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Deudas, consumo y salarios: Usos y sentidos del dinero en las fuerzas de seguridad
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Deudas, consumo y salarios: Usos y sentidos del dinero en las fuerzas de seguridad
Libro electrónico319 páginas3 horas

Deudas, consumo y salarios: Usos y sentidos del dinero en las fuerzas de seguridad

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Este libro está compuesto por siete capítulos de sólida base empírica en campos que incluyen policías e integrantes de fuerzas de seguridad, vínculos en las cárceles entre detenidos y servicio penitenciario y vigilantes privados de Argentina y Brasil. En todos los casos se ofrecen discusiones y resultados para comprender cómo las lógicas de las deudas, los consumos y los salarios inciden en las relaciones de los agentes uniformados y sus formas de intervenir en la seguridad y el control del delito. A lo largo de este trabajo se despliega una extrema atención por pensar la relación entre dinámicas monetarias y órdenes institucionales en contextos socio-históricos específicos. Por un lado, a través de los casos que se abordan, podemos tener una entrada privilegiada al proceso de financiarización de la economía en nuestro país y sobre cómo eso redefine algunas lógicas de las fuerzas de seguridad, a la vez que estas traducen a sus propias dinámicas los nuevos modos de consumo y crédito que gobiernan la economía capitalista contemporánea. Por otro lado, la secularización de las fuerzas de seguridad también tiene su impacto en los modos en que el dinero contribuye a producir un orden institucional. Este movimiento de decline del componente vocacional en la integración a las fuerzas de seguridad y su reemplazo por un ethos profesional tiene en el dinero un indicador clave. En síntesis, este libro contribuye a mostrar, una vez más, que los estudios del dinero son un capítulo central de los análisis sobre los procesos de democratización institucional.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 sept 2020
ISBN9789876996136
Deudas, consumo y salarios: Usos y sentidos del dinero en las fuerzas de seguridad

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    Deudas, consumo y salarios - Frederic, Sabina

    .

    Introducción*

    ²

    Sabina Frederic y Sabrina Calandrón

    Dinero y obediencia policial

    De un tiempo a esta parte, acuartelamientos y protestas de las fuerzas policiales y de seguridad alteraron la vida pública en nuestro país. El conjunto de demandas de los uniformados pivoteó sobre los niveles salariales, los ingresos ilícitos –según algunos testimonios públicos–, la sindicalización y la mejora en las condiciones de trabajo. Tan es así que la pacificación de los conflictos protagonizados por la Prefectura Naval Argentina y la Gendarmería Nacional Argentina en 2012 y por veinte policías provinciales en 2013, fueron principalmente acalladas con un aumento del 20% sobre el salario neto otorgado a todas las fuerzas policiales del país.

    La subordinación y la obediencia fueron quebradas en la expresión del reclamo, en la medida en que los superiores, referentes de los subalternos para procesar demandas de bienestar, no dieron respuestas que evitaran el conflicto abierto. En ese escenario, los uniformados acudieron a la acción directa (no contemplada en ninguna regulación formal) para hacer visible públicamente sus demandas. La restitución de la subordinación y la obediencia llegó de la mano de la percepción individual de una paga mayor en dinero a través de un aumento significativo del salario. La restauración de la cadena de mando exigió la circulación de un flujo mayor de dinero ganado por cada uno de los efectivos.

    Ese hecho merece que nos detengamos en sus implicancias y suspendamos la crítica, ya sea coyuntural, expresada en el rechazo a que un sector de los empleados públicos reciba un aumento extraordinario, por fuera y con independencia de los otros sectores de la administración nacional y provincial; o moral, como repudio al interés en el dinero por sobre el supuesto desinterés del servicio público vocacional. Los propios uniformados, especialmente los más antiguos, suelen esgrimir esta crítica exigiendo compromisos y sacrificios, particularmente a las nuevas generaciones, que sólo la verdadera vocación de servicio habilitaría. En rigor, la apelación a la vocación funda el interés en dones o virtudes personales desplazando el interés en la contraprestación monetaria a favor del valor de servir al otro. El reverso, darle un valor mayor al interés por la retribución que al valor del servicio, nos indica que se trata de una forma particular de una visión más general identificada también en la literatura especializada por Viviana Zelizer³ según la cual el dinero contamina las relaciones personales puras y verdaderas. Sabemos que en la mirada acerca del dinero en el ámbito policial prevaleció la marca de las relaciones sociales impuras, derivadas de la corrupción policial sin atender a las otras formas de vinculación social a través de la moneda, de las que forma parte.

