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Las Aventuras de Tom Sawyer
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Libro electrónico304 páginas4 horas

Las Aventuras de Tom Sawyer

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Este clásico de la literatura norteamericana relata unos meses en la vida de Tom Sawyer en una ciudad del suroeste de Estados Unidos a orillas del río Misisipi. Tom vive allí con su tía Polly, quien lo ama pero a su vez lo trata con una disciplina muy rígida. El niño ve el mundo diferente a cómo lo hacen los adultos con los que tiene que convivir. Esto justamente nos entretiene, con sus reacciones divertidas, nobles y hasta inocentes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 jun 2018
ISBN9789874490254
Autor

Mark Twain

Frederick Anderson, Lin Salamo, and Bernard L. Stein are members of the Mark Twain Project of The Bancroft Library at the University of California, Berkeley.

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    Las Aventuras de Tom Sawyer - Mark Twain

    Bibliografía

    Estudio preliminar

    El autor

    Su vida

    Samuel Langhorne Clemens, conocido como Mark Twain, nace el 30 de noviembre de 1835 en una pequeña aldea llamada Florida en Misuri, Estados Unidos. A los cuatro años, su familia se traslada a Hannibal, un puerto fluvial en el río Misisipi muy cerca de Florida donde realiza sus primeros estudios. Se dice que este lugar lo inspiró para crear el pueblo ficticio de San Petersburgo en Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn. Misuri era un estado esclavista por lo que el joven Twain se familiariza con la esclavitud, un tema que explora en sus escritos.

    Mark Twain

    A los 12 años, muere su padre, el niño debe abandonar los estudios y comenzar a trabajar. Ingresa como aprendiz de tipógrafo en una editorial y, muy pronto, empieza a publicar sus primeros artículos periodísticos en redacciones de Filadelfia y San Luis. A los 18 años, decide abandonar su hogar e iniciar sus viajes en busca de aventuras y, sobre todo, de dinero. Trabaja en cuestiones muy variadas: es tipógrafo durante un tiempo en su región, después viaja a Nueva Orleans; en el camino se inscribe como aprendiz de piloto de un vapor fluvial, ámbito que le interesaba mucho. Trabaja en ello un tiempo, pero la guerra de Secesión de 1861 interrumpe el tráfico fluvial, lo que pone fin a su carrera de piloto.

    Luego, sigue viaje hacia el oeste, a las montañas de Nevada, donde trabaja en los primitivos campos de mineros. Su deseo de hacer fortuna lo lleva a buscar oro, sin mucho éxito, por lo que se ve obligado a trabajar como periodista, escribiendo artículos que enseguida comienzan a mostrar su estilo personal. El primer éxito literario lo obtuvo con la publicación, en 1865, de su cuento La famosa rana saltarina de Las Calaveras, que apareció en un diario, firmado ya con el seudónimo de Mark Twain, nombre técnico de los pilotos que significa marca dos sondas.

    En un viaje a San Francisco como periodista, conoce al gran escritor Francis Bret Harte, quien lo anima a continuar escribiendo. A partir de ese momento, inicia una serie de viajes como periodista y conferenciante a la Polinesia y Europa. Las experiencias allí vividas las narra en el libro de viajes Los inocentes en el extranjero (1869), al que le siguió A la brega (1872), en el que recrea sus aventuras.

    En 1870, se casa con Olivia Langdon y se establecen en Connecticut. Seis años más tarde publica la primera novela que lo lleva a la fama, Las aventuras de Tom Sawyer, en la que recrea sus años de infancia a orillas del Misisipi. Para los críticos, logra su plenitud literaria con Las aventuras de Huckleberry Finn, en 1882, obra ambientada también a orillas de este río, y que algunos toman como la continuación de Las aventuras de Tom Sawyer pero menos autobiográfica. En 1883, publica Vida en el Misisipi (1883), una excelente evocación del sur estadounidense. En 1881, aparece su novela histórica El príncipe y el mendigo, otra de sus obras más reconocidas.

    La última etapa de su vida se encuentra marcada por una serie de desgracias personales, entre ellas, la muerte de una de sus hijas a los 23 años y luego, la de su esposa. A esto se le suma el problema económico. En una de sus últimas obras, El forastero misterioso, manifiesta que se siente como un visitante sobrenatural, que había llegado con el cometa Halley, y que tiene que abandonar la Tierra con la siguiente reaparición del cometa. Fue reconocido mundialmente durante los últimos años de su vida, y recibió el doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford (Inglaterra) en 1907. Muere el 21 de abril de 1910 en Nueva York, en el año del cometa, tal y como lo había predicho.

