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La senda de mi interior: (El poder de lo innato)
La senda de mi interior: (El poder de lo innato)
La senda de mi interior: (El poder de lo innato)
Libro electrónico512 páginas6 horas

La senda de mi interior: (El poder de lo innato)

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«El camino inesperado es el aprendizaje para nuestra realización».

El contenido del libro está basado en mi proceso de vida. Vendría a ser parte de mi autobiografía, donde la familia es la tierra para sembrar nuestra semilla.

La intención del contenido no es narrar mis vivencias y lo sentido en cada una de ellas, sino que, a través de mi experiencia, hablar de la capacidad que cada uno tiene para superar todos los obstáculos que pueda vivir en la vida, teniendo presente que todos llevamos en nuestro interior una fuerza y un potencial que nos permite elevarnos y avanzar entre las tormentas que nos podamos encontrar, dejando atrás el dolor, la impotencia y una visión limitada, basada exclusivamente desde la mente.

Es un libro que habla de mí, pero no es esta mi intención, sino el hecho de que todos tenemos un potencial innato que nos permitirá superar cualquier supuesta adversidad que nos podamos encontrar en nuestra propia vida.

Somos mucho más que nuestra imagen física.

Todos podemos superar lo vivido.

Todos podemos.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento14 dic 2019
ISBN9788418073519
La senda de mi interior: (El poder de lo innato)
Autor

Jordi Morella Montañes

Desde hace muchos años Jordi Morella Montañes se dedica a acompañar a personas en sus procesos de autoconocimiento: les ayuda a recordar quiénes son y a aplicar la energía necesaria para alcanzar armonía y deshacer bloqueos. En su actividad realiza sesiones individuales, talleres, seminarios, conferencias, encuentros y jornadas, ponencias en congresos, colaboraciones en radio... Dentro de su actividad también se encuentra la de escritor, habiendo publicado ya varios libros sobre nuestra existencia y nuestro proceso consciencial en las redes sociales.

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    La senda de mi interior - Jordi Morella Montañes

    Palabras de agradecimiento

    Las palabras que leeréis en este libro que tenéis en vuestras manos están dedicadas a todos aquellos que buscan una vida según lo que sienten, un mundo donde se pueda vivir en paz, armonía y amor. Están dedicadas al encuentro de cada uno con sí mismo, basadas en el proceso vivido de mi existencia actual. Hablo de mí, pero del camino en el cual todos nos encontramos y seguimos.

    Están dirigidas a todas las almas encarnadas de este mundo, para que podáis daros cuenta de que toda la fuerza del cambio la lleváis ya dentro de vosotros. Este empoderamiento os hará sentir libres y llenos de coraje ante la puerta que se os abrirá constantemente en vuestra vida actual.

    No busquéis la respuesta en el exterior. Todo lo que necesitéis ya se encuentra en vuestro interior.

    La sabiduría la lleva cada uno, también dentro de sí, en su corazón.

    Que tengáis la predisposición necesaria para encontraros con vuestra esencia, llena de libertad y armonía.

    El amor buscado en nuestra vida sois vosotros mismos.

    Dedico estas palabras que vienen a continuación a todos aquellos que se esfuerzan por encontrarse, como yo hice, para saber el porqué de nuestra existencia y el camino que seguir según lo pactado antes de nuestra encarnación actual.

    Gracias a todos vosotros, por ser y estar.

    Esta historia no se hubiera vivido y escrito si todos aquellos seres que llegaron a mi vida, y yo a la suya, no nos hubiéramos encontrado y relacionado de la manera que se produjeron nuestras relaciones.

    Quiero empezar agradeciendo a mis padres amados, que con su presencia hicieron que, ya de pequeño, empezara a dar pasos hacia aquel que ahora soy. Les agradezco todo lo que hicieron por mí y la manera en que lo hicieron, donde pude entender más adelante, con el tiempo, la importancia de sus actos y actitudes para mi mayor bien. Con el tiempo me di cuenta de la importancia que ellos tenían en relación con mi proceso evolutivo. Amados padres, mi amor está con vosotros. Un abrazo.

    También quiero dar las gracias a todos los maestros tenidos a lo largo de mi vida, tanto a nivel espiritual, mental como emocional. A todos vosotros, otro gran abrazo.

