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Mesnadas del pueblo
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Mesnadas del pueblo

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Mesnadas del pueblo es una obra de personajes ficticios que se desarrolla en las postrimerías del siglo XX.

La idea de esta novela comenzó con los recuerdos que nos llegaron a la mente de aquellos hombres de a pié que sufrieron los embates de la violencia política, social y económica, suscitada en la selva peruana. Pobladores que se convir

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento8 nov 2020
ISBN9781640867079
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    Mesnadas del pueblo - Percy Manrique Villavicencio

    CAPÍTULO I

    EL ORIGEN DEL PRINCIPIO

    En algún inhóspito acogedor lugar del grisáceo verdor de la selva, habitado por mortales que no tenían necesidad de cubrir su natural desnudez y a la vez, transparentar abiertamente hasta sus propias inocentes almas frente al resto, surgía de la nada un paradisiaco paisaje de verde obsidiana, decorado por montañas de copiosa selva que se complementaba con parajes cruzados por afluentes del Amazonas.

    Espacio que parecía haber sido creado recientemente, el cielo y la tierra simultáneamente, por Pawá¹, el hacedor de todo, como dioses, peces, aves, plantas, hermosas cataratas por doquier y animales terrestres que aún seguían siendo desconocidos y sin poder ser nombrados ni adjetivados hasta por los mismos naturales, por el sabio desconocimiento de sus nombres; mas no el desconocimiento de las utilidades de los objetos recientemente creados.

    Objetos y cosas que no podían develarse a los invasores extranjeros fácilmente. ¡No por la indiferencia! sino por el distorsionado mutuo mensaje involuntario dado entre emisor y receptor, producto del ignoto lenguaje.

    Si aun así lograran superar esta barrera comunicativa, no sería nada fácil para esta población etnoamazónica manifestar sus anónimas conocidas costumbres y objetos, por la muy marcada desconfianza innata en la enseñanza de los públicos secretos, que guardaban celosamente contra personas advenedizas.

    Tal es así, que lo único que atinaban a hacer frente a las infrecuentes visitas que tenían de extranjeros a su olvidado tremedal, era sólo señalarles las cosas y objetos circundantes, producto de su sabia ignorancia; y esperar que fueran ellos los que le asignen sus nombres, en función a los grandes beneficios que éstos obtenían.

    En esos mismos parajes, el natural silencio habitual era testigo de las primeras impresiones contextuales del entorno que rodeaba sus vidas, que se reflejaban en el binomio hombre naturaleza.

    Se observaba nítidamente la existencia de seres silvestres por doquier, que pensaban siempre hacer una vida fusionada y sosegada, en complicidad muy estrecha con la Ata Mama².

    Madre selva Ata Mama

    En algunos momentos, se escuchaban silvestres cantos, danzas, risas, e invocaciones que se confundían con las conversaciones cotidianas, que al final se fundían todos en melodiosos amazónicos ecos encantadores, dando origen a hermosos sonidos naturales que envolvían a sus pobladores en vidas de ensueño por la frondosa riqueza circundante de la que eran beneficiarios y de la que disfrutaban en su descanso fugazmente eterno y obligado, producto de su labor cotidiana que conectaba con su originario entorno selvático seductor.

    Intempestivamente, surgió en un primer instante la imagen de dos mortales que intentaban ser protagonistas de este descubierto espacio, quienes fueron tallados por la mano de Pawa, que los convertía, ahora, en habitantes genuinamente originarios del lugar, hechos a su imagen y semejanza.

    Estos mortales vivían últimamente muy ensimismados, soñando despiertos un sueño prodigioso que esperaban que nunca tuviera fin. Buscaban querer tener siempre ese ensueño, sin contenido pernicioso que alterara el statu quo de su civilizado mundo salvaje.

    A pesar de ello, ahora con más frecuencia sus incontrolables sueños, algunas veces alterados, hacían presagiar eventos incomprensibles de sucesos que venían en forma de noticias a través de la captación esporádica de emisoras radiales de onda larga, que sustentaban su funcionamiento en las pilas Ray-o-vac o National, que muchas veces molestaban más el sentido auditivo por el agudo y altibajo chillido largamente emitido por sus obsoletos artefactos, que eran albergue de cucarachas en muchos de los casos:

    «Noticia de última hora: En la madrugada de hoy, 17 de mayo, horas antes del inicio del proceso de las elecciones generales, cinco encapuchados entraron a la oficina del registro electoral del distrito de Chuschi de la Provincia de Cangallo, del Departamento de Ayacucho, para someter al registrador y luego quemar los libros del registro electoral y las ánforas preparadas para la votación».

    La inesperada noticia no era otra cosa que la primera señal que se recibía a través de un desapercibido disparo, dado por esos lejanos lares de la serranía y que marcaría el inicio de la guerra milenaria que se había planificado ya desde finales de la década de los setenta.

    Por lo que obligados, conscientes o no, intentaron esquivar premeditadamente estas informaciones y sueños tenebrosos, que muchas veces se manifestaban con apariciones de fuertes vientos acompañados de nubarrones oscuros, de las que no podían liberar sus miedos por ser hechos naturales propios de su existencia y del ciclo temporal selvático, que originaba una vez más el inicio de la transformación del intenso vapor nuboso que los engullía para posteriormente, convertirse en una torrencial lluvia inesperada que aparecía en cualquier época del año.

