Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Cuentos Callejeros
Cuentos Callejeros
Cuentos Callejeros
Libro electrónico354 páginas3 horas

Cuentos Callejeros

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Los cuentos que aparecen en este libro los considero patrimonio cultural de la humanidad, por eso a pesar de que algunos de ellos son de mi autoría y que todos los he escrito a mi manera, no los considero de mi autoría, por lo cual dejo por escrito, que mientras yo esté vivo, las ganancias que emanen de este libro, serán donadas al Hospital Sant Jude, como una colaboración de la humanidad, para mejorar la salud de niños con cáncer.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento6 abr 2021
ISBN9781506536835
Cuentos Callejeros
Autor

Lazaro O. Garrido

Ciudadano Norteamericano nacido en Cuba, reside en Miami y es Licenciado en Ciencias Sociales. Tiene publicados y a la venta en Amazon los libros: El Apátrida, Contando te Cuento, La Invasión de los Verdes, Aventura en Tasquen, Chapulín ( el pequeño navegante), Deportado, Isabel, Misterios del Calendario, Remembranza, M’Bindas el africano, El Tigre y el Pájaro Azul (en inglés y en español), Cuentos Callejeros, Pesadilla, Crimen en el High School, Tres en un Zapato, Y ahora ponemos a su disposición:

Lee más de Lazaro O. Garrido

Relacionado con Cuentos Callejeros

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Cuentos Callejeros

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Cuentos Callejeros - Lazaro O. Garrido

    Aclaracion Necesaria

    Los cuentos que aparecen en este libro, los considero parte de la cultura popular de la humanidad, muchos de ellos los he escuchado durante mi estancia en estos países, de boca de un mexicano, o de un rumano, o un ruso, o un argentino, o de un uruguayo, o un colombiano, o un peruano, y sobre todo de los cubanos, por tal razón, a pesar de que algunos de ellos son de mi autoría y que los he escrito a mi manera, no los considero de mi autoría, por lo cual dejo por escrito, que mientras yo esté vivo, las ganancias que emanen de este libro, serán donadas al Hospital Sant Jude, como una colaboración de la humanidad, para mejorar la salud de niños con cáncer.

    Lázaro O. Garrido

    1

    Toro Sentado

    Siempre lo había visto de lejos, era el jefe máximo del lugar, una leyenda en los contornos y en leguas a la redonda, por su temperamento fuerte, su espíritu decidido y las hazañas de batallas, y encuentros con otras tribus, en las que siempre salió victorioso, todo esto hacía que lo todos lo respetaran y acataran sus órdenes y deseos.

    Era un respeto especial, porque el respeto que todos sentían por aquel hombre rosaba con el miedo, lo que él decía era ley, para los miembros de la tribu y ahora lo tenía delante de sus ojos, era realmente imponente, como lo imaginaba.

    Toro Sentado, el cacique, media más de seis pies, y calculaba que pesaría unas trecientas libras de puro musculo, se decía que era capaz de derribar un toro de un golpe con su mano, y que en alguna que otra ocasión había cargado un cerdo bajo cada brazo de más de doscientas libras cada uno, ahora se sentía profundamente nervioso: ¿Para qué el cacique en persona lo mandaría a buscar?

    Algo importante debió suceder para que gran jefe, en persona, quisiera verlo y hacerle el honor de hablarle.

    El Cacique Toro Sentado, lo miro por unos instantes, se reclinó en su asiento de pieles, donde estaba sentado, se puso de pie tan alto como era, dio un par de vueltas en su entorno, mirándolo fijamente, como si lo inspeccionara, y con voz de trueno, dijo:

    —Yo, Toro Sentado, te he mandado a buscar, porque me han dicho que no te gustan los motes que le pongo a los miembros de mi tribu.

    Aquella pregunta lo saco de sus cabales, internamente pensó que le daría un ataque de pánico, de hecho lo tenía, pero no quería comportarse cómo un cobarde frente a aquel hombre legendario, que era en definitiva su máximo jefe, y entonces tartamudeando, comenzó a decir:

    —Bueno, jefe … yo…

    —Vamos a ver —dijo el cacique interrumpiéndolo— a tu mujer le puse MANTO NEGRO por la abundante, larga y negra cabellera que tiene.

    —¿No te gusta ese nombre?

    Sintiendo que le regresaba el alma al cuerpo, respiro profundo y en voz baja y entrecortada, respondió:

    —Sí jefe, claro que sí me gusta, y tiene mucho que ver con su imagen.

