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La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919
La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919
La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919
Libro electrónico438 páginas6 horas

La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919

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En La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919, Thomas Gerdes analiza el desarrollo del catolicismo social fuera de Europa, preguntándose concretamente acerca del caso argentino en el período comprendido entre 1880 y 1919, momento en el que el país experimentaba una excepcional expansión económica acompañada de graves problemas sociales. A partir de comprender que el siglo XIX fue para Argentina una época de grandes cambios y consolidaciones frágiles, tanto para las estructuras estatales como para las eclesiásticas, Thomas Gerdes analiza el desarrollo del catolicismo social en el Río de la Plata. El período histórico elegido por Gerdes no es casual: por un lado, las tensiones provocadas por la expansión económica resultaban, cada vez más frecuentemente, en huelgas y atentados, situación que fue escalando hasta llegar a los incidentes violentos de la Semana Trágica de 1919; por otro lado, la Iglesia veía con recelo las leyes de secularización impulsadas por el Estado que pretendían la separación de las instituciones estatales y religiosas, lo que condujo a la formación de un catolicismo político que protestó vehementemente contra ellas. La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919, es, entonces, el análisis de las respuestas católicas a la cambiante realidad política y socioeconómica de Argentina a finales del siglo XIX, a través de la mirada que las principales publicaciones católicas de la época y la prensa católica nacional, ofrecían.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ago 2018
ISBN9789876993791
La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919

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    La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919 - Thomas Gerdes

    Organizaciones

    Agradecimientos

    Thomas Gerdes

    Hamburgo, junio de 2015.

    Durante mi doctorado he recibido el apoyo de numerosas personas. En primer lugar quisiera agradecer el respaldo y acompañamiento de mi director de tesis, el Profesor Dr. Peer Schmidt, quien falleció tempranamente en el año 2009. A él le dedico esta publicación.

    Tras la muerte del Profesor Dr. Schmidt, el Profesor Dr. Jörg Rüpke (Universidad de Erfurt) tuvo la amabilidad de asumir el seguimiento del trabajo. El Profesor emérito Dr. Horst Pietschmann (Universidad de Hamburgo) y el Profesor Dr. Rudolf Uertz (Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt) redactaron el dictamen. A ellos también les agradezco su asesoramiento profesional.

    Mi especial agradecimiento a todos aquellos que me ayudaron durante mi investigación en Argentina. Debo agradecer a los empleados de: la Biblioteca Nacional de la República Argentina, la Biblioteca Provincial de los Redentoristas, el Archivo Central de los Salesianos, el Archivo de la Federación de los Círculos Católicos de Obreros, el Archivo General de la Nación Argentina, la Biblioteca del Congreso Argentino, la Biblioteca de la Fundación Alfredo Lorenzo Palacios y la Biblioteca Tornquist (todos de Buenos Aires). También agradezco al Profesor Dr. Roberto Di Stefano, a Mario Presentado y a todos mis amigos y amigas argentinos.

    Doy las gracias a mis compañeros de estudio por la posibilidad de discutir mis ideas. Especialmente a la Dra. Angelika Künne y al Dr. Sebastian Dorsch como también al Dr. Silvan Niedermeier, al Dr. Christopher Wertz y a Florian Heintze.

    A la Escuela de Graduados Religion in Modernisierungsprozessen de la Universidad de Erfurt y al Servicio Alemán de Intercambio Académico (daad) les agradezco por el apoyo financiero de mi doctorado. También agradezco a mi familia por su apoyo.