    Quiero agradecer, también, a todos los seres que en algún momento asistieron a algún encuentro que llegué a realizar, transmitiendo el conocimiento y la sabiduría del hogar del cual todos procedemos. La satisfacción que sentía cada vez que finalizaba una jornada, taller o seminario me hacía sentir la emoción y el pleno agradecimiento de haber sido el canal por el cual el universo, nuestro hogar, pudo llegar a todos ellos, viendo sus cambios cuando la actividad finalizaba. Ellos ya no eran los mismos. Gracias a todos vosotros.

    Siento un fuerte sentido de agradecimiento también por Enriqueta, gran amistad y hermana gemela del alma. El hecho de habernos encontrado en el 2oo4 hizo que pudiéramos saber que cada uno podía contar con el otro siempre que lo necesitase. Y así fue. Nuestras comunicaciones telefónicas han sido de larga duración, bien para consultarnos situaciones que vivíamos, o bien para saber su parecer en relación con aspectos terapéuticos/espirituales que teníamos en nuestras sesiones individuales con otras almas necesitadas de una mano donde acogerse para volver a ser ellas mismas. Ha sido la persona que he podido hablar de cualquier tema, del tipo que sea, recibiendo, cuando así se requería, unas palabras comprensivas y sabias por su parte. Gracias, amada Enriqueta. Un fuerte abrazo también para ti.

    Hay tantas personas que me han ayudado a llegar a saber de mí y mostrar a aquel que en verdad soy que necesitaría hojas y hojas para sus nombramientos y mi agradecimiento hacia ellas. A todas, gracias.

    Para finalizar este apartado de almas encarnadas, querría destacar a mi hermano Albert, el cual, con su manera de ser y su sintomatología física, permitió que empezara a dar pasos hacia aquello que sentía en mi interior: ayudar a los demás. A los diecisiete años empecé de una manera práctica el hecho de dar pasos hacia la misión que había venido a realizar en este mundo. A raíz de su ser, pude abrir otras puertas que me llevaron a conocer otras personas que me ayudarían a avanzar en mi vida actual. Gracias, Albert. Un abrazo y un beso, como siempre tú me enviabas.

    Dentro de mi agradecimiento también destacaría todo lo recibido desde el universo, y a todos los seres de luz que me acompañaron a lo largo de mis años terrenales hasta mi presente; a toda la maestría ascendida, a aquellos maestros celestiales, que con su sabiduría me instruyeron a lo largo de los años para llegar a saber quién era yo, mi procedencia y mi verdadera esencia. Gracias, amado Jesús, Águila Blanca, saint Germain, entre otros, y todo el mundo angelical y a vosotros, amados arcángeles que en todo momento habéis estado a mi lado a lo largo de mi vida actual, inspirándome, entre otros aspectos, para la confección y publicación de este libro.

    A todos, muchas, muchas gracias.

    Mi amor está con todos vosotros.

    Iniciando la historia

    En este mundo que nos encontramos va creciendo el número de seres que lo habitan. Humanos con un transitar adaptado a sus costumbres, tradiciones y una manera de crear lo ya establecido para ir avanzando en su proceso.

    Según el momento en que se encuentre el proceso evolutivo que está siguiendo la humanidad, nuevos seres encarnan en este planeta para ayudarlo en su proceso hacia la evolución y la luz.

    Querría explicaros mi historia, pero no para hablar de mí, sino del proceso que cada uno sigue en esta vida que nos encontramos. Algunos de vosotros podéis sentiros identificados en alguno de los aspectos que van a salir en esta narración, pero os recuerdo que lo que podáis llegar a leer solo es para recordaros el potencial que cada uno tiene para avanzar hacia aquello que ha venido a hacer.

    Todos, absolutamente todos tenéis un sentido para vuestras vidas, y aquello que podáis tener más facilidad que otros en algo solo es una activación para vuestra realización y evolución personal. No todos necesitan tener unas características iguales. Si fuera así, este mundo no evolucionaría.

    Hubo un momento en que, oyendo unas palabras sobre el cambio de vida que se iba a producir en este planeta Tierra, a nivel espiritual, se decía que alguien vendría para dirigir y unir este mundo —un ser de luz—. Fueron unas palabras expresadas sobre una visión chamánica de la vida. De repente, sentí en mi interior que yo sería este ser o que sería uno de «ellos». De esto, ya hace muchos años.

