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Trigésimo cumpleaños
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Libro electrónico427 páginas5 horas

Trigésimo cumpleaños

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Información de este libro electrónico

Emma es una joven anglo-canaria, con una carrera exitosa y grandes amigos, aunque no todo es como esperaba, su vida sentimental es nula.
El día de fin de año, anunciaría su ascenso como directora creativa de una gran agencia de publicidad, pero su hermana menor decide opacar la noticia con otra. ¡Se casa! Y todas las miradas recaen en Emma, haciéndole recordar algo importante. ¡Su edad!
Emma, cumpliría treinta años en el recién comenzado año 2013 y debería asentar cabeza.
Al verse en tal compromiso, por orgullo se plantea la tarea de callar bocas, buscando un hombre que deje sin aliento a su familia.
Sin embargo, el destino le hace una mala jugada y por trabajo, termina en Londres, donde vivirá situaciones que jamás creería que pasarían culpando a lo que ella llama «la maldición del trigésimo cumpleaños». Incluso, reencontrarse con ese pasado que había enterrado hace años y que le hará pensar, cual camino escoger: lo que ella cree que es lo correcto o el de sus sentimientos más profundos.

IdiomaEspañol
EditorialJossy Loes
Fecha de lanzamiento21 abr 2016
ISBN9781370546282
Trigésimo cumpleaños
Autor

Jossy Loes

Jossy loes nació en Venezuela un caluroso julio. Proviene de una familia que al parecer cada generación necesitaba experimentar nuevos horizontes y de su infancia recuerda siempre a sus abuelos leer, pero lo que le marcó esas ganas de escribir fue el instituto. Su profesor de Literatura le abrió las puestas de la imaginación inculcándole el amor a la lectura y recreando ensayos. Estudió ingeniería en Venezuela momento que se atrevió comenzar escribir pequeños relatos que solía pasar a sus amigos por correo electrónico sin decir de donde provenían. Grandes cambios en su vida, hicieron que dejase a un lado esa parte que la llenaba y un buen día el amor logró que cruzara el océano donde asentó sus raíces, estudió administración y comprendió que había llegado la oportunidad para poder lograr su sueño, escribir. Su primera novela fue una distopía juvenil que no está disponible de momento, llamada Antarlia un nuevo mundo, seguidas de historias de género románticos (comedia) ¿Te llamas Julieta?, Las pelirrojas también se enamoran, Y te cruzaste en mi camino, así como también ha escrito relatos para antologías solidarias desde el 2015. En junio del 2017 salió a la venta Trigésimo cumpleaños reeditada y la novedad es su traducción al italiano y próximas traducciones.

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    Trigésimo cumpleaños - Jossy Loes

    A

    l parecer, para la sociedad, el trigésimo cumpleaños no es solo una fecha o un año más. De la nada aparecen mensajes subliminales que te hacen reflexionar constantemente sobre ello.

    1— Tu edad.

    2— Tu salud.

    3— Tu edad.

    4— Las arrugas que van saliendo y por qué no decirlo: las temibles patas de gallo.

    5— Tu edad.

    6— Los novios que has tenido, «no se incluían aquellos hombres de una noche».

    7—. Tu edad.

    8—. Tu escalafón profesional.

    9—. Tu edad.

    10—. Y la más importante: asentar la cabeza.

    «Esta última es la que todos, absolutamente todos opinaban. Claro está, sin que tú le pidieses consejo. Cuando se acerca el trigésimo cumpleaños y no ven a tu lado a ninguna persona, lo ven como un S.O.S. que estás enviando.

    Llegan incluso a hacer quinielas de cómo sería tu vida en los años siguientes, es como si tuvieran una bola mágica y ella dictaminase tu futuro inmediato, simplemente porque empiezas a pisar los treinta. Aunque eso suele sucederle a la mayoría de las personas, en mi caso la gente hace hincapié en mi vida sentimental.

    ¡Humm! ¿Cómo diría? ¡¿Desastrosa desde temprana edad?!

    —¡Nunca he dicho eso, Emma!