    Introducción

    ¡Ay de los ricos y ay principalmente de los pobres, si nuestros consejos no son escuchados por todos! Causa estupor al ánimo más varonil la consideración del estado actual de las cosas […]. ¡Obreros y artesanos! Os predican todo linaje de doctrinas para apartaros más y más de la Iglesia, de sus ministros y de sus enseñanzas. No creáis a los que tal hacen, porque os alejan del único amparo verdadero que tiene el pobre sobre la tierra […]. La Iglesia y sólo la Iglesia, en fin, es la que ha predicado y seguirá predicando al rico y al pobre sus deberes hasta la consumación de los siglos […].1

    Estas líneas provienen de un artículo publicado en abril de 1891 con el título Consejos a los ricos y a los pobres en el semanal parroquial La Buena Lectura de la iglesia de la Merced, ubicada en el centro de la ciudad de Buenos Aires. El texto, firmado por un obispo, afirmaba enérgicamente que la solución a los problemas sociales y económicos contemporáneos solamente podía encontrarse en la doctrina de la Iglesia. Según ésta, los trabajadores no deberían apartarse del catolicismo ni dejarse influenciar por otras ideologías como el socialismo. Que el artículo apareciera en una revista católica bonaerense sin más comentarios, hace suponer que se trata de un escrito de un obispo argentino a los trabajadores de su diócesis. Sin embargo, más adelante encontramos frases como: "Tenemos la seguridad de que vosotros, obreros catalanes […] leeréis con el mismo horror que Nos tales dislates, y oiréis con prevención bien justificada al que trate de conduciros por sendas que repugnan a vuestros nobles y honrados sentimientos".2 En esta cita queda claro que el autor es un obispo que se dirigía originariamente a trabajadores europeos.

    ¿Cómo puede explicarse que su escrito, sin ninguna observación o indicación de la fuente, se publique en el semanal parroquial de una iglesia sudamericana ubicada del otro lado del Atlántico? Es una situación que a primera vista resulta sorpresiva y que servirá como punto de partida para las siguientes reflexiones.

    En el texto tomado de La Buena Lectura, el obispo advierte un estado actual de las cosas que incluso causa estupor al ánimo más varonil. De esta forma se refiere a la así llamada cuestión social, muchas veces también conocida con el nombre de cuestión obrera. Con este término, ya utilizado en aquella época, se hace referencia a las consecuencias sociales y económicas negativas del proceso de modernización,3 en especial para las clases bajas. Por ejemplo, salarios bajos, jornadas laborales largas, falta de cobertura de seguro, desempleo y escasez de vivienda.4

    La cuestión social, en la Europa del siglo xix, había generado diferentes reacciones. Tanto el socialismo como el anarquismo y el liberalismo habían tomado partido por ese tema. El texto citado al comienzo demuestra que también el catolicismo se ocupaba de esa problemática. Desde principios de siglo, clérigos y laicos estaban comprometidos en el ámbito político y social y daban respuestas católicas a la cuestión social. Con estas respuestas buscaban diferenciarse y defenderse de las ideologías contemporáneas rivales.

    Tan solo un mes después de la aparición del artículo en La Buena Lectura, el 15 de mayo de 1891, el Papa León xiii (pontificado 1878-1903)5 promulgaba en Roma la encíclica Rerum novarum. Esa llamada encíclica social era una carta papal que pretendía establecer las directrices del catolicismo social. Para su redacción, León xiii se apoyó en décadas de tradición social católica europea, que se remonta a comienzos del siglo xix y fue fuertemente marcada por las ideas del obispo de Maguncia Wilhelm Emmanuel von Ketteler (mandato 1850-1877).

    El presente trabajo tiene por objetivo analizar el desarrollo del catolicismo social fuera de Europa, preguntándose concretamente qué respuestas da el catolicismo en Argentina en el período comprendido entre 1880 y 1919 a la cuestión social local.

