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La Regla De 16: The 16 Rule
La Regla De 16: The 16 Rule
La Regla De 16: The 16 Rule
Libro electrónico295 páginas4 horas

La Regla De 16: The 16 Rule

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Información de este libro electrónico

No Lucia! Slo tienes quince aos. No tienes edad para ir de compras o al cine con tus amistades.

No Lucia, eres muy joven para tener novio.

Once meses, toda una eternidad, es lo que separa a Lucy de sus diecisis aos y el permiso para salir con un chico.

Sus padres son muy estrictos con los permisos. Tener celular, salir sola con amigos, estar mucho fuera de casa, juntarse con chicos en casas no conocidas, estar hasta tarde con la computadora, todo tiene lmite.

Esto no haba sido un problema hasta convertirse en estudiante de segundo ao y descubrir a Evan Ellis, quien pese a cierto historial de problemas en la escuela, es el chico ms lindo que una chica pudiera imaginar.

Adems, el unido cuarteto que Lucy forma con sus amigos Emma, Max y Steve se ve amenazado cuando su nueva amiga de la escuela de verano Lily comienza a llamar la atencin, al mismo tiempo, de Max y Steve, los varones del equipo. Como si esto fuera poco, Emma todava siente algo por Steve.

Entre la ilusin de un primer beso con Evan, el temor por la regla de 16 de sus padres, la sospecha de que Beth, la antigua novia de Evan, an puede recuperarlo y los problemas de su grupo, la espera de los diecisis as como no es fcil para ningn adolescente, tampoco lo ser para Lucy.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 feb 2017
ISBN9781480834972
La Regla De 16: The 16 Rule
Autor

Evelyn González

Evelyn González es maestra con más de 25 años de experiencia. Tiene una maestría en consejería y orientación educativa. Vive en el sur de California con su familia. “La Regla de 16” es su primera novela publicada.

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    La Regla De 16 - Evelyn González

    Dedicatoria

    Este libro está dedicado al Primer Amor y a mis padres, quienes con sus creencias latinas me han hecho la persona que soy hoy; a mis hijos, Kelsey y Eli, quienes me han enseñado lo que realmente significa el amor de los hijos; y a mis amistades de toda la vida, que siempre me animaron a seguir mis sueños.

    Nota y reconocimiento de la autora

    L a idea para este libro me ha roído por más de diez años. El 22 de enero de 2003 escribí el primer borrador del primer párrafo aproximadamente diez veces. Sintiendo poca confianza de que tenía una historia, guardé mis notas. Finalmente, en la primavera del 2012, la historia me insistió de nuevo hasta completarla.

    Hay tantas personas a quienes quisiera agradecer, que me animaron y ayudaron a través del proceso de escribir este libro. Para empezar -mis muchas musas – Eli Ellis, Kaylie Dreheim, Emma Rettinger, Kelsey Quetch, Aryana Ibáñez y Tatiana Ibáñez; gracias por leer mi primer borrador, inspirándome a continuar, por proveerme con el tono apropiado de una voz adolescente para mis personajes y por estar siempre disponibles para responder a mis preguntas sobre la adolescencia.

    A mi primera editora de copias, Faith Williams de Atwater Group, quien corrigió mi puntuación y errores gramaticales. A mi segunda editora de Copias, Gail Miller, quien leyó, editó, volvió a leer y reeditó de nuevo; gracias por compartir este viaje conmigo, por las numerosas horas que diste perfeccionando mis palabras y por amar a mis personajes tanto como yo; tu profesionalismo y continuo apoyo siempre tendrá un valor más grande de lo que puedo pagar; eres una valiosa amiga y colega.

    Gracias a ustedes, Erika Renfew y Erin McCullough, mis Gerentes de Cuentas de autora de Friesen Press, por su experta orientación para hacer realidad mi primera experiencia en publicar mi propio libro.

    Finalmente, quiero agradecer a mi familia y amistades, quienes me proporcionaron memorias sinceras, historias para contar y realismo a mis personajes. Ustedes siempre han estado y estarán conmigo, no importa cuánto tiempo pase.

    Cuando se publicó la versión en inglés de La regla de 16, yo esperaba que la comunidad latina la abrazara. En las ferias de libros, muchos lectores potenciales latinos preguntaron si el libro había sido escrito en español. Pronto me di cuenta que necesitaba perseguir esta aventura.