    —Es cierto, lo ha dicho mi subconsciente, ¡debería hablar con él! —Negó con la cabeza a mi sarcasmo—. Y hablando de él, nuevamente trajo viejos recuerdos, estoy más que segura que muy pocos recuerdan el primer beso, pero mi conciencia lo trae a mi mente cada cierto tiempo y es que para algunos pudo ser una experiencia nefasta o mágica.

    He pasado muchos años intentando recordar quién me dio mi primer beso, pero por mucho que me destrozase el cerebro, nunca he podido saber quién fue el despreciable que lo hizo.

    —¡Emma! Vuelves a retomar experiencias que tienes enterradas, creí que ya estaban superadas desde hacía cinco años —musitó en protesta.

    —Hoy necesito descargar todo lo que llevo pensando en esta primera semana del año. —Di un largo suspiro y proseguí—. ¿Por qué no pude ser como las típicas chicas que hacían un muñeco vudú copiado de las revistas de adolescentes y así calmar mi rabia pinchándolo durante meses? —Alzó la ceja al escuchar mi desvarío—. Sabes que siempre he tenido mis sospechas. Sin embargo, se quedaron en eso… ¡Sospechas!, nunca tuve ni tendré la oportunidad de preguntar.

    —¡O nunca has tenido valor! —Volteé los ojos.

    —Valor no fue. —Solté un bufido y lo miré para reírme con inocencia—. ¡Cómo me conoces! ¡Ni loca le hubiera preguntado! ¡Primero muerta! —Resignada, seguí con mi verborrea desesperante.

    —Y a raíz de eso me quedó claro que de ilusiones no se vive, el romanticismo ha pasado de moda y he llegado a esta edad con una gran vida profesional y amigos.

    Rechistó y lo miré por encima de mis pestañas para continuar mi confesión.

    —A punto de mi trigésimo cumpleaños, sin recordar todos los procesos que se experimentan cuando te enamoras, no es que no haya tenido relaciones desde ese fatídico día. Sabes que sí y que siempre han sido relaciones adultas modernas que han terminado de manera muy triste. —Hice unas supuestas comillas cuando me refería a lo último.

    —Nunca he querido dar el gran paso porque no he sentido esa señal que pueda llevarme a la irrevocable necesidad de arriesgarme. —Me tapé la cara—. Todo por culpa de un desconocido. —Suspiré más alto de lo normal.

    —Nunca he podido experimentar qué es una ilusión, ya que me robó años de mi existencia pensando que algún día le volvería a ver y me haría sentir esas mariposas que dicen que se siente. —Chasqueó la lengua y negó nuevamente con la cabeza.

    —Qué le voy a contar. ¡Se ha lucrado con eso!

    —¡Emma! —me reprochó y curvé mis labios ante esa broma de mal gusto y proseguí.

    —Tampoco es que viviera quince años de mi vida pensando en quién me besó, me siento orgullosa de haber logrado los puntos dos, cuatro, seis y ocho de la lista y disfrutarlos al máximo.

    Su mirada pasó a ser circunspecta para finalmente interrumpirme.

    —Sigues escudándote en una situación que viviste en la adolescencia —aclaró de inmediato— para afrontar un compromiso en tu vida adulta y habíamos trabajado en eso, creí que era etapa superada.

    »Es normal que, al comenzar alguna relación, sientas temor y no quieras precipitarte a compartir una casa con hipoteca, un baño o tus sentimientos más profundos. Sin embargo, es hora.

    —Sí, tienes razón, pero es que mi vida pasa a la tercera década y ha comenzado el revoloteo de personas, hablándome de la lista que nombré en un principio y, a pesar de decir que no me importa, ¡me frustra no poder completar esa lista! Sobre todo cuando la palabra compromiso viene ligada a amor y la única vez que sentí algo así, fue el año que me robaron mi primer beso.

    —Emma, creo que es momento de parar.

    —¡Diablos! Vuelvo al mismo punto, doctor.

    —Es normal que le tengas miedo al compromiso, te da miedo el rechazo. —Resoplé para contarle mi decisión.

    —No voy a volver. —Cogí una gran bocanada de aire y lo miré—. Seguiré con mi erre que erre, he decidido desde mañana coger el toro por los cuernos.