    Por muchos motivos, el país resulta para este planteamiento un campo de estudios muy prometedor. Argentina experimenta en aquellos años una expansión económica excepcional por la exportación agropecuaria, que, sin embargo, va acompañada de graves problemas, como la crisis política y socioeconómica de 1890.6 Esta crisis en Argentina coincidía con la promulgación de la encíclica Rerum novarum en Roma un año después. El historiador Juan Suriano define la cuestión social en Argentina en su libro La cuestión social en Argentina, 1870-1943 como la totalidad de:

    […] consecuencias sociales, laborales e ideológicas de la industrialización y urbanización nacientes: una nueva forma del sistema dependiente de salarios, la aparición de problemas cada vez más complejos pertinentes a viviendas obreras, atención médica y salubridad; la constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses de la nueva clase trabajadora: huelgas y demonstraciones callejeras, tal vez choques armados entre los trabajadores, la policía o militares y cierta popularidad de las ideas extremistas […].

    Además, según Suriano, deben incluirse la influencia de la inmigración masiva y el rol de la mujer en la sociedad.7

    El siglo xix fue para Argentina una época de grandes cambios y consolidaciones frágiles, tanto para las estructuras estatales como para las eclesiásticas. En el marco de la Revolución de Mayo, la Primera Junta sustituye en mayo de 1810 en Buenos Aires al virrey español. Protagonistas de ese proceso independentista fueron las ciudades y sus alrededores, que conformarían las provincias. La organización en un Estado (nacional) dio lugar en las décadas siguientes a continuos conflictos y guerras civiles por motivos políticos y económicos, por ejemplo, la separación de la provincia de Buenos Aires del resto de la República entre 1854 y 1861.8 Recién en 1880, durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca (mandatos 1880-1886 y 1898-1904) comenzó un período de relativa estabilidad que se extendería hasta el año 1916, período en el que una oligarquía conservadora dominaría el escenario político; en el campo económico, sin embargo, prevalecía un capitalismo liberal.

    Para definir esa época, el historiador Natalio Botana acuña el concepto del orden conservador. Botana describe convincentemente el esfuerzo de una oligarquía política conservadora por mantener su poder dentro del marco de un orden constitucionalmente legitimado.9 Ese orden se apoyaba en los principios liberales de la Constitución argentina de 1853, que a su vez se basaba en gran parte en el escrito Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina del político y jurista Juan Bautista Alberdi (1810-1884), publicado un año antes.10 La obra de Alberdi –y también el orden conservador– se caracteriza por la tensión entre un liberalismo económico y un conservadurismo político.11

    El establecimiento de las estructuras eclesiásticas en Argentina tuvo dificultades semejantes al proceso de formación del estado. Ya en la época colonial, los obispos locales tenían un poder de disposición limitado sobre el clero de su diócesis.12 Después de la independencia, el gobierno de Buenos Aires y el Vaticano se disputaron el derecho de patronato sobre la Iglesia argentina. Consecuencia de esto fueron muchos años de sedes episcopales vacantes y un mayor debilitamiento de la posición del episcopado. En 1866 se fundó el Arzobispado de Buenos Aires. En torno al 1900, más del 90% de los argentinos era oficialmente católico, pero en la práctica la posición del catolicismo –justamente en Buenos Aires, el centro urbano–, era muy débil.13 Las clases altas estaban fuertemente influenciadas por ideas positivistas liberales, y en las clases bajas se expandían cada vez más las ideas socialistas y anarquistas.14 Diferente era la situación, por ejemplo, en la provincia de Córdoba, que ya desde la época colonial y también en el período objeto del presente estudio, era considerada un baluarte católico.15 De este modo, la historia, tanto política como religiosa de la Argentina del siglo xix, está caracterizada por su heterogeneidad.

    A causa de ese desarrollo tan dispar, el presente análisis se centra principalmente en la ciudad de Buenos Aires y la provincia homónima o, mejor dicho, en la región del Río de la Plata.16 La ciudad de Buenos Aires con su puerto no era solamente la sede del Gobierno Nacional y del Arzobispado, sino también, en cierto modo, la puerta de ingreso a la Argentina, por la que entraron millones de inmigrantes europeos, sobre todo de Italia y España.17 Por el mismo camino llegaron al país publicaciones católicas y artículos de la prensa católica europea. Es decir que precisamente la ciudad de Buenos Aires, también sede de numerosos diarios y revistas católicos, tenía un vínculo estrecho con Europa.

