la vida es traviesa y, un día, aparece algo, mejor dicho, alguien, que le hará tomar una decisión drástica que volatilizará los pilares de su existencia...

Todo adquirirá un aspecto nuevo. Su vida estrenará nuevos ropajes...

¿Cambiarásu existencia por algo que nunca quiso encontrar?

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 sept 2017
ISBN9788417164089
Simplemente, yo
Autor

Reme Gómez

Reme Gómez Fermosel nacida en Colmenar Viejo, Madrid, en 1988. En la actualidad es educadora infantil, pero trabaja en el negocio familiar. Es autora de diversos libros. Su primera publicación fue un volumen de poesía que salió a la luz en 2005, en 2016 publicó una novela romántica titulada Casualidades del destino, Simplemente, yo (2017) es su último libro.

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    Simplemente, yo - Reme Gómez

    Simplemente-yocubierta11.pdf_1400.jpgcaligrama

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Simplemente, yo

    Primera edición: septiembre 2017

    ISBN: 9788417120306

    ISBN eBook: 9788417164089

    © del texto

    Reme Gómez

    © de las ilustraciones

    Emilio Domínguez Hipola

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Introducción

    La mayoría de las personas van por la vida buscando cosas diferentes. Las mujeres van buscando a su amor verdadero, van en busca de su príncipe azul, mientras que los hombres, se la pasan buscando «amigas» con las que pasar un buen rato, sin compromisos ni ataduras de ninguna clase.

    Yo, a pesar de ser una mujer, en este aspecto, me parezco más a los hombres, ya que para mí no es ni necesario, ni mucho menos importante, encontrar a un príncipe azul, pues sé que, tarde o temprano, el príncipe azul se termina convirtiendo en sapo.

    Yo prefiero hacer lo mismo que los hombres: prefiero llenar mis noches y días con hombres que son un simple entretenimiento. Hombres a los que utilizo, a los que mañana no recordaré haber conocido. Para mí son tan solo caras que nunca volveré a ver, nombres que jamás me molestaré en aprenderme, ya que para mí no son importantes, ni mucho menos necesarios. Ellos son para mí una manera de pasar el rato. Si un chico me gusta lo suficiente, tal vez, llegue a tener suerte, sino pues una lástima.

    Sé lo que algunas de las personas que lean esta mi historia podrán pensar de mí. Solo quiero que sepáis que yo vivo mi vida como quiero, y que no dejo que nada ni nadie se entrometa en lo que quiero o no hacer. Yo vivo mi vida a mi manera.

    La verdad es que poco me importa lo que puedan decir de mí: en la sociedad actual no está bien vista mi manera de actuar. Pero, en fin, qué más da, lo que me molesta, realmente, es la falsa moral que nos rodea.

    Aunque la verdad es que sí que odio a esas personas que discriminan por cuestión de la actitud que mantienen hombres y mujeres ante el amor y el sexo. Me revientan las personas que alaban el comportamiento de algunos y a otros los denigran por realizar los mismos actos. Sé que si un hombre está con muchas mujeres, se convierte en un campeón o un héroe, pero si es la mujer la que está con muchos hombres, se convierte en una guarra y en cosas peores. Y yo digo que eso no es justo, no, amigos, no. Yo paso de la hipocresía de la sociedad y hago lo que quiero sin preocuparme por las consecuencias.

    La gente que me rodea puede hacer dos cosas: la primera es aceptarme tal y como soy. La segunda, que los que no lo hagan, miren hacia otro lado cuando pase junto a ellos, porque yo no pienso cambiar por nadie, yo soy así y puedo decir que no me falta a mi lado gente que me quiera tal y como soy.

    Capítulo I

    Aunque en esta historia no es muy importante mi nombre, sí que debo de deciros algún seudónimo para que sepáis cómo reconocerme, para así evitar que os perdáis en esta, mi historia.

    Me podéis llamar Mel, soy una chica de veinticuatro años, de estatura media, pelo castaño largo y rizado, ojos de color caramelo y labios de rubí.