    La traducción al español no hubiera sido posible si no fuera por mi amiga y colega Maritza Maxon. Ella pasó muchos meses traduciendo mis palabras en inglés a palabras en español. Su español puertorriqueño es un poco distinto al español mexicano, así que su trabajo no fue tan fácil como yo pensé que sería. Realmente estoy agradecida, Maritza.

    También quiero enviar mi agradecimiento y aprecio a Mónica Osana, Liliana González y a Rosa Barraza por editar y darme información respecto a las diferencias en los dialectos del español. Esto fue una experiencia educativa para todos.

    Por último, deseo darles las gracias a todos mis lectores y futuros lectores por animarme a perseguir la traducción de La regla de 16 al español. Estoy emocionada por entrar en el mercado latino. Espero compartir mi historia con nuestra comunidad latina.

    Capítulo 1

    El plan

    E l primer día de escuela de verano en Inland Valley High era un día que yo había esperado desde que mi primer año terminó sin incidentes. Desperté con la canción Butterfly Kisses, de Bob Carlisle, tocando en la radio. Las palabras me recordaron las veces que me sentaba en el regazo de mi padre parpadeando con nuestras pestañas unidas. Yo tenía cinco años cuando prometí que nunca lo abandonaría…pero eso fue cuando los muchachos tenían gérmenes. Estiré mis brazos sobre la cabeza, moví mis dedos y flexioné mis pies hasta que se me acalambraron los dedos. Ya completamente despierta, salté de mi cama llena de energía y lista para que algo nuevo ocurriera en mi vida. Decidí, como estudiante de segundo año, que sería el año de mi liberación, y las clases de verano serían el pre-estreno.

    La mayoría de mis amigos odiaba la idea de las clases de verano, porque significaba volver a tomar materias que habían reprobado durante el año escolar. Para mí la escuela, aunque fuera en el verano, era un lugar donde podía estar sin que me rondaran mis papás.

    -¡No, Lucía! Solo tienes quince años. No tienes edad para ir de compras o al cine con tus amigas. No, Lucía, eres muy joven para tener novio -predicaban constantemente mis papás.

    Esa mañana, mientras me arreglaba, formaba mi plan. Iba a conocer a un muchacho. Abrí la puerta de mi armario y rebusqué entre la ropa colgada. Yo quería llamar la atención, pero no quería parecer una cualquiera. Me puse mi nueva mini falda de mezclilla que hacía más alarde de mis piernas de lo que usualmente me sentía cómoda mostrando. La playera roja sin mangas que elegí habría dirigido la atención sobre mi escote, si tan solo tuviera algo. Me ondulé el cabello con rizos largos para que tuvieran ese factor de GUAU. Encontré unas sandalias en el armario de mi hermana que combinaban perfectamente con la nueva pintura en los dedos de mis pies. Me preocuparía más tarde acerca de ella gritándome por entrar a su habitación sin permiso. Antes de bajar, me di una última mirada en el espejo de cuerpo entero en la puerta de mi armario. Te ves increíble. Vas a tener un día FABULOSO, me susurré con confianza.

    Bajé las escaleras corriendo y entré a la cocina.

    -¡Lucía! ¡Tú no puedes usar esa falda tan corta! ¡Y esa blusa! ¡Regresa arriba y cámbiate! -gritó mi mamá. -¡Y hazlo antes de que tu padre te vea, o no te dejará salir de esta casa!

    En mi familia nos enseñaron a no discutir o rebatir a nuestros padres. Se considera una falta de respeto y una razón para recibir una bofetada. Pero yo sentía que tenía que defenderme, así que me retiré un poco de mi madre.

    -¡Pero mamá, acabo de comprar esta falda con el dinero de mi cumpleaños y Elena me ayudó a escogerla! -me quejé.

    Mi hermana mayor, Elena, era mi única salida a una vida adolescente algo normal. Ella me llevaba de compras al centro comercial, o a ver lo último en las películas, y si estaba de buen humor conmigo, me llevaba a los juegos de la escuela secundaria.

    -¿Quieres esperar a ver lo que dirá tu padre? -declaró mamá con firmeza.

