Cuenta Leyendas: La hermandad de la primera sangre
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Estimados lectores. En esta ocasión me comunico con ustedes por medio de esta reseña cómo el autor de Cuenta Leyendas. Me ha encantado escribir esta historia y me encantaría que los lectores tengan una experiencia de inmersión total a la hora de conocer Emdai a través de esta historia.
Muchas gracias por leerme y espero de todo corazón que lo disfruten.
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Cuenta Leyendas - Salomón Lobatón Hanono
Capítulo 1
De Magia blasfema y seres de sombras
El escribano se aclaró la garganta y prosiguió con la historia…
En aquella época unos seres poderosamente anormales, tomaron la silla del reinado de Armuth con su maldita magia blasfema y sus esbirros patibularios; Kärft también conocido como el rey de las sombras
conquistó hace seis años el imperio. Hoy atemoriza a todos con su arte, el maldito arte de la invocación oscura. O también conocido actualmente como la magia blasfema. Todos los presentes tomaban sal de un plato y la lanzaban de tras de sus hombros o repetían los gestos que había hecho el supersticioso Ralfhus, para alejar la oscuridad de ellos y de sus seres queridos. ―Mi amigo el poeta nos envía unas palabras desde el sur; para levantar el espíritu y no decaer ante las desgracias que ahora nos acaecen.
En la cabecera del pergamino y con una caligrafía impecable se marcaba la fecha en la que fue redactada aquella carta. 1,361 de la tercera era según los conteos Emdáicos: Querido amigo: temeroso me encuentro por la situación actual, me he tenido que refugiar. Me encuentro bien, aunque atraído ante la sabiduría que me hizo descubrir un hecho irrefutable sobre los "blasfemos" y sus orígenes; es ahora la leyenda que te cuento, aunque sea solo eso. Que transmitas el mensaje te pido, ya que cualquier indicio es bueno para vencer en esta guerra que se nota interminable. He aquí las historias que pude recolectar, contada por algunos colegas tuyos… En los albores de la creación, mucho antes de que Emdai sea como es ahora conocido se creó desde la oscuridad un cuerpo celeste brillante, en él nacido, el primer invocador, producto del suspiro de uno de los dioses menores. El escribano hizo una breve pausa y suspiró —Shagdiabë creador y bendito; si tan solo se hubiese sabido que nos subyugarían a todos… habrías retirado ese poder al que osó usar sus fuerzas para crear esta terrible magia. —Ralfhus tomó su vaso casi vacío y dio un sorbo pequeño al destilado amarillento continuando con la leyenda. ―En un principio estuvo bien. Entonces Shagdiabë, creador proclamó a esté invocador límites. Suprimiendo su poder. El dios invocador, que no estaba de acuerdo con el supremo creador, escapó del manto de la santidad haciéndose carne y hueso; llevándose a su alumno con él. Convirtiéndolo en un discípulo suyo, al que le brindó el conocimiento de los dioses, mismo que se ha ido perdiendo a través de los años. Algunos de los descendientes del primer invocador y sus discípulos se reprodujeron y propagaron por todo el mundo. Algunos de ellos decidieron jugar con estás artes místicas e investigar caminos turbios convirtiéndose en los blasfemos o desdeñadores. Son ellos mismos los que ahora nos atemorizan. Al subir al trono, Kärft decretó, prohibir esas prácticas por todo el mundo conocido y con severos castigos a quien hable de ello y por supuesto al que practique la magia blasfema. El escribano prosiguió con un tono de tristeza. —Irónicamente él y sus esbirros la utilizan para oprimir y gobernarlo todo. Debemos utilizar lo que nos reste de fuerza para luchar en contra del emperador. Todo hombre, mujer o anciano con fuerzas deberíamos tomar una espada y luchar por una justa causa; ¡nuestra libertad! —.
Al terminar el escribano paró un momento, para dar un sorbo a su vaso dándose cuenta de que este estaba vacío. Un silencio sepulcral asoló la taberna. Después de un momento los murmullos de la audiencia llenaron la taberna nuevamente; las llamas de las lámparas de aceite colgantes empezaron a titilar y un viento enrarecido entró por la ventana, toda la luz se transformó al color magenta. Toda persona que se encontraba en la taberna llamada irónicamente la luz de Shagdiabë tembló y esperó lo peor. Impaciente e impasible el escribano, quien sostenía unas monedas y las hacía girar incesantemente en la palma de su mano, miró expectante por la ventana abierta. Un ser hecho de sombras se materializó, mostrando una forma perturbadora; tenía a primera vista la silueta de un hombre encapuchado, los más observadores pudieron dilucidar que ese ser era de una naturaleza monstruosa y carente de toda humanidad. Era del color de las cenizas y detrás de la capucha no había nada… solo vacío. En aquel lugar, el caos se hizo presente. La gente se levantaba de sus asientos para huir, empujándose unos a los otros, sin importarles la integridad de niños o ancianos. |. Tanto los visitantes de la taberna, como los meseros y el tabernero se quedaron pasmados, expectantes a lo que sucedería a continuación. Un joven de ojos verdes delirantes se apresuró a levantarse, precipitándose de su lugar para atacar al ser de sombra del que provenía un sonido muy extraño; como de sufrimiento. Al verlo el escribano se apresuró dirigiéndose a él. ―No se te ocurra moverte joven imberbe. Proclamó el escribano, susurrando al joven; a lo que este contestó también con susurros. —Señor, tengo una espada en mi bolsa de viaje, si tan solo pudiera alcanzarla. —¡No te muevas!, reafirmó ―los verdugos del emperador son ciegos, pueden detectarte por tu olor o por el calor de tu cuerpo. Un crio yacía en el suelo debido al empujón que le dio un hombre que trataba de huir del esbirro de las sombras. Su madre lo buscaba desesperada, escondida desde la barra que era a donde habían ido a parar todos los refugiados que escuchaban la historia. El vástago logró ver a su madre asomada, una sonrisa se dibujó en su rostro e inmediatamente echó a correr, chocando con lo que se supone debían ser piernas pertenecientes al esbirro patibulario que no se encontraba del todo tocando el suelo.
