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A por la estupidez x+1
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Libro electrónico224 páginas3 horas

A por la estupidez x+1

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Información de este libro electrónico

A por la estupidez x+1 ha sido mi terapia y mi capricho. Un conjunto de relatos en prosa y poesía, bañados en un mar autobiográfico y en el crecimiento personal. Son historias mías, unas prestadas y otras inventadas, en las que fluyen los temas más mundanos (y necesarios) de los que podamos hablar, desgranando las emociones y, con ellas, en cada capítulo, a mí. Este libro es un volcán emocional y el resultado de mi obsesión por tratar las emociones con la normalidad que se merecen.
Es un viaje introspectivo hacia los sentimientos, la crítica social y humana y las emociones hablando sobre el amor, los miedos, la muerte, la vida, la amistad, el sexo, la depresión, la ansiedad, las inseguridades, el mar, la música o nuestras queridas amigas, las expectativas, entre otros. No es un cuento de hadas ni una historia de ficción ni un relato con final feliz.
A por la estupidez x+1 es leer sobre la vida misma y todo lo que nos abruma, desde un lenguaje cotidiano y sencillo, invitándonos a reflexionar, cuestionar y a empatizar, sin palabras rebuscadas o maquilladas que pretendan no aparentar decir lo que queremos decir en realidad. Cada capítulo es una historia, detrás de cada historia un tatuaje y en el fondo de todo, las personas y nuestro caos existencial como foco central. Es, simplemente, adentrarse en nuestro interior, unas veces idolatrado y, otras, olvidado.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 abr 2022
ISBN9788411146166
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    A por la estupidez x+1 - María Pérez González

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © María Pérez González

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1114-616-6

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A Cande y Sofía. Mi madre y mi hermana, por ser mi todo,

    el motor de mi vida, mis amores incondicionales, mi refugio, consejo y consuelo.

    A Mónica. Por saber, siempre, ser y estar, por tu apoyo

    y tu amistad. Mi Anam Cara.

    A Conchi. Tía, madrina, amiga, segunda madre y todo lo que implique amor. Gracias por estar ahí siempre.

    A Paco Baute. Mi más bonita casualidad. Cómplice y consejero. Amigo y alma gemela.

    A Sonia, Esther y Sara. Mis Supervivientes, mis recursos humanos, compañeras de profesión, de vida y mi familia elegida.

    A @elmundodelascosasdelamery, por representar a mi yo más yo.

    Y a ti, a Él, por inspirarme y hacerme sentir tanto amor.

    Yo soy de esas.

    De esas que caminan descalzas por su casa, por su vida y por el mundo. Hasta limpio descalza. Adoro las vibraciones de la vida bajo mis pies y la sensación de frío que me deja estar descalza. Ese escalofrío. Es como cuando te acercas a la orilla y notas el mar bajo tus pies: todo encaja, te reconectas con tu ser más primitivo y natural, con tu esencia.

    Soy de esas que disfrutan con las pequeñas cosas que les da el universo y todo lo que nos brinda este capricho llamado vida.

    De esas que hacen de una frase un lema, de esto un tatuaje y de ahí un estilo de vida. «My life, my rules». Y así soy yo. A mi ritmo, con mis reglas. Bebiéndome la vida a sorbos, a mi manera.

    De esas que, a pesar de tanto caerse y levantarse, una y otra vez, sigue creyendo que valdrá la pena, que llegará ese momento.

    De esas que prefieren que le bajen una estrella cada día a que le bajen el cielo y el firmamento entero en un solo día.

    De esas que viven en una continua montaña rusa porque no es un encefalograma plano, es más, de las que necesita dosis diarias de rock&roll en su vida.

    De esas que baila descalza, a veces sola, a veces acompañada. De esas que canta cuando quiere y, casi siempre, cuando nadie la ve. De esas así, disfrutonas.

    DIS-FRU-TO-NA.

    También soy de esas que tiene días en los que el mundo se la come. Pero me come de un bocado, hace la digestión, me vomita y se me cae todo arriba, aplastándome. Hasta la sonrisa me pongo de escudo y, al día siguiente, vuelvo a buscar un motivo entre los mil pedacitos en los que me quedé para volver a creer y a pegar los trocitos que he ido pegando una y otra vez.

    Soy de esas que sueñan con un mundo mejor, con la charla de su vida ante el público soñado y con el abrazo dado sin pedirlo.