    »Me llamo Emma Berriel de la Nuez, este año cumpliré treinta y seguiré teniendo mi vida sentimental como hasta ahora. —Rio por mi respuesta.

    —Emma, ¡no estás en una reunión de alcohólicos anónimos! No te diré que vuelvas, sabes cuál es la solución, enfrentar tus miedos y tu familia. Eres adulta y no necesitas su aprobación para nada que tenga que ver con tu vida. No vayas por ahí buscando el hombre perfecto, no existe.

    Lo que sucedió en la adolescencia ya lo hemos hablado, los adolescentes son rebeldes e impulsivos. Tómalo como una anécdota, pero no antepongas esa excusa para afrontar lo que pueda presentarse más adelante —concluyó.

    Le miré resignada, le abracé y salí de la consulta, ocultándole que me he tomado a pecho las insinuaciones de mi tía Sarito durante el fin de año que pasé en Canarias. Y que, en definitiva, no volveré a un psicólogo para contar mis miserias. Debía aprender a enfrentarlas.

    1

    Madrid, 1 de febrero 2013. Ocho de la noche.

    Me miré al espejo dándome tiempo o pensando alguna excusa antes de salir a cumplir mi propósito y es que mi problema surgió hace cuatro semanas, cuando mi querida hermana menor se encaprichó en casarse este año y no tuvo otra mejor idea que anunciarlo el treinta y uno de diciembre con toda la familia reunida.

    Mi santa madre sumó dos más dos y decidió celebrar mi trigésimo cumpleaños y la boda juntos. Ahí no acaba la historia, no faltó el comentario sarcástico de mi querida tía Sarito, a quien le debo la frustración que mantengo desde ese momento y que me hizo volver a visitar al terapeuta que me ayudó a tener más seguridad ante el público y poder lograr la meta trazada en mi vida profesional.

    He decidido que es el momento de encontrar a mi hombre ideal. Tras varios días dándole vueltas en mi cabeza y la última visita al psicólogo, supe que es lo mejor que puedo hacer. Había desechado la idea de que mis amigas me hicieran un listado de cualidades, pero en estos momentos no puedo darme esos lujos. Cerré los ojos un instante y me remonté a hace tres semanas cuando mi vida iba de maravilla y se convirtió en la triste realidad que tengo ahora…

    Canarias, 31 de diciembre del 2012. Once de la noche.

    —Mamá, papá, queremos anunciar… —Iraida se aferró a la mano de su novio—. ¡Qué vamos a casarnos! —lo gritó con su voz cantarina—. ¿A qué es una sorpresa? ¡Churri! —Aday nos miró a todos como si se acabase de enterar y luego respondió.

    —Bueno… —Se frotó la nuca y nos miró de nuevo con cara de tragedia—. Me amenazó que o nos casábamos o se iba con el primer motorista que pasara por la calle.

    Todos callamos sorprendidos por la noticia y la respuesta de Aday, Iraida también estaba sorprendida, lo miró con la boca abierta y acto seguido le dio un pescozón¹ sacando a todos del ensimismamiento que nos encontrábamos.

    —¡Serás capullo! —Aday rio a carcajadas, le dio un tierno beso y acto seguido gritó.

    —¿Y no nos merecemos la enhorabuena? ¡Que nos casamos!

    Me llevé las manos a la cabeza. ¿Por qué no esperó a que yo estuviera en Madrid? He esperado todo el mes para decir que acababan de nombrarme la nueva directora creativa de D.I.P. Estaba segura de que sería la primera vez que se alegrarían por mi trabajo y ahora pasaría a segundo plano, de hecho, estaba segura de que no valía la pena ni decirlo.

    —¡Iraida y Aday, es la mejor noticia que habéis dado! —contestó mi madre aún sorprendida—. Con la famosa crisis casi no celebramos como antes.

    Se notaba que estaba la mar de contenta, le dio besos y abrazos. Mi tía Sarito me miró desde lejos y, sin perder la oportunidad, lanzó una de sus pullas.

    —¿Emma? ¿Para cuándo será la tuya? Aunque para eso debes tener un novio primero. Aun no entiendo cómo has podido dejar a ese peninsular tan guapo.