―¡Oh no! —dijo el escribano. ―¡Todos al suelo!—, gritó. De las fauces del esbirro emanaron tanto centellas plateadas como anaranjadas que calcinaban todo ser que alcanzasen. Con una expresión angustiada el escribano gritó con una voz más grave de lo nunca escuchado: —¡Chico la espada! El joven deslizó la espada hacia el anciano. Con la mano que tenía desocupada Ralfhus tomó la espada levantándose y con un giro medio la clavó en las fauces del ser de sombra, haciendo aún girar las monedas; rezó con una tenebrosa y grave voz, en un idioma que nadie en aquella taberna logró entender. —Arith Zobrám mahum deha —levantó las monedas que fueron impactadas por las centellas incesantes; flotando de las manos del escribano, orbitaron a gran velocidad alrededor del ser sombrío. Como un acto milagroso desaparecieron los rayos dejando como vestigio de su poder las cenizas de las personas que un momento atrás se encontraban escuchando pasivamente en la taberna la historia del escribano. —muchacho córtale la cabeza —ordenó el anciano. El poder de las monedas creaba la sensación de un campo de fuerza invisible que imposibilitaba el movimiento al ser maligno. El joven de ojos delirantes corrió con daga en mano hacia el ser de las sombras, clavándola en el lugar donde debía haber un cráneo y retirando con gran valor la espada que se encontraba en sus fauces. Finalmente, el joven cortó la cabeza del esbirro patibulario, liberando a los pocos sobrevivientes del mal que se había encarnado en la taberna la luz de Shagdiabë. El ser de sombra desapareció volviéndose una voluta de humo que se esfumaba, las monedas cayeron al suelo y el escribano se acercó para recogerlas. En posición de cuclillas y empapado en sudor se encontraba el muchacho. La voz grave se escuchó preguntando. —¿Estás bien? —Ralfhus le tendía entonces una mano para ayudarle a levantarse. —
Eso fue épico ¿señor? —el joven hizo un ademán y un silencio se produjo entre los dos. —Pero que descortés he sido, me presento. Ralfhus —dijo el anciano; Jacob Ralfhus, ese es mi nombre. —Ronov el itinerante, así es como me puede llamar, dijo orgulloso el joven, con un tono jocoso. —El escribano soltó una carcajada, debido al tono pícaro en que Ronov se había presentado. —tenemos que irnos de aquí, serás útil en el viaje, además este lugar ya no es seguro–. El muchacho compuso una mirada confundida, —disculpe, irnos?, pero yo voy hacía el sur, estoy en la búsqueda de mis familiares, aunque después de lo que acaban de ver mis ojos dudo mucho que quede algún sobreviviente—, entonces viajaremos cautelosos hacia el sur, a mí también me interesa encontrar a Rafëul, contarle lo que ha sucedido y buscar indicios de lo que estoy deseoso de encontrar, es de suma importancia hallarlo. ―¿Qué es exactamente lo que está buscando señor Ralfhus? —interrumpió Ronov. —No hay cabida para las preguntas en este momento, ni tampoco tiempo que perder. ¡En marcha! Ronov y el escribano tomaron una bolsa de viaje cuasi quemada por las centellas expulsadas por aquel tenebroso ser, guardaron unas hogazas de pan, queso de leche de una cabra montañesa, albaricoques de la región en que se encontraban que era el Sur de Óberon, un par de espadas que tomaron de las bolsas de otros viajeros que yacían en cenizas, las dagas del escribano y la espada del muchacho, entre otras cosas. El tabernero tosió tirado de tras de la barra de caoba, mientras que el muchacho se dirigió hacia aquel lugar para asistirlo. La fuerte voz del escribano resonó en la derruida taberna. —¡No hay tiempo que perder! —el muchacho dio un salto ya que aquella voz lo tomó desprevenido, Ralfhus continuó. —¡andando muchacho el tabernero podrá sobrevivir!, este lugar está lleno de provisiones; Más adelante podrá desplazarse a Centum o Arántum para refugiarse―. Ronov logró sentir mezquindad en la voz del escribano. Así fue como los dos, recién coronados como héroes de aquella taberna, se dieron prisa y tomaron marcha hacia la ciudad de Erland, para así emprender su camino hacia el sur, en búsqueda del