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Eloísa
Eloísa
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Libro electrónico246 páginas3 horas

Eloísa

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Información de este libro electrónico

¿Conoces a Eloísa? Te sorprenderán sus aventuras. Entra en el libro y vívelas.

Eloísa es una niña aventurera, a veces un poco traviesa, pero, sobre todo, observadora y tanto es así que no se pierde un detallede todo lo que sucede a su alrededor. Le gusta descubrir cosas nuevas, jugar al aire libre... Ahora te preguntarás: ¿qué más tendrá Eloísa en su apasionante vida?

Para conocerla tienes que viajar hasta un antiguo pueblo escondido, dentro de un gran valle, entre montañas, con verdes praderas en primavera y repleto de encinas.

En este entorno rural cuentan con unos pobladores de granhumanidad y también se deja ver algún ser mágico.

Los habitantes de esta zona dicen que cuentan interesantes historias, relatos y chascarrillos divertidos.

Los niños son felices porque cuentan con bellos parajes para los juegos.

¿Ya tienes tu libro?

Si está en tus manos, es porque tienes que conocer a Eloísa y sus fabulosas aventuras. Puedes invitar a tus padres y abuelos, porque los transportarán a otros tiempos.

Un día mágico...

¡Qué ganas de saber cómo es!

¡Caramba, no puedo esperar más!

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento14 dic 2019
ISBN9788417915971
Eloísa
Autor

María Anastasia Ramírez Ortiz

María Anastasia Ramírez Ortiz nace en Agudo (Ciudad Real). Pintora e ilustradora, de carácter creativo, lleva las vivencias de su niñez a la creación de este proyecto literario y artístico.

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    Vista previa del libro

    Eloísa - María Anastasia Ramírez Ortiz

    Presentación

    Hoy, como cada día, le dedico un tiempo a poner en orden mi habitación. Ordeno mi escritorio y guardo dos cuadernos de tareas en una estantería, los lápices de colorear en un tarro de madera y un cuaderno de tarea en otro cajón. Por casualidad, encuentro al fondo de este un libro bien encuadernado y veo que tiene las tapas de cartón fuerte y que es de color verde bosque. ¿Cuándo lo puse ahí? ¡Sorpresa!

    ¡Es bonito! Me viene el recuerdo de que me lo regalaron en mi último cumpleaños, hace ya más de tres meses. Lo miro bien por todos sus lados y, ojeando más detenidamente, observo que en la portada viene escrito:

    MI CUADERNO

    Nombre: _________

    Lo abro, lo examino bien y veo que, en su interior, casi todas las hojas están en blanco, excepto en la primera página, en la que hay escrita una frase con diferentes colores:

    ¡PINTA AQUÍ TODO LO QUE MÁS TE GUSTE!

    Cierro los ojos por un instante y pienso cómo aprovecharlo al máximo. Me ha venido la idea de…

    «¡Pues claro! —pienso emocionada—. Lo convertiré en un cuaderno diario. Aquí escribiré las historias que vivo cada día y algunas más que me cuenten otras personas. Será como un compañero de viaje y aventuras, ¿invisible para los demás? —pienso un momento y me sale una sonrisa—. ¡No!, no lo creo, porque siempre llevo una pequeña mochila con un cuaderno allí donde voy y este nuevo también formará parte de las anécdotas y de los instantes que viva con mis amigos.

    ¡Mmm! Tal vez dedique un pequeño espacio de este cuaderno para algo insólito. Bien pensado y decidido, escribiré y, además, dibujaré algún detalle relacionado con lo que escriba».

    Aquí y ahora, da comienzo mi aventura con la imaginación y con mis proyectos cotidianos.

    Eloísa

    Este es mi nombre. Mi cabello es castaño y mis ojos son de color marrón avellana. En verano me salen pecas en mis mofletes rosados, sobre todo cuando me da el sol, aunque me proteja con mis coloridos y variados gorros. Soy una niña aventurera y, a veces, un poco traviesa, pero sobre todo soy observadora; no quiero perderme ningún detalle de lo que sucede a mi alrededor. Me gusta descubrir cosas nuevas. Tanto es así, que cualquier momento que vivo es un aprendizaje continuo, casi tanto como asistir a las clases del colegio. La mejor manera de entender mi mundo personal es compartir mi tiempo con otras personas, pintar y escribir, andar entre árboles por el monte, el campo o el mar, jugar al aire libre… Creo que todo esto es lo que me hace estar alegre y sonriente cada día.