    Toro Sentado, hizo otro recorrido en su alrededor, se paró frente a él y mirándolo fijo a los ojos, engolando la voz continuó:

    —A tu hijo le puse PIE LIGERO, por lo rápido que corre, y su forma inquieta de comportarse, ahora dime: ¿Nooo te gusta ese nombre?

    —Sí, si jefe, me gusta ese nombre —respondió él, sintiendo que le temblaba todo el cuerpo, por la situación tan difícil en que se encontraba, no tenía la menor idea de cómo terminaría aquel encuentro, pero si estaba seguro que deseaba con toda su alma, que terminara lo antes posible.

    Toro Sentado, con toda su calma camino hasta su asiento de pieles, se sentó lentamente, levanto los brazos como para estirarse, lo miró fijamente de forma escrutadora, y dijo:

    —Y a tu hija le puse ARROYO CRISTALINO, por la bella y alegre risa que tiene, cuando ella ríe tal parece que suenan cientos de cascabeles, ahora, dime… ¿No te gusta ese nombre? —dijo esta vez el cacique, acercándosele.

    —Claro que me gusta, es más me encanta—, respondió él un poco más animado, pero aún nervioso.

    Toro Sentado esbozó una ligera sonrisa, que no se supo si era de complacencia, o de indignación, y en voz alta pregunto:

    —A tu hijo mayor, le puse LA FLECHA, porque desde niño se destacó en el lanzamiento y la puntería con el arco y la flecha y hoy por hoy, es uno de los mejores cazadores de la tribu.

    Ahora dime: ¿No te gusta ese mote?

    —Sí, me gusta ese mote, y él lo lleva con mucho orgullo y satisfacción— respondió él sintiendo que ya no soportaba más aquella conversación, que le alteraba de mala manera.

    El cacique Toro Sentado se puso de pie y se acercó, lentamente, puso su cara frente a la de él, se agarró la barbilla con su mano derecha, lo miro directamente a los ojos, pegándosele todo lo posible y arrastrando las letras, dijo:

    —Entoonnces de que tee queejas BOLA DE MIERDA

    Fin

    2

    La Sorpresa

    Sucedió de forma, maravillosa y fortuita: Yo soy latino, residente en España y ella española residente en Francia, era una tarde de domingo fui a visitar a una amiga en París y allí me la encontré.

    Debo decir, con cierta pena, porque fue algo involuntario, que al ver a aquella rubia, de ojazos azules y un cuerpo que pa’ que te cuento, la desvestí con la vista, cosa que a ella, lejos de molestarle, me pareció le gustaba y antes de lo que esperaba, ya tenía su número de teléfono, una dirección y una cita, para dos días después.

    La espera de aquél momento fue toda una tortura, los días transcurrieron muy lentos, las horas no pasaban y yo inmerso en el análisis de las técnicas a utilizar, para demostrar en todo su esplendor mis cualidades de macho con aquella extranjera.

    No me masturbé en dos días, no bebí, hasta antes de acudir a la cita, para calmar la tensión, por lo que llegué a la puerta de su apartamento con media hora de antelación y la picha medio zaraza, por la curda.

    Abrió la puerta una hembra de poco menos de 30 años, que perecía de 20, vestía una bata de casa transparente, sin ajustadores y un hilo dental rosa, que contrastaba con su piel bronceada, estaba recién duchada y con un suave perfume que invadió dulcemente mis fosas nasales.

    La respuesta no se hizo esperar y sentí una ligera erección, enseguida pensé esto en pan comido, ésta va a saber lo que es pan de piquito, que ciertamente yo tampoco sé lo que es.

    Me confié y comenzaron los tragos, yo puse una musiquita, mucha salsa, que bailamos y lo hacía muy bien, lo que me hizo olvidar, de momento, mi temor y el propósito fundamental de mi visita, lo que recordé rápidamente, en un intermedio cuando ella se despojó de la bata; sin embargo no hubo ninguna reacción en mi arma, la que ella sacó de mi portañuela, fría y arrugada, como si fuera el ser más apenado de este mundo; pero al contacto con sus preciosos labios, suaves, húmedos y su lengua, caliente, que se movía como serpiente en pleno ataque:

    Reaccioné, fue un momento mágico, mi pene se puso en un estado de erección como hacía tiempo no veía, pero el temor de cuánto duraría comenzó a llenarme de terror y quise ir rápido al acto, pero ella insistió en los juegos, mi desespero aumentó y por un instante sentí como aflojaba la erección y me apenqué todo, porque comprendí que era un aviso de vida o muerte y se la introduje en aquel canal húmedo, caliente, estrecho y comenzó la sorpresa cuando 10 segundos más tarde escuché aquellos gritillos de placer, consecuencia de un orgasmo que le salió del alma.