    -No -respondí solemnemente. Me di vuelta rápidamente con un leve resoplido y me dirigí suavemente hacia arriba.

    En lo alto de las escaleras, mi papá me miraba.

    -Lucía -comenzó a decirme, con voz severa.

    -Ya sé, ya sé. Ve a cambiarte. Mamá ya me dijo -puse mala cara.

    Busqué debajo de mi cama la ropa que tenía oculta allí. Agarré un par de pantalones de mezclilla strecht que me quedaban ajustados. No lucirían mis muslos musculosos, pero sí acentuarían mi firme trasero. Para cubrir mis hombros desnudos, me puse una chaqueta blanca de algodón fino. Subí la cremallera hasta mi cuello esperando que ella no me preguntara qué había debajo. Me lancé una rápida mirada en el espejo. No estaba demasiado decepcionada.

    59399.png

    Me deslicé en el salón de clases e inmediatamente sentí ojos sobre mí. Por un segundo pensé en salirme, pero a medida que me adentraba en el salón, podía sentir vibraciones cuando buscaba un lugar. Me di cuenta de un muchacho lindo que estaba sentado en el fondo del aula. Esperaba que las vibraciones vinieran de él.

    La maestra ya estaba hablando cuando yo entré al salón de clases. Ella hizo una pausa para reconocerme.

    -¿Tu nombre?

    -Lucy Aceves -respondí.

    -Yo tengo una Lucía Aceves -declaró.

    -Soy yo, pero me llaman Lucy -corregí con valentía.

    -Muy bien Lucy, por favor busca un asiento.

    La maestra señaló a una mesa junto a ella donde estaban los planes de estudio. Lentamente me volví para mirar el salón y buscar un lugar donde sentarme. Me di cuenta de que todos me miraban…mis mejillas se sentían incómodamente tibias. Bajé la cabeza y caminé por el pasillo central; escogí el primer asiento vacío que vi. Pensamientos incómodos comenzaron a abrumarme: Creo que cometí un error, repetía una y otra vez en mi cabeza. Pero echarme a correr del salón de clases era una opción vergonzosa y yo no estaba dispuesta a tomarla.

    Yo no tenía un solo amigo en la clase, pero reconocí varios rostros. Sabía el nombre de una de las muchachas, pero ella era una porrista, lo cual significaba que era una chica popular en la escuela. Su nombre era Beth Miller. Ella había estado en la misma clase que yo. Fuimos a la misma escuela secundaria pero no andábamos en los mismos círculos. Yo le envidiaba su popularidad. Me preguntaba cómo ocurrió. ¿Sería porque ella era muy amable, o talentosa, o porque a los chicos les gustaba? ¿Sería porque tenía ojos azules y cabellos rubios y perfectamente rizados, con una mecha púrpura que encuadraba un lado de su rostro blanco? ¿Sería porque parecía mayor que las demás muchachas de segundo año? ¿Sería porque tenía senos? Yo no tenía la respuesta a esas preguntas. Lo que sí sabía es que yo era completamente lo contrario de Beth Miller. Tenía cabello color marrón mediano y ojos color marrón y no era popular. Me consideraba una “Juana Simple” con un bronceado que duraba el año entero.

    La materia se llamaba Biología de Campo. Yo no estaba segura, ni me importaba, de qué se trataba la clase. Solo sabía que estaría fuera de casa de lunes a jueves hasta el medio día durante las próximas seis semanas. Yo estaba buscando problemas y planeaba encontrarlos.

    -Vamos a ir a cuatro excursiones en las próximas seis semanas -explicó la Sra. Espinoza. A mis oídos les gustó lo que escucharon. -Tomaremos un autobús de la escuela y regresaremos antes de las tres de la tarde. Todos ustedes deben recordar traer agua, equipo de escritura y almuerzo, a menos que decidan comprar un almuerzo caro en los parques. Cada una de nuestras excursiones incluirá escribir un diario y dibujos o fotos. Realmente planeen experimentar los parques. Observen lo más que puedan. Su objetivo principal es dar seguimiento a la vida vegetal y animal que vive dentro del parque.