    De esas que siguen creyendo que hay gente que multiplica ¡y qué brutal cuando la encuentras!

    Soy de esas que dan y dan sin esperar nada a cambio.

    Y de esas también que no tienen suerte.

    De esas que se desubican con frecuencia y bailan un tango con las expectativas.

    ¡Ay, mis amigas las expectativas, cómo nos joden la vida!

    Y así, siendo de esas, sigo siendo YO. Luces y sombras a la par. Cariñosa y fría a la vez. Romántica empedernida (esto no lo puedo evitar ni negar…Y mira que lo intento). Resiliente. Loca.

    De esas.

    I - ¡Espejito, espejito! ¿Quién soy?

    Creo que, seguramente, esta es una de las preguntas más difíciles a las que cualquier persona se puede enfrentar. ¿Que quién soy? Pues soy Mery, mujer, de treinta y…, morena, con trabajo fijo. Mi única posesión material considerable es un coche de 14 años de antigüedad, «mi peroli».

    Vale, Mery, esto no le dice nada a nadie, salvo que tu Peugeot 207 es una máquina y un mecherito, jajaja. Vamos a tratar de hacerlo algo mejor y que me conozcan un poquito.

    Pues bien, ¡allá vamos! Me llamo Mery. Nací el 7 de julio de 1987 (sí, ya lo sé, me llevo todos los 7; de hecho, es mi número preferido). Soy de un pueblo del norte de Tenerife que se llama Icod de los Vinos. Allí nací, crecí, me enamoré por primera vez, me caí, me levanté y allí he vuelto tras algunos años por ahí. No sé si seguiré mucho más ahí, pues me considero una ciudadana del mundo y la verdad es que no siento apego por los lugares, aunque sí por las personas y los recuerdos que en ellos se anclan. Mi madre, ama de casa y experta en todo, y mi padre, funcionario en el Ayuntamiento del pueblo y profesor de inglés de medio pueblo de su generación. Soy la menor de tres hermanos, así como la menor, por ahora, del clan de Las González (ya les contaré quiénes somos).

    Todos mis estudios básicos hasta bachillerato los realicé en Icod, en diferentes colegios e institutos del pueblo. Ante los ojos de cualquiera, se podría decir que fui una estudiante modelo y brillante de manual, aunque tardé bastantes años en asumir y entender el daño que me generó la exigencia tan brutal que yo misma me impuse. Era la típica niña que siempre sacaba sobresaliente y a la que no le costaba estudiar. Estuve en Comités de Solidaridad, en Consejos Escolares, me presenté a diferentes concursos literarios y los gané, solista y componente de diferentes agrupaciones musicales, y un largo etcétera de cosas. Recuerdo que odiaba la asignatura de Educación Física porque siempre me rompía la nota media, por lo que me puse muy contenta cuando en segundo de bachillerato me libré de ella y conseguí mi matrícula de honor con todo 10. Ahora, cuando lo pienso, no dejo de reparar en lo ridículo y estúpido de esas preocupaciones tan absurdas. Una de las muchas estupideces de mi vida. Todo lo que me habría ahorrado, en salud, lágrimas y dinero en terapia, si hubiera entendido antes el sentido de la vida. Pero bueno, eso es algo que me define. Está ahí y fui esa. Ese tipo de estudiante y, sobretodo, ese tipo de persona.

    Tenía mi grupo de amigas del colegio que, al ir al instituto, fue variando y se creó La Chupi Pandi. Aún, tras más de 20 años, seguimos quedando las cuatro aunque sea una vez al año, porque todos sabemos, llegados a una edad y a un nivel de madurez, que más de dos personas cuadren sus agendas y puedan quedar un mismo día es como un milagro de la Virgen de Lourdes. Hay diferentes personas que marcaron mi infancia a nivel de amistad. Por suerte, unas siguen en mi vida, y otras, con mucha mayor suerte o porque el destino así lo quiso, ya no están.

    Es curioso cómo hay personas que formaron parte de mi vida en la infancia, quizá no con unos lazos de unión muy férreos, y hoy son parte fundamental de mi vida y mi día a día. Personas que se han ganado un lugar en mi vida y en mi corazón para siempre. Este es el caso, por ejemplo, de mi amiga M.