    Su obra completa

    La célebre rana saltarina del condado de Las Calaveras y otros relatos (1866)

    Los inocentes en el extranjero (1869)

    Pasando fatigas (1872)

    La edad dorada: un cuento de hoy (1873)

    Viejos tiempos en el Misisipi (1876)

    Las aventuras de Tom Sawyer (1876)

    Los hechos relativos a la reciente orgía de crímenes en

    Connecticut (1877)

    Taladrad, hermanos, taladrad (1878)

    Un vagabundo en el extranjero (1880)

    El príncipe y el mendigo (1881)

    El robo del elefante blanco (1882)

    Vida en el Misisipi (1883)

    Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)

    Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889)

    El conde americano (1892)

    El billete de un millón de libras esterlinas (1893)

    Tom Sawyer en el extranjero (1894)

    Pudd’nhead Wilson (1894)

    Recuerdos personales de Juana de Arco (1896)

    Tom Sawyer detective (1896)

    Siguiendo el Ecuador (1897)

    El hombre que corrompió a una ciudad (1900)

    Inglés como se lo enseñan (1900)

    Historia detectivesca de dos cañones (1902)

    Cuento de un perro (1904)

    Extractos del diario de Adán (1904)

    Soliloquio del rey Leopoldo: una defensa de su dominio del Congo (1905)

    Oración de guerra (1905)

    ¿Qué es el hombre? (1906)

    Diario de Adán y Eva (1906)

    Un legado de 30.000 dólares (1906)

    La historia de un caballo (1907)

    ¿Ha muerto Shakespeare? (1909)

    El capitán Tormenta (1909)

    El forastero misterioso (Póstuma)

    Características de la escritura de Mark Twain y su importancia en la literatura norteamericana

    La literatura de Mark Twain, escrita en una lengua sencilla, coloquial, y a la vez realista, dio a los escritores estadounidenses la oportunidad de revalorizar la lengua nacional. Como todos los países colonizados por una determinada lengua que seguirán hablando la mayoría de los conquistados, –en este caso, el inglés– se tiende a sentir que la propia escritura está valorizada si se asemeja lo más posible a la lengua del colonizador. Mark Twain fue el primer autor importante surgido del interior del país que captó los modismos y la actitud particular y humorística de esas regiones.

    Twain dirigió la mirada hacia el sur y el oeste, el corazón rural y fronterizo de la nación, para hallar su mito definitorio como autor; para él y otros escritores estadounidenses de fines del siglo XIX, el realismo no era solo una técnica literaria, sino un medio para decir la verdad y acabar con los convencionalismos desgastados. Por lo tanto, su arte tenía un profundo poder liberador y podía entrar en conflicto con la sociedad.

    El realismo es, entonces, uno de los rasgos de sus obras, junto al tratamiento del esclavismo y una postura sobre el mismo que justamente se despliega en Las aventuras de Huckleberry Finn, cuyo personaje central, un muchacho pobre, decide seguir la voz de su conciencia y ayuda a un esclavo negro a huir hacia la libertad, aun cuando piensa que él mismo se condenará e irá al infierno por infringir la ley.

    Sus mejores obras se caracterizan por un gran sentido del humor, más cercano a la sátira social, además de un acentuado realismo, vinculado al lugar en el que se desarrollan sus historias y al lenguaje utilizado por sus memorables personajes; también por un profundo odio a la hipocresía y la opresión. Muchos críticos sostienen que Mark Twain recrea en su lenguaje y en sus historias, la idiosincrasia norteamericana y explora, en particular, la perversión social y personal que significa la esclavitud.

    Cómo fue la conquista de América del Norte

    En la primera década del siglo XI, el aventurero Leif Eriksson y un grupo de escandinavos errantes se asentaron brevemente en un lugar de la costa norte-oriental de América, cerca de lo que hoy sería Nueva Escocia, Canadá. De esta historia, hay un registro escrito en una lengua escandinava, el noruego antiguo, y se llama La epopeya de Vinland. Pero como sabemos, fueron las Cartas y los Diarios de Cristóbal Colón el primer contacto conocido –y que se sostuvo en el tiempo–, entre el continente americano y el resto del mundo. En el diario que incluyó en su Epístola, publicada en 1493, Colón relata las dificultades y peripecias del viaje.