    La Sra. Espinoza era joven, como de unos veintiocho años. Era alta y delgada, con el cabello color marrón claro que le llegaba a los hombros; se veía en buena forma física. Yo no creo que llevaba mucho tiempo enseñando, porque no tenía ese tono agitado que tenían muchos de los maestros de más edad. Ella sonreía cuando hablaba y parecía entusiasmada con la enseñanza de la clase. Como se llamaba Sra. Espinoza, pero no tenía anillo de matrimonio, yo no sabía si era casada o no.

    Yo escuchaba atentamente a lo que ella decía acerca de los requisitos de la clase cuando nuevamente sentí que alguien me estaba mirando. Miré a mi alrededor, pero todos estaban mirando a sus escritorios o a la Sra. Espinoza. Me encogí de hombros. Mi imaginación debe estarme jugando trucos, pensé.

    En el descanso, el aire en el salón de clases era tibio. Observé que muchos de los estudiantes estaban igual de incómodos que yo. Algunos caminaban errantes por el salón y hablando de vez en cuando. Un grupo pequeño se sentó junto a Beth. Traté de no mirar fijamente, pero la curiosidad se apodero de mí. El chico lindo que estaba sentado en la parte de atrás del salón trajo su silla y se sentó junto a Beth. Debió haber sentido que yo lo miraba, porque volteó en mi dirección. Rápidamente bajé la mirada y fingí que leía el plan de estudios.

    Después de unos minutos de estar sentada en silencio, observando a los demás dedicarse en hablar y bromear, me di vuelta para conversar con la chica sentada detrás de mí.

    -Llegué tarde. ¿Me perdí algo? -Le pregunté.

    -No. En realidad no. Ella solo se presentó -respondió la chica.

    -Mi nombre es Lucy -ofrecí.

    -Yo me llamo Lily Cruz.

    -¿En qué grado estás? -Pregunté.

    -Voy a entrar en el segundo año. Soy nueva en esta escuela. Mis papás decidieron que tomara clases de verano para hacer amigos antes de que comience el año escolar.

    -Yo voy a entrar al décimo grado también. Te puedo mostrar los alrededores si quieres.

    -Claro -respondió Lily.

    Lily y yo teníamos un parecido de Juana Simple, pensé. Ambas teníamos el cabello color marrón y los ojos almendrados del mismo color. Pero el tono de su piel era más oscuro que el mío. Su cabello era largo y lacio también, pero el mío me llegaba más abajo de los hombros, casi a la mitad de la espalda. Ninguna de las dos era de alta estatura. Yo diría que estábamos del lado más pequeño de la estatura pequeña. La palabra que usaba mi mamá era "petite".

    -Chicos y chicas, por favor tomen asiento -llamó la Sra. Espinoza. -Me gustaría dejarlos salir temprano hoy, así que vamos a terminar el plan de estudios y a prepararnos para nuestra primera excursión. Iremos al Arboreto de Arcadia.

    Me di vuelta para mirar a Lily.

    -¿Dónde es eso? -Articulé. Ella se encogió de hombros. Me sentí entusiasmada de ir a un lugar donde no había ido antes. Tendré que Googlear Arcadia cuando llegue a casa, pensé.

    La clase terminó unos treinta minutos antes. Eso me daba una hora entera antes de llegar a casa. Me di vuelta para mirar a Lily:

    -¿Oye, quieres pasar el rato? Yo no tengo que estar en casa hasta las doce y media.

    -¡Va!

    -Vamos al patio -le sugerí-, tal vez algunos de mis amigos estén ahí.

    El patio de la escuela era una gran área de césped cuadrada, rodeada de grandes árboles de arce. Técnicamente los bancos y mesas estaban reservados para los estudiantes de cuarto año. Usualmente mis amigos y yo no íbamos ahí durante nuestro primer año, porque habíamos oído cuentos de horror acerca de cómo echaban a los alumnos de primer año en los botes de basura, o se burlaban de ellos delante de los demás. Pero como eran clases de verano, y ya no éramos estudiantes de primer año, sentimos que estábamos a salvo de la ira de la nueva clase de cuarto año.

