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Piedra, papel o tijera.: Sobre cultura y literaturaen América Latina
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Libro electrónico343 páginas6 horas

Piedra, papel o tijera.: Sobre cultura y literaturaen América Latina

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Piedra, papel y tijera se propone como una metáfora del juego y del combate. Porque de eso se trata este libro que recuerda, recoge y reescribe en su mayoría las obsesiones que han articulado el pensamiento y la extensa obra del uruguayo Hugo Achugar sobre la cultura y la literatura de América Latina. Pensamiento que no cesa en ningún momento de interrogarse con agudeza siempre un paso más allá de toda provisoria certidumbre. Este libro recorre temas centrales del pensamiento cultural latinoamericano en el tránsito entre siglos, que desmontó paradigmas y modelos vigentes hasta el último tercio del siglo XX y que entra en este nuevo siglo todavía enzarzado en debates sobre la o las memorias, la construcción de la nación o los Estados-nación, pero también en la construcción de los relatos que hemos recibido y a veces no nos representan. Achugar indaga en la diversidad social y cultural, en la heterogeneidad que ha sido propuesta como clave para entender este ancho territorio que nos acoge. Por eso sus ensayos hablan del otro y de los muchos Otros que habitan el relato que ha armado, pensando al mismo tiempo en los enfrentamientos teóricos y políticos de nuestra América. Por eso también reflexiona sobre las múltiples memorias y el futuro que se nos viene y ya hemos comenzado a vivir en los empujes de la Inteligencia Artificial. Todo en tiempos de inútiles fronteras nacionales ante la peste que llega para hacer más intensas las incertidumbres del nuevo paradigma que asoma de la mano de un virus globalizado.    
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 oct 2020
ISBN9789876996259
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    Piedra, papel o tijera. - Hugo Achugar

    Achugar, Hugo

    Piedra, papel o tijera : reflexiones sobre arte, cultura y literatura / Hugo Achugar. - 1a

    ed . - Villa María : Eduvim, 2020.

    Libro digital, EPUB - (Poliedros. Zona de crítica)

    Archivo Digital: descarga y online

    ISBN 978-987-699-625-9

    1. Literatura. 2. Memoria. 3. América Latina. I. Título.

    CDD U860

    © 2020. Editorial Universitaria Villa María

    Chile 251 – (5900) Villa María,

    Córdoba, Argentina

    Tel.: +54 (353) 4539145

    www.eduvim.com

    Edición: Alejo Carbonell

    Maquetado: Eleonora Silva

    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones publicadas por EDUVIM incumbe exclusivamente a los autores firmantes y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista ni del Director Editorial, ni del Consejo Editor u otra autoridad de la UNVM. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo y expreso del Editor.

    © 2020. Hugo Achugar

    Piedra, papel o tijera

    Sobre cultura y literatura en América Latina

    Hugo Achugar

    Serie Zona de Crítica
    Directora: Roxana Patiño

    A María, por todos estos años de aguante.

    A Mariana, a Luciana y a Eleonora,

    Por todo lo que pude haberles dado en lugar de escribir estas páginas.

    A Santiago, corazón,

    presente en más páginas de las que pudo imaginar.

    A mis nietos y a mis nietas, por mi malhumor.

    Advertencia

    Piedra, papel o tijera fue escrito gracias a la invitación de Roxana Patiño, quien me entusiasmó a que lo hiciera posible. Gracias a la generosidad de Roxana y al empujón de Teresa Basile, cuyo apoyo decidido, terminó de convencerme que valía la pena hacer el esfuerzo.

    Este libro, escrito y reescrito en 2019 –por última vez entre finales de enero y comienzos de febrero de 2020–, recoge algunos ensayos que considero centrales en lo que ha sido mi pensamiento en las últimas décadas. No están todos, por supuesto, pero además hay algunos inéditos, otros totalmente reescritos y otros dos que casi, salvo por detalles menores o tipográficos, no quise modificar; aunque sí algo revisé. Algunos fueron escritos a comienzos de 1994 y reescritos en 2019; otros son mucho más recientes. Ninguno quedó sin modificar.