    A lo largo de estas páginas, todo se mostrará de una manera más concreta, conforme no es que hubiera de llegar un Cristo, sino que las características de aquel que llegaría todos las albergamos ya en nuestro interior, aunque unos las tengan más activadas que otros para dar una mano al resto de la humanidad.

    Hay seres que viven en este mundo que parece que tienen consigo una serie de capacidades, dones, que no tienen los demás. Nada es lo que parece. Para hablaros de estos seres que parecen diferentes por la manera de cómo ven la vida, cómo la viven y por lo que sienten en ella, os explicaré aspectos de mi vida actual. Todo y así os recuerdo que no estaré hablando de mí, sino de cada uno de vosotros porque todos tenemos la misma esencia y nuestra naturaleza es la misma.

    No hay seres superiores a otros, pero sí seres que tienen un grado de consciencia muy elevado que permiten que todos los demás puedan también, ya no solo despertar su consciencia, porque esta ya se encuentra en nuestro interior, pero sí para conectar con ella y empezar a darnos cuenta de quiénes somos y que nuestro mundo físico no siempre es lo que parece.

    Maestros, ahora ascendidos como Jesús, por ejemplo, cuando se encontraban entre nosotros, no eran más que los que los rodeaban, y ellos mismos así lo transmitían. La diferencia estribaba en el grado de consciencia de sus vidas y un pleno contacto y conexión con la verdadera fuente de vida de la cual todos procedemos. Encontrar y darnos cuenta de nuestra esencia nos permitirá ir activando aquel que en verdad somos. Esta es una de las finalidades de todo ser encarnado en este mundo físico.

    Permitidme, pues, dar paso a la historia de un ser consciente naciendo en este mundo terrenal con todo lo que esto conlleva, teniendo presente que lo que siente en su interior no concuerda ni sintoniza con lo que ve y recibe de su entorno.

    Desde mi corazón, para todos vosotros.

    La familia:

    regando mi ser

    Más allá de nuestra presencia física hay un sentido superior que nos une, permitiendo que cada uno pueda llevar a término aquello que ha venido a hacer en este mundo.

    Vivimos en un decorado terrenal, donde quizás, a menudo, nos hace ver la vida no según como es, sino teniendo presente lo adquirido a lo largo de los años y de nuestro entorno.

    Todo empezó cuando nacimos y éramos pequeños. En aquellos tiempos, la energía de la Tierra no era la que es ahora. La baja vibración empujaba al ser humano a actuar desde su mente y sus preferencias. Aquello en que creíamos se miraba de llevarlo a término e imponerlo para aposentar la vida de quien daba estos pasos.

    Muchos nacimos en un régimen político y social donde la igualdad y el respeto se ausentaban de la vida cotidiana.

    Mi vida empezó dentro de un ambiente familiar con unas creencias establecidas por los convencionalismos sociales, culturales y religiosos.

    Nada físico me faltó, pudiendo comer cada día, celebrar mi aniversario y poder descubrir cada 6 de enero los regalos que los Reyes Magos habían dejado para mí aquella noche. Todas las necesidades materiales estaban cubiertas, y el niño que era se dejaba ir, aunque algo dentro de él le indicaba y le hacía ver que no hacía lo que los demás niños hacían, así como los adultos, el hecho de querer imponer sus voluntades.

    Crecí dentro de un sistema autoritario, donde el ser uno mismo estaba mal visto.

    Todos nacemos en el momento adecuado para nuestra alma. Todo inicio ha sido establecido para poder conseguir la realización del sentido por el cual nacimos. Todos acordamos el momento dado.

    Nací en el siglo xx, siendo el primero de lo que sería una gran familia numerosa. Con el tiempo, llegué a tener seis hermanos más, pudiendo jugar con ellos en el período de la infancia. De mí salió una actitud de organizar juegos con ellos, y pasábamos buenos momentos juntos jugando en una de las habitaciones de la casa donde vivíamos. En alguna ocasión, cuando mis padres tenían una reunión eclesiástica por la tarde/noche, yo me responsabilizaba de mis hermanos hasta que ellos venían. Fui el primero y mi responsabilidad para ayudar a los demás se empezó a mostrar en estos pequeños detalles cotidianos.