    Tomando en cuenta lo señalado nos interesa subrayar de las implicancias de esa restitución del mando, aquello que dejó de manifiesto, a saber: la estrecha dependencia entre relación de subordinación/autoridad y retribución monetaria. Los uniformados reconocen la autoridad de sus superiores jerárquicos y las normas que rigen su desempeño, siempre que la retribución en dinero sea percibida como justa y/o adecuada. Sabemos que existen otros factores que en cada tiempo y lugar garantizan la obediencia, pero este merece una atención analítica profunda en su positividad. Todo parece indicar que el dinero lícito otorgado por la institución es una fuente de retribución material y simbólica que opera en formas variables respecto de las retribuciones percibidas como sucias o ilícitas. Volveremos más adelante sobre la suciedad y la pureza del dinero.

    Ahora bien, ¿cuáles serían las particularidades de la noción de obediencia en el estudio de las fuerzas de seguridad? La obediencia, así como la autoridad, expresan un sentido nativo nodal de la actividad policial que exploran y desarrollan los capítulos incluidos en este volumen. La obediencia es, en términos amplios, una forma de organizar las relaciones entre miembros de las fuerzas de seguridad e implica, para los uniformados, una valoración positiva. La obediencia incluye un código de lealtad, confianza y devoción entre quien la ofrece y quien se la gana. Es al mismo tiempo un valor transversal y estructural de la fuerza y una relación localmente situada donde resaltan las características y habilidades personales de los agentes. Todo esto lo hace un concepto clave en el estudio de las fuerzas policiales y podrá verse en el desarrollo de los capítulos del presente libro.

    La teoría social contemporánea brinda revisiones y definiciones de la autoridad, emparentada con la obediencia en tanto ésta es una respuesta al ejercicio de autoridad, interesantes de revisar. En castellano, reconstruye Richard Sennet⁴, la autoridad viene de autor, asociación semántica que entraña una actividad productiva y creativa, y está limitada por lo autoritario como aquella persona o sistema que son represivos. Parte de esa delgada línea que distingue el autor de lo autoritario es lo que Max Weber señala como la creencia de los dominados en la autoridad o, en otras palabras, la legitimidad de la dominación. Así, el carácter voluntario de la obediencia es un rasgo distintivo del ejercicio de la autoridad en contraposición al autoritarismo. A fin de inspirar la confianza de los dominados, la autoridad debe ser una construcción social sólida aunque, sin embargo, no puede evitar cambiar. En este proceso dinámico del cambio, reconfiguración y fundación de las autoridades en las policías –y su contracara: las obediencias– el dinero interviene con paso infalible. ¿Cómo se conecta el dinero con la construcción de autoridad? ¿Cuál es el dinero que socava la autoridad y cuál el que restituye lazos de obediencia? ¿Qué intercambios realzan el sentido de autoridad? ¿Qué limitaciones al consumo y la adquisición de bienes quiebran en la Argentina actual las cadenas de mando?

    Así, consideramos al dinero, y a las mercancías y servicios a los que permite acceder, fundamentales en los vínculos sociales de nuestra época tanto como de los integrantes de las fuerzas de seguridad públicas o privadas. Por ello las contribuciones de este libro se dirigen a comprender los siguientes interrogantes: ¿Cuáles son para los integrantes de distintas fuerzas de seguridad los significados del dinero obtenido, ganado, prestado, merecido o exigido? ¿De qué modo esos significados se asocian con sus destinos en el consumo de diversos bienes y servicios, para sí, sus familiares, allegados u otros? ¿Cuáles son las relaciones jerárquicas o asimétricas, e igualitarias o simétricas, entre las personas que la componen, y entre ellas y otros poderes de gobierno, que construye el dinero?

    Consumo, pertenencia y perspectivas socioantropológicas para su análisis

    Las preguntas que venimos de formular ponen de relieve dos factores a considerar: un escenario socio histórico específico que nos convoca y ciertas perspectivas analíticas procedentes de la antropología y la sociología. El primero a considerar es el hecho que la población argentina ha sido progresivamente atravesada desde comienzos de la década de 1990 por un modelo de ciudadanía basado en la pertenencia por el consumo y por la ampliación de derechos individuales, inclusive los derechos del consumidor, con independencia de la relación laboral.⁵ Ambos movimientos son inseparables de la etapa neoliberal del capitalismo producida por la retirada de la protección del Estado de Bienestar, y su sustitución por el aprovisionamiento privado de bienes y servicios en el mercado, el plan de convertibilidad un peso un dólar y la apertura indiscriminada a las importaciones. Así, señala Maristella Svampa, el núcleo del modelo neoliberal en su versión argentina, fue la figura del ciudadano consumidor.⁶ Si bien la transformación producida por la penetración de bienes de consumo valorados en los países centrales es un fenómeno global de larga data cuyos efectos en la transformación cultural de países periféricos ha sido estudiado,⁷ en la Argentina irrumpe en el mercado destruyendo los productos nacionales y su valoración, recién en los años ‘90.

    El inicio del período de posconvertibilidad se dio en Argentina de la mano de una serie de políticas económicas orientadas a detener la caída del salario real (que había tocado fondo en el año 2001), el impulso de distintos grados de recomposición del ingreso y con el Estado en un rol destacado en la armonización de intereses entre el capital y el trabajo. Entre las medidas más destacadas en esta dirección tomadas por los gobiernos kirchneristas se encuentran el aumento del salario mínimo a través de la negociación entre organizaciones sindicales y patronales, el impulso de los convenios colectivos de trabajo que se multiplicaron exponencialmente, aumento y extensión de la jubilación mínima que incluyó a dos millones de nuevos jubilados, los acuerdos de precios que apuntaron a contener la inflación, la ampliación de planes sociales como la Asignación Universal por Hijo, el plan Procrear vinculado a la construcción y ampliación de viviendas, el plan Progresar orientado a jóvenes en edad escolar entre otros, y planes de asistencia financiera o aliento al consumo como el Procreauto o el Ahora 12. Todas estas medidas impactaron, por un lado, en el crecimiento de la demanda interna (sustentada fundamentalmente en el consumo) y, por el otro, en el descenso de la pobreza, la desocupación y la indigencia. La desocupación pasó de 23,3% en 2002 al 7,2% en 2007, mientras que la pobreza bajó del 57,5% en octubre de 2002 al 23,4% en el primer semestre de 2007, y la indigencia, que pasó del 27,5% al 8,2%, reduciéndose cerca de un 70%, en el mismo periodo. También disminuyó la desigualdad, en tanto el coeficiente Gini varió del 0,537 en 2003 al 0,485 en 2006.

    En este escenario económico el consumo adquirió un rol preponderante en las experiencias de vida de buena parte de la población. Lo que nos interesa subrayar no es únicamente la dimensión económica del consumo –que es capaz de impulsarlo, acelerarlo y generalizarlo o todo lo contrario– sino también, y con especial relevancia, la dimensión simbólica del mismo. Como indican Emilio Duhau y Angela Giglia:

    El acto de consumir no se reduce a comprar; también involucra el uso y el sentido del bien adquirido, sus relaciones con otros bienes y su inserción en distintos mundos sociales significativos, el interior de los cuales el bien se convierte no sólo en un indicador del estatus, sino que pretende decir algo de su comprador en cuanto individuo irrepetible y único.