    No es una antología de mi pensamiento ni de mis ensayos. Hay algunos textos que me importan mucho y que aquí no están porque Piedra, papel o tijera tiene o aspira a tener una suerte de lógica de lo que vengo obstinadamente pensando y también mi deseo de cultivar una escritura en tensión con el discurso académico.

    Los otros inéditos que ahora no recojo, los reescritos que dejé de lado y otros más son ya conferencias que nunca conocieron versión alguna ni siquiera la digital en Brasil o en Estados Unidos, mientras que otros fueron publicados en Brasil, en España o en México en los últimos cinco años así como los ensayos sobre arte los cuales deberán, si la revolución tecnológica no me lo impide, ser recogidos por la Inteligencia Artificial (IA, de ahora en adelante); y posiblemente estarán archivados en la nube.

    Hugo Achugar

    Montevideo, abril 1 de 2019/febrero 2020

    I. Piedra, papel o tijera

    Piedra papel o tijera. Reflexiones y estrategias

    En el principio no fue el verbo sino el juego.

    Se puede pensar que titular este libro con un juego infantil es un cuento chino. En realidad no.¹ Piedra, papel o tijera es un juego chino pero que al trasladarse al Japón se fusionó con la formación de las artes marciales.² Juego o estrategia defensivo/agresiva cuyas reglas habilitan la lectura del presente libro y al mismo tiempo posibilitan proponer argumentos, tramas o hilos respecto de las transformaciones teórico-culturales del último medio siglo en el que Occidente, Oriente y sus periferias han convivido, en medio de las actuales transformaciones y los avatares de las diversas globalizaciones.

    Piedra, papel y tijera son imágenes o metáforas de los macro períodos histórico-culturales desde la transición de la oralidad al registro en soportes como el ladrillo o la piedra, el papiro o el papel y la actual tijera digital con la que hoy vivimos. Las palabras –aun de modo inconsciente– no son inocentes. Si bien el juego es de origen asiático, la historia de los registros contables, legales o historiográficos debería poder incluir también a las cuerdas como las utilizadas en los quipus.

    No estoy argumentando que las teorías o metodologías de los juegos sean el instrumento que organiza mi lectura, pero –siguiendo, de algún modo, los caminos que Nash abrió– es posible plantearse que un juego o el campo cultural puede tanto terminar en la colaboración o en un modo de arrasar al otro/otros.³ Es posible, entonces, elegir entre el trabajo de equipo que suma o un campo de batalla.

    Lo que propongo es algo que ha recorrido mi trabajo intelectual, pero que en esta oportunidad quiero que sea entendido como una fuerte articulación entre tecnologías, territorios, historias de dominación y de resistencia, batallas culturales y teóricas. Hacia finales de los 80s –quizás unos años antes– se produce un cambio en mi pensamiento teórico a partir del rompimiento con el paradigma que me había formado en mis tiempos de estudiante.⁴ No se trató de rechazar todo lo aprendido sino de descubrir, como diría Hamlet, que Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las soñadas en tu filosofía.⁵ Eso fue lo que ocurrió –gracias a Hamlet–, me di cuenta que los horizontes teóricos que me habían formado estaban limitados a los paradigmas españoles, anglosajones y franceses. Me refiero a la tradicional filología española, al close Reading del New Criticism de los EEUU o a lo que, en Francia, se llamaba explication du texte; es decir, una lectura que partía de la primacía de los textos canónicos y llevaba a analizar las peculiaridades textuales sin considerar otras creaciones no canónicas o hegemónicas ni tampoco atendía a la historicidad de las creaciones simbólicas.