    Pude ir a la escuela, religiosa, por supuesto, y allí veía cosas que yo no entendía por qué los demás las hacían, como era pegar a alguien o amenazarlo sin más. Tampoco entendía por qué ellos, los que hacían estos actos, se creían más que los otros. Pude, también, asistir a la universidad y graduarme como maestro de escuela. En ella percibí que lo que se transmitía y se tenía en cuenta no coincidía con la realidad escolar. Por este motivo, decidí dejar de estudiar cuando me gradué.

    En este ambiente pude percibir cómo era mi entorno, sin yo identificarme y sentir muy diferente a como se estaba haciendo en mi exterior.

    Por las circunstancias descritas y que mi padre velaba para que no nos faltase de nada, no siempre recibí lo que necesitaba interiormente. Tenía para todo lo externo, pero no para lo interno.

    Más allá de los hechos, se encuentra el fondo de las cosas y la vida. Era como si yo viviera desde el fondo y los demás desde la forma. Durante muchos años no encontré a nadie con el que me sintiera cercano a él. Veía que todos eran muy diferentes a como yo era.

    No entendía por qué los demás actuaban como actuaban.

    Nací en una familia terrenal donde sus principios se basaban en la materia y la religión, pero esta terrenalidad me llevó a quien llegué a ser con el tiempo. Ahora, en la distancia, solo siento agradecimiento y comprensión de por qué viví lo que viví y elegí a la familia que tuve, y que todavía tengo.

    A lo largo de los años, fui entendiendo el porqué de todo el ambiente que me rodeaba y del nacimiento en el seno de la familia donde nací. Vine a este mundo siendo deseado por quienes eran, y son, mis padres. Fui el primero de una serie de hermanos muy seguidos, excepto el último, que llegó con más años de diferencia.

    Nuestra vida tiene un sentido superior, más allá de las supuestas casualidades o decisiones que uno tome a lo largo de su existencia.

    Todo mi ser fue guiado y alimentado por la manera de ser de aquellos tiempos, donde la situación social no permitía que uno fuera él mismo. Los dogmas, las creencias impuestas por unos dirigentes y una sociedad dominante hacían que todos aquellos que se habían adaptado a ella transmitieran los mismos valores hacia sus queridos hijos.

    Durante toda mi estancia en este planeta Tierra, no me sentí identificado tal como se llevaba la vida según los patrones establecidos. No entendía por qué se actuaba como se hacía, por qué se tenía una visión tan alejada de lo que tenía que ser. Sinceramente, con mi visión de niño, y ya luego de adolescente, joven y adulto, veía como mi entorno se estaba alejando de lo que tendría que ser para el mayor bien de todos.

    Mis padres han sido una fuente de vida donde beber cada vez que necesitaba yo reafirmarme. Su manera de ser me llevó a quien ahora soy.

    Entrevista sobre la familia terrenal

    —¿Te sientes integrado a tu familia de sangre? —empiezan preguntándome.

    —Creo que es acertado el dar el calificativo de «familia de sangre», debido a que todos procedemos de una familia mayor, de una familia espiritual. Ellos son nuestra verdadera familia. En relación con tu pregunta, no siempre uno se siente identificado con su entorno y, debido a esto, deja de mostrarse según es. La manifestación propia queda arrinconada al ver que aquello que uno piensa y siente no se corresponde con su realidad actual.

    »Cuando se deja ir y muestra parte de lo que hay dentro de él, entonces ve un rechazo y una incomprensión total por parte de aquellos que representan que siempre le dan apoyo y protección. Cuando expone su visión, desde la más inocente actitud amorosa, se da cuenta de que solo encuentra tensión y malestar, debido a la no aceptación de sus palabras por parte de los oyentes. Puedes comprender, entonces, que no me siento identificado con mi familia de sangre.

    —¿Tan mal lo pasaste con ellos?

    —Los padres siempre dan lo mejor que saben a sus hijos, pero no siempre dan lo que ellos, los hijos, necesitan. No todos somos iguales y, por lo tanto, no se puede «educar» de una misma manera a un hijo y a otro.

    —¿Ahora te sientes más cercano a tu familia?

    —A nivel espiritual, sí.