    Para este estudio, además de una delimitación geográfica, también es imprescindible una delimitación temporal. Resulta aquí útil tomar el período entre 1880 y 1919. Alrededor de 1880, las leyes de secularización18 del gobierno liberal de Argentina, que pretendían la separación de las instituciones estatales y religiosas, provocaron gran resistencia dentro del catolicismo. Esto llevó a la formación de un catolicismo político, que –sostenido por la elite católica laica del país– protestó vehementemente contra la secularización de la educación escolar (Ley 1442 de Educación Común  de 1884).19 Por otro lado, sobre todo después del cambio de siglo, se agudizaron las tensiones entre trabajadores y patrones, o sea entre las clases bajas y altas. Las tensiones resultaban en huelgas sectoriales y generales y en atentados, situación que fue escalando hasta llegar a los incidentes violentos de la Semana Trágica  de 1919. Esta puede ser considerada como el gran desafío para el catolicismo social en el Río de la Plata, y, a la vez, el cierre de su fase inicial.

    El análisis de las respuestas católicas a la cambiante realidad política y socioeconómica de Argentina a finales del siglo xix es nombrado explícitamente como desiderátum de investigación por los historiadores Roberto Di Stefano y Loris Zanatta en su libro Historia de la iglesia argentina, del año 2000:

    [P]or lo general, los estudios sobre la era liberal de fines de siglo [19] han soslayado a la Iglesia y una oscuridad casi total reina sobre las formas y los contenidos de su adaptación a esta Argentina que se estaba conformando.20

    No obstante, ya existen en la historiografía algunas obras, que, desde diferentes perspectivas, se ocupan del tema del catolicismo social en Argentina y el resto de América Latina.

    La investigación del catolicismo social en el Río de la Plata en el período de estudio se basa, hasta ahora, sobre todo en la obra del historiador argentino Néstor Tomás Auza. Sin embargo, su valor informativo y, sobre todo, su objetividad son puestas en tela de juicio por una parte de la historiografía.21 Esto muestra que en la historiografía argentina sobre el catolicismo se enfrentan diferentes modos de construir e interpretar la historia. El panorama académico local está marcado por controvertidos debates entre una historiografía orientada a la teología y otra más profana.

    En 1987-88 Auza publicó en tres tomos los Aciertos y fracasos sociales del catolicismo argentino, que abarcan el período comprendido entre 1890 y 1930.22 Ya el título de la trilogía de Auza denota la intención de mostrar los aciertos y fracasos del catolicismo argentino en el ámbito social. Para lograrlo su análisis se enfoca en los actores y las organizaciones del catolicismo social local. De esta manera, los tomos 1 y 2 de la trilogía están destinados principalmente al redentorista de origen alemán Federico Grote (1853-1940) y al clérigo Miguel de Andrea (1877-1960). Este enfoque también queda reflejado en los títulos de ambos tomos: Grote y la estrategia social, 1890-1912 y Mons. de Andrea, 1912-1919.23 La trilogía ofrece una representación del catolicismo social argentino sin medios tonos: las actividades de Grote y los Círculos de Obreros que éste había fundado son representadas de manera exclusivamente positiva. Esto queda demostrado, entre otras cosas, por los títulos de algunos capítulos, como por ejemplo: La personalidad excepcional del padre Grote.24 En 1912, de Andrea sucede a Grote como Director Espiritual de los Círculos de Obreros. Auza critica su desempeño en comparación con el de Grote, como parte de una estrategia del episcopado argentino para controlar al catolicismo social del país.25 Por lo demás, en su representación Auza defiende explícitamente los objetivos de la democracia cristiana de la época.26

