El viajero absurdo
Por José Guix
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Hombres transparentes, lugares dominados por gorrinos, realidades alternativas, reyes meones, mundos verticales, manicomios para cuerdos, mujeres mancas con tres manos y veintiocho dedos, tontos que hacen relojes… son solo algunas de las extravagancias que le esperan al lector que se atreva a abrir este libro.
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El viajero absurdo - José Guix
El viajero absurdo es una compilación de relatos cortos teñidos de una atmósfera desternillantemente surrealista. Un auténtico tour de force de imaginación sin límites en el que Tuz Kutimon, el inefable e indescriptible protagonista de cada uno de los relatos, se ve envuelto en situaciones de lo más variopintas, en los lugares y estados más insospechados y a merced de las más delirantes interpretaciones psicoanalíticas.
Hombres transparentes, lugares dominados por gorrinos, realidades alternativas, reyes meones, mundos verticales, manicomios para cuerdos, mujeres mancas con tres manos y veintiocho dedos, tontos que hacen relojes… son solo algunas de las extravagancias que le esperan al lector que se atreva a abrir este libro.
El viajero absurdo
José Guix
www.edicionesoblicuas.com
El viajero absurdo
© 2017, José Guix
© 2017, Ediciones Oblicuas
EDITORES DEL DESASTRE, S.L.
c/ Lluís Companys nº 3, 3º 2ª
08870 Sitges (Barcelona)
info@edicionesoblicuas.com
ISBN edición ebook: 978-84-16967-60-5
ISBN edición papel: 978-84-16967-59-9
Primera edición: junio de 2017
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: Héctor Gomila
Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio, sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de EDITORES DEL DESASTRE, S.L.
www.edicionesoblicuas.com
Contenido
1. El día en que me volví loco
2. Comité
3. Cochiquera
4. El ascensor
5. El hombre transparente
6. La orina del rey
7. Año sabático
8. El caballero andante
9. El jurado
10. Casa de locos
11. Tres manos
12. Sueños
13. Claudio, el del pijama
14. Cambios
15. Azul bajo el agua
16. Sanicomio
17. Café
18. Mentirosos
19. Relojes
20. El Profeta
21. Trinquete
22. A la pata coja
23. Preguntas
24. Submundo
25. Cazarecompensas
26. Epifanía
27. Casi
28. Ojos
29. Cera
30. Presos
31. La estrella que cayó del cielo
El autor
A María, mi luz, gracias por aceptarme,
quererme y animarme.
Sin tu apoyo este libro no sería posible.
A Octavio, que me ha enseñado a valorar
mi azotea como merece
y sin cuya ayuda Yo no sería Yo.
Gracias por la orientación y la paciencia.
1. El día en que me volví loco
El día que me volví loco, cuando el médico de la cabeza me dijo que mi azotea estaba considerable e irremisiblemente deteriorada, se me cayó el alma a los pies con tan mala suerte que tropecé con ella, la pisé y me fui de bruces contra el suelo. Afortunadamente al alma no le pasó nada pero mi pobre nariz sufrió desperfectos más que notables y mi simetría facial se vio alterada para siempre.
Una vez repuesto del susto y del trompazo pensé ¿Y ahora qué hago yo? ¿Cómo se vive estando loco? ¿Y siendo loco? ¿Es acaso lo mismo ser loco que estar loco? ¿Yo soy o estoy? Solo los dioses saben cuántas preguntas me asaltaron en aquellos terribles momentos en los que el desconcierto, el miedo y, por qué no admitirlo, la excitación ante mi nuevo y recién descubierto estado mental me desbordaban por completo.
El médico de la cabeza me miraba perplejo y un poco asustado debido a la estratosférica velocidad a la que mi rostro mudaba de expresión: ira, alegría, odio infinito, sorpresa, más odio infinito… Así estuve un buen rato, mudo y con las pupilas dilatadas, hasta que de pronto escupí todas aquellas preguntas que se agolpaban en mi interior sin solución de continuidad mientras el buen doctor intentaba escapar por la puerta, cosa que le impedí esposándole sin miramientos a la pata de su propio escritorio.
—Y bien, señor médico de la cabeza. —Le miré fijamente mientras ladeaba la testa en un claro gesto de reproche por su escandaloso intento de fuga—. ¿Hay algo en especial que deba saber para estar loco?
Entre sollozos e hipidos, el tipo me dijo que no, que lo de estar loco se improvisa y queda a merced de la inspiración de cada uno.
—Amigo Kutimon —dijo una voz a mis espaldas—. No he podido evitar escuchar su conversación con este desgraciado, déjeme decirle que en esto de la locura no hay reglas ni manuales, que para eso somos locos, y si los hay nos los saltamos a la torera. Ser loco es, cómo lo diría…, ah, sí, es como vivir estando loco, así que deje usted de preocuparse y abandone de una vez y para siempre esa estúpida razón que le tiene tan amargado.
Aquello me tranquilizó pues el que había hablado, un señor de mediana edad, calvo y orondo de facciones tranquilas y agudas, era un loco de reconocido prestigio, de los de toda la vida, un sabio entre los orates, un profeta más bien. Sus palabras eran, como suele decirse, palabras mayores, así que, más tranquilo, liberé al pobre médico y salí del despacho mucho más feliz de lo que había entrado.
2. Comité
Cuando quiero que un asunto no se resuelva,
se lo encomiendo a un comité.
Napoleón Bonaparte
Su majestad había ordenado la formación de un Comité para analizar los gravísimos problemas económicos y sociales que asolaban el reino. El pueblo, cansado de monsergas, empobrecido y hambriento, había salido por fin de su apatía y se había lanzado a la calle destrozándolo todo a su paso. Tras varias jornadas de desórdenes y enfrentamientos callejeros, el mismísimo Rey había desplazado sus lorzas de grasa, y es que hambre no pasaba el Monarca, hasta la balconada de Palacio para anunciar a sus sublevados súbditos que había decidido llegar hasta el fondo de aquella triste historia. El Comité de expertos se encargaría de encontrar soluciones y castigar a los culpables de los desfalcos en la