    —¿Qué quieres decir con a «nivel espiritual»?

    —Cuando despiertas la consciencia espiritual, cuando uno empieza a darse cuenta de quién es, ve que todos estamos unidos, que cada uno representa un papel en la vida de otro u otros, y que su presencia influencia a aquellos que están con él. Somos como una red donde todos estamos relacionados y, por lo tanto, representamos un papel en la vida del otro.

    —Así ¿tú y yo estamos relacionados?

    —Sí. En la vida de uno intervienen muchos factores que le hacen ser de una manera concreta. Uno conoce a personas que le hacen reflexionar o reafirmar los aspectos que puede llegar a pensar o creer sobre la vida. Por lo tanto, cada uno es un estímulo para el otro.

    »A consecuencia de nuestro encuentro, permitiremos que otros puedan saber lo que ahora tú estás grabando, y este contenido puede ayudar a reafirmar o crear una nueva visión sobre la vida a alguien que pueda leer, en su momento, esta entrevista. Esto es lo que quiero decir, que todos estamos relacionados para nuestro mayor bien.

    —¿Y en relación con tus padres?

    —Ellos han hecho el papel que habían de hacer conmigo para que yo pudiera llegar a ser yo. Ven unos resultados en mí con los que no están de acuerdo según sus creencias. No entienden ni comprenden mi planteamiento de vida y esto los atemoriza y preocupa. Ante una nueva situación, uno se encierra y tiene miedo porque lo nuevo asusta.

    »La gente tiene miedo de aquello que no conoce, y yo soy una manifestación de una vida diferente a la suya y, por esto, la rechazan. No reflexionan sobre mis palabras, solo se encierran y, en momentos determinados, atacan. El ataque es su mejor defensa antes de que puedan tambalear sus creencias.

    —¿Tanto miedo te tienen?

    —¡No! A mí no, sino que mi vida no concuerda con la suya y esto los inquieta. Tienen miedo, y este temor hace que hayan manifestado expresiones despectivas, de menosprecio, incluso, liberando rabia contra mí.

    —Tal como hablas, tus padres parecen unos ogros.

    —¡No! Sencillamente, no aceptan lo diferente. Todo aquello que no coincide con sus experiencias y creencias lo mantienen a cierta distancia para que no desestructuren sus planteamientos, basados en la falta de autoestima y los miedos. Ellos me aman. A su manera, me aceptan, pero no mi interior. Como a muchos padres de una época concreta, que crecieron en medio de una guerra civil, esto los ha marcado.

    »No los culpo. Los entiendo y esto me permite amarlos como son. Con sus actitudes, me han hecho tomar decisiones hasta llegar a mi presente. Soy, en parte, según ellos me han hecho. Me han influenciado en mi vida y me han ayudado con su ejemplo a ser como soy.

    —Sí, pero no te aceptan como eres.

    —Todos estamos relacionados, como he dicho anteriormente. Con mi manera de ser y lo que he ido viendo en sus comportamientos, me he dado cuenta de que lo mejor para un ser humano es amarse y conocerse. Esto es lo que he hecho en mi vida, llegando a un punto en que veo a mis padres no como padres, sino como unos tutores terrenales que me han dado aquello que necesitaba para llegar a ser yo y, a la vez, como unas almas en proceso de crecimiento.

    »Cada uno tiene una manera de ser, de actuar, pero todos tenemos un punto en común: el amor. Cuando este no hace presencia, el dolor, el malestar empieza a aparecer en la vida de uno. Entonces, y solo entonces, se empieza a distorsionar la vida, creándose una visión propia irreal.

    —¿Cómo sabes que no eres tú quien distorsiona la vida?

    —¿Has escuchado alguna vez a tu corazón?

    —Solo después de ir a correr. Parece que tenga taquicardia.

    —Bien, pero ¿has escuchado lo que te decía tu corazón?

    —¿El corazón habla?

    —A menudo solo se ve la forma, pero pocos se adentran en el fondo. Somos mucho más que un cuerpo y, cuando tomamos el camino de nuestro interior, entonces empezamos a verlo todo más claro. Hay quien se queda a las puertas y no se atreve a adentrarse, pero aquellos que dan el primer paso se dan cuenta del amor que son y del amor que los rodea.

    —¿Quieres decir que tus padres no se aman?

