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¿Por qué yo? ¡Porque sí!
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Libro electrónico321 páginas5 horas

¿Por qué yo? ¡Porque sí!

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Información de este libro electrónico

Desde su infancia en Barcelona, Jorgina se vio atrapada en el laberinto de complacer a los demás, sacrificando su bienestar emocional en el proceso. A medida que los años avanzaban, su reflejo en el espejo le devolvía una imagen distorsionada: se veía fea, tonta y gordita, incapaz de agradarse a sí misma.
La adolescencia marcó el comienzo de 21 años de batalla interna, más intensa cuando la bulimia se convirtió en una sombra persistente. Pero la oscuridad no se detuvo ahí. La fiesta y las drogas se convirtieron en compañeras efímeras que, junto a la búsqueda desesperada del amor, fueron su vía de escape. Un embarazo que terminó en aborto y otras aventuras tumultuosas la llevaron al borde del abismo, con pensamientos suicidas como testigos silenciosos de su dolor.
Esta es una historia de transformación, de pasar de la desesperación a la esperanza. Con sinceridad conmovedora, Jorgina revela cómo la adversidad puede ser el catalizador de una nueva vida, recordándonos que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una oportunidad para la renovación y el renacimiento.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 abr 2024
ISBN9788410684683
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    ¿Por qué yo? ¡Porque sí! - Jorgina Campo Huélamo

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Jorgina Campo Huélamo

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de cubierta: Rubén García

    Dibujo de portada: Bruno Sánchez-Camacho

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-468-3

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    Para Biel, quien llegó a mi vida para darme de nuevo la vida. Te amo profundamente.

    Para mis padres Albert y Lina, para mis hermanos Núria y Albert. Aunque la culpa desapareció hace algún tiempo, os pido perdón por todo el dolor que os haya causado, sé que es mucho.

    Us estimo

    ¿Por qué yo? ¡Porque sí!

    Quiero dejar claro que lo que aquí voy a escribir es mi vida, mi vida vista bajo mis vivencias, mis creencias, mis expectativas, mis dolores y mis alegrías, la vida vista desde mi niña hasta la mujer en la que me he convertido hoy en día; mi vida y, como es mía, puedo escribir aquello que yo quiera, no voy a hablar de la vida de otros, ni tan siquiera de la vida de mis padres, los que me dieron la vida y los que darían su vida por mí. Ni tampoco de la vida de mis hermanos, aunque hayamos vivido las mismas circunstancias, en el mismo techo y con los mismos padres no hemos tenido la misma vida ni la hemos vivido de la misma manera. Tampoco hablaré de las vidas de mis amigos, familiares, parejas o rollos, simple y llanamente voy a hablar de mi vida, tal y como yo la viví y tal y como yo la sigo viviendo.

    ¿Por qué yo? ¡Porque sí!

    Así que si alguno de los personajes que salen en mi historia de vida no lo ve de la misma manera, que recuerde que es mi vida, no la suya y también quiero dejar claro que me he saltado muchas situaciones importantes en mi evolución, desde la niña que fui hasta la mujer que soy, por no herir sentimientos de terceras personas y ponerlas en evidencia. La realidad que he vivido supera la realidad que escribo en el libro, una realidad que quizás algún día pueda y me atreva a escribir con pelos y señales.

    Gracias a todas las personas que habéis formado parte de ella, las que me habéis criticado, engañado, las que me habéis hecho daño y a las que seguro yo también he hecho daño, gracias a las que habéis creído en mí, a las que habéis estado a mi lado cuando me he caído. Gracias a todas y cada una de vosotras, sois las que me habéis ayudado a tocar hondo y las que me habéis ayudado a salir del agujero. Para reservar la intimidad de los personajes, algunos de los nombres de amigos y parejas no son los reales, pero todas y cada una de las historias son ciertas al cien por cien.

    Ha habido partes de mi vida que me ha costado mucho recordar, sobre todo a partir del 2008 que fue cuando empecé a decaer más profundamente. Otras partes las he ido recordando mientras escribía el libro, es una de las consecuencias de la enfermedad que viví durante veintiún años de mi vida.

    ¡Esta es mi vida! ¿Por qué yo? ¡Porque sí!