    Después de esto cambiamos de posición, ella se me encaramó encima, como si yo fuera un caballo y comenzó a cabalgar, debo aclarar que sin darme espuelas, era como si nos encontráramos en un campo con obstáculos de esos que se colocan en las competencias hípicas.

    No habían pasado unos segundos, cuando nuevamente tuvo un orgasmo, esta vez los gritos fueron más fuertes, casi desgarradores.

    Se me ocurrió acariciarla como para consolarla y fue peor porque creo que tuvo tres uno tras el otro, lo cual a mí me sirvió de estímulo y sentí un endurecimiento en el pene como si fuera acabado de estrenar, a lo que ella respondió nuevamente con otro orgasmo y otro y otro y otro al quinto en esa posición gritó de una manera nueva, fuerte, como si la hubieran apuñalado.

    Para mí fue como si estuviera cavando un pozo y mi pico hubiera roto un manantial, porque de pronto sentí que me invadía un líquido proveniente de su fuente.

    Fue tanto que paramos nuestra relación, fui al baño y me estaba bañando, cuando ella entró, su rostro expresaba un delirio incontenible y allí comenzamos de nuevo.

    Mi pene empezó a bajar, pero mi autoestima crecía a tales extremos que pronto estaba en las mejores condiciones para continuar aquella batalla, en la que no había dudas: era el vencedor.

    Finalmente, tras el único orgasmo mío terminaba el encuentro.

    Ella estaba exhausta y yo orgulloso de mi papel, porque cumplí con mi tarea y no supe si el gatillazo hubiera sido posible con alguien como ella.

    Ese día supe cómo se debe sentir alguien al ser coronado campeón olímpico, en el momento de recibir su trofeo.

    Aprendí un par de cosas: La primera es que si tu pareja coopera, todo va sobre ruedas y la segunda que la solución para los de mi edad, es que preguntes antes de ir a la cama ¿Eres múltiple orgásmica? así aprovechas los pocos segundos de tu erección y no hay que morir en los brazos de una pastilla para la erección.

    Debo decir que cada vez que pienso en mi viaje a París, no recuerdo los Campos Elíseos, o el Museo de Louvre o la Torre Eiffel, El Arco del Triunfo, o La Catedral de Notre Dame, siempre me embarga el mismo sentimiento y es que lo que más recuerdo es aquella fabulosa chocha que tan buenos recuerdos me dejo.

    FIN

    3

    Papito

    Me llamo José Luis, pero me dicen papito y siempre he sido como soy.

    Dicen que todos los hombres llevan un maricón dormido dentro, pero el mío ya a los cinco años se estaba lavando la cara, porque no tengo ni en mis más remotos recuerdos, la idea de haberme sentido alguna vez machito.

    Por eso tal vez, con respecto a los penes tengo sentimientos encontrados: Los penes de otros, me gustan, me encantan, me fascinan, me ponen como loca.

    El mío por el contrario me resulta un objeto inoperante, obsoleto, sin sentido. Juro, que si no fuera porque lo necesito para mear, ya me lo hubiera cortado y se lo hubiera tirado a los perros.

    Y para colmo es grandísimo.

    En fin, que así es la vida, Dios le da barba a quien no tiene quijada y quijada a quién no tiene barba.

    Hablando de otros penes he tenido la curiosidad de clasificarlos por su forma y comportamiento:

    Está al altivo, que es aquel que se mantiene tan erecto que se ve muy inclinado para arriba, como todo un retador, mirando al cielo, al infinito.

    La verdad es que son un encanto y ni hablar de su comportamiento en el sexo.

    Están los que a mí me ha dado por llamarlos progresistas o demócratas, porque tienen una tendencia marcada a la izquierda.

    Ya saben siempre se sienten más por la izquierda, pero cuando te adaptas tienen su encanto.

    Los que he llamado conservadores o republicanos, con marcada inclinación a la derecha.

    Lógico, se sienten un poco a la derecha, pero son igualmente exquisitos.

    Están los cabizbajos por su inclinación para abajo, que a mí en lo personal no me gustan y por último los obstinados, porque siempre se mantienen rectos.