    La fulminé con la mirada.

    — ¿Quién ha dicho que estoy sola? No tengo novio, pero estoy saliendo con alguien. —Mentí, tenía la enorme necesidad de hacerlo, no iba a dejar que Sarito comenzara a ridiculizarme y fue peor.

    —¿Tienes novio, hija? —preguntó mi madre.

    —No, he dicho que estoy saliendo con alguien; de eso a llamarlo novio...

    —Pero no habías dicho nada —inquirió mi madre de nuevo.

    —Mamá, no es una relación como tal.

    Sarito estaba atenta a cada palabra y volvió a lanzar su veneno.

    —Entonces no es una relación como Dios manda. —Negó con un sonido gutural—. Desde que dejaste al peninsular solo te vemos con tus amigas y ese amiguito raro.

    Me miró por encima de sus gafas y añadió.

    —¡Se te pasan los años! En lo único que piensas es en trabajar y trabajar, me da que le tienes miedo al compromiso y no debería ser así, ya ves a tu hermana, dos años con Aday y tienen fecha. —Sentía la gran necesidad de cometer un asesinato por cómo me lanzaba sin piedad cada dardo en el corazón y, mientras, nadie se pronunciaba esperando una respuesta de mi parte. Mi padre se dio cuenta del embrollo en que me había metido y decidió ayudarme.

    —¿Por qué no terminamos lo que falta?, se acerca la hora y nadie ha sacado el cotillón, ni el champán. ¡Menudas perezosas sois! 

    Rechistaron a la vez, por lo que olvidaron mi triste vida sentimental. Miré a mi padre y en silencio le di las gracias y me respondió con un guiño de ojo. Tras las campanadas llamé a Vero buscando apoyo urgente a esa desgracia que estaba ocurriendo en mi vida.

    —¡Feliz año nuevo, Vero!

    —¡Feliz año nuevo, Em! ¿Cómo te tratan en las islas? ¿Han lanzado fuegos artificiales por el nuevo puesto?

    —Vero, necesito...

    —¿Qué ocurre?

    Respiré y tragué hondo.

    —Vero, plan C.

    Se quedó en silencio durante unos segundos. Era una de mis mejores amigas, habíamos pasado las verdes y las maduras desde que dejé las islas y me mudé para tener una mejor vida profesional. Con todo lo que habíamos vivido decidió crear códigos de emergencias. A los dos años de haberlo creado se nos unió Cris, no le gustaba la idea, le parecía ridícula y, a pesar de eso, los aceptó sabiendo que para Vero y para mí eran necesarios y dependiendo lo grave del asunto se diferenciaban en:

    Plan A: «llámame en diez minutos» significaba que algo no iba bien y que necesitaba desahogo.

    Plan B: «salida de chicas» solo y exclusivo de chicas para despotricar a aquellos hombres que nos habían hecho daño. Fue modificado al unirse al grupo Lucho, mi asistente.

    En este no era necesario irnos de marcha hasta perder la conciencia, con algunas películas dramáticas verlas en casa junto a una pizza y una caja de pañuelos de papel era suficiente.

    Plan C: plan que nunca usábamos, precisamente porque era emergencia grave. Requeríamos visualizar el género masculino de nuestro alrededor en busca de una cita para situaciones extrema. A este plan le añadiríamos un subplan.

    Plan C.1: ¡Auxilio, rescátame! Se usaba solo si el plan C iba en caída libre.

    — ¿Em, estás ahí? —Su pregunta me hizo volver a la llamada y pensar que nunca había usado el plan C.

    —Estoy aquí.

    —En cuanto llegues lo pondremos en marcha y me contarás qué ha pasado. Estoy pensando en un candidato, pero le preguntaré a Cris, tal vez consiga otros.

    ¿Cris? Pensé enseguida, preferiría mil veces decirle sus verdades a Sarito a tener que ponerse un cartel diciendo: «se busca aspirante a hombre perfecto».

    —¿Cris querrá participar? Sabes que no está de acuerdo con el plan C.

    —Si es por ti, hará de tripas corazón.