    Comencé por sospechar que siempre se había dado una batalla teórica –y en ocasiones ideológica– en la cual algunas corrientes eran hegemónicas hasta bien avanzada la década del 60 y comienzos del 70 para luego confirmar que esa batalla nunca había logrado escapar de los avatares históricos. Algo que, en los tiempos difíciles y agitados que me había tocado vivir, no era diferente a otros –incluso más terribles– de la historia que había conocido o me habían contado. Aun cuando me hubiera enfrentado a muchos estudiosos que habían decidido refugiarse en la objetividad científica del conocimiento con que algunos lograban o intentaban sobrevivir al estilo de los avestruces y, de ese modo, olvidar o ignorar luchas y combates.

    Piedra, papel y ahora la tijera digital han sido –en cierto modo lo continúan siendo– modos de jugar y también estrategias defensivo-agresivas en los debates teóricos.⁶ No todo juego es inocente aunque algunos no se den cuenta –como el personaje de Moliére Monsieur Jourdain– y afirman hace más de cuarenta años, que hablo en prosa sin saberlo.⁷

    Es por eso que piedra, papel o tijera constituye una imagen no solamente de lo que he venido haciendo junto con muchos otros. Un juego para dar batallas, pero también como una forma de leer el mundo; un mundo que el ser humano ha construido con piedra y papel en las bibliotecas históricas y que ahora las construye alimentando la nube –o nueva biblioteca– que la tijera digital va acumulando.

    ***

    Podría comenzar –algunos exigirían que así lo hiciera– con los primeros trazos, signos, dibujos o pinturas que nuestros antepasados realizaron en las cavernas o en el territorio donde habitaban. La roca o la piedra constituyó su página en blanco que tanto atrae o asusta, pero no. No es ese estadio de la expresión o de la representación el que me interesa en esta propuesta.

    Los comienzos de la expresión, de la contabilidad, del registro histórico o de los rituales mágicos, religiosos o espirituales no es lo que me ocupa y al tema se le han dedicado múltiples libros, seminarios y seguramente congresos. Lo que me interesa no es ni siquiera el origen de la ficción –seguramente oral– sino un momento X, elegido al azar (cosa que ningún ingenuo puede creer que tal cosa exista en este tipo de reflexiones) y que, dado mi interés en la modernidad y algunos de sus antecedentes, sitúo en el relato que la institución hegemónica de la iglesia católica comenzó al contarnos sus historias en los muros, las rocas, las piedras o los ladrillos de sus templos y catedrales. Como antes lo hicieron los babilonios y otras civilizaciones en bibliotecas desaparecidas o saqueadas y almacenadas en algunos museos de aquí y de allá, se llamen quipus o tablillas cuneiformes, papiros o piedras con jeroglíficos, incunables o escrituras todavía no descifradas.

    ¿O acaso no fue la construcción de un relato de piedra la tecnología que permitió a quienes no integraban el exclusivo club de los alfabetizados poder leer la historia bíblica, la hagiografía y también ver representados a los enemigos y a los herejes? ¿No fueron las pinturas sobre piedras o rocas las que les permitían conocer aquello que tenía un relato o una ley o la historia de grandes figuras de su particular civilización?

    ***

    Dejo atrás la estela de Hammurabi, no tomo en cuenta las tablas cuneiformes ni las historias de los quipus o de los jeroglíficos. Me interesa –y creo que es fundamental en esta etapa civilizatoria donde impera casi totalmente lo audiovisual– ese momento en que convivían unos pocos elegidos que transcribían o rescataban del pasado lo perdido en bibliotecas como las de Alejandría o lo apenas memorizado por las diversas comunidades en continentes separados. A la vez que estaban ungidos con el poder de la tecnología que permitía que no todo se perdiera en el olvido, mientras la gran mayoría solamente leía mirando lo que otros representaban con imágenes, pero sin las varias tecnologías de las escrituras.