    M

    i niña y mi familia

    Desde pequeña he tenido el pelo rizado, podría decir que tirando más a tirabuzones, mi madre siempre me lo dejaba corto pero lo bastante largo para que se vieran esos ricitos, mi pelo es castaño oscuro, siempre ha sido muy finito. Ojos almendrados de color marrones, con unas largas y abundantes pestañas que hacían que mi mirada fuera intensa, hoy en día he perdido cantidad, pero las sigo teniendo largas y cuando me pongo rímel tengo una mirada sexy y muy penetrante hasta el punto de poner nerviosa a la persona que tengo delante cuando hay algún tipo de atracción, o eso me han dicho los chicos con los que he estado, cuando llevo un poco de rímel la gente me suele decir:

    —Menudas pestañas tienes, ¿son tuyas?

    —¡Por supuesto! No tengo nada que no sea mío.

    De niña tenía la piel muy morena, aunque cuanto más mayor me hago más blanca estoy, de cuerpo en invierno, porque la cara la suelo tener morena todo el año de estar paseando o de estar en el parque. Mis orejas siempre han sido pequeñitas y bien estructuradas, me encantan. Casi no tengo labios, me gustaría tener un poquito más, la verdad, pero no me gusta inyectarme relleno de labios ni nada por el estilo, los cirujanos plásticos no harían negocio conmigo, así que me quedo como estoy, aunque son tan finos que cuando me veo en fotos y en vídeos a veces me los tengo que imaginar. Mi nariz siempre ha sido perfecta, para mi gusto, el tabique está muy recto y bien perfilado, en cambio la barbilla la tengo un poco hacia delante en forma de gancho y hace que tenga perfil de brujilla, eso viene heredado de mi madre, que a su vez lo heredó de mi abuela Teresa, de hecho me parezco muchísimo a mi madre, mismos labios, misma barbilla y misma mandíbula, sinceramente, y aunque parezca creída, a día de hoy me miro y me veo bien y cuando veo mis fotos de niña, ahora también me veo guapa, aunque no pensaba lo mismo en esos tiempos. Creo que no me ha cambiado mucho la cara y, aunque me gusta mi cara, no puedo decir lo mismo de mi cuerpo.

    De niña, tenía la típica barriguita redondita, pero sin ser nada fuera de lugar, hasta llegada la adolescencia. Hice el cambio a muy temprana edad, sobre los diez años ya empecé a tirar más hacia lo fuerte y ancho que hacia lo delgado y fino, lo único que tengo pequeño son las muñecas. Vengo de una familia grandota, así que mis huesos son bastante grandes y eso hace que tenga una complexión atlética, buenas piernas, espalda ancha y extremidades largas, más largas que el tronco, y es un rollo porque cuando voy a comprarme ropa siempre me quedan las mangas cortas, a veces cuando estoy sentada en el metro la persona que tengo al lado me saca una cabeza y cuando nos levantamos para bajar en la misma parada resulta que soy yo quien le saco la cabeza a ella. Mido un metro setenta, las tetas las tengo bastante planas, en mi adolescencia tuve mucho complejo por ello, pero a partir de los dieciocho, cuando ya empecé a ponerme un poco de escote, hasta agradecí no tener mucho, ya que no tuve el problema de que se me salieran bailando o corriendo, como había visto que les pasaba a otras chicas en muchas ocasiones, además de que, como dejé de ponerme sujetadores, me ahorro dinero y gano en comodidad.

    Siempre he sido una niña muy risueña, una niña que hacía bastante caso (o por lo menos eso recuerdo), siempre he recibido mucho cariño y muchos halagos hacia mi persona, pero también he sido una niña muy nerviosa, un culo inquieto como lo llaman y desde que tengo uso de razón me he mordido las uñas. Hace unos años dejé de hacerlo, en alguna ocasión vuelvo de nuevo cuando algo me pone nerviosa; ahora que pienso en mi niña, diría que vivía en los mundos de Yupi, una niña muy feliz, sin problemas aparentes, que callaba para no molestar y para no hacer enfadar porque ya había bastantes enfados y discusiones a su alrededor, en ese aspecto pasaba desapercibida, había adquirido ese rol en mi casa y, como ya me iba bien —o eso creía—, ¿para qué iba a cambiarlo? Pero realmente no era tan bonito como aparentaba ser.

