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El diario de Emilia: La chica que fui
El diario de Emilia: La chica que fui
El diario de Emilia: La chica que fui
Libro electrónico249 páginas3 horas

El diario de Emilia: La chica que fui

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Información de este libro electrónico

Conoce el diario de Emilia y sus experiencias en el camino hacia la adultez. Acompañados por el playlist de su vida, comparte con la protagonista sus peripecias, fantasías, alegrías y tristezas a lo largo de su camino. Siempre encontrarás una lección en cada capítulo vivido y un aprendizaje para compartir.
El diario de Emilia le habla a todas las mujeres, a las que viven intensamente, a las soñadoras, a las heroínas, a las tímidas, a las que luchan, a las sensibles y a las fuertes, a las que se enamoran, a las que buscan más, a las que nunca se cansan de aprender.
Recorre junto a Emilia el camino hacia una historia que puede ser la tuya.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 sept 2019
ISBN9786124342974
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    Vista previa del libro

    El diario de Emilia - Melissa Arbocco

    amor.

    Agradecimientos

    Este libro, por donde lo vea, está rodeado de amor. Son varias las personas que me han apoyado, impulsado e inspirado para que hoy estés leyéndolo.

    Siguiendo un orden cronológico, empezaré agradeciendo a mi abuela Chelita, ella me inculcó el amor hacia la lectura, un mundo maravilloso del que nunca quiero alejarme. Gracias a Chachi, una de mis mejores amigas, a la que recurrí desde que tuve el primer borrador del libro (hace muchísimos años atrás) y que, desde entonces, solo tuvo palabras de aliento para que continuara con ese impulso loco que solo ella podía entender.

    Gracias a mi familia, a mis papás: Marisol y Dante, y a mis hermosas hermanas: Claudia, Daniela y Fiorella, por su preocupación, su amor con hechos, su acompañamiento en todo este proceso. Los amo.

    Gracias a mi editorial, por confiar en una desconocida y por apostar en mi sueño. Gracias a los artistas gráficos que, animosos, quisieron participar con sus creaciones en cada historia. Gracias a la gente que desinteresadamente recibió mi libro para darme un primer feedback: a Daniela, Vanessa, Milton, Romina y Lorena. A los tantos amigos y compañeros de la vida que a lo largo de este último año me preguntaron interesados en saber más sobre mi aventura literaria y algunos no dudaron en extender su brazo de apoyo de diferentes formas.

    Gracias a la gente que transitó por mi vida, créanme que aprendí algo de la mayoría de ustedes; de lo más hermoso, de lo difícil, de lo sencillo y lo complejo, cada experiencia me enseñó algo más.

    Y, finalmente, gracias a mi esposo Víctor, ese maravilloso ser de luz que me sostiene, me empuja y me llena de amor. Nunca me cuestionó, se encargó, por el contrario, de acompañarme a hacer realidad mis sueños. Ha sido desde mi manager, mi diseñador, mi programador web, hasta mi coach. Gracias por todo y por tanto a la vez.

    Nota sobre la playlist

    «La música en el alma puede ser escuchada por el universo».

    Lao Tzu

    No me imagino un mundo sin música. La música nos acompaña en los buenos y no tan buenos momentos de la vida. Se vuelve nuestra cómplice de aventuras, viajes, amores y desamores. A través de la música, nos conectamos con otras personas que compartieron el mismo sentimiento. Traspasamos las barreras del lenguaje, viajamos en el tiempo y el espacio. Vamos a lugares que nunca hemos conocido. Le descubrimos nuevos matices a las emociones del día a día.

    Desde siempre, he disfrutado los diferentes ritmos y estilos musicales. No siento apego a ninguno en particular, por el contrario, me gusta descubrir con el tiempo nuevos artistas, nuevas canciones, nuevas versiones y redescubrir música de otras épocas. En mi día a día, paso buena parte del tiempo acompañada de música, desde que me levanto, me baño, voy camino al trabajo y en casa con la familia.