    Un panorama de la historiografía más allá de Auza sobre el catolicismo social en América Latina hacia 1900, deja en claro que hasta el momento ha sido muy poco estudiado. Carmen-José Alejos Grau y José Ignacio Saranyana ofrecen, en su libro Teología en América Latina, un panorama completo de las investigaciones realizadas en relación al tema para el tiempo comprendido entre la Rerum novarum y el Concilio Vaticano ii (1962-1965).27 Para Chile y México existen además dos monografías muy detalladas: las tesis doctorales del politólogo chileno Patricio Valdivieso y del historiador mexicano Manuel Ceballos Ramírez centran su atención en la política social católica.28 Por último, se puede mencionar el trabajo de los historiadores uruguayos Mario Cayota y Carlos Zubillaga Cristianos y cambio social en el Uruguay de la modernización (1896-1919), que resulta poco convincente debido a su estructura poco clara.29

    El anexo bibliográfico de la Historia de la Iglesia argentina de Di Stefano y Zanatta ofrece una visión general de la historiografía del catolicismo argentino en el período de investigación.30 Además, Di Stefano escribió un artículo en el que se pronuncia a favor de un cambio de paradigma [d]e la teología a la historia31 en la historiografía del catolicismo. Según Di Stefano, hasta la década de 1980 no existió en Argentina una investigación histórica profana sobre el catolicismo paralela a la tradición teológica, de manera que ‘’‘[e]l tipo de historia eclesiástica que predominó en Argentina en el siglo xx arrojó entre sus ’‘resultados nefastos el hecho de que las lagunas de nuestros conocimientos sean hoy oceánicas’‘’.32

    El estudio más antiguo sobre las organizaciones del catolicismo social argentino en el período de investigación data del año 1920. En ese entonces, José Elías Niklison elaboró, a pedido del Departamento Nacional de Trabajo (predecesor del Ministerio de Trabajo) un informe sobre la Acción social católica obrera. Es destacable que incluso Niklison –como contemporáneo– criticase la escasez de las fuentes referidas al catolicismo social en el Río de la Plata.33 Su estudio no ha perdido actualidad hasta el día de hoy. Tampoco la trilogía Aciertos y fracasos de Auza avanza mucho más allá de Niklison en lo que respecta a datos estadísticos concretos sobre las organizaciones sociales católicas. Esto demuestra una vez más la variedad de desiderátums de investigación que existen en relación a la historia del catolicismo (social) argentino.

    A partir de 1980, junto a los trabajos de Auza surgieron en Argentina algunas publicaciones más que se ocupaban de la historia del catolicismo social. Muchas de ellas se basan, en gran medida, en las investigaciones de Auza.34 En los últimos años se publicaron otros trabajos sobre la cuestión social en Argentina y también, en parte, sobre las respuestas católicas a la misma. El historiador argentino Eduardo Zimmermann analizó, por ejemplo, en 1995, en Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina, 1890-1916, las reacciones liberales ante la cuestión social a principios del siglo xx. Su estudio proporciona información sobre el trasfondo ideológico-intelectual de la política de reforma liberal y también dedica algunas páginas al tema del catolicismo social.35 A partir de la cuestión social en sentido estricto, Zimmermann investiga la sanidad, la llamada cuestión racial y la criminología, especialmente la criminalización del anarquismo. El gobierno argentino intentó controlar al anarquismo por medio de legislaciones restrictivas como la Ley de Resistencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910). Asimismo el estudio de Zimmermann se ocupa del proyecto fracasado de una Ley Nacional del Trabajo del año 1904.