    El segundo factor a considerar, dijimos antes, son las perspectivas conceptuales para las que la circulación o intercambio de mercancías o dinero, como prestaciones y contraprestaciones, se tornan constitutivas de las relaciones entre las personas, los grupos, las instituciones. Los estudios clásicos de Bronislaw Malinowski sobre el intercambio Kula y de Marcel Mauss sobre el don, publicados en 1922 y 1923 respectivamente, constituyen la piedra fundacional de las teorías sobre la reciprocidad y sobre cómo la circulación de mercancías en sociedades sin moneda, construye vínculos, obligaciones e integración social.

    Ha sido particularmente la obra de Mauss la que permitió avanzar en la comprensión comparativa de ciertas formas del intercambio como fenómeno social total,¹⁰ de carácter polisémico o multidimensional. Esto es que para entender su eficacia social no bastaba con identificar la dimensión económica del intercambio. Por el contrario, como Malinowski, Mauss demostró, para las sociedades que él llamaba arcaicas o tribales, que lo económico no podía abstraerse del carácter jurídico, ceremonial, religioso, espiritual, moral, político, etc. Concretamente, para comprender la obligación de devolver que crean los dones generosos, es necesario dar cuenta de esos otros valores que se dan en el objeto.¹¹ Dicho de otro modo, las prestaciones, contraprestaciones, consumos o destrucciones de mercancías contienen aspectos del orden material y simbólico, conexos; y una multiplicidad de significaciones y funciones, irreductibles a lo económico.

    Hubert Damisch¹² indicó la validez de la aproximación maussiana a los fenómenos sociales totales como el don en las sociedades contemporáneas. En ese sentido llama la atención sobre el carácter arcaico de las sociedades donde se desarrollaban esos sistemas de intercambio y propone, citando a Mauss, pensar ese arcaísmo no como una genealogía, diacrónicamente, sino como una arqueología, como estructuras subyacentes a las transacciones modernas monetarizadas.

    Si formes archaïques de l’échange (et du marché, de l’idéologie, de l’art lui-même) il y a, «archaïque» devrait s’entendre ici, au moins pour une part, dans le sens que le terme assume en psychanalyse: l’économie du don, sa «morale», continuant, si l’on en croit Mauss, de fonctionner de façon sous-jacente dans les sociétés modernes, dont elles constitueraient l’une des assises les mieux établies, Mauss allant jusqu’à y voir «l’un des rocs humains sur lesquels ces sociétés sont bâties».¹³

    Desde esta perspectiva sobre cómo el dinero expresa transacciones que no pueden ser pensadas como variables económicas modificables por decreto, Federico Neiburg retoma la tradición antropológica de estudios sobre la moneda¹⁴ al abordar el estudio de la inflación en Argentina y Brasil, y la perspectiva sociológica de Viviana Zelizer.¹⁵ Este antropólogo argentino radicado en Brasil y con gran reconocimiento e influencia intelectual en Argentina desarrolla posteriormente una investigación etnográfica sobre el dólar haitiano como moneda imaginaria y el régimen de equivalencias y transacciones en el uso de la moneda material gourde.¹⁶ Su indagación de los usos monetarios de los habitantes de Bel-Air lo lleva a concluir a propósito de la oposición de los intelectuales contra una moneda que arrastra la historia colonial, que el dólar imaginario sintetiza en las prácticas y el lenguaje cotidiano, la historia colectiva y un futuro imaginado, para una comunidad determinada. Así articula la visión según la cual la moneda condensa un pasado tanto como se construye en el cotidiano.