    —Han vivido demasiadas penurias en su infancia y vida en general. Su pasado los hizo cerrar sus corazones y reprimir sus emociones. Se han identificado con el mundo de la forma y han luchado para conseguir vivir acomodadamente en la forma, que era la única manera de sobrevivir según su tiempo. Como una vez me dijo mi padre: «Lo más importante en esta vida es el dinero». Cerraron sus corazones y se identificaron con sus experiencias y el mundo físico.

    —Normal, ¿no?

    —Debido a la falta de amor de pequeños, se olvidaron de amarse a ellos mismos. Se han olvidado de ellos. Quieren lo mejor para todos. Tienen un gran corazón, pero han dejado de lado lo más valioso de sus vidas: ellos mismos. Padecen, y no es lo que quiero para ellos, pero sus corazones están demasiado resentidos y cerrados. Tienen miedo de abrirse, identificándose con el entorno social que viven.

    —¿Crees que algún día te aceptarán tal como eres?

    —Algún día se darán cuenta de mi manera de ser, pero esto será, probablemente, cuando nos reunamos, nuevamente, con la familia espiritual. Allí, en «casa», sabrán quién era su verdadero hijo mayor. Quiero lo mejor para ellos. Los amo y mi amor los rodea. Siento sus miedos manifestados a través de sus actos terrenales, pero algún día dejarán de tenerlos y entonces nuestros corazones se unirán desde el más puro amor, irradiado por nuestras esencias, sin miedos ni en cuentagotas.

    »Me siento agradecido por sus presencias en mi vida. Han sido parte fundamental de mi proceso de evolución. Solo siento amor y agradecimiento por ellos. Han hecho su trabajo en mí, y muy bien hecho. Siento amor hacia ellos, así como un gran respeto debido al importante papel que han tenido en mi vida.

    —¿Vas a menudo a verlos?

    —No. Ahora me muevo en otros ambientes, donde mi presencia es aceptada, comprendida y valorada. Si quieres que tu presencia se tenga en cuenta y sea útil, no vayas al desierto, ve allí donde están dispuestos a escucharte y a tenerte presente. Cuando un corazón está cerrado y no quiere recibir ningún consejo para abrirlo, debemos respetar su propósito. Al final se dará cuenta de la decisión tomada. Mi amor es grande hacia ellos, pero, en estos momentos, hay otros lugares donde reclaman mi presencia.

    —Veo que, a pesar de todo, los amas.

    —¡Claro que sí! Son mis padres y han hecho lo mejor que sabían y podían para que no me faltase de nada. De alguna manera, me lo han dado todo.

    —Si ellos te oyeran…

    —Me amarían a su manera.

    Una de las finalidades de nuestra familia es el hecho de establecer en cada uno las bases de lo que será nuestra vida, teniendo presente aquello que hemos venido a hacer. Todos nacemos con un propósito más allá de lo físico. Cada una de nuestras presencias está relacionada con un sentido superior. Nuestro mundo no es lo que parece y, para que cada uno pueda llevar a término su misión, aquello que ha venido a hacer, necesita del entorno adecuado, que le proporcionará el sustento ideal para su crecimiento y realización. El hecho de tener la familia que cada uno tiene no es aleatorio. Todo ha sido acordado y previsto para nuestro bien y para el mayor bien de todos. El nacer donde hemos nacido ayudará a nuestra alma a dar los pasos adecuados para poderse manifestar en esta vida actual.

    Todo está basado desde el amor, aunque nuestra relación con nuestros padres, o parte de ellos, sea de dolor, abusos o de cualquier supuesta situación más allá de la armonía. Incluso en estos casos todo nos dará una mano para poder llegar a materializar aquello que hemos venido a hacer.

    Cada uno se encuentra en un punto del camino. Todos somos diferentes y depende de en qué momento de nuestro proceso nos encontremos, necesitaremos un tipo de mano u otra para poder llegar a ser aquel que en verdad somos.

    Solo existe el amor y, cuando vemos nuestras situaciones desde el corazón, entonces, nos damos cuenta del verdadero sentido que tiene lo que vivimos para nuestro proceso de ascensión.

    Las apariencias engañan y no te permiten saber del verdadero sentido de su presencia en ti. Cuando dejamos que nuestra mente nos guíe, nos vamos alejando cada vez más de nuestra dirección innata. Podremos volver a nuestro camino y para esto deberemos escuchar a nuestro corazón. Nuestro interior nos susurrará para el mayor bien de nuestro ser y el de los demás.

    Toda familia tiene un fin superior. Su finalidad está rodeada del amor de donde procedemos.

    Quiero presentaros aspectos de mi vida, contenida en una serie de períodos, los cuales me permitieron avanzar en mi proceso evolutivo. Cada uno de ellos me permitió entender más a este mundo y mi presencia en él. Con todo lo vivido en cada uno de ellos, pude dar los pasos adecuados para llegar a conectar con aquel que en verdad soy, liberándome de todas las influencias tenidas hasta entonces. Me permitió liberarme de aquel que no era, para ir dirigiéndome hacia la puerta que indicaba mi verdadero ser. Al final la encontré y la crucé.

    Etapas de

    mi proceso

    Etapa: Primeros contactos y adaptación

    Etapa: Observación y aprender del mundo

    Etapa: Reafirmación y dirección que seguir

    Etapa: Última década del siglo xx

    Etapa: primera década del siglo xxi

    Etapa: En el desierto

    Etapa: Consecuencia del desierto

    Etapa inicial de primeros contactos y adaptación

    En un principio, cuando alguien llega a este mundo, cuando empieza a ver aspectos que no entiende por qué él siente la vida de una manera muy diferente a como la ven y viven los demás, pone cierta distancia con su entorno, dejándose llevar para ver hasta dónde lo lleva y sus consecuencias. Ve que todos lo hacen y, por lo tanto, sigue el curso de lo establecido por su mundo exterior.

    Observa, ve y siente. Se da cuenta de que él no hace lo que los otros hacen. Él no siente lo que los demás sienten. No habla como los demás hablan. Es alguien que ha llegado a este plano terrenal, pero perteneciente a otro nivel dimensional muy diferente al que se está viviendo y estableciendo aquí, en este planeta Tierra.

    Uno no entiende por qué se vive de esta manera porque en su interior siente el amor y una vida de paz y armonía. Siente que aquellos que los rodean pueden cambiar sus situaciones y vivir según ellos son.

    Uno observa su entorno y ve cómo las personas actúan según los han hecho, no cómo realmente son.

    Aquella alma, llegada a este plano físico, ve cómo los actos, actitudes, palabras y situaciones creadas solo conllevan un dolor, una limitación y un grado de desamor que no se corresponde con el potencial que todos tienen como potencial innato. Este ser ve la no consciencia en esta dimensión donde ha decidido llegar para aportar su presencia y toda su esencia.

    ¡Había tanto para hacer!

    Cuando este ser observaba desde el hogar esta tierra habitada por almas en proceso de ascensión, y teniendo presente aquello que debía aportar a la humanidad, quiso encarnarse lo antes posible. Así me sentía.

    Estando en el hogar del universo, y viendo este planeta Tierra, después de acordar mi venida a él y sabiendo mi misión en ella y lo que viviría, sentía grandes deseos de venir y nacer en esta dimensión física. Estaba totalmente ilusionado y emocionado, teniendo presente un sentido y una voluntad superior. Quería ser partícipe de esta vida para llevar a término aquello según mi esencia.

    Los seres de luz que conmigo se encontraban me decían que todavía no era el momento, hasta que al final este llegó.

    Mi madre quedó embarazada, siendo el primero de una serie de varios hijos que tendría. Fui deseado y todo el proceso de gestación fue normal. Dentro del período de este proceso, estando en el útero materno, me daba cuenta de todo lo que sucedía en mi madre y lo que sentía. A los cinco meses me di cuenta de que a mi madre le pasaba algo porque sentí una excitación —preocupante— notable. Me comentaron que, estando en unas gradas como público, esta se derrumbó. Mi madre se encontraba en ellas.

    Cuando llegó la hora de nacer, en el momento del parto, salí de mi cuerpo físico y, cuando este salió, volví a entrar en él por no pasar por la estrechez de la apertura del útero.