    —Está bien. —Sonreí—. Recuerda irme a buscar el día dos, llegaré sobre las seis y cuarenta, espero que no se retrase.

    —No lo olvido Em, Un beso, guapa…

    Y aquí estoy, preparándome para la tercera cita gracias al plan C. ¿Qué sucedió en las dos primeras? Usé el subplan. Fui al salón para encontrarme con mis amigas.

    —¡Vas muy guapa, Em! —dijo Vero—. Sé que con Leo será distinto. No te llevará a ver un partido de fútbol en el Vicente Calderón, ni irán a ver El rey León.

    Cris estalló en una sonora carcajada.

    —¡Tienes un ojo de águila! Mi querida Verónica, apenas lo vi sabía por dónde saldría. —Y volvió a doblarse de risa mientras Vero rodó los ojos y respondió.

    —¡Ajam! Ya habló la que sabe de hombres. Aquella que tiene una enorme experiencia en ese tema —espetó viendo cómo Criss secaba sus lágrimas.

    —No es que sepa de hombres. ¡Ellos son una increíble raza predecible! —señaló Cris con sarcasmo.

    —¡Por favor, no me animéis tanto! —protesté con resignación. Mi amiga se levantó y me miró detrás del espejo.

    —Sabes que no necesitas una cita para ir a ese bodorrio de tu hermana. A nadie le debe importar tu vida amorosa, vas a entrar a tu trigésimo año con los pies bien puestos en la tierra, ¡directora creativa de una agencia! —Dibujó en el aire lo que afirmaba—. Estoy segura de que será a nivel mundial, eres joven, guapa y estás en la flor de la vida.

    Esbocé una sonrisa de consuelo.

    —Gracias por tus palabras y recordarme cuánto cumpliré —dije desanimada—. No puedo seguir así, debo buscar un chico antes de la boda o le daré la razón a lo que siempre dice Sarito, «miedo al compromiso».

    —¡Chorradas! —reprochó Cris—. Es tan ridículo y antiguo, y no me vengas con la historia de siempre. De ese imbécil que te robó el primer beso. ¡Es tan cliché! —canturreó cada palabra, rodé los ojos al saber que vendrían las mismas palabras de siempre y no me equivoqué, comenzaba su momento feminista.

    —De película romántica bobalicona. ¡Pasó hace casi quince años! —Suspiró profundo y me miró con una mueca en la cara de no estar de acuerdo—. Por favor, cualquiera que te escuchase pensará que entraste en un claustro. Ni recuerdo con quién me di el lote la primera vez, ni me importa, y a ti te traumatiza.

    Negó con la cabeza al no entenderme.

    —En serio, me aburre recordarte que has estado con muchos. ¡Vive la vida!, disfruta mientras puedas y a tu tía que le…

    Vero la interrumpió ante tal discurso.

    —¿Has tardado mucho?

    Respiré profundo, sabía cómo comenzaba la discusión, sobre todo viendo a Vero que daría su punto de vista sobre el amor.

    —¡Chicas, os quiero! Pero es hora de irme. —Decidí cortar la conversación—. Deseadme suerte.

    —No la necesitas, eres una joya —sentenció Vero.

    —Gracias. —Uní mi entrecejo mirando a mi otra amiga.

    —Sabes lo que pienso, el romanticismo es lo que menos me importa. Necesito un chico guapo y que tenga cabeza. —Volvió a reír y fue a la cocina.

    —Prepararé palomitas e invocaré a Santa Paciencia para poder ver las películas cursis que debe tener preparada.

    —¡Cristina, eres insufrible! —afirmó mi mejor amiga mal humorada. Cerré la puerta y salí dispuesta a mi cita con Leo.

    Dos horas después, el subplan, estaba en marcha.

    2

    Madrid, 4 de febrero 2013. Ocho de la mañana.

    Recordar el viernes desastroso que viví era pensar en la burla de mis grandes amigos a lo ocurrido en mi salida. A mi mente vienen las sugerencias de mi psicólogo una y otra vez.