    Sin embargo, en estos parajes, en donde la escurridiza vida natural de sus habitantes libres en su actuar era el denominador común, todo venía últimamente alterándose.

    —¡Los dioses nos hicieron libres como a la misma madre naturaleza, que ignora e incluso rechaza la esclavitud mortal! Pero no, su consciente divina esclavitud eterna, en la dación permanente y gratuita de sus ingentes frutos por doquier —pensó uno de los mortales—, de la que todos somos beneficiarios — concluyó.

    Dicho pensar, ¿acaso se sustentaba de una u otra manera en acciones perniciosas, que ya intuían qué pasaría? Que hacía presagiar eventos que pronto acontecerían y que marcarían por mucho tiempo sus acorraladas vidas felizmente sosegadas, que transcurrían en la frondosa madre selva.

    Lugar de verdosa vegetación y abundante riqueza natural, complementada con plantaciones de café, plátano y cacao, en mayor medida.

    Pronto sus destinos, vidas y sueños, serían alcanzados por acontecimientos ya premeditados con años de antelación gracias a las mentes revolucionarias, que sustentaban su accionar en verdades absolutas que nunca debían ser refutadas, peor aún por los dogmáticos liberales.

    Que teniendo como pretexto la permanente y consolidada injusticia mundana, ¡buscarían, dice! alcanzar a revertir ahora o nunca el orden social, a favor y en nombre de la igualdad para los más olvidados. Ya que, para estos pensadores, «mientras exista el capitalismo y la propiedad privada de los medios de producción, los principios de justicia serán siempre avasallados por la fuerza de una realidad social intrínsecamente injusta».

    Río Chari era una comunidad nativa de aproximadamente veinticinco dispersas y ordenadas malocas³.

    Con un local comunal muy representativo que se terminó a punta de sudor bestial, construido a través de más de cinco esporádicas voluntarias faenas comunales;, hecha con cuartones de maderas artesanalmente moldeadas y paredes de chonta⁴ colocadas verticalmente y amarradas con soguillas de sachaguasca en fijos listones horizontales de madera, que circundaban todo el perímetro de la choza. Con vigas aseguradas y reforzadas con clavos de hierro de cinco pulgadas, que sostenían la estructura donde descansaría el techo a dos aguas, de verdosa paja de humiro⁵.

    Terminado e implementado con sus últimos acabados, ahora éste se mostraba imponente frente al resto de las viviendas, de cuyos techos surgían tenues columnas de humo que circundaban alrededor de un inmenso e improvisado campo de futbol.

    Por una de las márgenes del asentamiento surcaba un atípico río, de diáfanas aguas, que venían de la parte alta por un lecho de afilados guijarros de variados tamaños y colores, que se engarzaban en su sinuosa ribera salpicada de arcillas coloridas y que daban la impresión de estar indistintamente rodeadas por «heces diarreicas». Desde donde, muchas veces, en esporádicas ocasiones, los habitantes disfrutaban de las intempestivas y maravillosas visitas de bufeos rosados.

    Este surcar del rio alcanzaba a mostrar a cualquier visitante la sensación de estar frente a un malecón artificialmente rodeado de ornamentales copaibas y de naturales enchapes de lajas de variados colores por ambas riberas, que invitaban a contemplar su natural hermosura de altiva presencia.

    Sin embargo, la sosegada vida del habitante como la que mostraba la localidad que acabamos de describir, no era una garantía perpetua, por la mortalidad latente de la que eran conscientes.

    —No todo en este mundo es color de rosa. Constantemente nos persigue la pena y la tristeza al encontrarnos literalmente atados terrenalmente a un molino que gira en interminables vueltas, de nacimiento y muerte infinita —refunfuñó uno de los mortales.

    Este singular boscaje, que nada tiene que envidiar a lo medianamente adjetivado como edén, que se describe en el manuscrito sacro del antiguo testamento y que, desde antediluvianos tiempos, viene resistiendo su aniquilamiento en el devenir cíclico de la rueda imparable de su existencia. Muy a pesar de la prolongada y ya iniciada actitud de indiferencia y olvido, hasta del mismo Pawá, el hacedor de todo.


    1 Dios hacedor de todo y de todos. Declara pertenencia a la cosmovisión de la nación asháninka; de la que es divinidad principal, protector, hacedor y mentor de la vida y obras de las comunidades de dicha nación. Viene a nosotros a semejanza humana.

    2 Madre Selva. Es madre de todos los seres que viven en ella. Nos invita sus frutos y el espacio generador de los días. Vive en cada vegetal, en cada piel, en cada movimiento, en el corazón de cada animal, y de cada hombre.

    3 Choza tradicional para uso familiar y comunal utilizada por los pueblos indígenas en las regiones amazónicas.

    4 Corteza de palma espinosa, cuya madera, fuerte y dura de color oscuro y jaspeado que se emplea en bastones y cercos perimétricos de las chozas en la amazonia.

    5 Palmeras usadas por los indígenas ashaninkas, para el techado de sus viviendas.

    CAPÍTULO II

    HISTORIA TEDIOSA

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