    Esta, mi historia, la que vosotros estáis leyendo en estos momentos, comenzó el día en el que cumplí veinticuatro años. Hoy es 15 de julio y me encuentro en casa preparándome para salir con mis amigos de fiesta a celebrar mi cumpleaños. Me encuentro en mi gran casa, donde vivo desde hace cuatro años, desde el momento en el que me independicé gracias al fideicomiso que mi abuelo había creado para mí y por las inversiones que realizo en mi nombre. Todo su dinero pasó a mis manos el fatídico día en el que falleció. Esto para mí fue un golpe muy duro, pero tuve que ser fuerte y mirar hacia adelante, tal y como él hubiese querido que hiciese. Para mí fue muy duro perder a mi abuelo, él me llevo de la mano cuando di mis primeros pasos, con él pronuncie mis primeras palabras…, para mí, mi abuelo era como mi segundo padre.

    Pero a pesar del dolor, me toco ser fuerte y mirar hacia adelante. Encontré fuerzas pensando en él: sabía que no le hubiera gustado que llorara, él hubiera querido que siguiera adelante y que nada me hiciera sufrir.

    Así que decidí hacer realidad uno de mis grandes sueños, construirme la casa con la que siempre había soñado, y así independizarme. Mi casa es enorme, es un gran chalet de cuatro plantas. Además, en la parte trasera de la casa, hay un enorme jardín con una piscina infinity de agua salada. Al lado de la piscina tengo una zona dedicada a fiestas o reuniones, las cuales son bastante frecuentes, ya que es algo que realizo a menudo con mis amigos. Está compuesta por un bar que, a su vez, está equipado con una pequeña concina y un baño.

    La zona de fiesta también cuenta con una pista de baile y una zona con una gran pantalla plana y unos sofás, el sitio perfecto para ver una buena peli. Por último, la zona de barbacoa.

    Mientras, en la zona delantera de la casa, está ubicado el garaje, que cuenta con la capacidad necesaria para albergar cuatro coches.

    Como ya os dije, la casa cuenta con cuatro plantas. En la plata baja se encuentra una amplia cocina decorada en tonos azules y blancos, con electrodomésticos de alta gama.

    En la cocina también tengo una gran isla, que tiene capacidad para unas seis personas y una mesa para comer, también para unas seis personas. La cocina conecta directamente con un amplio comedor, que está un poco desaprovechado, ya que solamente lo utilizo para celebraciones especiales, porque como siempre en la mesa de la cocina.

    En el comedor tengo una larga mesa de madera, donde caben fácilmente doce personas. Al fondo de la estancia hay una preciosa chimenea y, sobre ella, anclada a la pared, una fabulosa televisión de último modelo.

    Al otro lado del pasillo, y frente a la cocina, están el salón, decorado en tonos marrones y amarillos, donde hay tres enormes sofás de color negro y amarillo y pufs de color amarillo. Frente a ellos, una gran televisión que, al igual que la del comedor, está anclada a la pared sobre una preciosa chimenea.

    Al fondo, y sobre una mesa pequeña de cristal, se encuentra mi equipo de música, equipo que solamente uso cuando tengo visitas, es decir, casi a diario.

    Al final del pasillo, y al lado de la puerta que conecta la casa con el jardín, hay un pequeño aseo.

    Pero creo que, por el momento, y para no aburriros demasiado, ya llegó la hora de regresar a la historia, mi historia. En estos momentos el reloj marca las 21:00, y yo estoy en mi habitación eligiendo la ropa que me voy a poner esta noche para salir a festejar mi cumpleaños con mis queridos amigos.

    Después de pasar un rato perdida en mi vestidor, por fin mis ojos se posan sobre el vestido que será el elegido, un vestido corto con la espalda al aire y un pequeño escote en forma de corazón de color turquesa. Bien, tras elegir el vestido, llegó el momento de elegir los complementos: escogí unos zapatos de tacón y un bolso pequeño, ambas cosas de color dorado.

    Una vez elegido lo que me iba a poner, era el momento de prestar atención a mi cara y a mi cabello. Decidí no maquillarme, a excepción de un brillo de labios. En cuanto al pelo, me lo alisé y me lo dejé suelto.

    Me mire al espejo y vi que finalmente ya estaba completamente lista para salir con mis amigos.

    El reloj dio las 21:30, lo que me indicaba que mis amigos no tardarían en llegar a buscarme. De pronto, sonó el timbre y, mientras me dirigía a abrir la puerta, en mis labios apareció dibujada una bella sonrisa. Cuando abrí la puerta, me encontré con la sonrisa resplandeciente de dos de mis mejores amigas: la primera era Noelia, una chica de estatura media, de cabello moreno y corto. Noe era una persona de esas que no se cortan, y que siempre van con la verdad por delante. Aunque no suele hablar mucho de sus sueños, yo sé que quiere ser una gran chef.