    Cuando Lily y yo salimos del salón, el chico lindo estaba afuera junto a la puerta. Estaba parado allí, como si esperara a alguien. Eché un vistazo al aula a ver si él esperaba a Beth, pero ella no estaba allí. Lo miré. Era alto y delgado, con los hombros anchos y brazos musculosos. Tenía el cabello largo, color marrón rojizo y la cantidad justa de pecas. Traía puestas unas bermudas negras que le quedaban sueltas, una playera blanca que decía, Joven y temeroso, y una gorra de béisbol de los Giants. Cuando mis ojos se encontraron con los de él, me sonrió. Me dio vergüenza que me viera mirándolo, así que enseguida volteé a mirar a Lily. Ella le sonreía a él. Me hizo pensar que él le sonreía a Lily, y no a mí.

    -Eh, hola -dijo el chico lindo.

    -Hola -dijimos Lily y yo a la vez. Nos reímos a medida que lo pasamos. En realidad yo me quería detener, pero no sabía qué más decir.

    -Lucy, ¿a quién le dijo hola, a ti o a mí? -Preguntó Lily.

    -No estoy segura -respondí. -¿Tú crees que él es lindo?

    -¡Sí! -Respondió ella.

    -¡Yo creo que es súper lindo! -Exclamé. Cuando me di vuelta, él aún nos miraba. Sentí un hormigueo correr por todo mi cuerpo. Secretamente deseé que fuera a mí a quien le había dicho hola.

    Cuando Lily y yo llegamos al patio escolar, mis amigos estaban allí pasando el tiempo.

    -¡Hola todos! Esta es Lily. Es nueva en nuestra escuela -anuncié.

    -¡Hola Lily! -Gritaron todos, al unísono.

    -Lily, estos son mis amigos Emma, Steve y Max -señalé a cada uno de ellos.

    -¿De dónde eres? -Preguntó Steve.

    -Soy de la zona de la Bahía -respondió ella. -Mi papá encontró un trabajo nuevo en Temecula, y por eso nos mudamos aquí.

    -¿Qué tal te gusta vivir en el sur de California? -Preguntó Maximus.

    -Bueno, no me gusta esta onda calurosa. ¿Siempre hace tanto calor? -Preguntó Lily.

    -Esto es bien intenso. Steve y yo usualmente la pasamos en casa de Max cuando hace un calor así. Él tiene una piscina –informó Emma.

    Emma Retts era mi mejor amiga desde la primaria. Éramos muy unidas con Maximus Ibáñez y Steve Smoothe desde la secundaria. Durante nuestro primer año, Emma y Steve como que tenían algo entre ellos, pero el interés se apagó cuando Steve invitó a otra muchacha al baile formal de invierno. Emma estaba muy sentida, pero como ellos nunca fueron novios oficialmente, no podía quedarse molesta con él. Además, decidimos que Steve era voluble, ya que le gustaba una chica nueva cada dos semanas. Maximus se movía mucho más despacio que Steve. Era tímido con las muchachas. Emma y yo le dábamos sugerencias sobre cómo acercarse a las chicas, pero él siempre se congelaba.

    -¡Mi casa nueva también tiene piscina! ¿A lo mejor les gustaría venir a nadar después de clases algún día? Le preguntaré a mamá -propuso Lily.

    Todos estuvieron de acuerdo en que era buena idea. Yo no respondí porque sabía que mis papás probablemente dirían que no. Ellos nunca decían que sí a nada. No me dejaban ir a casa de Max. Él es un muchacho razonaba mi madre. Tal vez mis padres permitirían que yo fuera a casa de Lily porque ella era una muchacha.

    Todos hablábamos a la vez. Le contábamos a Lily acerca de nosotros y cómo nos conocimos. Yo estaba en el medio de un cuento de cómo Emma y yo conocimos a Steve y Max en la clase de cocina cuando sonó el celular de Lily.

    -¡Me tengo que ir! Ya llegó mi mamá a recogerme. Fue un placer conocerlos a todos. Te veré en clase mañana, Lucy. ¡Adiós!

    De pronto me acorde que tenía que estar en casa a las doce y media.

    -¿Qué hora es? -Grité.

    -Son las doce y cuarto, ¿por qué? -Preguntó Emma.

    -Ya sabes cómo es mi mamá. Tengo que estar en casa a tiempo o ella sale a buscarme. Y no le puedo decir que salí de clase temprano. Ella siempre piensa que estoy haciendo algo malo. Me tengo que ir. ¡Adiós! ¡Luego te llamo, Em! -Grité mientras corría.