    Los ingleses establecieron su primera colonia en 1585 en la costa de Carolina del Norte, pero el lugar fue destruido y no se supo qué pasó con los colonizadores. La segunda colonia se fundó en Jamestown, en 1607, su gente sobrevivió al hambre, la brutalidad y los malos gobernantes. Sin embargo, la literatura de esa época describe a Norteamérica como la tierra luminosa de la riqueza y la oportunidad, en relatos sobre las colonizaciones que fueron conocidos mundialmente.

    En el siglo XVII, a manos de piratas, aventureros y exploradores, se abre el camino a una segunda oleada de colonizadores permanentes. Estos trajeron a sus esposas, hijos, sus herramientas agrícolas y artesanales. La antigua literatura de estas exploraciones está compuesta por diarios, cartas, relatos de viaje, cuadernos de bitácora de navegación e informes de los exploradores a quienes los patrocinaban. Como Inglaterra tomó posesión de las colonias que iniciaron lo que hoy es Estados Unidos, la literatura colonial más conocida y comentada está en inglés. Según historiadores actuales, es un caso inusual en la historia mundial que estos grupos de colonizadores llegasen a esas tierras con un nivel intelectual tan alto. Nos estamos refiriendo a los puritanos, de origen inglés y holandés en su mayoría. Estos consideraban que la superación dependía del propio esfuerzo, a menudo eran autodidactas, y deseaban educarse para entender y cumplir la voluntad de Dios, al tiempo que fundaban sus colonias en toda Nueva Inglaterra.

    Los puritanos

    Según Kathryn Van Spanckeren, el estilo puritano admitía enormes variantes: desde la compleja poesía metafísica hasta diarios domésticos y textos de historia sagrada de aplastante pedantería. Cualquiera que fuese el estilo o el género, ciertos temas eran constantes. La vida se concebía como una prueba en la que el fracaso se pagaba con la condenación eterna y el fuego del infierno, mientras que el éxito conducía a la beatitud celestial. El mundo era un lugar donde luchaban sin cesar las fuerzas de Dios y las de Satanás, un enemigo formidable que usaba múltiples disfraces.

    Por largo tiempo, los especialistas han señalado el vínculo entre puritanismo y capitalismo: ambos se basan en la ambición, el trabajo arduo y la firme determinación de tener éxito. Aun cuando los puritanos no podían saber si serían salvados y estarían entre los elegidos para entrar al cielo, tendían a suponer que el éxito terrenal era un signo que distinguía a los elegidos. No solo aspiraban a la riqueza y el prestigio social por sí mismos, sino como una grata confirmación de salud espiritual y una promesa de vida eterna. Para ellos, el modelo literario por excelencia que sostenía sus creencias y conductas era la Biblia, en una traducción autorizada al inglés. Para los puritanos, la autoridad de este libro sagrado provenía de su gran antigüedad.

    Los cuáqueros

    A comienzos del siglo XVIII, el dogmatismo religioso de los puritanos comenzó a perder fuerza en manos de los cuáqueros, mucho más tolerantes. Este grupo religioso disidente, fundado en Inglaterra por George Fox como Sociedad religiosa de los amigos y que el pueblo llamaba quakers llegó a las colonias de Norteamérica. El espíritu de tolerancia y libertad religiosa fue propagándose poco a poco, primero en Rhode Island y en Pensilvania, sede de los cuáqueros. Estos creían que el carácter sagrado de la conciencia individual era la fuente misma del orden social y la moral. La fe estaba puesta en el amor y la fraternidad universales, y esto los hizo profundamente democráticos y contrarios a la autoridad religiosa dogmática propia de los puritanos. Cuando fueron expulsados de Massachusetts, fundaron, en 1681, la próspera colonia de Pennsylvania, encabezados por William Penn.

    Independencia de Estados Unidos

    La Revolución de Estados Unidos contra Gran Bretaña dio como resultado la independencia de las colonias el 4 de julio de 1776, y ha sido considerada como la primera guerra moderna contra el dominio de una potencia colonialista. Las causas que la produjeron, si bien fueron muchas, se centraron principalmente en la sensación que tenían los colonos sobre el trato injusto y abusivo de la metrópoli.