    Algo similar lo hicieron en el siglo XIX las nuevas naciones con billetes, los sellos, los monumentos porque no es universalmente cierto –como argumentan Benedict Anderson y Doris Sommer– que los periódicos y las novelas fueran el eje central de construcción de nuestros estados-nación.⁹ Junto a la indiscutible ciudad letrada existió desde hace varios siglos una ciudad visual, incluso mucho antes de que la cultura cinematográfica y las tecnologías audiovisuales conquistaran el mundo en que vivimos desde hace más de un siglo.

    La piedra y el papel, la roca y la tela, el ladrillo y las imágenes coexistieron. Separarlos, estudiarlos como objetos no contaminados con otros materiales o con otras situaciones o acontecimientos, fue una embestida de algunos ejércitos teóricos durante mucho tiempo en el cual disfrutaron una suerte de hegemonía interpretativa.

    Hoy los archivos digitales, la nube –computing cloud– que supuestamente todo lo contiene y otras formas de pedia han vuelto obsoletas las bibliotecas, las enciclopedias, los archivos. ¿Realmente son obsoletas las bibliotecas, las enciclopedias, los archivos? ¿Los intelectuales se han convertido en reliquias? ¿Qué sentido tienen los depósitos nacionales? ¿Se guardan todas las memorias? ¿La democracia de la tecnología y la supuesta apoteosis igualitaria de la IA han eliminado las barbaries anunciadas por Walter Benjamin (1989)?

    ***

    Las páginas que siguen dan cuenta de algunas de estas cuestiones y de lo que la estrategia de la tijera –la antigua y la actual digital– puede llegar a construir y a reordenar. El juego sigue, la batalla continua y roca, papel o tijera son artefactos, estrategias, propuestas teóricas que vienen acompañando las transformaciones de las últimas décadas y de los escenarios inminentes que estaremos viviendo aun cuando no sea posible imaginarlos o describirlos. Si bien Facebook no es lo mismo que la nube comparte el uso de la tijera digital; no todo puede ser mostrado o almacenado por esa compañía que se comporta igual que el Santo Oficio en los tiempos de los autos da fe. Benjamin (1989) sigue teniendo razón y todo monumento no deja de ser un documento de la barbarie; conocido o no, recordado o no, silenciado o no, digitalmente borrado por la tijera digital o no. El poder nos viene desde mucho antes de Hammurabi y sigue siendo ejercido por los mismos de siempre; especialmente aquellos que habitan los bunkers de la alta tecnología, los que tienen acceso a los macro-datos –big data– y los que constituyen la ínfima minoría del 1%.

    La memoria/las memorias siguen allí resistiendo de una u otra manera y esto es parte de la estrategia con que se juega a piedra, papel o tijera en los diferentes países con distintos nombres. Juego de poder, entrenamiento para las batallas, ejercicio o adiestramiento para la lectura y los enfrentamientos que siempre supuso elegir, en el momento adecuado, piedra o papel o tijera.

    La alternativa la ofreció la teoría del juego de Nash: el suma cero en que todos colaboramos en lugar de la aniquilación total. Este final de la segunda década del siglo XXI parece ser oportuno para que se practique el suma cero y todos terminemos ganando. Es una nueva o vieja utopía pero vale la pena intentarla.

    Harari sostiene en 21 lecciones para el siglo XXI al comienzo del primer capítulo que titula Decepción. El final de la historia se ha pospuesto:

    Los humanos pensamos más en relatos que en hechos, números o ecuaciones, y cuanto más sencillo es el relato, mejor. Cada persona, grupo y nación tiene sus propias fábulas y mitos. (Harari, 2018, pp. 21)

    Comprender, realmente, incorporar a nuestros pensamientos y actitudes la afirmación de Harari de que cada persona, grupo y nación tiene sus propias fábulas y mitos quizás impediría los combates, las luchas por el significado y por el poder. Porque el poder y el control de los significados es, ha sido y sigue siendo la gran batalla, la madre de todas las batallas. De esto saben los discriminados o los derrotados de siempre como también los efímeros héroes y emperadores. La posibilidad está allí, si llega a suceder será responsabilidad de todos; al menos es una de las utopías o sueños que nos quedan.