    En el año 2000 aparecieron además dos obras sobre la cuestión social o, mejor dicho, sobre la política social en Argentina: La cuestión social en la Argentina, 1870-1943 de Juan Suriano y la antología La política social antes de la política social. Caridad, beneficencia y política social en Buenos Aires, siglos xvii  a xx, publicada por José Luis Moreno. Esta última analiza la reacción del catolicismo ante los problemas sociales, dando prioridad a la asistencia a mujeres y niños necesitados entre los siglos xvii y xx.36 En el número especial de la revista argentina Prismas sobre Católicos en el siglo. Política y cultura, publicado en 2005, María Ester Rapalo se ocupa de los Círculos de Obreros.37 La antología De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina, 1776-1990, publicada en 2002, trata entre otros temas el desarrollo de diferentes asociaciones católicas (sociales).38 Además, se publicaron algunos trabajos sobre la historia del catolicismo en la ciudad de Córdoba, considerada especialmente católica, que también presentan, entre otros, temas católicos sociales.39

    En relación a la historiografía del catolicismo social en Argentina hay que citar también al periodista y crítico de la Iglesia Horacio Verbitsky, cuyo interés principal es la dictadura militar entre 1976 y 1983. Verbitsky pertenecía en aquella época a la agrupación Montoneros, por ende, en sus numerosas publicaciones aborda sobre todo las relaciones entre el catolicismo y los militares a partir de 1930. Sin embargo, al comienzo de su historia de la Iglesia argentina en cuatro tomos, analiza también el catolicismo entre 1884 y 1930 y se ocupa del catolicismo social en ese contexto.40

    La situación de las fuentes existentes en Argentina sobre el catolicismo es problemática en general. Tanto Auza como Di Stefano y Verbitsky consideran esa falta de fuentes el motivo de las carencias en la investigación historiográfica sobre el catolicismo. Esta situación se debe, en gran medida, al papel que jugó la Iglesia en la turbulenta historia de la Argentina del siglo xx. Por un lado, en 1955 se quemaron varios archivos eclesiásticos; por el otro, las instituciones eclesiásticas suelen denegar el acceso a sus documentos. En este contexto, Auza cita a un obispo, según el cual los trapitos sucios de la Iglesia no se ventilan al público.41 Verbitsky critica especialmente que la Iglesia niegue la existencia de fuentes que demuestran su complicidad con la dictadura militar.42 A eso se le deben sumar las condiciones de conservación a veces precarias en algunas de las bibliotecas y archivos argentinos.43

    Por estos motivos, la presente investigación se basa, sobre todo, en los diarios y revistas católicos de los años comprendidos entre 1880 y 1919 que han perdurado hasta hoy en archivos estatales y eclesiásticos de Buenos Aires. Durante el período que abarca este estudio, la prensa representaba el medio de comunicación masiva por excelencia, y con ello el instrumento más importante del que se servían las agrupaciones políticas, ideológicas y religiosas para dar a conocer sus ideas. En Argentina, las publicaciones de la prensa religiosa estaban concentradas principalmente en el Río de la Plata, donde la tasa de alfabetización alcanzaba a dos tercios de la población.44 En relación al catolicismo social de allí, Alejos Grau y Saranyana hacen constar:

    El catolicismo social […] promovió una abundante prensa doctrinal, medio de expresión pública y vía de comunicación entre sus miembros [de las organizaciones católicas sociales] que cumplía una función a medio camino entre la reflexión y la pedagógica. En gran mediad, la prensa fue el cauce a través del cual vertieron su pensamiento los principales actores e impulsores del catolicismo social.45

    Por eso, la elección de la prensa religiosa como fuente principal de este estudio, a pesar de las pérdidas de los archivos y las políticas de acceso restrictivas de la Iglesia, permite ofrecer un cuadro detallado de las respuestas católicas de la época a la cuestión social. Un cuadro que intenta avanzar más allá de las investigaciones sobre el catolicismo social rioplatense que tienden a centrarse en personas u organizaciones.