    He sido de escribir muchos diarios y eso me hacía descargar mucha tensión, a día de hoy sigo escribiendo, tengo muchas libretas y hojas sueltas con escritos de lo que he ido viviendo, sentimientos, emociones y otras cosas varias, es terapéutico y una muy buena vía de escape, y más siendo como soy, que nunca me ha gustado compartir mis «problemas» con nadie. Con el tiempo es algo que he ido cambiando ya que tenía la creencia de que explicar mis problemas era molestar a los demás, pero en cambio yo siempre estaba y estoy para escuchar y ayudar a cualquiera que me lo pida.

    Era un poco trasto y también tenía mucha fantasía, me inventaba muchas historias, lo mejor de todo es que las explicaba con tanta seguridad que todo el mundo me creía, era mentirosa, me gustaba aparentar lo que no era, quizás era por la falta de seguridad.

    Nací hace 46 años en Barcelona y provengo de una familia muy trabajadora, mis bisabuelos paternos empezaron montando una pequeña tienda donde vendían bacalao y con los años acabaron mudándose a la acera de enfrente para luego acabar montando una frutería/colmado. Fueron tres generaciones quienes regentaron el negocio: mis bisabuelos, mi abuela María y por último su hijo, que es mi padre. Mi padre se jubiló hace once años y cerramos el chiringuito.

    Mi padre se llama Albert, su piel es muy morena, de ese moreno intenso, tiene la cabeza muy redonda y sin un pelo de tonto. Le costó dar el paso para afeitarse la cabeza, pero una vez lo hizo ya no hubo marcha atrás, y la verdad es que está mucho más guapo. Su cabeza es una característica de él, lo puedo ver a metros y metros de mí y solo por la cabeza ya sé que es mi padre. Sus piernas son super fuertes, tiene los gemelos redondos y duros como su madre y como Hulk, ha tirado de mucha carretilla en la tienda y ahora hace excursiones por la montaña, eso se le nota en las piernas, aunque no puedo decir lo mismo de su barriga, que, aunque también está dura como una roca, la tiene rollo Papá Noel. Sus ojos son de color marrón como los míos y los de mis hermanos, sus orejas son bastante grandes, herencia de su padre, pero van a conjunto con el resto de su cara, mi padre siempre me ha recordado mucho a los indios del Amazonas, ahora mide un metro setenta y cinco, pero de joven llegaba al metro setenta y ocho.

    Mi padre creció en una buena familia, fue hijo único y, aunque se crió junto a sus dos primos hermanos gallegos, José y Merceditas, ha vivido una vida abundante, hoy en día le podríamos llamar «pijo», tuvieron hasta una discoteca. Mi abuelo Joaquín era policía de los que van montados a caballo, pero luego se hizo bombero, y mi abuela María estuvo trabajando en la frutería hasta sus últimos días.

    Mi padre, aunque es reservado, sé que tiene muchas aventuras a sus espaldas, aunque nunca hemos hablado de ellas, quizás después de este libro se las pregunte.

    Mi madre se llama Lina, siempre ha sido una mujer muy extremada, el pelo lo ha llevado de muchos colores y formas, en el cole siempre me preguntaban si mi madre era punk, cada poco se iba a la peluquería donde trabajaba un amigo suyo y hacían pruebas de colores en su pelo, así que igual lo llevaba rosa, que azul, que amarillo o con una pluma colgando, eso sí, siempre corto, unas veces más corto que otras, pero corto. Como os he comentado antes, nos parecemos mucho, aunque su nariz es más puntiaguda y sus ojos de color verde, los tiene muy bonitos y cuando va a la playa o a la piscina se le ponen aún más chulos, le tiran a un verde azulado, eso es una de las cosas que no he heredado de ella, mi madre también es muy alta, de joven creo que llegaba al metro ochenta.

    Su padre Félix medía dos metros y era militar, fue un señor de los pies a la cabeza y como buen militar sacaba su rigidez a pasear.

    —Mientras estamos en la mesa nada de hacer ruido, cantar o chillar. En la mesa se come —nos decía los sábados que íbamos a comer con ellos al restaurante Cal Santi.

    Una vez llegábamos a casa seguía con sus normas:

    —Mientras estoy viendo las noticias nada de ruido.

    Era cariñoso y tierno a la vez, a mi madre y a mi tía también las educó a golpe de silbato, pero jamás les puso la mano encima, solo con las palabras y la mirada tenían bastante, aunque mi madre era el ojito derecho de mi abuelo y conseguía todo lo que quería.

