Fase 3 y militares 4T, ¿cambio de piel?
La situación pandémica que padecemos, además de mostrar la vulnerabilidad estructural y política del país en materia de salud, inducida por el propio gobierno, ha provocado un expansionismo militar cuyas consecuencias afectan no sólo el ámbito civil, sino al propio cuerpo castrense en sus definiciones esenciales como institución de defensa del Estado. La inminencia de la llamada Fase 3 de la contingencia, definida en forma ambigua por el vocero sanitario gubernamental –“puede haber más fases, 4, 5, etc.”, según su dicho–presupone una etapa de endurecimiento de las medidas de contención del covid-19 con el uso de la presencia y fuerza militar, que empezó precisamente en la Ciudad de México el miércoles 15 bajo términos legales endebles y poco claros.
Coartada de “fuerza mayor” y expansión militar
Ante el rápido e incontenible agotamiento de los recursos del Estado y aun a costa de la vida de la población, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró la continuidad de sus proyectos, , 30 de marzo), precedido de un extraño decreto presidencial (, 27 de marzo) que también “delega” autoridad suprema a la Secretaría de Salud, se teje la trama legal que decidió ordenar a los sectores público, social y privado, como “acción extraordinaria”, entre otras, la suspensión de “actividades no esenciales” en el presente mes.
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