La selva (Forest World)
Por Margarita Engle y Alexis Romay
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A Edver no le hace ninguna gracia que lo envíen a Cuba a ver al padre que apenas conoce. Sin embargo, ahora que las leyes de viaje han cambiado y es mucho más fácil reunir a las familias divididas, su mamá piensa que es hora de que padre e hijo pasen tiempo juntos.
Edver no se imagina lo que le depara el verano, ¡pero definitivamente no espera conocer a la hermana que ni siquiera sabía que existía! Luza es un año mayor y está muy entusiasmada por conocer a su hermanito, hasta que se da cuenta de cuán diferentes han sido sus vidas. A la busca de cualquier cosa que puedan tener en común, se meten en internet y accidentalmente atraen la atención de un peligroso cazador de animales salvajes. Edver ha luchado contra muchísimos villanos en los videojuegos. Ahora, para salvar la selva que tanto quieren, ¡Luza y él tendrán que encontrar un modo de derrotar a un villano real!
Margarita Engle
Margarita Engle is the Cuban American author of many books including the verse novels Rima’s Rebellion; Your Heart, My Sky; With a Star in My Hand; The Surrender Tree, a Newbery Honor winner; and The Lightning Dreamer. Her verse memoirs include Soaring Earth and Enchanted Air, which received the Pura Belpré Award, a Walter Dean Myers Award Honor, and was a finalist for the YALSA Award for Excellence in Nonfiction, among others. Her picture books include Drum Dream Girl, Dancing Hands, and The Flying Girl. Visit her at MargaritaEngle.com.
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La selva (Forest World) - Margarita Engle
VERANO DE 2015
Tiempo de cambios
Desastre familiar
EDVER
Miami, Florida, EE.UU.
Y yo que pensé que estaba preparado
para cualquier emergencia. Incendios, inundaciones,
huracanes, canallas armados, bombas
y cosas peores: las hemos ensayado todas
en espantosas prácticas de entrenamiento
de emergencia para estudiantes.
Hemos cerrado la escuela a cal y canto,
nos hemos pintado las caras con sangre falsa
y hemos practicado cargarnos los unos a los otros
hasta un helicóptero imaginario, gimiendo
y gritando con un miedo casi real,
mientras simulábamos sobrevivir catástrofes
sin sentido.
En medio de toda esta locura, jamás
se me habría ocurrido imaginar que mamá
me enviaría a conocer a mi padre ausente,
a la jungla remota en donde nací
en una isla que nadie en Miami
jamás menciona sin suspiros,
sonrisas, maldiciones o lágrimas…
pero las leyes de viaje de repente han cambiado,
la Guerra Fría terminó y ahora es mucho más fácil
que se reúnan las familias cubanas
divididas: mitad en la isla, mitad en tierra firme.
Mamá está con un entusiasmo tan raro
que parece sospechoso.
Desde el momento que anunció
que me enviaba a conocer a mi papá,
noté lo aliviada que se sentía de tener
un reconfortante descanso de su hijo salvaje,
el revoltoso: yo.
Si me escuchara, le diría
que no es mi culpa que una bicicleta de carrera
se metiera en mi camino mientras jugaba
en mi teléfono y montaba la patineta a la vez.
Para eso se hicieron los juegos, ¿no?, ¿para entretenerse?
Un escape, de modo que todos esos minutos que paso patinando
de la casa a la escuela no sean tan vergonzosos.
Mientras mire fijamente a una pantalla privada,
nadie que me vea
sabrá
lo solitario que estoy.
Pulsa aquí, aprieta un botón allá, teclea…
el teléfono me hace lucir ocupado,
como si tuviera muchos amigos,
un muchacho al que le gustan los deportes
en lugar de las ciencias.
En ese sentido, soy más como mamá, que en raras ocasiones
levanta la cabeza de su computadora portátil en los fines de semana.
Lo único que hace es trabajar como una maníaca,
buscando redescubrir especies extintas.
Es criptozoóloga, una científica que busca
criaturas escondidas, ya sean las legendarias
como el yeti, u otras que ya nadie ve,
tan solo porque son tan extrañas
y tímidas que se esconden mientras las aterrorizan leñadores
y cazadores declarados y furtivos, quienes venden sus partes
disecadas o atravesadas por agujas a los coleccionistas.
Asco de gente.