    Estas páginas son quizás una mirada sobre lo que nos ocurrió en los últimos tiempos, sobre cómo leemos y, más importante, sobre lo que hemos construido y leído antes de que llegue –o termine de llegar– el tsunami de la inminente IA, ¿Juego o estrategia?

    Abril de 2019

    Tiempos de finales y comienzos.

    Ya a punto de ingresar a la imprenta

    Entre la primera versión de 2019 y la última de marzo de 2020, nos alcanzó el tsunami de la pandemia del covid-19. En las últimas revisiones iba incorporando referencias a lo que estaba viviendo en enero de 2020. Me di cuenta que en el ensayo Ensayo sobre la nación a comienzos del siglo XXI –en particular en la sección Entre lo global y lo nacional: enfermedad y nación– ya había reflexionado sobre la enfermedad o la peste y la relación con los Estados-nación, pero no había advertido que la actual pandemia del coronavirus iba mucho más allá de lo que había previsto. Este libro sale en un momento en el que se produce un cambio de paradigma fundamental. Algunos lo relacionan con lo ocurrido durante las etapas posteriores a las guerras mundiales del siglo XX, otros a la movilidad poblacional y el devastamiento medio ambiental, incluso al encuentro de diferentes prácticas socio-culturales que la globalización ha generado.

    El 30 de marzo comenzó a circular Sopa de Wuhan (Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias) un ¿libro? que recoge el pensamiento de varios intelectuales –entre otros Alain Badiou, Zizek, Agamben, Butler además de asiáticos, latinoamericanos y norteamericanos– y que nos está llegando por email, Messenger y WhatsApp. ¿Implica esta pandemia un quiebre en las categorías y los instrumentos teóricos que hemos venido manejando desde fines del siglo XX y desde la invasión de la IA?

    Sí y no. Capitalismo, desigualdad, economía circular, solidaria, nación, frontera, el extranjero –virósico o solo el otro terrible–, multinacionales y revueltas sociales, hambre y escasez, héroes y villanos están presentes en todas las reflexiones o continúan estando. Sin embargo, hay un creciente consenso en que estamos encarando una revisión de paradigmas vigentes, así como de éticas y modos de convivencia. Algo de esto –afirma Badiou– se venía venir de epidemias anteriores; por eso Piedra, papel o tijera es de esperar que el tsunami tecnológico y el sanitario nos permita repensarnos y abrirnos a lo no pensado, a los cisnes negros o verdes que nos van a seguir cambiando nuestras frágiles certezas.

    1 de abril de la pandemia de 2020


    ¹ Tampoco dialoga con la novela de Inés Garland ya que en verdad la tijera de que hablamos en este libro tiene que ver, como veremos, con las estrategias teóricas del arte y las culturas; aunque también, de un modo menor, con la teoría del juego de John Nash.

    ² Para algunos el origen es chino y para otros es japonés. El carácter deportivo inicial supuestamente chino se combina con la variante de las artes marciales que el juego adquiere en Japón. Como el Go o el Mahjong, el juego de piedra, papel y tijera fue inventado en China. Según un libro llamado Wǔzázǔ, escrito por Xiè Zhàozhil al final de la era Ming a mediados del siglos XVII; los señores de la guerra del periodo Han tardío –siglo III D. C.– jugaban a algo llamado shǒushìlìng, que vendría a ser lo que se conoce como piedra, papel y tijera.

    Los escritores occidentales de finales del siglo XIX lo mencionan como un juego asiático. Los chinos y coreanos usan la palabra tela con piedra y tijera, mientras que los japoneses emplean el vocablo papel, lo que sugiere que los occidentales habrían incorporado el juego desde Japón. El origen japonés deriva de las artes marciales en las que piedra es un ataque directo, tijera es un ataque a los ojos o a la nariz y papel es un método de defensa.