    Negué con la cabeza evitando repasar la conversación que jamás pensé que tendría. En ninguna de mis anteriores relaciones mencioné el tiempo que estuve visitando al psicólogo y resulta que en esa cita salió a relucir especialistas, coincidencias de terapeutas y foros de ayuda dando lugar a la burla y tema de qué hablar para el fin de semana. Sin dejar de lado que la pregunta que me hizo recurrir de inmediato al subplan C1 hace que la piel se me erizara de nuevo.

    El calendario me señalaba en grande los cinco meses que quedaban para poder complacer a mi familia y vivir en paz. No sabía si resignarme y hacerle caso a Cris y a lo que siempre me había dicho el terapeuta. Sin embargo, Vero ha puesto en la lista de futuras citas un chico del gimnasio, otro de su trabajo y un policía que por poco la multaba y utilizando sus armas de mujer, «coqueteo sutil», logró que no se la pusiera.

    Cris seguía pensando que era un plan absurdo y que debía enfrentar a mi familia, era una chica independiente en todos los aspectos. ¡El mismo discurso de siempre! Tanta conversación logró que llegase tarde al trabajo y allí tampoco me libraría. Verónica había encargado la tarea de buscar un futuro chico a Lucho, ese mismo que no había dejado de burlarse desde el viernes.

    —¡Emma, buenos días! —Me dio un beso en cada mejilla, lo cual era su saludo diario—. ¿Has recordado cuál fue el lugar más extraño en el que has tenido sexo?

    —¿No te has quedado a gusto el fin de semana?

    Se carcajeó de mí nuevamente y lo observé enfurruñada.

    —¡Em!, eres una de las pocas personas en el mundo que en su primera salida le preguntan algo así. —Volvió a regodearse y carcajearse, pero mi semblante de enfado le puso en alerta para evitar una discusión.

    —Paz, amiga. —Y formó una V con sus dedos—. No quiero aparecer muerto en un contenedor de basura por miradas asesinas.

    Esbocé media sonrisa viendo la cara de perrito arrepentido que puso. «¿Qué haría sin Lucho?», me dije a mí misma y me senté para seguir con el diseño de un comercial que estaba a punto de presentar. Él, por su parte, se sentó en el borde de la mesa dispuesto a darme las últimas noticias de la empresa.

    —Mañana vienen los de Barcelona para una reunión importante. —Hizo comillas con sus dedos—. Tendremos especímenes nuevos.

    Reí

    —¡No te rías! Tengo referencias —dijo señalando con el dedo—. Uno es el nuevo diseñador gráfico. Máster en arte y comunicación digital, treinta y un años y hace deporte. —Levanté una ceja y Lucho volteó los ojos—. Relájate, ¡no es fútbol! Lo más importante de todo es que ¡está soltero y está buenísimo!

    Disimulé una sonrisa para no darle pie a cavilaciones de su parte.

    —El segundo es ingeniero en sistemas con Máster en diseños de web. Treinta y tres años, acaba de salir de una relación y...

    —Espera —le interrumpí—. ¿Cómo sabes eso, Lucho?

    Puso sus brazos en jarra y con impaciencia respondió.

    —¡Emma! Parece mentira que no me conozcas, ¿cómo haces esa pregunta?

    Reí y negué con la cabeza a sus argumentos.

    —¡Anda, sigue buscando candidatos! —dije en tono irónico—. Mientras tu jefa mantiene tu culo en la agencia, tengo un montón de trabajo sin culminar y si mañana vienen de Barcelona se me acumulará mucho más, mi asistente se dedica a emparejarme y, en vez de ayudar, me abandona. —Chasqueó su lengua e hizo un mohín, fingiendo que hería sus sentimientos.

    —¡Tanto esfuerzo y así es como me paga! —Y se marchó con su drama habitual.

    Volví a negar con la cabeza riendo y me concentré en mi trabajo.

    Al día siguiente me encontré que la gente iba y venía a la llegada de la delegación de Barcelona, Lucho me hacía señas con las cejas para que mirara a los que tenía en lista. Fuimos presentados y enseguida congenié con un guaperas, momento que Lucho desde lejos observaba y levantó el pulgar en señal de victoria.