    Los momentos más importantes de mi vida y las personas más relevantes en mi camino casi siempre tienen una canción con la cual los asocio, que se encarga de potenciar el sentimiento y enmarcar el recuerdo.

    Este libro no es la excepción. Cada una de las 31 historias tienen una melodía, una voz, una canción con la cual las vinculo. Es un proceso muy personal que quiero compartir contigo. Te invito a dejarte llevar por los ritmos que le pondrán un sabor especial a cada experiencia.

    La playlist de El diario de Emilia se encuentra en Spotify. Búscala con el link de la siguiente página o usa el código. Disfrútala libremente mientras te sumerges en la lectura.

    ¿Cómo usar el código?

    Abre Spotify en tu celular.

    Haz click en buscar.

    Selecciona el ícono de cámara ubicado en la parte superior.

    Escanea el código. ¡Y listo!

    Link: http://bit.ly/diariodeemilia

    El nacimiento de Emilia

    En algún punto de mi vida, el debate imaginario y el monólogo mental no me bastaron, por lo que empecé a escribir en cuanta hoja y cuadernito encontraba todas las ideas y emociones que me asaltaban sin previo aviso: las alegrías, tristezas y miedos que me acompañaban en el día a día. Sin mayor planificación o un objetivo final, trataba de ir limpiando la mente y el corazón para sentirme más libre y descargada.

    Sin darme cuenta, durante años, estuve haciendo una autoterapia que hoy comparto con el mundo. Historias que no son únicas, por el contrario, deben ser muy comunes, pero que estoy segura de que tienen un propósito, ya sea hacerlos reír, recordar o reflexionar.

    Creo, fervientemente, que las cosas no suceden en vano. Creo que lo que nos sucede, ya sea bueno o malo, tiene un fin mayor. Compartir las historias es compartir aprendizajes, es fomentar y promover la comunicación, el diálogo y, por ello, entendernos mejor como individuos y sociedad. El diario de Emilia ha sido ese canal en mi vida. Quiero imaginar que, a través de las historias de su diario, algunas mujeres sobre los treinta años viajarán en el tiempo para recordar sus propias historias, el camino avanzado, sus tropiezos y sus aciertos. Me las imagino emocionadas, sonriendo con el recuerdo, reflexionando con lo logrado hasta la fecha, replanteándose algunas ideas para lo que falta andar. Pero también veo que, con Emilia, las chicas más jóvenes pueden sentirse acompañadas en lo que están viviendo hoy, porque, finalmente, el camino que andamos muchas veces es similar al de alguien más.

    El diario de Emilia es, entonces, una suma de historias y anécdotas de una joven común y corriente que sueña con un futuro «ideal», mientras va descubriendo que, en su andar, arrastra mochilas del pasado, que le hacen más pesado el andar, que batalla en el día a día contra las inseguridades propias de la edad y que le toca descubrirse en un mundo complejo del cual aún no conoce mucho. Vemos a una joven en proceso a convertirse en mujer.

    Hoy, a través de Emilia, le escribo a esa chica adolescente, a esa jovencita que terminó el colegio y abre las puertas a su futuro. Le escribo a la mamá, a la tía, a la abuela. Me dirijo a las mujeres que viven intensamente, que siempre esperan más, a las soñadoras, a las heroínas, a las guerreras, a las poderosas, a las de corazón grande, a las que quieren y buscan más, a las que nunca se cansarán de aprender, a las místicas, a todas.

    Emilia personifica la curiosidad propia de esos años, la intriga y anhelo por encontrar el amor y descubrir el misterio de la sexualidad, el descubrimiento de un mundo diferente más allá de la mirada de tus padres, más allá de las cuatro paredes en las que más o menos te sientes cómoda. Emilia es tu vecina, tu prima, tu compañera de colegio, Emilia eres tú.