    Vivo con mis padres y mis hermanas. Yo soy la número tres; después, nació la pequeña. Muy cerca de nosotros viven dos de mis abuelos. Los otros dos viven en otra zona del pueblo, más alejados de nuestra casa.

    A mis amigos los conozco de toda la vida. Casi todos vivimos en la misma calle o muy cerca. Todos vamos creciendo y participando de las mismas costumbres, por el vecindario y por nuestros vínculos familiares. Todos juntos exploramos para descubrir cosas interesantes y compartimos situaciones nuevas cada día unos con otros.

    En ocasiones, también aparece algún niño nuevo por el colegio, que viene a vivir a nuestro pueblo desde otro lugar, y enseguida lo integramos en el grupo de amigos y conocidos.

    Cada día aprendemos mucho de las vivencias que nos pasan jugando con los amigos o con otros niños en el colegio y de la convivencia con otras personas de este lugar.

    ¿Lo que menos me gusta? Pienso un largo rato... ¡Ah, sí! Que mis hermanas me den pequeños sustos, cosa que hacemos, en ocasiones, cuando jugamos. Alguna de nosotras se esconde detrás de una cortina, una puerta o bajo una escalera y aparece de improviso… ¡Bu! ¡Sorpresa!

    A mí me enfadan un poco este tipo de bromas y pongo morros, pero solo por unos momentos; ellas me hacen cosquillas y muecas y se me pasa rápido el leve disgusto. De este modo, recupero la alegría y aparece de nuevo una gran sonrisa en mi cara.

    ¿Lo que más me gusta? Pienso de nuevo… ¡Ah, sí! Además de que me cuenten leyendas e historias antiguas, me encantan las anécdotas que vivo a menudo con mis hermanas y los amigos… También, abrir un bloc de dibujo y tener entre mis dedos unos lápices de colores. ¡Me chifla pintar!

    Me conozco casi todas las tonalidades del azul del cielo y del azul de la noche estrellada, casi todos los cielos de todas las estaciones, con nubes, sin nubes… También, los bonitos azules del agua, los colores turquesa de alguna laguna, el azul aguamarina del mar, el verde del agua, los colores de las hojas de los árboles en primavera o en otoño; los verdes de algunas hojas de las plantas, como el verde esmeralda, el verde lima, el verde vejiga, el verde olivo y los colores en la aceituna; o los rojos, amarillos, rosados y ocres de los arbustos y los árboles en otoño.

    De las montañas puedo decir, como ejemplo, el verde botella, los morados y azulados del atardecer, cuando miramos en la lejanía, los colores de los caminos, como el marrón de Siena… Y, por supuesto, que no se me olvide ese otro color que tiene sabor a rico, rico, ¡el marrón chocolate!

    De las flores destaco el rubí, el granate, el malva, el lila, el lavanda, el rosa chicle y los tantísimos colores azules que tienen.

    De las frutas pueden servir como ejemplo las rojas sandías, los colores salmón de frutas tropicales, el color naranja de la mandarina, los melocotones anaranjados, el bermellón de las fresas maduras, los albaricoques amarillos o los brillantes amarillos del limón. También, el colorido azafrán y las ricas frambuesas rosadas. Recuerdo que hay un color que se llama algo así como una rama… ¡Ah! Ya me acuerdo: el rosa palo.

    Vaya, si me paro a pensar más tiempo, creo que sacaría muchísimos más. ¡Cuántas tonalidades conocemos! Creo que hasta se podría sacar un juego con esto… O, tal vez, ya exista.

    ¡Sí! Sin duda alguna, mi gran pasión y entretenimiento preferido es dibujar y pintar.

    Dedico también otra parte de mi tiempo libre, sobre todo después del cole, a leer historias de viajes que me cuentan cómo viven otras personas y, por supuesto, sobre duendes y hadas, claro que las disfruto con mi particular visión de niña.