    59541.png

    Corrí todo el camino a casa. Estaba muy preocupada de que llegaría tarde. Mi mamá era muy estricta acerca de llegar a tiempo. Ella siempre estaba estresada por tener todos los quehaceres listos y la cena preparada antes de que llegara mi papá del trabajo. Ella no quería que yo fuera a la escuela de verano porque me quería en casa ayudándole a limpiar y a entretener a mi hermanito de diez años, Joey, así que tuve que rogarle que me dejara ir. Finalmente estuvo de acuerdo, siempre y cuando yo cumpliera con mis responsabilidades.

    -Lucía, ¿por qué vienes tan sofocada? ¿Corriste todo el camino a casa? -Preguntó mi mamá.

    -Sí, salí de clases un poco tarde y no quería que te preocuparas.

    Yo estaba tratando de convencer a mis papás de que me compraran un teléfono celular, así que inventé una pequeña mentira:

    -Si tuviera un teléfono, entonces habrías sabido que llegaría tarde.

    Mamá ignoró mi cometario:

    -Comienza a limpiar los baños, y quiero que pases la aspiradora en la sala -ordenó.

    Si yo quería regresar a clase de verano mañana, entonces tenía que mantener la boca cerrada y hacer lo que me había dicho.

    Cuando terminé mis quehaceres, mi mamá me dijo que pasara un tiempo afuera con Joey, porque él había pasado la mañana con sus videojuegos.

    -¿Joey, ¿quieres salir a andar en bicicleta?

    -No. En realidad, no -Respondió.

    -¿Ir a caminar? –Sugerí.

    -¡No!

    -Bueno, pues mamá quiere que salgas y yo tengo que cuidarte, así que escoge algo -dije con firmeza.

    -¡Ay, está bien!

    Decidimos tomar nuestras bicicletas e ir al parque de nuestro vecindario. Nos subimos a los columpios, trepamos por la estructura de juego y echamos carreras. Nos divertimos tanto que no me fijé en la hora.

    -¡Hola, mamá! -Gritó Joey de pronto.

    ¡Oh no! Tal vez ella andaba buscándonos, pensé.

    -¡Lucía! ¡Estaba ya preocupada por los dos! ¡Necesito que regresen a casa! -Gritó mamá desde el coche.

    -Si yo tuviera un teléfono…-comencé a decir. Mi mamá me interrumpió con esa mirada que nos da cuando estamos a punto de empujar demasiado lejos y meternos en líos.

    Joey y yo nos subimos en nuestras bicicletas y seguimos a mamá de regreso a casa. Cuando llegamos, me disculpé por no fijarme en la hora. Le dije que nos divertíamos y no nos dimos cuenta cuánto tiempo había pasado.

    Ella dijo con firmeza:

    -¡Tu padre llegará a casa en una hora! ¡Tenemos que preparar la cena!

    Yo no estaba segura de si ella quería hacer todo perfecto para mi papá porque quería hacerlo feliz, o si tal vez mi papá la hacía sentir que ella necesitaba tener todo perfecto para él. De cualquier manera parecía disfuncional para mí.

    Con mi ayuda, mi mamá logró tener la cena preparada antes de que papá llegara del trabajo. Corté el queso, la lechuga y los tomates, y puse la mesa como me enseñó mi hermana mayor, Elena. Las servilletas estaban dobladas nítidamente en triángulos, los tenedores estaban puestos sobre las servilletas a la izquierda de los platos y los cuchillos estaban puestos a la derecha. Luego puse los vasos arriba de los platos para nuestras bebidas.

    -¡Huele muy bien! -Anunció papá cuando entró por la puerta. -¿Qué hay de cenar?

    -¡Mamá hizo tacos! -Soltó Joey desde la sala.

    -¡Mi cena favorita! -Exclamó papá cuando entró a la cocina. Besó a mamá en la mejilla. -Me voy a cambiar. ¿Cuánto falta para la cena?

    -Estará lista en cuanto llegue Elena del trabajo, como en unos quince minutos –informó mamá. Era la única comida que compartíamos en la mesa, así que no podía

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