    En la medida que aceptemos lo que fuimos y vivimos, aceptaremos y respetaremos lo que hoy somos. Gracias por acompañarme en este viaje.

    Queda prohibido llorar sin aprender,

    levantarme un día sin saber qué hacer,

    tener miedo a mis recuerdos,

    sentirme solo alguna vez.

    Queda prohibido no sonreír a los problemas,

    no luchar por lo que quiero,

    abandonarlo todo por tener miedo,

    no convertir en realidad mis sueños.

    Queda prohibido no ser yo ante la gente,

    fingir ante las personas que no me importan,

    hacerme el gracioso con tal de que me recuerden,

    olvidar a todos aquellos que me quieren.

    Queda prohibido no intentar comprender a las personas,

    pensar que sus vidas valen más que la mía,

    no saber que cada uno tiene su camino y su dicha,

    sentir que con su falta el mundo se termina.

    Queda prohibido no crear mi historia,

    dejar de dar las gracias a mi familia por mi vida,

    no tener un momento para la gente que me necesita,

    no comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita.

    Extracto del poema «Queda prohibido» de Alfredo Cuervo Barrero

    Introducción

    (♪♫ «Good riddance» - Green Day)

    «El valor intrínseco de la vida depende de la conciencia y

    del poder de contemplación, no de la mera supervivencia».

    Aristóteles

    Hola.

    Soy Emilia Castellano y estas anécdotas e historias son parte de mi mayor tesoro: el diario que me ha acompañado desde mi adolescencia hasta casi los veinticuatro años.

    Soy peruana, vivo en Lima. Según la Asociación Peruana de Empresas de Investigación de Mercado, mi familia es una típica familia de clase media, aunque, de cuando en cuando, algunos miembros del clan aprovechan en hacer mención de aquellas viejas anécdotas de los tatarabuelos extranjeros que llegaron a estas tierras —todo esto con un mero afán de darle más caché al apellido—, y acercarnos a la nobleza de antaño.

    Mi familia es grande y algo compleja de explicar: tengo mamá, papá, padrastro, dos hermanas, dos hermanastros y mis abuelos maternos que son mis segundos padres. En casa, vivo con mi mamá, mi padrastro y mis dos hermanas menores. Al ser la hermana mayor, creo que se han originado dos consecuencias bien marcadas en mi vida: que tenga unos aires de mandamás con el resto y, adicionalmente a ello, que siempre haya querido asumir más de lo que me correspondía, más responsabilidades, más tareas y, por ende, un poco más de carga.

    No he sido deportista, ni aplicada en el colegio. Muchas veces, no sabía para qué era buena en la vida, aún ahora me lo pregunto y creo que, día a día, lo voy descubriendo.

    De lo que sí estoy convencida en su totalidad es que me apasiona la música y la lectura.

    Descubrí lo primero en casa de mis padres gracias a sus variados gustos musicales. Arrancábamos el día con los discos de vinilo de The Beatles de mi madre, y, en las tardes de los domingos, mi papá nos hacía bailar al ritmo de James Brown y su pegajosa canción «Get on up». La pasión por la lectura la descubrí al lado de mi abuela Graciela desde pequeña. Me encantaba pasar el tiempo con ella en su escritorio y ver sus viejos libros. Los sacaba uno por uno, los abría y olía con admiración. Ella me iba resumiendo cada uno, me decía cuáles eran sus preferidos y cuáles no me podía contar porque eran solo para mayores. Yo quería leerlos todos, todos juntos, y con ella a mi lado.

    Me emociono fácilmente, soy fanática del amor en cualquiera de sus expresiones. Me gusta estar con gente, pero disfruto mucho de mi soledad. Físicamente, veo en el espejo a una flacucha de cabellos castaños, dueña de un par de piernas bien largas, por lo que en casa me dicen, con frecuencia, «la patilarga».

