En el prólogo de un libro sobre “Pactos Satánicos” (2003), el doctor Jiménez del Oso escribía: “Si el castigo en la otra vida resulta tan horrible… ¿cómo es posible que haya incautos que quieran pactar con el diablo? Nunca he sentido la tentación de hacerlo, pero imagino que en la mente del solicitante hay un cierto grado de escepticismo y mucho de sentido práctico. El convenio se basa en una realidad tangible, inmediata, consistente en riqueza, sabiduría, fama, poder y atractivo sexual, en tanto que el pago de bienes tan estimables queda aplazado hasta el momento de la muerte, que suele quedar lejos, porque la longevidad figura habitualmente entre las cláusulas del pacto. Además, siempre queda el recurso de arrepentirse a tiempo…”.
BUSCANDO AL DEMONIO EN MÉXICO
En el sur del estado de Veracruz, que delimita el Golfo de México, y abrigado en la Sierra de los Tuxtlas–una de las principales reservas de la biosfera–; se ubica el municipio de Catemaco (ver cuadro). Catemaco se sumerge en la ajetreada cotidianidad de unas calles transitadas por mercadillos ambulantes. Pero como tantas otras ciudades que ofrecen su mejor perfil al visitante, fuera de los apacibles circuitos turísticos proyectados para viajar en familia, hay otra realidad subterránea: el de los círculos de magos y hechiceros que, contactados por políticos y narcos, realizan misas negras para invocar al mismísimo Demonio. Por esta razón, Catemaco es conocida como “el pueblo de los brujos”.
La tradición brujeril en