    Es una bonita mañana de primavera. Veo que hoy tenemos un día con sol. Me voy desperezando poco a poco, con varios bostezos y unos estiramientos de brazos, y me levanto.

    Doy un salto desde la cama hasta casi la mitad de la habitación, atraída por la curiosidad de los murmullos que me llegan desde la calle. Me calzo las zapatillas y, mientras me visto con la bata, me dirijo hacia la ventana. Me gusta mucho mi cuarto y estoy contenta por compartirlo con mi hermana pequeña, Alba.

    Desde aquí tengo unas bonitas vistas de toda la calle, aunque, si miro hacia la izquierda, tengo menos visibilidad, porque me tapan la vista de esa zona unos frondosos árboles que hay en una plaza cercana a nuestra casa. Parece que hoy el ambiente por los alrededores está en calma; no hay tanta gente como yo pensaba por el sonido de voces que oía desde dentro. Subo la persiana hasta arriba y muevo las cortinas hacia un lado de la ventana. ¡Bien! Ahora veo mejor a las personas que van de un lado a otro por las aceras de la calle.

    Observo a un hombre que va montado sobre un bonito caballo blanco por el centro de la calle. Va silbando una canción y veo que los dos van contentos. Calle arriba, va andando otro hombre algo más joven y vestido de color verde, por lo que deduzco que es jardinero. También, porque lleva cargada una carretilla llena de macetas de pequeñas plantas, algunas de ellas con flores de varios colores. A su lado derecho camina una mujer joven, que pasa todos los días por delante mi casa. Lleva una bolsa de tela colgada de su brazo izquierdo, porque va a comprar el pan. Y, justo ahí delante, como todos los días cuando me asomo, veo acurrucado en su porche a Thor, el perro guardián de Miguel y María. Ellos son nuestros vecinos, que viven en la casa de enfrente.

    En un instante, veo que el can se pone de pie y asoma su nariz negra como el carbón a través de las barras de la verja. Cada día, ladra a dos niños que le hacen muecas con la cara y las manos. No hay peligro, porque Thor es un buenazo y, además, conoce bien a estos pequeños revoltosos. Noa y Marco pasan por delante de él casi todos los días de camino a casa de su abuela, que vive unas casas más arriba de nuestra calle.

    Ahora os voy a describir el lugar donde vivo con mi familia.

    Mi casa tiene tres partes. Desde el jardín de entrada hacia la casa y entrando por una puerta de madera, pintada de verde, nos encontramos el zaguán. Seguidamente, avanzamos por un corto pasillo, miramos hacia la izquierda y ahí tenemos el salón familiar, mientras que, hacia la derecha, hay una gran cocina con una despensa. En un lateral del pasillo, debajo de la escalera que sube a la segunda planta, nos encontramos con un pequeño aseo. Este sitio me parece muy especial porque contiene un curioso lavamanos antiguo de porcelana de color blanco sobre un pedestal de hierro antiguo. Fue un regalo de la bisabuela de mi madre.

    En el segundo piso de la casa están todos los dormitorios, el de mis padres y dos más. Un cuarto lo comparten dos de mis hermanas y el otro, otra hermana y yo. En esta planta, también hay un peculiar cuarto de baño familiar, pues la ventana es redonda como la de un camarote de barco. Mi padre me dijo que lo llaman «ojo de buey». Como está situado encima de la puerta de entrada de mi casa, desde la calle parece la nariz de nuestra casa. Es muy divertido ver esta ventana desde el jardín.

    Continuamos hacia la tercera planta, subiendo por una interesante escalera de caracol forjada en hierro, con peldaños de madera de roble antiguo, hechos con la madera reciclada de unas vigas de una antigua casa familiar y fabricada por un artesano del pueblo amigo de mi padre. Esta zona de arriba está dividida en tres habitáculos: una pequeña habitación utilizada como trastero, un pequeño recinto como lavadero y plancha y una terraza con vistas a la calle y a los tejados del pueblo. También desde aquí tenemos unas bonitas vistas de una plaza con su gran arboleda, su fuente ornamental, el quiosco de periódicos y el antiguo lavadero de la época de mis abuelos.

