La larga memoria de las piedras de Chile
La semana pasada, apenas regresado a mi Chile natal después de una prolongada ausencia inducida por la pandemia, mi rostro sufrió un desafortunado descalabro. Durante una caminata matutina tropecé con una obstrucción rocosa en el pavimento desnivelado y, tambaleándome para recuperar el equilibrio, terminé golpeando mi nariz violentamente contra la ventana de un automóvil estacionado. Ninguna fractura, pero con torrentes de sangre empapando mi cara y cuerpo adoloridos y un profundo tajo encima de mi tabique nasal que requirió varios puntos de sutura, fuertes antibióticos y una inyección antiinflamatoria.
La culpa principal, por supuesto, radica en las aceras lamentablemente descuidadas de Chile, pero también puede atribuirse responsabilidad
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos