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Con cariño, Amalia (Love, Amalia)
Con cariño, Amalia (Love, Amalia)
Con cariño, Amalia (Love, Amalia)
Libro electrónico109 páginas1 hora

Con cariño, Amalia (Love, Amalia)

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Información de este libro electrónico

Martha, la mejor amiga de Amalia, va a mudarse muy lejos. Y Amalia se siente triste y enojada. Sin embargo, aunque la vida parece injusta, las sabias palabras cariñosas de su abuelita la ayudan a sentirse un poco mejor. Amalia disfruta el tiempo que comparte con su abuela: cocinando, escuchando cuentos y música y aprendiendo de la familia mientras miran las tarjetas que la abuelita atesora en una caja de madera de olivo.

Pero cuando una nueva pérdida sacude la vida de Amalia, nada tiene ya sentido. ¿Podrá descubrir Amalia, a pesar del dolor, que especial es, aun si quienes ama ya no están a su lado?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 jul 2012
ISBN9781442424074
Con cariño, Amalia (Love, Amalia)
Autor

Alma Flor Ada

Alma Flor Ada, an authority on multicultural and bilingual education, is the recipient of the 2012 Virginia Hamilton Literary Award, and in 2014 she was honored by the Mexican government with the prestigious OHTLI Award. She is the author of numerous award-winning books for young readers, including Dancing Home with Gabriel Zubizarreta, My Name Is María Isabel, Under the Royal Palms (Pura Belpré Medal), Where the Flame Trees Bloom, and The Gold Coin (Christopher Award Medal). She lives in California, and you can visit her at AlmaFlorAda.com.

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  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    A gentle, sensitive story about a young girl coping with the sudden loss of her grandmother.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    I loved all the themes of this book, but it also happened frequently that I'd read a sentence and just think, That wasn't very well-written. So I'll give it three stars, even though I think content-wise it's really beautiful. Amalia is a sixth-grader who learns that her best friend is moving across the country—and then, just a few days after her friend leaves, her beloved grandmother dies suddenly. For the next several days she struggles to deal with her grief while being surrounded by the family she barely knows, and in her memories there's a lot about the love of nature and reading and cooking with her abuelita. I also kind of want to try the recipes for pineapple flan and coconut flan that are included at the end.
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    I enjoyed this book very much. I would definitely recommend it, especially to children (and their parents) 8 and up.

    Even though the book is only 127 pages, the author did a good job developing the characters, especially the main character, Amalia. It was easy for me to relate to her and feel her sadness.

    In my opinion it would be a great book for all parents to read with their children. It has interaction with Amalia and her grandmother. There is a lesson taught to Amalia by her grandmother regarding a wrongdoing on her part. It also teaches about loss in two different ways. The main character loses her best friend because her father takes a job in another state. She also learns to deal with the death of her beloved grandmother. She has a "close knit" and very loving family that helps her deal with everything she has to go through.

    I enjoyed the use and explanation of Spanish words all throughout the book. There are two recipes at the end of the book. Although I have not attempted to make them, YET, they both sound very tasty.

    (I won this book on First Reads. I do not know the author in any way. )
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Amalia had been going to her grandmothers every Friday since she was very small. Her friend Martha had been going with her since they were in the fourth grade. But now Martha is moving away to California. Her father has a new job and she won't be able to spend time with Amalia any longer. Amalia is sad and hurt by this abrupt news. What will happen to her when Martha leaves?Amalia remembers the fun that she had with Martha. They would hang out at the park together. They rode bikes on the weekends, visited the library, played soccer and fun word games. Together they shared a lot of interests and learned from each other. Amalia is now left with a feeling of abandonment and anger. Her Grandmother explained to her the value of friendship. She told her the story of how she would write cards and letters to family and friends and the ones she received she would keep. She advised Amalia to consider keeping in touch with Martha by sending her letters.Grandmother shares a family history and traditions which were woven throughout her lifetime and provided a loving warmth and inspired in Amalia a longing to learn more. But, Amalia experiences more pain, her grandmother passes and she is devastated. Amalia was left a box filled with letters that her grandmother had kept over the years. She learned so much about her family. Now she must decide if whether or not she will follow in her grandmothers footsteps and connect again with Martha.Alma Flor Ada has created another tremendous story of family and tradition. The Hispanic culture is full of glorious traditions and tasty foods. Young girls will come to love Amalia. A quick fun read, this story and its colorful journey will have young readers wanting to connect with their own families. The back of the book has recipes for pineapple and coconut flavored flan for readers to try and enjoy. There is also a list of question readers can answer and send to Alma Flor Ada. I recommend this read for any young girl coming of age.

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Con cariño, Amalia (Love, Amalia) - Alma Flor Ada

1. Melcocha casera

—¿Qué te pasa, Amalia? ¿Qué es lo que te preocupa?

La abuela quitó del fuego la olla en la que había hervido la miel, para que se enfriara un poco. Luego se secó la frente con un pañuelo de papel y miró a su nieta. Por la pequeña ventana sobre el fregadero entraba la luz del atardecer. Los geranios, en varias macetas, añadían una nota de tenue color rosado.

—Estás muy callada, hijita. Dime lo que te preocupa—insistió su abuela—. Se ve que te pasa algo.

—No me pasa nada, abuelita, de verdad, estoy bien. . . .

Amalia trató de usar un tono convincente, pero la abuela continuó:

—¿Es porque Martha no ha venido contigo hoy? ¿Está bien?

Hacía tiempo que Amalia tenía la costumbre de ir a la casa de su abuelita los viernes por la tarde. Durante los dos últimos años, desde que empezaron el cuarto grado, su amiga Martha la acompañaba. A lo largo de la semana Amalia esperaba con ilusión ese momento. Pero hoy era diferente.

Se demoró antes de contestar:

—Ya no va a venir, abuelita. ¡Nunca más!

A pesar de sus esfuerzos, la voz se le quebró y algunas lágrimas se asomaron a sus ojos castaños.

—Pero ¿por qué, hijita? —preguntó su abuela con un tono cálido. La abrazó con cariño y esperó a que su nieta le explicara lo que sucedía.

Amalia sacudió la cabeza con un gesto frecuente en ella cuando estaba cansada. Y el pelo largo le barrió los hombros. Solo entonces respondió:

—Martha se va. Su familia se muda al oeste, a algún sitio en California. ¡Tan lejos de Chicago! Hoy se fue a la casa directamente desde la escuela para empacar. ¡No hay derecho!

—Tiene que ser muy difícil para ti.

Su abuelita había hablado con una voz llena de comprensión, y Amalia suspiró.

Se quedaron en silencio por un momento. La luz del sol, cada vez más tenue, se iba apagando, y la miel, que había hervido por tanto rato, iba enfriándose y convirtiéndose en una masa oscura cuyo aroma llenaba el aire de la cocina.

—¿Qué te parece si estiramos la melcocha? —preguntó la abuela mientras levantaba la vieja olla de bronce y la ponía sobre la mesa de la cocina. Luego echó la pegajosa melcocha en un tazón de porcelana gruesa con un borde amarillo brillante. Amalia había imaginado alguna vez que ese tazón era como un pequeño sol en la cocina. Pero hoy estaba demasiado disgustada y veía apenas una pesada vasija sin asas.

Se lavaron las manos cuidadosamente en el fregadero y se las secaron con un pañito de cocina. Cada paño tenía bordado en punto cruz un día de la semana con un color distinto. Y su abuela siempre elegía el del día correspondiente. En el que estaban usando podía leerse VIERNES en un profundo azul marino.

Con esos paños, la abuelita le había enseñado los días de la semana y el nombre de los colores en español. Con frecuencia Amalia se sorprendía al darse cuenta de todo lo que había aprendido de su abuela.

Cuando se hubieron secado las manos, se las untaron de mantequilla para impedir que la melcocha se les pegara en los dedos o les quemara la piel. Con una cuchara grande de madera, la abuela echó una porción para cada una de la melcocha que se enfriaba en el tazón.

A medida que la estiraban y la amasaban una y otra vez, la melcocha fue aclarándose y volviéndose más ligera. Entonces empezaron a hacer rollitos de color ámbar y los ponían en trozos de papel encerado. ¡Qué cambios podían producirse en los ingredientes al cocinarlos!

Amalia había ayudado a estirar la melcocha muchas veces, pero nunca dejaba de maravillarla cómo cambiaba de color con solo estirarla y amasarla y estirarla de nuevo. Iba de marrón oscuro a un tono rubio, como el color del pelo de Martha.

El recuerdo de Martha la hizo fruncir el ceño. Pero si su abuela lo notó, no hizo ningún comentario. En cambio, le dijo:

—Lávate bien las manos. Vamos a sentarnos un ratito mientras la melcocha se enfría.

Antes de lavarse las manos, Amalia se chupó los dedos. Nada era tan rico como «limpiarse» después de cocinar. La mantequilla mezclada con la melcocha formaba un caramelo que sabía tan bien como la masa que «se limpiaban» con Martha cuando horneaban galletitas en la casa de su amiga.

Una vez que se hubo lavado y secado las manos, Amalia fue con su abuelita a la sala. Se sentaron en un sofá de tapiz floreado que alegraba la habitación como si un trozo del jardín estuviera dentro de la casa. A la abuelita le encantaban los colores de la naturaleza, como podía verse en cada uno de los rincones de su hogar.

—Sé lo difícil que es aceptar que una persona querida se marche . . . Primero uno se enfada, luego se pone triste, y después parece tan imposible que uno desea negarlo. Pero cuando se hace evidente que es verdad, regresan la rabia y la tristeza, a veces más dolorosas todavía que antes. . . . Lo he vivido ya varias veces.

Amalia escuchó con atención, tratando de adivinar a quién se refería su abuela. ¿Estaba pensando en sus dos hijos, que vivían tan lejos?, ¿o en la hija, que siempre prometía venir a Chicago desde la ciudad de México a visitarla y nunca lo hacía?, ¿o se estaba refiriendo a su esposo, que había muerto cuando Amalia era tan pequeña que no se acordaba de él?

—Pero se encuentra el modo de mantenerlos cerca, Amalia.

Sonriendo, como si se le acabara de ocurrir algo,

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