    ³

    MONSALVE

    , Sergio en John Nash y la teoría de los juegos, publicado en la revista Lecturas matemáticas, sostiene que En los últimos veinte años, la teoría de juegos se ha convertido en el modelo dominante en la teoría económica y ha contribuido significativamente a la ciencia política, a la biología y a estudios de seguridad nacional. Se podría agregar que también ha sido útil, en tanto modo de pensar estrategias, para el análisis de las batallas artísticas, literarias, teóricas y culturales.

    SAID

    , Edward S. Opponents, Audiences, Constituencies, and Community (1-26) fue una de las lecturas importantes entre muchas otras al igual que el resto de los artículos del número especial de Critical Inquiry de setiembre de 1982, titulado The Politics of Interpretation. El artículo Opponents, Audiences es recogido posteriormente en Reflections on Exile and Others Essays (²⁰⁰²) que es la Fuente que se cita en la bibliografía.

    SHAKESPERARE

    , William. "There are more things in Heaven and Earth, Horatio,/ than are dreamt of in your philosophy" en Hamlet (Acto I, escena quinta, p. 243.). En algunas versiones, la escena 5 del acto 1 –o larga escena final– es publicada en 13 escenas; sobre todo algunas traducciones al español, pero en la edición citada es la escena 5ta. del Acto 1.

    ⁶ Parece una casualidad –aunque no lo creo– que el símbolo para determinadas acciones realizadas en el mundo digital se utilice a una tijera.

    ⁷ MOLIÈRE, Jean Baptiste Poquelin. M. Jourdain se da cuenta de que habla prosa sin saberlo. El Burgués ennoblecido, escena VI, acto II. (p. ⁷⁸⁸)

    ⁸ CASTRO, Luis. "Almacenamiento en la nube (o cloud storage, en inglés) es un modelo de servicio en el cual los datos de un sistema de cómputo se almacenan, se administran, y se respaldan de forma remota, típicamente en servidores que están en la nube y que son administrados por un proveedor del servicio. Estos datos se ponen a disposición de los usuarios a través de una red, como lo es Internet." Actualizado 27 de mayo de 2018 en https://www.aboutespanol.com/que-es-almacenamiento-en-la-nube-157946 (Consultado el ¹⁶ de marzo de ²⁰¹⁹)

    ⁹ Ver ANDERSON, Comunidades imaginadas y S

    OMMER

    , Ficciones fundacionales.

    II. Nación, memoria

    y otras bibliotecas

    La biblioteca en ruinas

    Estás por comenzar a leer la nueva novela Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino. Relajate. Recógete. Aparta de ti todo otro pensamiento. Deja que el mundo que te circunda se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; de ese lado la televisión está siempre encendida.

    Italo Calvino

    Si una noche de invierno un viajero (Mi traducción, 5)

    La biblioteca es ilimitada y periódica. Si

    un eterno viajero la atravesara en cualquier

    dirección, comprobaría al cabo de los siglos

    que los mismos volúmenes se repiten en el

    mismo desorden (que, repetido, sería un

    orden: el Orden).

    Jorge Luis Borges, (471)

    La biblioteca de Babel

    Tal es también mi suerte. Sé que hay algo

    inmortal y esencial que he sepultado. En esa

    biblioteca del pasado.

    Jorge Luis Borges, (892)

    Lectores

    En la biblioteca

    Estoy en una biblioteca; ni pública ni privada. Cerca, demasiado cerca, la televisión me hace llegar su entrecortado, espasmódico, intermitente mensaje. El afilador pasa con su ominoso sonido, el silencioso hablar de los libros se apila a mi alrededor, los imprescindibles lentes agusanan las viejas nuevas lecturas.