    Ya saben, se sienten como una lanza cuando te penetran, huyuyuy, por lo que son realmente formidables.

    Se pudiera hablar también de los testarudos o cabezones, los descabezados por sus cabezas pequeñas y por último los caballeros cubiertos, muy elegantes, pero poco prácticos.

    En cuanto a mí respecta, debo dejar bien claro, que de niño no tuve ningún acontecimiento traumático, ni fui acosado o violado por algún cura en la escuela religiosa donde estudiaba, nada de eso; yo soy lo que soy, porque soy lo que soy, y existen todos los elementos para demostrar que es de nacimiento, porque mis primeros pasos los di ya, con esta forma afeminada, con la cual me he comportado, me comporto y me comportaré.

    De niño, mientras otros montaban bicicleta, patines, o practicaban pelota, balompié o cualquier otro deporte, yo me la pasaba jugando a las cuquitas, con mi muñeca preferida o leyendo algún libro de ciencias naturales, que siempre ha sido una de mis pasiones preferidas.

    Era mi inclinación, mi vocación, ser delicado, suave, profundamente romántico, en fin, todo un mariconazo.

    Cuando tenía unos nueve años mi familia me llevó a un psicólogo, porque tenían su preocupación con respecto a mí inclinación sexual y como era lógico su diagnóstico fue que efectivamente tenía inclinación a ser afeminado.

    Del tema nunca más se habló, para mí fue como si me hubieran dado una patente de aquellas que otorgaban los reyes a algunos navegantes para ejercer la piratería.

    Pero no para asaltar barcos en pleno océano, no, sino para utilizar los cañones para apuntarme. Ya saben donde

    Por lo que, por suerte, nunca fui de esos a los que se les quiere obligar a manifestarse como no desean, en algún aspecto importante de su única, pequeña y repuñetera vida que tienes.

    Mi abuela, que siempre fue muy comprensiva conmigo, me prestaba vestidos de cuando era joven, pero eso de vestirme de mujer no es lo mío.

    Hace años, unos amigos me entusiasmaron para que me vistiera de mujer, la intención era que nos encontráramos en una discoteca donde la mayoría de los clientes, van con atuendos femeninos.

    Pues nada, me compré mi vestido, un par de zapatos de tacones bien altos, me vestí, me maquillé, me puse una esplendorosa peluca rubia, y salí para la discoteca, con tan mala suerte que se me rompió el auto, pero, no obstante, no desistí de mi propósito, dejé el auto en el parqueo de un centro comercial y salí a la vía para buscar un taxi.

    No había llegado a la acera cuando un carro se detuvo, parece que el chofer se deslumbró con mi presencia, o no sé qué, lo cierto es que me preguntó para donde iba y se dispuso a llevarme, era un hombre bien parecido y desde el primer momento comenzó a cortejarme y yo discretamente le respondía sus preguntas con zalamería, lo cual parece lo envalentonó, porque cuando menos me lo esperaba puso su mano entre mis piernas y ya saben con lo que se encontró.

    Metió un tremendo frenazo, no sé con qué intención, porque de inmediato abrí la portezuela del auto, solté los zapatos de tacones y patica pa’ que te quiero, corrí como una loca, fue tanta la velocidad que agarré en unos minutos, que estoy seguro que si me hubieran medido el tiempo, algún record, por lo menos nacional, se hubiera roto.

    Más nunca me he vestido de mujer, y no es por la amarga experiencia de aquella funesta noche, no, la realidad es que nunca he tenido interés de ser mujer, como tampoco hombre, porque como he dicho: soy lo que soy a mucha honra.

    Los homosexuales, aunque hemos existido desde que existe la humanidad, nunca han querido ser reconocidos, es tal vez la actitud de muchos que son como el avestruz, que esconden la cabeza para no ver y en este asunto reconocer que una parte, por cierto creciente, de las personas tienen preferencias sexuales con los de su mismo sexo.

    También se malinterpreta, intencionalmente, en algunos casos, el sentido de estas relaciones, tratando de presentarlas como morbosas, degeneradas o malsanas, desconociendo que simplemente somos seres humanos, que tenemos nuestro corazoncito, que como otros, o tal vez más, sentimos y padecemos y que cuando establecemos una relación con una pareja lo hacemos buscando el amor, la comprensión, la compañía de alguien que sienta por nosotros lo que nosotros sentimos por ella, para juntos caminar por la vida y establecer

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1