Pero ¿y si hay gato encerrado?
¿Y si el verdadero motivo que tiene mamá para asomarse
a su secreto mundo en la red
es flirtear para conocer a tipos raros
que a lo mejor ni son los héroes apuestos
que muestran sus fotos de perfil…?
¿Y si busca novio
y por eso tiene
que deshacerse de mí, para poder salir
con indeseables
cuando no estoy por estos lares?
Nuestras vidas agitadas
LUZA
La selva, Cuba
El verde
me rodea por todas partes,
el azul en las alturas,
¡y ahora mi hermanito
por fin viene
de visita!
He oído hablar de Edver toda mi vida,
a través de abuelo, que echa de menos a su hija
—mi mamá—
y de papá, que habla con tanta tristeza de la época
en la que vivíamos todos juntos en familia, enraizados
en nuestra selva y con las alas
de los sueños compartidos.
Ahora, al poner un pie en un lodazal en el que se han posado
nubes de mariposas azules, hay una brillantez que late
cuando los radiantes insectos beben a sorbos los minerales oscuros del fango
mientras bailan una danza del hambre
llamada encharcamiento.
Las mariposas me recuerdan
a ángeles en miniatura, en pleno vuelo, brillantes,
mágicos y naturales a la vez.
¿Acaso saben lo frágiles y breves
que serán sus vidas
por los aires?
Después de viajar a la ciudad para recoger a mi hermano
en el aeropuerto, quizá regrese a esta musgosa
rivera y haga una escultura de una visión de gente
con alas al revés
bajo verdes árboles frondosos
enraizados en el cielo…
O mejor aun: podría quedarme aquí y esperar
a que se aparezca un colibrí, un zunzún no más grande
que una abeja, el ave más pequeña del mundo,
uno de los tantos
tesoros vivos que hacen que papá sea tan buen
superhéroe de la vida silvestre, a cargo de proteger las raras
criaturas de nuestra selva
del hambre
y la codicia
de los cazadores furtivos.
Adiós a mi vida real
EDVER
El último día antes de las vacaciones de verano,
anduve como una sombra, intentando ocultarme de quienes
vieron el video en el que estrello mi patineta
contra la bici de carrera.
Si alguna vez aprendo a codificar mi propio videojuego,
lo llenaré de gente de las sombras, cuyos sentimientos
no puedan
ser vistos.
Mañana volaré a Cuba.
Quizá irme de aquí sea buena idea.
Si me quedara en casa, lo único que haría
sería esconderme en mi cuarto
y jugar en la compu
solo.
Raro
LUZA
¡Qué raro!
Sí, es verdaderamente surrealista
salir de viaje de este modo,
felizmente preparada para conocer a un desconocido
y llamarlo
mi hermano.
Espero que sienta lo mismo conmigo.
Extrañeza.
Como un pájaro del bosque
en la ciudad.
El aislamiento de las islas
EDVER
El avión aterriza.
Un asistente de vuelo me conduce a una fila.
Preguntas.
Respuestas.
Otra espera nerviosa.
Más preguntas.
Muestro mi pasaporte.
Inspeccionan mi mochila.
El microscopio de disección
pasa de mano en mano entre hombres y mujeres
uniformados, algunos de azul, otros en verde,
hasta que finalmente
me lo devuelven todo
en lugar de robárselo.
Un suspiro de alivio,
pero a esta hora estoy tan nervioso que lo único que quiero
es calmar mi mente con los reconfortantes clics, sonidos
y silbidos de las llamas electrónicas de los dragones
en mi juego favorito, en un mundo en las redes
lleno de baba de grifos,
aliento de trasgos y los rezumados pedos
de unos pesados ogros.
Los animales imaginarios son casi tan extraños
como los reales, como aquella iridiscente
avispa esmeralda
de la que escribí
para un informe
sobre un libro de no ficción.
La avispa inyecta veneno en el cerebro de una cucaracha,
haciendo que el insecto más grande se vuelva un zombi
en el cual se monta como si fuese un caballo,
usando sus antenas como riendas
hasta llegar al nido de la avispa,
en donde, lo adivinaste, la obediente cucaracha
es lenta y asquerosamente
devorada por unas larvas
que se retuercen.
Ni ruiditos ni melodías del teléfono.
Ni red de juegos ni clics reconfortantes.
Nada