    Estoy en la biblioteca tratando de cerrar un libro que he estado escribiendo y borrando a lo largo de casi toda mi vida, pero cuya escritura final comenzó en los últimos meses de 1991; decía hace casi un cuarto de siglo; pero no, continúo escribiéndolo a finales de la segunda década del siglo XXI. Un libro que se fue haciendo así, sin más. Toda labor crítica, toda labor intelectual es una suerte de autobiografía y acompaña la vida. Y como ya se sabe, toda autobiografía es ficcional.

    Estoy en la biblioteca escribiendo un ensayo que encierra otro y posible/seguramente otro y otros más en estado larval, virtual. Las preguntas de fin siglo –y que continúan hoy, ya entrado el siglo XXI– me vienen asediando desde hace unos cuantos años y encontraron una primera formulación, de la que ahora sólo quedan las trazas, en parte de estas páginas. Si esas trazas aparecen casi como de contrabando en esta biblioteca es porque han estado allí, alimentándose con su escepticismo, con su babélica acumulación, con su secreta rabia. Las bibliotecas, como se sabe, suelen ser indiscriminadas. Sus estómagos digieren todo sin establecer mayores jerarquías o distinciones.

    No es cierto. Toda biblioteca, como todo museo, elige, olvida, clasifica, archiva, celebra. La biblioteca privada dice de una sórdida historia personal. La pública, más todavía si es nacional, dice de la barbarie cometida por la comunidad hegemónica. La biblioteca es el cementerio de los que no tienen voz, su muerte definitiva. Las bibliotecas nacionales son el poder exacerbado, son la historia oficial, el panteón de los próceres, la fosa común de la clase media, el paradojal lugar sin límites al que los heterodoxos no pueden ingresar. La biblioteca pública es una ilusión, una falaz utopía de la democracia. La biblioteca pública, sin embargo, también posibilita la construcción. La biblioteca privada, la ilusión del poder y un modo del solipsismo. El poder reprime pero también posibilita la creación (Foucault, 2005).¹⁰ No necesariamente la propia, sino la que otorga la sociedad, el sistema, las reglas de juego o de batalla de los dueños de todos los discursos quienes con palabras crean y destruyen.

    No es cierto. No estoy ni en una biblioteca privada ni en una biblioteca nacional. Estoy en un avión iniciando el retorno final, aunque seguramente no el último viaje. Atrás quedan, esta vez, las planicies de Illinois como antes quedara el valle de Caracas. Y también atrás queda la maravilla árabe de un palacio lleno de fuentes y la hospitalidad granadina. Atrás quedan los restos imperiales de la otra España que me echa en cara mi extranjería y posiblemente me ha de helar el corazón. En la biblioteca me acompañan Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig, Roque Dalton, Jorge Luis Borges, José Donoso, Cristina Peri Rossi, Julio Garmendia, José Emilio Pacheco, César Vallejo, Alejandra Pizarnik, Vicente Huidobro, Ángel Rama, Omar Cabezas, Rómulo Gallegos, Néstor Perlongher, Yolanda Pantin, Rosario Ferré, Arturo Ardao, Álvaro Mutis, Eugenio Montejo, Miguel Barnet, José Martí. Cuba y Martí; Cuba está en su agonía, no en su muerte, en su patética porfía. (A lo largo de los años y en ocasión de esta mínima reescritura es justo precisar que la aleatoria lista de autores ha ido creciendo y también se ha ido modificando).

    Estoy en una biblioteca latinoamericana. América Latina, ¿o es que nunca ha sido otra cosa más que Hispanoamérica? No necesariamente; algún haitiano, algún brasileño (esto ha variado mucho y los brasileños, ficción y teoría, han crecido de modo más que significativo) tentaron mi anhelo, aunque sus resultados fueron escasos al comienzo y hoy, 2019, se me hayan vuelto imprescindibles. De ellos y de mucha otra materia, sin embargo, no queda registro esta vez. Américas latinas, muchas y múltiples, pero también una, única, mía/nuestra. La que quisieron, quisimos, queremos construir contra el tigre de adentro y

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