    En mí ya llevaba bastantes encarnaciones y, debido a ellas, llegué con cierto grado de «claustrofobia», debido a experiencias de mi pasado que ahora no vienen al caso, pero en la vida que me esperaba sí tuve que sanar este aspecto de la estrechez de lugares para no quedarme atrapado, así como el vértigo. Pero estos aspectos no impedirían que todo aquello que debía ser aportado a este mundo a través de mí así fuera.

    Ahora, habiendo pasado ya unos años, pude percibir el sentido por el cual decidí venir en esta experiencia espiritual, rodeado de todo lo que veía y me llegaba.

    Mi vida ya no es mi vida. Tuve que seguir un largo camino ascendente hasta llegar a ciertas cimas que me permitían ver y darme cuenta de mi presencia en esta vida.

    En un principio no quieres estar en un lugar como este. No te sientes identificado y no actúas como los demás. Te planteas por qué estás donde estás. Te sientes como solo y no tienes amigos porque aquellos que parecen serlo actúan muy diferente a ti, y sus sentimientos no se corresponden con los tuyos. Sus actitudes van más allá del bienestar. No sientes una empatía hacia ellos. Por eso, lo que son amistades, pocas tienes o ninguna. Yo estaba bien con todos los que me rodeaban, pero no sintonizaba con ellos.

    Me sentía bien cuando estaba conmigo y era una persona de pocas palabras. A los tres años, mi actitud ante la vida cambió. Hasta esta edad quería abrirme, pasármelo bien y ser yo, pero, debido a lo que iba viendo en la sociedad que vivía y en el ambiente familiar donde nací, mi actitud cambió. Me convertí en un buen niño que siempre hacía lo que le decían. Veía que no podía ser yo y miré para adaptarme a lo que veía y me inculcaban desde mi exterior. A partir de entonces, fui otro.

    En momentos como estos, donde te ves superado por todo lo que predomina, viendo que no aporta felicidad y bienestar a los seres, uno decide ir a su interior y sentirse bien cuando está solo.

    Siempre estuve rodeado de personas, de gente, debido a mis actividades sociales, juveniles y de ayuda a los demás. Sentía esta tendencia en mí y gozaba en sus realizaciones. Eran momentos donde me gustaba estar y empatizaba con lo que sentía en mi interior.

    Mi proceso se iniciaba y continuaba su curso.

    Más allá de nuestra presencia física, hay un sentido superior que nos une, permitiendo que cada uno pueda llevar a término aquello que ha venido a hacer en este mundo.

    Vivimos en un decorado terrenal, donde quizás, a menudo, nos hace ver la vida no según como es, sino teniendo presente lo adquirido a lo largo de los años y de nuestro entorno.

    Todo empezó cuando nacimos y éramos pequeños. En aquellos tiempos, la energía de la Tierra no era la que es ahora. La baja vibración empujaba al ser humano a actuar desde su mente y sus preferencias. Aquello en que creíamos se miraba de llevarlo a término y a imponerlo para aposentar la vida de quien daba estos pasos.

    Muchos nacimos en un régimen político y social donde la igualdad y el respeto se ausentaban de la vida cotidiana.

    Mi vida empezó dentro de un ambiente familiar religioso y con unas creencias establecidas por los convencionalismos sociales, culturales y religiosos. Los conceptos del «bien» y del «mal» estaban tan arraigados en mí que me hicieron pensar que la vida estaba en función de los demás. De niño, mi «otra mejilla» estaba inflamada de tantas «bofetadas» que ya había recibido en la vida. Mi actitud era de no devolverlas. Mi convicción sobre esto era tal que en algunos momentos, en la escuela, cuando yo aparecía, los niños de mi entorno, de mi grupo, dejaban de decir palabras soeces y hacer bromas sobre el sexo. Este es un hecho verídico, debido a que ellos veían en mí una irradiación de tanta bondad que se contagiaban. La malicia no tenía lugar en mi vida. Mis palabras, en aquella época, predicaban amor, rectitud y bondad.

    A la vez, nada físico me faltó, pudiendo comer cada día, celebrar mi aniversario y poder descubrir cada 6 de enero los regalos que los Reyes Magos habían dejado para mí aquella noche. Todas las necesidades materiales estaban cubiertas, y el niño que era se dejaba ir, aunque algo dentro de él le indicaba y le hacía ver que no hacía lo que los demás niños hacían, así como los adultos para hacer imponer sus

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