    Mi abuela Teresa también era muy alta para ser mujer, y era todo lo contrario a mi abuelo, siempre estaba contenta, cantando y hablando con sus plantas. Como buena modista, siempre estaba entre agujas e hilos cosiendo cosas.

    Al contrario que mi padre, la familia de mi madre era de clase media, pero nunca les faltó de nada, mi madre siempre habla de todo el amor y cariño que recibía en su casa, siempre explica que era un torbellino y llevaba de cabeza a sus padres y a su hermana María José, hoy en día sigue siendo un torbellino, no para ni sentada.

    Mis padres se casaron hace cincuenta años, a los seis años de casarse, teniendo mi madre 26 y mi padre 32 años, ya tenían tres hijos, mi madre siempre ha sido una mujer con carácter, aunque luego es un trozo de pan, es de las típicas personas que amenazan mucho pero luego no hacen nada, sanguínea total, un nervio en estado puro, llega a poner hasta nerviosas a las personas de su alrededor, en eso también me parezco a ella, aunque diría que me gana, a la que le entran los cinco minutos ya la ves para arriba y para abajo, se pasa medio día metida en la cocina haciendo comidas, es de las mamis que te llaman a las nueve de la mañana para preguntarte «qué vas a querer cenar?», cuando aún no has ni desayunado; mi padre, por el contrario, es de los que se quejan poco, discuten nada, pero va haciendo lo que a él le parece bien, y una de las cosas que le parecen bien es no ayudar demasiado en las tareas de casa. Nunca lo ha hecho por estar siempre en la tienda, y cuando se jubiló siguió en la misma línea.

    Son la noche y el día, el mar y la montaña, el frío y el calor, dicen que los polos opuestos se atraen.

    Núria es la mayor de los tres hermanos, ella, al igual que yo, es también una mujer de complexión atlética, sus ojos son super bonitos, de un color castaño claro, su forma también es almendrada, diría que más que la mía, y tiene unas pestañas largas como yo pero bastante más espesas, sus labios también son finitos y sus orejas proporcionadas a su cara, ella también tiene la cabeza pequeña, somos de llevar el pelo corto, nos favorece mucho más, las tres mujeres de casa llevamos gafas, de hombres solo mi hermano, la verdad es que mi padre está fuerte como un roble y sano como una lechuga. La piel de mi hermana es como la mía también tirando más a morena que a blanca, mi hermana tiene una dentadura perfecta, blanca y alineada, y hace que tenga una sonrisa espectacular, al contrario que yo, su mandíbula no tiene forma de gancho, así que, para mi gusto, su perfil es mucho más bonito que el mío.

    Después de ella estoy yo, Jorgina, que ya me conocéis, y por último está Albert, «tete» para la familia y amigos. Mi hermano rompe con todos los esquemas, aunque se parece mucho a mi padre, de pequeño, en el tipo no se parece en nada a ninguno de nosotros, ya que él es el más alto, hace metro ochenta y dos y es muy delgado, sus piernas me flipan, son super largas, fibrosas y finitas, y la piel la tiene super tersa, mi hermano es de piel muy morena como mi padre, recuerdo que se fue a estudiar a Inglaterra y siempre le preguntaban si era turco, su pelo, a conjunto con sus ojos y su piel, es castaño oscuro, antes tenía pelazo, pero con los años ha perdido un poco, yo también estoy perdiendo pelo y hasta diría que tengo menos que él, yo tengo alopecia en la zona de la coronilla, la gente no se da cuenta porque suelo llevar siempre coleta o recogido con horquillas, pero vamos, que el día que se me caiga más y se me cruce el cable, cojo la máquina de afeitar de mi padre y me rapo entera.

    Mi hermano también tiene los labios finos, eso lo llevamos toda la familia de serie heredado de nuestros abuelos, tanto paternos como maternos, su nariz ahora es perfecta, aunque le tuvieron que hacer una intervención ya que solo nacer estuvo a punto de morir y estuvo entubado durante un mes, así que se le quedó un poco torcida, eso le estuvo provocando problemas respiratorios muy fuertes hasta llegados los dieciocho años que lo operaron para ponerle el tabique en su sitio.