    Últimamente suelo decir que mi cerebro es inteligente, que funciona por libre y borra y desecha todo aquello que considera que no es relevante. Y eso es un poco lo que me ha pasado con mucha gente de la que ya no recuerdo ni su nombre, pero mi amiga M casi que sabe hasta su número de DNI. En realidad, tras pensarlo, creo que es también una forma de autoayuda que mi cerebro y yo hemos creado.

    En mi infancia y adolescencia se concentran mis mayores decepciones emocionales en cuanto a amistades. En esa época se forjaron mis mayores lastres emocionales. Esas anclas que no me dejan avanzar y subir a la superficie, esas que me ha costado tanto mover. Así que debe ser por esto que he decidido no acordarme de determinadas cosas, situaciones y personas. Lo que no nos hace felices, es mejor olvidarlo. He aprendido a leerme y a tratar de comprender mi caos. Para ser sinceros, voy sobrellevándolo como buenamente puedo. Algunos días voy on fire, y otros, ahogadita en lo más profundo de un pozo.

    Así que, quizá, lo que mejor me define es que soy una montaña rusa continua. Vivo en un caos y drama emocional constante como buena cáncer que soy. Soy zurda. Esto puede no parecer relevante, pero yo he descubierto que los zurdos tenemos ciertos rasgos característicos, además de los que digan las investigaciones de las universidades de yo no sé dónde. Por ejemplo, tenemos una letra horrible. Es un hecho y hay que asumirlo. Soy súper analítica. En serio, demasiado, mi cabeza no para de analizar y de pensar sobre absolutamente todo, todo el rato, lo que, en ocasiones, llega a ser agotador. Soy muy curiosa. No en plan cotilla, porque la verdad es que la vida de la gente y lo que haga me da bastante igual, pero sí que tengo un afán continuo por aprender y averiguar. Escogí mi carrera universitaria porque consideré que era un punto medio entre las dos que me gustaban, así que ya se pueden hacer una idea del nivel al que llego. Estudié ciencias en el instituto y el bachillerato porque no soportaba la idea de cerrarme puertas. Considero que puedo aprender cualquier cosa si me gusta y tengo interés: desde la moda en estadística hasta el idioma ruso.

    Añadido a todo esto, siempre he tenido un sentido de la responsabilidad superlativo para mi edad, así como un sentido muy marcado de lo que está bien y mal, o por lo menos para mí. Soy de esas personas que se cuestionan las cosas, el porqué de casi todo, y, según me dicen, hago que los demás se las cuestionen. Soy como una nota disonante en una vieja y común melodía que suena y suena, y lleva toda la vida así. No soy una persona de extremos, no todo es blanco o negro, es más, solemos navegar en grises. Simplemente, guío mi existencia en este mundo en función de lo que para mí está bien o mal. Me he autoimpuesto como función en mi vida, y con los míos, que yo soy la que resuelve los problemas, la que dice «venga, lo hacemos así», la que toma las decisiones, la que soluciona los problemas o arregla las cosas. Esto, también, llega a ser terriblemente agotador.

    Soy la chica de la sonrisa constante. Siempre tengo una sonrisa en la cara, incluso cuando estoy cabreada se me puede sacar una sonrisa. No concibo mi vida sin reírme y creo firmemente que reírse alarga la vida, seré inmortal gracias a ello. Soy la chica que se puso la sonrisa de escudo. Un escudo con el que me protejo y una de mis cartas de presentación. Soy muy extrovertida. Me encanta la gente. Adoro estar rodeada de personas, conocerlas, imaginarlas, sentirlas, llenarme de sus historias, de sus esencias, del latir de sus corazones y deleitarme con sus sentimientos. Quizá por esta pasión mía hacia el ser humano me dedico a lo que me dedico. Soy directora de Recursos Humanos de una empresa multinacional. Es decir, trabajo y vivo por, con y para las personas.

    Y, cómo no, también soy reservada con mi vida. Me cuesta muchísimo confiar en las personas, quizá por todos los palos que me he llevado. Sin embargo, una vez que me entrego, soy para toda la vida. Increíblemente fiel y leal. La lealtad, en todo lo relacionado con sentimientos, está muy infravalorada hoy por hoy, ¡qué tristeza me genera que esto sea así! A la vez, soy cariñosa y muy mimosa. Me encanta que me abracen, que me besen. Soy muy de contacto, de tocar a las personas, de sentir las temperaturas corporales, las vibraciones que todos tenemos, el frío y el calor, la piel de gallina o erizada y los pelos de punta al emocionarnos, las risas escandalosas como la mía, las silenciosas y también las graciosas que hacen que todos se rían, las lágrimas que caen por las mejillas. Llorar es un sentimiento tan normal como reír, esto hay que asumirlo lo antes posible.