    Mmm. ¡Me huele a pan tostado y al rico aroma del chocolate! Se me ha abierto el apetito con su olor, por lo que bajo rápido a desayunar.

    Época de primavera

    Capítulo 1:

    El pueblo

    Hoy me he despertado temprano. He subido a la terraza de mi casa, porque desde aquí veo cómo amanece sobre los tejados de otras casas y me gusta ver las sierras, que en este momento empiezan a tener un tono dorado por la salida del sol. Este se va asomando tímidamente y va iluminando y dando color poco a poco a mi pueblo, que se asienta en una ladera de la serranía.

    ¿Lo podéis imaginar por un momento? ¡Qué tranquilo está todo a mi alrededor en esta bonita mañana!

    Entre las dos sierras tenemos un gran valle, y un río atraviesa este paraje desde el este hacia el oeste. En uno de los muchos caminos que hay en el valle, un puente romano sobrevive al paso del tiempo. Hay un extenso paraje denominado «dehesa» que está salpicado de grandes encinas, algunas de ellas milenarias. En esta época de la primavera, entre sus grandes ramas, podemos ver y oír a los numerosos pájaros que saludan juguetones con sus alegres cantos a todos los que pasean por ahí.

    En la época de primavera, el agua de la lluvia descarga sobre la cima de las sierras, en ambos lados del gran valle, y se filtra entre las rocas y la vegetación del monte mediterráneo que repuebla la zona. De ahí surgen pequeños manantiales de agua transparente con los que se va recogiendo el agua que llena los numerosos pozos y fuentes que hay en muchas casas del lugar. También discurre por las laderas de los montes hacia el valle, formando pequeños arroyos «cantarines». Todos vierten sus aguas en el río grande del puente romano.

    El agua de la lluvia primaveral discurre también entre los numerosos desniveles del campo. Esta agua va modelando el suelo y deslizándose entre las rocas, haciendo pequeños saltos de agua que, a su vez, forman pequeñas pozas. En ocasiones, estas perduran hasta la época estival. En primavera, estos remansos de agua colman de vida vegetal los prados, donde pastan numerosos rebaños de ovejas, cabras y vacas.

    Las margaritas de agua brotan cada primavera en los márgenes de estas charcas, muy características de esta estación. Estas numerosas flores blancas las podemos ver también alrededor de pequeñas lagunas estacionales que hay por estos lares. En esta época, sobre todo, vemos los prados con gran variedad de flores, que todavía en las primeras horas de la mañana guardan gotas de rocío entre sus pétalos y hojas.

    Mi pueblo está rodeado de grandes y antiguos cercados de piedra que ya en algunos sitios se han caído por el paso del tiempo y, otros, por falta de cuidado. Rodadas ya por el suelo, muchas de estas piedras dan cobijo a pequeños animales, lagartos y lagartijas, arañas, pequeños ratones de campo, musarañas… Dentro de estos recintos crecen también algunas encinas y alcornoques, algunos matorrales típicos del bosque mediterráneo, que en ocasiones hacen de separación natural entre los recintos de piedra. Entre las paredes de rocas crecen arbustos pequeños de zarzamoras rojas y negras, dejadas a propósito para que las coman los pequeños animales y aves de la zona.

    En algunos de estos cercados viven igualmente los animales domésticos: vacas, cerdos, cabras, ovejas, gallinas, ocas… Otros espacios los tienen destinados para huertos. En ellos cultivan hortalizas y tienen plantados variados árboles frutales para el uso familiar.

    Las parcelas de olivos se ven en los alrededores del pueblo, plantados en las laderas de los montes y también al otro lado del valle, más alejados del pueblo. Los han plantado así para que estén resguardados y protegidos por el frío y las heladas del invierno. Alguno de estos olivos tiene centenares de años, porque fueron plantados aquí antes de que nacieran mis bisabuelos e incluso más tiempo atrás, por lo menos de la época de mis tatarabuelos.

    Entre los roquedos del monte y entre estos olivares crecen muchas especies de hierbas aromáticas: tomillo, salvia, orégano, romero…

    Capítulo 2:

    Un paseo de primavera con los

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