    La otra se llamaba Alba. También era de estatura media, el cabello largo y ligeramente ondulado, de un tono azabache. Describir la personalidad de Alba es súper sencillo, es una adicta a las compras a la que le encantaría trabajar como estilista o, tal vez, como asesora de modas.

    —Hola cumpleañera —me dijo Noe tras darme dos besos.

    —Hola guapísimas —dije yo mientras las saludaba a ambas.

    —¿Cómo estas, señorita? —me preguntó Alba.

    —Muy bien, gracias, ¿y vosotras cómo andáis? —dije yo.

    —Bien. ¿Oye, somos las primeras en llegar? —me preguntó Alba.

    —Sí, pero no creo que los demás tarden mucho en venir —contesté yo. En ese preciso momento, sonó el timbre, indicando que no me había equivocado en mi predicción. Fui a abrir la puerta. Allí se encontraban mis otras dos amigas y mi gran amigo, que era uno de los chicos más lindos que había conocido en toda mi vida.

    Una de esas queridas amigas se llamaba Taty. Era una chica alta, tenía el pelo largo, negro y ondulado. Ella sueña con convertirse algún día en una gran escritora.

    La otra era Diana. Era una chica de estatura media, de cabello rubio que le llegaba por los hombros. A ella le encantaba estar al aire libre, era un fan de la naturaleza, le encantaba pescar y estar en contacto con el agua.

    Mi amigo querido era Roni. Él es uno de mis mejores amigos, es mi confidente. ¿Cómo podría describirle para hacer justicia a cómo es él en realidad?

    Podría decir de él que es un bombón de chocolate, pero la verdad es que no sería del todo concreto, ya que eso sería quedarse corto, así que prefiero decantarme por describirle como a un dios del trueno, esculpido en chocolate.

    Mi querido amigo es alto, moreno y tremendamente fuerte. Tiene el cabello corto y negro, los ojos marrones. Como bien os dije, es fuerte, le encanta estar metido todo el día en el gym y le encanta ser el centro de todo. No sé cómo lo hace, pero siempre está en medio de todos los líos.

    —¿Qué tal, preciosa? —me preguntó Roni antes de saludarme.

    —Muy bien, guapísimo, gracias por venir —dije yo

    —Bueno, ya estamos todos —dijo Taty, después de saludarme.

    —No, aún no estamos todos —dije yo

    —¿A que adivino quién falta? —dijo Diana

    —¿Quién va a ser si no? —comentó Alba

    —Solamente Ariel podría llegar tarde a la fiesta. Sabéis que le encanta hacerse de rogar, menos mal que al trabajo sí que llega puntual —dijo Noe. Su comentario hizo que todos mis amigos se echasen a reír, ya que todos pensaban lo mismo que ella.

    En ese momento sonó el timbre, indicándonos que por fin Ariel había llegado, pero esta vez no fui yo la que abrió la puerta. Esta vez lo hizo Noe, la abrió y allí estaba él, que iba vestido como siempre, con uno de sus trajes de marca, los cuales parecían estar hechos a medida. Su atuendo se completaba con unos zapatos italianos y una corbata de seda.

    Ariel era la personificación de la arrogancia masculina: siempre iba perfecto y parecía un modelo que acababa de salir de un desfile de moda o que se hubiese escapado de la portada de una revista.

    En esta ocasión Ariel llevaba su largo pelo rizado de color azabache, recogido en una coleta, lo que indicaba que venía directo del trabajo. En sus ojos esmeralda estaba reflejada la naturaleza pícara que lo caracterizaba.

    La primera impresión que cualquiera podría tener de él sería la de una persona seria, centrada y equilibrada.

    ¿Queréis descubrir si realmente Ariel es así? Pues, entonces, no dejéis de leer mi peculiar historia.

    No dijo nada al resto de nuestros amigos, pues en seguida se puso a buscarme con la mirada, hasta que al fin sus ojos se encontraron con los míos. Se acercó a mí y me tomó por la cintura para depositar un beso demasiado largo en cada una de mis mejillas.

    —Por fin llega, letrado —le dijo Taty. Aunque aún no lo dije, Ariel era un gran abogado.