    Poco antes de cumplir los catorce años, en plena adolescencia, empecé a escribir. Sin que nadie me lo sugiriera, simplemente, tenía una necesidad imperiosa de hacerlo. No importaba dónde me encontrara, de pronto, llegaban las ideas y yo solo quería aislarme y escribir, anotar todo en papelitos y luego darles formas a las historias, cual rompecabezas.

    No había forma clara ni secuencia correcta, solo ideas, pensamientos, sentimientos que necesitaba expresar y la mejor forma era hacerlo a través del lapicero y el papel. Con cada frase escrita, mi mente se despejaba y me sentía más ligera. Ahora que lo pienso, escribir fue, quizás, mi terapia personal.

    Como toda terapia, esta se vuelve un ritual tan personal que cuesta mucho compartir con alguien más lo observado. Por ello nunca hablé con nadie de este diario, de mis emociones transferidas al papel. Mucho menos, le enseñé a alguien lo que contenían esas notas. Mis hermanas, a veces, me atrapaban escribiendo en un rincón de la sala, huyendo de alguna reunión familiar y, a pesar de sus intentos creativos por lograr descifrar lo que me alejaba de la dinámica, nunca lo lograron.

    Esas notas eran lo más íntimo que yo tenía. Pensaba que, si alguien las leía, descubrirían lo frágil que en realidad era, dejando en evidencia la soledad que me azotaba cuando me encontraba rodeada de una multitud o del miedo que me invadía recurrentemente, y que a toda costa trataba de ocultar, porque nadie podía saber realmente cómo me sentía ni lo que pensaba. Hasta hoy que he decidido compartirlo contigo. En esta travesía, descubrirás por qué.

    Esta aventura ha tenido altas y bajas, pero ha valido la pena. Gracias a cada experiencia, siento que he crecido y que puedo seguir avanzando en este camino lleno de aprendizajes.

    Espero que la disfrutes tanto como yo.

    Mariposas en la panza

    (♪♫ «Kiss me» - Sixpence None The Richer)

    «En un beso, sabrás todo lo que he callado».

    Pablo Neruda

    ¡Ay, el amor!

    Los amores.

    Imposible no vivir la experiencia y sentir los efectos bipolares de la alegría y el dolor en tan corto tiempo y espacio.

    La caza. La búsqueda constante de amor y pasiones es un proceso que me tiene cautivada. Me imagino en la selva, inicialmente rodeada de maripositas de todos los colores y, de pronto, se va la luz, viene la nube ploma y empieza la lluvia tropical. Las mariposas huyen despavoridas a encontrar refugio en los grandes árboles. Mientras tanto, yo, con el pelo arruinado, toda empapada bajo la lluvia, preguntándome «¿qué pasó?», si todo parecía tan bonito. Media vuelta y emprendo el retorno, esta vez sola, a algún lugar donde me sienta segura.

    Esa es quizás la mejor forma de describir mi vida, los altibajos del amor y el efecto adormecedor del aleteo de las mariposas sobre mí. Hago de todo por vivir y revivir la experiencia de las mariposas en mi panza. Me dejo llevar. El problema es la caída posaleteo.

    ¿Las mariposas viven eternamente?

    ¿El amor y las mariposas van de la mano?

    Según mi abuela Graciela, esto es solo una ilusión. Una primera etapa del enamoramiento no es amor de verdad. Cuando ella me escucha hablar, me dice que parezco una niña, que estas cosas no son relevantes, que deje de comerme la cabeza con el tema. Yo la veo y me pregunto si será cierto eso… Sueño con un mundo de pasiones, de amores prohibidos que encuentran el camino para hacer realidad sus fantasías. No creo que el amor llegue fácil, por lo que he visto y leído, siempre hay drama y dolor. Me entrego entonces a él. Acepto el reto de sufrir, pero quiero ese premio al final del camino. Quiero la experiencia completa, subir en esa montaña rusa llena de altibajos, de esas que te marean y dan náuseas, pero que a la vez te sacan más de una sonrisa y hacen explotar los gritos más exagerados porque no puedes aguantar la emoción.