    El trabajo que le impuso Verónica se lo estaba tomando muy en serio y no sé si es bueno. El chico se presentó como Roi, es cierto que está de un buen ver. Alto, complexión atlética, sonrisa perfecta y cabello castaño. No negaré que le eché un vistazo de arriba abajo y está en mis expectativas, pasamos a la primera reunión que nos mantuvo bastante ocupados buscando las mejores sugerencias para nuestros clientes, al terminar decidimos ir a comer todos juntos y Roi se acercó moviendo su respectiva ficha en el juego.

    —Emma, bonito nombre y nada español.

    «¡Diablos! Error al primer contacto», fue lo primero que pensé.

    —No es español, circunstancias que suceden en momentos inesperados.

    —¿Es de algún tipo de religión?

    Abrí los ojos ante esa pregunta, nadie hasta ese instante me había preguntado si era bíblico, incluso estoy segura de que no y me costó encontrar una respuesta que no fuese grosera.

    —No, hasta donde sé, no creo que venga de la Biblia —le dije—. Tiene una historia curiosa. —Sostuve media sonrisa en mis labios.

    —¡Humm! —dijo murmurando—. Tenemos el almuerzo para que puedas contarla. —Sonrió y guiñó el ojo.

    Decidimos ir a un pequeño restaurante cercano y acogedor junto al resto. La comida era exquisita y la atención era rápida, entre plato y plato las bromas se hicieron evidentes junto a las anécdotas y, cuando tuvo la oportunidad, Roi volvió al acecho.

    —Me debes una explicación. —Su sonrisa pasó a ser lobuna, seductora y me gustó saber que le gustaba.

    —Es cierto, te daré la versión corta.

    —¿Y tienes dos versiones?

    Curvé mis labios, bebí un poco de vino y cuando alcé los ojos vi a lo lejos a Lucho sonriendo de oreja a oreja, me tragué un suspiro y me centré en Roi.

    —No, solo que no quiero aburrirte.

    Sus ojos se fijaron en los míos por unos segundos y, de nuevo, apareció esa sonrisa que me gustó.

    —No creo que lo hagas —respondió manteniendo su mirada en mí.

    —No lo sé. —Fijé lo ojos en él, pensé en jugar su juego.

    Se acomodó de lado dándome a entender que tenía toda su atención, miré de reojo de nuevo y Lucho estaba con los prismáticos invisibles; odié ser vigilada de esa manera, me sentí intimidada, lo que hizo que cambiara de parecer dando un paso atrás.

    «¡Cobarde! Soy una cobarde». Me dije a mí misma, pensé rápido alguna distracción para olvidar y sin darme cuenta estrujé los dedos. «¡Mato a Lucho y seguiré con Vero!» Volví a decirme.

    Es como si cualquier cosa que haga sea juzgada en la noche en cuanto esté con ellos. Borré la imagen y recuerdo que tenía a Roi esperando una respuesta.

    —Todo comenzó cuando la empresa en la que trabajaba mi padre decidió enviarlo de nuevo a Londres. En principio, debería haber nacido en Canarias, mi madre quería estar cerca de su familia, llevaba tres años lejos, pero se fracturó un pie y no pudo volver. Así que, un octubre frío nací en Londres. Ciudad que nos invitó a ser parte de ella durante diez años, hasta que mi padre obtuvo un mejor puesto y volvimos a las islas, pero seguí frecuentando Reino Unido, perfeccionando el idioma hasta los dieciocho.

    —¿Eres de Canarias?

    —Diría que no de Canarias, pero si me siento como una canaria de nacimiento.

    —Ni el acento que les caracteriza lo tienes.

    Reí.

    —¡Tampoco tienes acento catalán! —Entrecerré mis ojos fingiendo que los espiaba, se llevó las manos a la cabeza y sonrió.

    —No, no lo soy. —Por un segundo creí que se ruborizó—. Soy de Galicia. Nos mudamos por lo mismo y terminé siendo un catalán adoptado.

    Reímos al mismo tiempo para suavizar el ambiente y, en ese instante, nos interrumpió una de sus compañeras así culminó nuestra pequeña conversación, sin terminar de decir de dónde salió mi nombre. Tras pensarlo unos minutos, aceptaría salir con Roi, es agradable y me gusta.