    En nuestra familia nunca nos ha faltado de nada, todas nuestras necesidades han estado cubiertas, podríamos decir que hemos tenido una vida cómoda económicamente hablando, aunque, por otro lado, llevo toda mi vida escuchando que no llegamos a final de mes, a nuestros ojos eso nunca ha sido así, pero no todo lo que necesitamos para estar y ser felices se basa en lo económico, y como en todas las familias, siempre hay otros tipos de carencias, y la ausencia de mi padre fue una de ellas y eso, quieras o no, se notaba en el ambiente, ya que mi madre en muchas ocasiones no tenía su apoyo emocional; para él su prioridad siempre había sido trabajar para que no nos faltara de nada en casa y para mi madre era tener a su marido más cerca y gozar una vida en familia.

    No hemos sido la única familia que hemos vivido esto, en mi época era muy normal esta situación y aun había algunas familias donde el padre viajaba por trabajo y se pasaba muchas temporadas fuera de casa, hoy en día sigue ocurriendo, aunque gracias a las videoconferencias e Internet esto ha cambiado mucho y, según qué oficio sea, se puede trabajar desde cualquier parte del mundo, así que facilita la conciliación familiar.

    Mi madre era quien combinaba el trabajo con la vida familiar, colegios, casa, médicos… ahora que soy madre me doy cuenta del estrés que supone tirar hacia delante con tres hijos a la edad de 26 años, así que para mí en este aspecto ha sido una superwoman, siempre ha estado ahí para lo que la hemos necesitado y todos los recuerdos de salidas como ir al cine, circo, verano y otros varios los recuerdo con ella, a día de hoy sigue estando ahí siempre dispuesta a echar una mano, mi padre por el contrario es ahora cuando está disfrutando más de los nietos y haciendo de abuelo, pero sigue teniendo el mismo rol que cuando trabajaba, abastecer en casa. Con él también se puede contar, por supuesto, pero de diferente manera, si tienes cualquier historia te escucha, pero nunca le ha gustado demasiado intervenir, es de ver, oír y callar…

    Creo que hoy en día vamos mejorando, pero si miro a las parejas que tengo a mi alrededor, ya que hace siete años que tuve la última y a fecha de hoy, marzo del 2024, sigo sin tenerla. Aún son bastantes las parejas que siguen teniendo este rol, lo único que ha cambiado es que la mujer trabaja las mismas horas que el hombre y aparte debe ocuparse de la casa y de todo lo que conlleva.

    En casa nos ayudaba la «tata Rosario», era de esas mujeres a las que te dan ganas de dar unos cuantos achuchones, su tez era blanca como la leche, el pelo era finito y siempre lo llevaba corto y repeinado, los ojos eran preciosos, azules como el mar, su cuerpo era pequeño pero redondito y de poca altura, ella siempre estaba contenta y cantaba mucho, me encantaba su acento andaluz, nos quería a rabiar al igual que nosotros a ella, pero de vez en cuando la sacábamos de sus casillas y entonces intentaba ponerse seria, cuando eso pasaba sacaba su genio a pasear, pero poca cosa, que paciencia tenía.

    La Tata estuvo en casa muchísimos años, hasta que su cuerpo se lo permitió, los años pasan para todos y el día de su marcha lo recuerdo como un día triste, pasamos muchos buenos e inolvidables momentos con ella y, aunque después vinieron otras dos chicas super majas, Imelda y Luz, ninguna ha sido tan especial como ella.

    Mientras estaba ella en casa estábamos más o menos controlados y si nos peleábamos ella ponía orden, pero a la que salía por la puerta la liábamos parda, sobre todo mi hermano y yo, recuerdo estar los dos tirando tomates y huevos por el balcón a la gente que pasaba.

    —Dale a esta que pasa —le decía a mi hermano.

    —Pero ¿qué hacéis? —chillaban desde la calle.

    —Corre, escóndete.

    —¿¡Queréis parar de tirar cosas!? Se lo diré a la mama cuando venga —nos chillaba mi hermana.

    Otro de los días a mi hermano le dio por encender una hoguera en el balcón, siempre le ha encantado el fuego como buen nieto de bombero, y nos llamó mi madre por teléfono porque una vecina la había llamado a ella a la tienda, nos tenían controlados; teníamos a mi hermana loca.

    Algo que nos encantaba a los tres era ver películas españolas de Marisol y Rocío Dúrcal, y las que también nos sabíamos de memoria eran Siete novias para siete hermanos, Grease, Pretty Woman, Top Gun… Los musicales siempre nos han gustado mucho, nos sabíamos todas las letras y los diálogos entre los personajes, la más top de todas era Marisol, no nos cansamos nunca de verla.