    —Sí, lo siento. Es que la reunión se alargó más de lo previsto, y no pude salir antes. ¿Me perdonas? —dijo, mirándome fijamente.

    —Está bien, pero tú invitas a la primera —le dije yo.

    —Eso está hecho —dijo Ariel.

    Por fin salimos de casa y nos montamos en varios coches. Yo fui con Roni y Noe. Taty y Diana fueron en el coche con Alba, y Ariel se fue solo en su coche, como hacía siempre. Yo creo que le gustaba ir solo, porque temía que le fuésemos a ensuciar su flamante coche.

    Cuando por fin llegamos frente a la discoteca preferida de Taty, bajamos del coche y nuestros chicos, como los caballeros que son, nos tendieron sus brazos para acompañarnos dentro de la disco.

    Alba y Noe se agarraron a Roni, Taty y Diana se agarraron la una a la otra, ya que esa noche Ariel era mi supuesto acompañante.

    Por fin entramos a la disco y, enseguida, nos condujeron a una planta que Ariel había contratado para que estuviera a nuestra disposición.

    Cuando llegamos a la planta que nos habían asignado, descubrí que Ariel, como siempre, se había excedido. Ya que, sobre la pista de baile, había mandado colgado un gran cartel que decía: Felicidades Mel.

    Al fondo de la sala había una gran mesa con comida. Además, había contratado un grupo para que tocara y cantase mis canciones preferidas. En una pared colgaba una gran foto mía.

    Como siempre las fiestas que Ariel organizaba eran a lo grande y la mía, por lo visto, no iba a ser menos. A las 23:00 en punto, el grupo empezó a tocar una de mis canciones favoritas, y mi querido Roni me invito a bailar.

    Mientras tanto, Diana y Alba estaban bailando con dos morenazos en la pista y Noe y Taty supuestamente estaban en el baño. Ariel estaba solo, apoyado contra una pared, observándolo todo como siempre hacía. Cuando me vio entre los brazos de Roni, en su bello rostro y en su tranquila expresión algo cambió. Algo, que me hizo preocuparme de pronto un poco, pues Ariel siempre se mostraba mucho más serio que los demás, incluso cuando íbamos de fiesta, pero no tanto como la seriedad que, en esos momentos, reflejaba en su rostro.

    La canción terminó y, junto con Roni, me acerqué a la mesa en la que Ariel se había sentado. Cuando llegué, me senté a su lado, me giré y vi que, de pronto, Roni había desaparecido, dejándome a solas con Ariel.

    —¿Te lo pasas bien, preciosa? —me preguntó Ariel.

    —Yo sí, pero parece que tú no —contesté.

    —¿Por qué crees que no lo estoy pasando bien? —volvió a preguntarme él.

    —Porque no estás relacionándote con nadie, porque no has salido a bailar y porque ni siquiera te has movido de aquí. Anda, sé bueno y dime qué te pasa —le pedí.

    —Nada, te lo prometo. Mira, para demostrarte que estoy perfectamente, acepta bailar conmigo —me pido él.

    —Claro que sí —le conteste sonriéndole. Ariel se levantó, entonces, como el caballero que siempre ha sido, se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de su silla. Después, se volvió hacia mí y me tendió su mano, mano que yo tomé antes de levantarme de la silla. Juntos y cogidos de la mano, fuimos a la pista de baile. Al poco comenzó a sonar una de las canciones que más me gustaban.

    En el momento en que sonaron los primeros compases de la canción, Ariel me tomó entre sus brazos y, al mirar su rostro, vi esa bella, pero escurridiza sonrisa tan propia de él.

    La canción iba avanzando y nuestros cuerpos cada vez estaban más juntos. Se juntaron hasta tal punto que pude comprobar que, aunque estuviese aburrido Ariel, había una parte de su perfecta anatomía que no lo estaba. Una parte que, en esos momentos, estaba muy, pero que muy, activa. Y no solo eso, sino que en esos momentos estaba completamente activa.

    —Vaya, vaya, señor letrado…, ¿me está haciendo una proposición indecente? —le pregunté bromeando, con la intención de restarle importancia al hecho de que hubiera tenido una erección, mientras bailábamos, pero nunca me podría haber imaginado lo que él me respondió.

    —Si quieres, puedes considerarlo una proposición, pero debo matizar un término que has usado: nunca sería capaz de proponerte algo indecoroso o indecente, como tú has dicho. Debes de saber que jamás se

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