    Una drama queen. Sí, así me podría definir. Los problemas son una constante en mi vida, es así y ya lo tengo más que aceptado. Puedo reír y llorar a la vez. Me levanto queriendo comerme el mundo y a la hora del almuerzo ya me comió a mí y está haciendo la digestión. Un quiero y no puedo continuo. Unas veces me empodero y me pongo delante del tren para frenarlo con las manos y otras dejo que me arrollen por atontada. De esas que salen de casa con el «Voy con todo» de La Vecina Rubia por montera y también de las que algunos días regresan con el «me cago en todo» puesto. Resiliencia y resiliente. Esa palabra me define a la perfección. Es como la flor de loto que florece hasta en lo más profundo de un pantano. Pues eso: que me puedo caer mil veces, pero siempre, siempre, me levanto mil y una.

    Sencilla. Muy simple. Las cosas materiales jamás me han impresionado y cada día doy gracias por pensar y ser así. Apasionada por la lectura (crecí con más de dos mil libros en casa, eso tiene que servir para algo), la escritura y la música. Las tres cosas vienen, supongo, de familia. Mi padre adoraba leer y escribir, además de que era músico, y esto, mi hermana y yo, lo hemos heredado totalmente. Los genes están como locos ahí, saltando y gritando con nuestra parte artística. He de reconocer que mi hermana, aparte de todo esto, tiene los genes creativos más desarrollados de la familia. Es una verdadera creadora de arte con sus manos. Una genialidad. Un derroche de todo. Ella es así. Mi llamada de socorro y la única persona que conozco capaz de darme la opinión más objetiva del mundo, aunque eso implique decirme que no tengo razón.

    En definitiva, que esta soy yo. Mery. Un caos continuo. Cuerda y loca. Risa y llanto. Análisis y aventura. Amor y odio. Apasionada y reservada. Letras y notas. Calor y frío. Sol y luna. Mar y monte. Inconexa. Obsesiva. Me bebo la vida a sorbos, a morro desde la botella. A golpes voy andando, descalza, el camino que por vida me ha tocado.

    #MyLifeMyRules

    .

    Serendipity

    Aprendí a ser mi más bonita casualidad.

    Aprendí de un baño en el mar al caer la tarde. Aprendí que no hay oscuridad más profunda y pura que la del mar de noche, y que el agua, a esas horas, está menos fría de lo que parece.

    El mar, el salitre, los colores del anochecer, tus vibras, tu baile con el sol al caer, dejando el paso en la pista de baile a la luna. Tu olor. Tú en mí y yo contigo.

    La vida ¡y qué vida!

    Y, por fin, aprendí que uno más uno a veces no son dos, otras, ni siquiera uno. Y la vida sigue fluyendo, tal como el mar sube y baja. Y es que todo lo del mar, tarde o temprano,

    vuelve al mar…

    Y ya está. Y qué gusto aprender y desaprender entre ola y ola, entre noches despejadas y aguas cálidas.

    Aprendí. Aprendí que, tarde o temprano, cualquier circunstancia será ideal si encuentro algo que no buscaba.

    Aprendí.

    II - La lista de deseos

    Quizá esta es mi forma de ubicarme, y de paso ubicarles un poco a ustedes, en el espacio-tiempo de este libro. Hoy es 19 de marzo de 2021, y esto que estoy escribiendo puede que sea alguno de los capítulos de mi libro.

    Mi libro. Me parece increíble tan siquiera escribirlo. Siempre he adorado leer y escribir. De pequeña era más de poesía y microrrelatos, o de cartas incendiarias defendiendo los derechos de todos y criticando al gobierno. Sí, le escribí una carta a Aznar cuando la guerra de Irak. Cómo si eso hubiera podido parar algo… No obstante, es curioso cómo recuerdo la manifestación contra la guerra de Irak como algo muy especial. Fui con mi madre.

    Esas épocas fueron de muchísimas discusiones en mi casa. Diferentes ideologías políticas, y yo indignadísima con el Gobierno. Recuerdo como un antes y un después en mis conversaciones sobre

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