    Recientemente, una joven generación de sociólogos argentinos puso en primer plano al dinero para dar cuenta de las relaciones sociales que elaboran y alimentan los sujetos pertenecientes a sectores populares y sectores medios. No es que no haya habido estudios previos que tomaran al dinero como factor analítico, baste recordar el libro Sociología del delito amateur de Gabriel Kessler¹⁷ donde el autor explora, por ejemplo, la distinción de los jóvenes entre el dinero ganado y el dinero robado, orientando así su gasto. Sin embargo, el objeto central allí era otro. En este nuevo rumbo de los estudios del dinero han sido particularmente señeros Mariana Luzzi y Ariel Wilkis. Sus exploraciones arrojan interesantes resultados de la mano de la influencia de la socióloga argentina radicada en Estados Unidos, Viviana Zelizer. Pero sus enfoques no pueden reducirse al aplicado por Zelizer. Tomando como punto de partida una concepción positiva del dinero, y a este como factor constitutivo de las relaciones sociales, Mariana Luzzi explora los significados y usos de las distintas monedas emergentes en la Argentina con la crisis de 2001 y el fenómeno del trueque. En sus sucesivas investigaciones la autora pasa revista a la perspectiva de los sectores populares y medios sobre esa pluralidad monetaria¹⁸ que la crisis suscitó en las distintas provincias frente a la pérdida del valor del peso. Reconoce ahí que al seguir la perspectiva de los actores emerge la afirmación de George Simmel para quien la moneda era la encarnación de la función del intercambio entre los humanos.¹⁹ Bajo esta orientación, sus investigaciones posteriores han sido sobre el ahorro, los créditos hipotecarios y sobre los significados y usos del dólar.²⁰

    Por su parte, Ariel Wilkis²¹ descubre un universo de evaluaciones morales en torno al dinero en la comprensión de la vida popular cotidiana. Así, la concepción negativa que sobrevuela el dinero como contaminante de las relaciones sociales es una de las evaluaciones morales posibles entre muchas otras.²² Wilkis indaga en un barrio de la periferia bonaerense, las formas en las que dinero marca relaciones sociales, diferencia vínculos y personas, y las jerarquiza. Sin el dinero, no parece posible comprender la vida de sus protagonistas porque ellos configuran sus vínculos en el barrio distinguiendo el dinero donado, militado, sacrificado, ganado, cuidado y prestado. Ese marcaje,²³ señala Wilkis, es un potente ordenador moral y a la vez una vía de entrada a la comprensión de las tensiones y conflictos. Así es como su enfoque se desplaza hacia lo que denomina una sociología moral del dinero.²⁴

    Estas investigaciones, a la que sumamos el trabajo de Pablo Figueiro (2014), discuten con las miradas clásicas de la economía que universalizan la racionalidad económica propia del capitalismo, construida como la maximización de la utilidad en función de los recursos disponibles orientada al fin específico de la acumulación, a la totalidad de las relaciones sociales y a todos los aspectos de la vida. En particular, Figueiro analiza un sinnúmero de fenómenos, en el contexto de un barrio cuyos habitantes tienen bajos ingresos económicos, que no se ajustan al cálculo utilitario costo-beneficio de racionalidad y previsión de un consumidor aislado. Aparece entonces la idea del gasto improductivo como aquel gasto orientado a bienes y momentos de placer cuyo sentido profundo sólo pueden comprenderse si atendemos a las lógicas sociales de reafirmación identitaria, búsqueda de prestigio o reconocimiento, soberanía frente al porvenir, obligaciones sociales y moralidades. De esta manera se desplaza de la mirada acusatoria sobre las clases más pobres que señala tal gasto como un derroche febril producto de la inmadurez económica para, en cambio, entender la relación entre el gasto y la percepción del tiempo.

    El dinero policial y su capacidad para crear vínculos

    En el intercambio de mercancías existen momentos definidos por los agentes o grupos como prestación, contraprestación, consumo, ahorro, entre otras opciones. Todas implican relaciones sociales entre los agentes intervinientes que los ubican como dadores, receptores, consumidores, ahorristas, deudores. Los integrantes de las fuerzas policiales, de seguridad, traban relaciones específicas en función de ubicarse en un circuito donde sus ingresos, formas de consumo y usos del tiempo, son difícilmente separables de su performance laboral y disciplinar.