    —¿Montamos una coreografía? —nos animaba mi hermana.

    —¡Vale!

    —¿Qué personaje queréis ser? —nos preguntaba, y nos inventábamos un baile de un sofá a otro.

    Tengo muy buenos recuerdos con mis hermanos y es por ello que siempre he querido tener muchos hijos, para que pudieran disfrutar lo mismo que yo con ellos y vivir muchas experiencias, al final siempre nos tenemos que quedar con lo que hemos disfrutado y aprendido de todo ello, en mi familia habrá cosas que no estén del todo bien, pero tenemos una cosa muy clara, que estamos para apoyarnos los unos a los otros y eso es lo que me han demostrado tantas y tantas veces, quizás no somos una familia super apegada, de esas que se llaman todos los días y celebran mil comidas y cenas al año, pero somos de las que estamos cuando tenemos que estar y para mí es lo más importante, es la base de una familia.

    Los horarios de la tienda eran una locura ya que abrían de lunes a sábado durante todo el día, de hecho, antes de que mis padres se casaran abrían hasta el domingo, pero mi madre le dijo a mi padre que se olvidara de los domingos, después también se empezó a cerrar el sábado por la tarde, por otro lado mi padre iba al Mercabarna por las noches, descargaba el género en la tienda y volvía a casa de madrugada, dormía un poco y se bajaba a la tienda, así que era un trabajo muy duro, luego con los años eso cambió, ya que cambiaron el horario del Mercabarna y lo pasaron a las mañanas y la vida le mejoró un poco, por lo menos para el tema de dormir, aunque seguíamos casi sin verlo, así que, como he dicho antes, hemos tenido falta de padre como muchas otras familias españolas de la época y eso, aunque parezca que no, se nota, quizás cuando somos pequeños no somos conscientes de ello, pero cuando vamos creciendo ya empieza a dejar huella.

    Cuando ahora veo a los padres pasar tiempo con sus hijos, sobre todo a los que tengo cerca como mi hermano, mi cuñado, primos… me entra como una «ñoñería» de no haber podido disfrutar yo de esos momentos con él, tener esa complicidad y esa confianza de poder explicarle o preguntarle inquietudes como lo he hecho siempre con mi madre o algo tan simple como estar en el sofá viendo la tele recostada en su hombro o ir por la calle cogida de su mano y aunque hoy en día hablamos mucho más y no me da reparo explicarle y preguntarle sobre mis asuntos, esos años ya no volverán.

    Hemos vivido momentos muy divertidos y muy chulos, pero como en todos los hogares del mundo, y quien diga que no miente, también ha habido momentos difíciles y no tan divertidos de los que se pueden aprender algunas cosas pero también se pueden destruir otras y como niña que era lo gestioné de la manera que pude y esa manera era, como ya os he comentado, pasando desapercibida, sonriendo y siendo cariñosa, siendo pequeños no sabemos nada sobre la gestión emocional, nadie te enseña a cómo hacerlo y realmente es más importante que saber los ríos, las tablas de multiplicar y otras cosas que enseñan en los colegios, y eso es lo que me pasó a mí, que tuve una muy mala gestión emocional y a lo largo de los años se me fue manifestando de diferentes maneras no siendo consciente de ello hasta que llegada la adolescencia salió en erupción, tal como sale la lava de un volcán.

    S

    eñales

    Hubo bastantes señales de todo ello, una de ellas fue un sábado por la mañana mientras mis padres estaban en la tienda, estábamos mis hermanos y yo en casa como solíamos estar todos los sábados, pero ese día algo sucedió, hubo una discusión, no puedo recordar qué pasó, pero recuerdo que fui a la cocina y cogí un cuchillo, en esa época yo tendría entre once y doce años, no más, salí al balcón y empuñando el cuchillo contra mi vientre empecé a chillar entre lágrimas:

    —¡Me quiero morir, nadie me quiere!

    —Deja el cuchillo —me decía mi hermana.

    —Si te acercas me lo clavo —la iba amenazando yo.

    —¡Dame el cuchillo!

    Supongo que mientras tanto fue mi hermano quien cogió el teléfono corriendo y llamó a mis padres a la tienda, sé que me pasaron el teléfono y recuerdo hablar con mi madre, pero

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