    Primeros escritores de la época a la Independencia

    Los escritores estadounidenses reconocían su excesiva dependencia de los modelos de la literatura inglesa. La búsqueda de una literatura propia se convirtió en una obsesión nacional. La independencia literaria de Estados Unidos se retrasó a causa de su persistente identificación con Inglaterra, por el excesivo afán de imitar los modelos literarios ingleses o clásicos, y porque las difíciles condiciones económicas y políticas impedían la publicación de textos.

    James Fenimore Cooper y Washington Irving, fueron dos de los primeros grandes escritores estadounidenses. En Europa, el Romanticismo era el movimiento literario de la época. Cooper evocó el sentimiento romántico hacia el pasado –que era entonces la imagen de las tierras vírgenes de Norteamérica antes de la colonización europea y al inicio de ella. En este escritor, encontramos el poderoso mito de la Edad de Oro y la amargura por su pérdida.

    Mientras Washington Irving y otros escritores estadounidenses anteriores y posteriores volvían los ojos hacia Europa para hurgar en sus leyendas, castillos y grandes temas, Cooper captó el mito esencial de América: la historia europea en este continente era una nueva versión de la pérdida del paraíso. Es decir que los temas según uno u otro vacilaban entre el mundo de los conquistados y el de los conquistadores. La tierra virgen desaparecía ante la vista de los estadounidenses; se esfumaba como un espejismo con la llegada de los pioneros. Esta es la visión trágica esencial de Cooper frente a la irónica destrucción de la naturaleza virgen, el nuevo Edén que fue lo que atrajo a los colonizadores.

    Las novelas de Cooper retratan las oleadas sucesivas de colonización en la frontera: las tierras vírgenes originales habitadas por los norteamericanos nativos; la llegada de los primeros blancos como exploradores, soldados, comerciantes y aventureros; el arribo de las familias de colonizadores pobres y rudos; y, al final, la llegada de la clase media y los primeros profesionales: el juez, el médico y el banquero. Cada nueva oleada desplazaba a la anterior: los blancos desalojaron a los indígenas y los obligaron a retroceder hacia el oeste; las clases medias civilizadas que construían escuelas, templos y cárceles, ahuyentaron a los individualistas fronterizos de clase baja, haciéndolos internarse más en el oeste.

    Igual que Rudyard Kipling –escritor indo-británico y autor del famoso Libro de la selva–; E. M. Forster –autor inglés de Pasaje a la India que narra el movimiento de independencia indio de 1920–; Herman Melville –Moby Dick, la ballena blanca– y otros observadores sensibles de las interacciones entre culturas muy diferentes, Cooper fue un relativista cultural. Él supo entender que ninguna cultura tiene jamás el monopolio de la virtud o el refinamiento.

    Diferencias en el trabajo literario y el punto de vista de los escritores en una sociedad organizada (Gran Bretaña) y otra recientemente libre (Norteamérica)

    Según Kathryn Van Spanckeren, en lugar de definir personajes realistas con claridad y gran lujo de detalles, como lo hacía la mayor parte de los novelistas de la época en Inglaterra o en el continente europeo, Hawthorne, Melville y Poe (los tres, norteamericanos) perfilaron figuras heroicas de talla desmesurada e inflamadas de significación mítica. Los protagonistas típicos del romance o novela estadounidense son individuos retraídos y obsesionados.

    Uno de los motivos de esa exploración de los más ocultos recodos del alma por medio de la ficción fue que en esa época no se había establecido aún una vida de tipo comunitario. Los novelistas ingleses –Jane Austen, Charles Dickens, Anthony Trollope, George Eliot o William Thackeray– vivían en una sociedad tradicional compleja y bien articulada, y compartían con sus lectores las actitudes que animaban sus obras de ficción realistas. En cambio, los novelistas estadounidenses se enfrentaban a una historia de conflicto y revolución, a una geografía de vastas tierras vírgenes y a una sociedad democrática fluida y casi sin diferencias de clases. En muchas novelas inglesas, vemos a un personaje principal pobre que asciende la escala económica y social, tal vez a causa de un matrimonio ventajoso o por el descubrimiento de un oculto pasado aristocrático. En cualquier caso, la trama subyacente no impugna la estructura social aristocrática de Inglaterra; por el contrario, la reafirma. El ascenso del protagonista halagaba los deseos insatisfechos de los lectores, la mayoría de los cuales eran entonces de clase media.