    Una vez en la agencia, nos encontramos cierta revolución, decidí no preguntar y entramos a otra reunión con el jefe que acababa de llegar.

    —Buenas tardes, chicos. —Observó a todos los presentes con la alegría en su rostro y prosiguió—. Durante meses ha sido fuente de rumores una noticia de fusión. Tras un enorme esfuerzo que habéis hecho en conjunto puedo decir… —tomó aire y con una sonrisa de orgullo nos miró—. Dip se ha unido a M&W. —Aplaudimos y gritamos.

    Era la mejor noticia para todo el equipo.

    —Tengo otra noticia, en los próximos meses algunos de vosotros irán a Londres o Nueva York para obtener experiencia sobre cómo trabajan los grandes. En el trascurso del día de hoy y mañana los seleccionados recibirán un correo electrónico y saldrán el lunes dieciocho.

    Reinó el silencio respondiendo con sonrisas complacientes.

    —Es todo, a trabajar, la publicidad no se crea sola. —Sonrió y se marchó. Me llevé las manos a la cabeza, sabía que estaría en esa lista, adiós a las citas por un mes, la idea de Cris cada vez cobraba más vida. ¡Y este año cada vez empeoraba!

    —Emma, no es de extrañar que seas una de las primeras seleccionadas —me dijo Roi.

    —Espero que no. No es buen momento para irme al extranjero.

    —¿Y eso por qué?

    —Porque…

    Lucho nos interrumpió con brusquedad.

    —¡Em! ¡Te llama el jefazo! —Parpadeé y lo primero que vi fue la cara de Roi con su expresión: «te lo dije».

    Este año está confabulándose contra mis planes de búsqueda del chico perfecto que no termina de salir bien. Roi encajaba en ciertas cualidades, pero algo en el universo no estaba de acuerdo y, sin pensar más, salí rumbo al despacho decepcionada.

    —Adelante —indicó Martín.

    —Buenas tardes, Martín.

    —Toma asiento. —Lo hice y esperé a que hablara—. Emma, eres de las primeras seleccionadas, no creo que deba pedirte que dejes nuestro pabellón en alto.

    Sonreí frustrada.

    —Haré todo lo posible, ¿irá alguno de Barcelona?

    «¡Di que sí!», pensé. «Si es Roi, sería ideal. Por favor. ¡Universo, alíate conmigo!».

    —No, en esta primera fase nadie de la Delegación Barcelona irá. Este intercambio se desarrollará primero con los de esta agencia y en dos meses irán los de Barcelona. No te preocupes, no te dejaré sola, irás con tu inseparable Luis Gómez. Sin embargo, saldrás en dos días.

    —¿Cómo?, ¡es muy rápido! ¡No tengo nada preparado! ¡Esta época es súper fría en Londres! Y, además, ¿quién se quedará de director creativo?

    Tamborileó sus dedos.

    —Emma, eres la más eficaz. Te desenvuelves con una naturalidad increíble y recuerda que tenemos a Sandoval, él se encargará. He decidido que debes ir antes, quiero que vean que nuestros empleados es lo mejor de los mejores.

    Confirmé que el año se confabula contra mi propósito de los próximos meses.

    —Está bien, Martín. —Me levanté y me acompañó a la puerta.

    —Mañana tendrás los pasajes en la mesa. —Me dio un abrazo—. Cuídate, espero que regreses y no termines quedándote en Londres.

    Reí.

    —A pesar de nacer allí, mi corazón es español, te lo aseguro.

    Sonrió de nuevo como si fuese la respuesta esperada de una hija a un padre.

    —No lo dudo, Em.

    Cerró la puerta, saqué el móvil de mi bléiser y envié un mensaje a Vero.

    Emma

    Código anulado. Motivo: no lo creerás, viaje de trabajo. Un mes y una semana, lo peor es que viajaré en dos días.

    Cinco minutos después.

    Vero

    ¡Cabr…! Me supongo que es a Barcelona, Lucho me informó del catalán que está…

    Respondió Vero

    Emma

    Negativo, no es

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