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Cuentos del Ampurdán
Cuentos del Ampurdán
Cuentos del Ampurdán
Libro electrónico52 páginas45 minutos

Cuentos del Ampurdán

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Cuento del Ampurdán es una colección de relatos ambientados en Empordà, una zona costera de Catalunya. Son una oda a la costa catalana y también mantienen el estilo de cuento que escribía Baró, con moraleja y tono clásico. Una niña que aprende sobre la bondad, un anciano al borde de la muerte o un conde que busca esposa son algunos de los personajes que protagonizan los relatos de esta antología de cinco relatos ejemplares. -
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento29 sept 2021
ISBN9788726686944
Cuentos del Ampurdán

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    Cuentos del Ampurdán - Teodoro Baró i Sureda

    Cuentos del Ampurdán

    Copyright © 1896, 2021 SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726686944

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    EL HOGAR

    I

    Quiero al Ampurdán porque es mi tierra, y á los niños porque como siempre conservan mucho del ángel, son el encanto de sus padres, su esperanza, la alegría de la casa; y de la misma manera que las mariposas sueltan al volar polvo de oro, ellos llenan el hogar con el polvo de oro de su inocencia, más brillante y más hermoso que el de las mariposas.

    Cuando escribo para los niños, pienso en el hogar donde transcurrió mi infancia. El recuerdo del hogar es santo porque en él nuestros ojos se abrieron á la luz, á la luz que viene del cielo; á nuestros oídos llegaron por primera vez los sonidos de la campana, voz de Dios que levanta los corazones á lo infinito, donde está el trono del Altísimo rodeado de ángeles; nuestros labios pronunciaron la primera oración y recibieron y devolvieron los amorosos besos de nuestros padres. Quered mucho el hogar, porque en él han nacido nuestras creencias, nuestras esperanzas, nuestros amores, y á su calor han brotado nuestras ilusiones; quered mucho el hogar, delante de cuya llama se reune en las noches de invierno toda la familia para rezar el Rosario y evocar memorias pasadas al calor de la lumbre.

    Recuerdo á Ferreol, un viejo que tenía tantos años que decía que de ellos había perdido la cuenta, pero añadía que siempre la llevaba ajustada con Dios por medio de la confesión, porque no quería estar desprevenido para poderla rendir al Señor, invocando la intercesión de la Virgen y de San José, cuando le llamase á su presencia. Tenía Ferreol blanco el cabello, más blanco que el copo que hilaba Ramona, una viejecita que todas las tardes de sol se sentaba con su rueca en la mano en el banco de piedra que había delante de la casa y se pasaba las horas canturreando y haciendo bailar el huso.

    Ramona era una excelente mujer que nos daba avellanas y nueces, pero se enfadaba cuando los chiquillos asustábamos al gato, que siempre estaba acurrucado á su lado.

    Ferreol era el marido de Ramona, y los viejecitos se querían mucho y vivían muy contentos, no teniendo más esperanza que la de una buena muerte, y para alcanzarla ajustaban sus obras á los mandamientos de la ley de Dios. Las mejillas del viejo estaban chupadas y la desaparición de los dientes juntaba los labios hasta tenerlos como pegados con goma, lo que no impedía que fumase el tabaco contenido en una pipa de raíz de avellano. Si podía fumarla en compañía de su amigo José, el tabaco le sabía á gloria, porque evocaba los recuerdos de la juventud, y charlaban fumando y fumaban charlando, confundiendo ambas cosas hasta tal punto que continuaban chupando, hinchando los carrillos y soplando cuando hacía mucho tiempo que las pipas se habían apagado, sin que de ello se dieran cuenta. Era José contemporáneo de Ferreol, hombre de mar, muy religioso, que jamás se embarcaba sin haberse santiguado y rezado una Ave María para implorar la protección de la Virgen. El marino decía:

    — En las noches de tempestad se comprende y se siente á Dios, y

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