    El novelista de Estados Unidos, en cambio, tenía que depender de sus propios recursos. El país era, en parte, una frontera indefinida en constante movimiento, poblada de emigrantes que hablaban distintas lenguas y tenían estilos de vida rústicos y extraños. Por eso, el protagonista de esta literatura a menudo se encuentra solo en medio de tribus caníbales, como en Typee de Melville, o explora tierras vírgenes como Leatherstocking (el de las calzas de cuero) de James Fennimore Cooper; a veces, es testigo de visiones desoladas de la tumba, como los personajes solitarios de Poe, o tropieza con el diablo paseando por el bosque, como el joven Goodman Brown de Hawthorne. Casi todos los grandes protagonistas de la literatura estadounidense han sido solitarios. Es como si el individuo democrático de este país se hubiera tenido que inventar a sí mismo. Los novelistas serios también tuvieron que inventar nuevas formas; esto explica la estructura llena de ramificaciones y rasgos peculiares que se aprecia en la novela Moby Dick de Melville y en la errabunda y onírica La narración de Arthur Gordon Pym de Poe.

    La obra

    Considerada como una especie de novela iniciática y de aventuras, recrea parte de la infancia de su autor. La historia de Tom transcurre en el sur de Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX, en un lugar pequeño, semejante a aquel en que vivió el escritor. Los personajes, los hechos y los espacios aparecen representados en términos del realismo literario. Sabemos, por documentos que dejó el propio autor, que Twain había planeado escribir una novela diferente de la que al fin escribió, y que solo al terminarla comprendió que había escrito un relato para niños. Su técnica narrativa es muy elaborada: hay abundantes descripciones, típicas de la novela realista, que dan un reflejo muy claro de los espacios en los que ocurren las aventuras de los personajes. Lejos de agotar al lector estos recursos muestran una sutil construcción del relato, no carente de un humor e ironía constantes, más allá de las vicisitudes y momentos tristes que viven los personajes.

    Breve argumento

    Las aventuras de Tom Sawyer relata un tiempo breve, unos meses en la vida de Tom, quien vive en una ciudad pequeña del suroeste de Estados Unidos a orillas del río Misisipi. Tom vive con su tía Polly, quien lo ama pero a su vez lo trata con una disciplina muy rígida. El niño ve el mundo de una manera muy diferente a como lo hacen los adultos con los que tiene que convivir. Y es ese distanciamiento el que especialmente nos entretiene con sus reacciones divertidas, nobles y hasta inocentes.

    Las aventuras de Tom Sawyer

    Prefacio

    La mayor parte de las aventuras escritas en este libro sucedieron en realidad. Una o dos fueron experiencias propias, el resto, de niños que fueron compañeros míos de la escuela. Huck Finn es un personaje de la vida real; Tom Sawyer también, pero no es una única persona, sino la combinación de las características de tres chicos que conocí y, por tanto, arquitectónicamente pertenece al estilo compuesto.

    Las extrañas supersticiones que aparecen a lo largo del libro eran muy populares entre los niños y los esclavos del Oeste en la época en la que se desarrolla esta historia, hace unos treinta o cuarenta años.

    Aunque mi libro está destinado al entretenimiento de chicos y chicas, espero que no sea rechazado por hombres y mujeres mayores, porque parte de mis intenciones buscan permitir que los adultos recuerden con agrado a aquellos que fueron una vez, cómo sentían, cómo pensaban, cómo hablaban y las curiosas tareas que emprendían.

    El autor

    Hartford, 1876

    Capítulo I

    —¡Tom!… ¡Tom!…

    ¿Dónde se habrá metido ese chico…? ¡Tom!…

    La anciana tía Polly se bajó los anteojos y miró, por encima, alrededor del cuarto. Después, se los subió hasta la frente y volvió a mirar. Rara vez o nunca miraba a través de los cristales a cosa de tan poca importancia como un niño: eran aquellos los lentes de ceremonia, su mayor orgullo. Eran más un adorno que un objeto útil, y no hubiera visto mejor mirando a través de un par de mantas. Parecía perpleja y no enfurecida, pero sí lo bastante alto como para que la oyeran los muebles,

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