    Sé que aún me falta mucho por vivir, pero estoy ansiosa por pasar a la siguiente escena en mi vida. Quiero irme al centro de la Tierra y dejarme arrastrar por la energía, por los sube y baja, volar mil veces más con las mariposas y terminar empapada de lluvia, pero quiero vivirlo, ya me cansé de ser solo una espectadora. Quiero vivir el amor, la pasión y atrapar al menos una mariposa tan loca como yo, y dejar que revolotee en mi panza, hasta que me duerma.

    Título: Mariposas en la panza

    Artista: MAY

    Fantaseando en los 90

    (♪♫ «Let’s talk about sex» - Salt-N-Pepa)

    «La juventud, en todas partes, es atrayente,

    animosa y vencedora».

    Rubén Darío

    Cuando empezó la década de los noventa, yo apenas tenía ocho años. Para ese entonces, el sexo opuesto no llamaba en absoluto mi atención. Sin embargo, a partir de la mitad de esa década, los chicos, la majestuosidad de los primeros besos, la química entre el sexo opuesto y la carga sexual que desencadenaba una explosión física, distraía casi todo mi mundo e imaginación.

    Yo quería desentrañar todos los misterios detrás del sexo, quería conocer cómo funcionaba la dinámica completa, desde el coqueteo inocente hasta las hazañas de alcoba. Quería saber cómo se comportaban las mujeres cuando eran cortejadas, comprender cómo funcionaba el lenguaje de señas del flirteo. Yo era una novata sin suficientes fuentes a mi alcance, no había una hermana mayor presente en casa a quien acudir. Mi mamá era la última persona con quien podía resolver mis dudas, no quería que se enterara de mis oscuras intenciones. Por otro lado, mis amigas estaban tan o más perdidas que yo. En esa época, la internet no era lo que conocemos hoy. Es más, en mi casa, aún no teníamos una computadora, la primera llegó cuando yo cumplía quince años y lo que se podía hacer con ese gran aparato era muy limitado, ningún punto de comparación con lo que hoy conocemos. Entonces, mis principales fuentes de investigación fueron algunas revistas internacionales para adolescentes como Bravo; una mezcla de Playboy y Vanidades, dirigida a chicas principalmente, la cual traía información acerca de bandas musicales, muchísimas fotos de los cantantes de moda en ese momento y dedicaba, al menos, unas cuatro hojas a contar mininovelas calentonas con imágenes muy sugerentes. Me hubiera conformado con este recurso, pero tenía una distribución bimensual y costaba caro, y yo necesitaba más información y de una forma más seguida.

    Otra fuente interesante de conocimiento era la televisión. Esa cajota negra que me había instalado en mi cuarto. Afortunadamente, desde hacía menos de un año, ya no tenía que compartir mi habitación con mi hermana Leila que es tres años menor que yo y, por más que mis tías repitan que no es tanta la diferencia, siento que somos de generaciones lejanas.

    En un intento por darme más privacidad, mi mamá decidió dividir el cuarto que compartía con mi hermana. No había otra opción, ya que no nos habíamos mudado a una casa más grande ni desocupado, mágicamente, alguna habitación extra en el hogar. Nos teníamos que acomodar a lo que había, y eso significó que mi mamá usara sus mejores dotes de arquitecta para rediseñar estos nuevos dos miniambientes para sus hijas, ahora divididos por una pared de triplay y bien decorados con un colormural floreado y con salpicones color rosa por doquier. No me importó que en el nuevo cuarto solo entrara mi cama de plaza y media y una mesita de noche en todo el ancho de la nueva habitación. Un clóset enano empotrado en la pared, mi escritorio de tres cajones para estudiar a los pies de mi

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