    Al respecto de entender las relaciones sociales que se tejen con el dinero es importante considerar que los principales prestadores de dinero a los policías están íntimamente asociados con la institución gracias a dos mecanismos que se exploran profundamente en este libro. El primero de ellos es la disponibilidad de dinero efectivo y acceso a planes de pago que habilitan las mismas instituciones policiales en sus diferentes escalas (las cajas policiales, los ministerios y los Estados provinciales o nacionales). Los agentes policiales utilizan estos servicios que implican, luego, una deuda directamente con la institución que los emplea. El segundo mecanismo a prestar atención es aquel que les permite endeudarse a corto o mediano plazo con organizaciones que acceden al código de descuento policial. Se trata de la disposición de dinero efectivo o planes de pago por parte de entidades que si bien son ajenas a la policía están administradas por policías o ex policías y se cobran la deuda a través del descuento automático sobre el salario del deudor. Las redes de financiamiento que permiten e impulsan el consumo y el sistema de endeudamiento de los agentes policiales está orientado desde la misma institución: es la policía la que crea sistemas de financiamiento y facilidades de consumo, tanto como la fuente de endeudamiento de los policías. Estos no se endeudan con agencias diversas ni con entidades puramente financieras sino exclusivamente con la policía. Con este sistema, el acceso al dinero en sus diferentes expresiones (efectivo, bienes y servicios) refuerza la ligazón entre los sujetos y la institución en la que se desempeñan como trabajadores. Este carácter coercitivo de los intercambios, aunque dotado de una forma histórica particular, remite a los estudios clásicos arriba señalados en los que el don genera, en lapsos más o menos establecidos de tiempo, un contra-don. Allí la libertad de otorgar un regalo o de solicitar un préstamo se transforma, en el circuito, en la obligación de devolverlo.

    El salario es otra relación inexpugnable que traza el dinero uniendo los agentes a la institución. Claro que con la mensualidad también entran en esta lógica un conjunto de ingresos extraordinarios que lo acompañan como jubilaciones, pensiones, vacaciones, colaboraciones en la instancia de nacimiento de hijos o casamiento. En el reclamo salarial colectivo existe un acuerdo sobre un esfuerzo desmedido que excede la retribución, algunos uniformados consideran su trabajo o condición como un sacrificio que vale la pena siempre que la paga sea adecuada. Pero ¿cuál es la paga adecuada?, ¿cuáles son las condiciones en las que la contraprestación al servicio es inadecuada? Para comprender este aspecto el presente libro indaga en cómo los agentes devienen rehenes de sus propias deudas, quedando obligados a realizar servicios adicionales o favores especiales para cubrirlas. La relación de mando puede volverse extorsiva debido al endeudamiento de los policías y por ello, más dependientes del favor de los jefes para que les otorguen horas extras. Como vemos, los policías como consumidores son inseparables de la lógica laboral en la que se inscriben. Nos referimos a que los planes de inversión, gasto, consumo o ahorro no sólo son posibles por el hecho de disponer de un empleo formal. Una vez contraídas las deudas o realizados los consumos o el plan de ahorro, quedan condicionadas las relaciones laborales, incidiendo en la realización de horas adicionales, sometimiento a condiciones indignas o extorsivas o participación en tareas ilícitas.

    En enero del año 2018 una noticia circuló por diferentes medios de prensa y es ilustrativa de las relaciones que el dinero traza en la policía y las ambiciones y esperanzas que despierta en sus integrantes. La información refería a la denuncia que el jefe de la policía bonaerense había radicado en contra de su propio hermano acusándolo por tráfico de influencias y tentativa de estafa.²⁵ El hecho en cuestión consistía en la oferta, por parte del denunciado, de seguros contra el robo o secuestro judicial de armas las reglamentarias en una dependencia de Morón. La promoción incluía una suerte de inmunidad judicial para los policías que se vieran en problemas, la cual garantizaba utilizando la figura de su hermano, autoridad máxima de la policía. La negociación incluía un porcentaje de la ganancia prometido para el titular de la comisaría de Morón si éste facilitaba la venta del seguro a todos los agentes a su cargo. Para destacar es

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