    Desde los inicios del siglo xix se había desarrollado en el Río de la Plata una floreciente industria periodística. Una primera impresión de su variedad proporciona el trabajo de Celedonio Galván Moreno sobre El periodismo argentino del año 1944, aunque aquí se menciona solamente un diario católico: El Pueblo (1900-1960).46 Paralelamente a sus investigaciones sobre el catolicismo social, Auza publicó varios textos sobre la historia de la prensa argentina en el siglo xix. Su artículo Un indicador de la cultura bonaerense. El periodismo de 1877 a 1914, facilita numerosos datos estadísticos sobre el panorama de la prensa en la provincia de Buenos Aires, pero faltan datos precisos sobre las publicaciones católicas.47 Mirta Zaida Lobato escribió un estudio sobre La prensa obrera entre 1890 y 1958,  pero sin considerar las publicaciones católicas, aunque, como describe, las organizaciones católicas […] tuvieron un discurso que interpelaba a los trabajadores en su prensa general […].48 En este contexto, Lobato también hace referencia a la escasez de fuentes.49

    Para el período objeto de esta investigación es de interés particular el artículo La prensa católica y sus lectores en Buenos Aires, 1880-1920 de la historiadora argentina Miranda Lida. También ella constata:

    [N]ada sabemos acerca de cómo se hacía un periódico católico, dónde y cómo se distribuía, quiénes eran sus lectores, por qué lo compraban y qué uso le daban.50

    Lida consigue en parte responder algunas de esas preguntas, pero otros datos importantes permanecen todavía en la oscuridad. La historiadora señala que las publicaciones periodísticas católicas tenían, en muchos ámbitos, un retraso técnico en comparación con los grandes diarios conservadores y liberales como La Nación y La Prensa. Estos últimos estaban conectados, por ejemplo, a la red de telegrafía transatlántica y podían ofrecer diariamente a sus lectores noticias mundiales actualizadas. La prensa católica, en cambio, tenía que recurrir a los contenidos de dichos periódicos y dependía, además, de una red de periodistas no profesionales. Ese retraso técnico, afirma Lida, se hace especialmente evidente en los años de la Primera Guerra Mundial debido al aumento de interés de los lectores por información actualizada a diario.51 Otro punto que diferenciaba los diarios católicos de los grandes periódicos eran las vías de distribución. Mientras la mayoría de los diarios competían por lectores en la venta callejera, la prensa confesional de Buenos Aires solamente se obtenía en base a suscripciones. Los centros de distribución eran normalmente las parroquias, en las que se anotaban y pagaban las suscripciones. La inscripción en una placa de piedra en la iglesia bonaerense de La Merced recuerda todavía esa tradición: La Buena Lectura. Periódico semanal para las familias. Aquí se subscribe.

    Placa de La Buena Lectura en la iglesia parroquial de La Merced, Buenos Aires

    A través de la extendida red ferroviaria, la prensa religiosa capitalina alcanzaba también otras partes del país, pero a causa de la escasez de fuentes no pueden darse datos fiables sobre la tirada y distribución de la prensa religiosa en el período de estudio. Sin embargo, los pocos datos con que se cuenta apuntan a que su tirada era muy inferior a la de los diarios principales.52 A eso se suma el problema de que no se han conservado los archivos de los diarios y revistas católicos contemporáneos.53 Por este motivo, las conclusiones sobre el número de lectores o sus círculos de destinatarios solamente pueden extraerse del contenido de los periódicos.

    La investigación se basa en un corpus de siete periódicos católicos diarios, semanales y mensuales de diferente alcance que se publicaban en Buenos Aires. Además de la prensa religiosa, completan el material del corpus publicaciones contemporáneas de defensores del catolicismo social en el Río de la Plata, así como la hasta ahora inédita correspondencia entre Federico Grote y sus superiores de orden europeo. En este punto es necesario remarcar que los diarios y revistas católicos que se analizan no son, con una excepción, publicaciones nominalmente católico sociales. No obstante, se encuentran en sus hojas informes regulares y detallados sobre el catolicismo social.

    Las publicaciones periodísticas investigadas para este estudio pueden dividirse en cuatro grupos. En primer lugar, hay revistas dirigidas a los miembros de las organizaciones católico sociales; de éstas, únicamente la Semana Social publicada por la Liga Social Argentina está disponible hoy en los archivos. En segundo lugar se encuentran los semanarios parroquiales que editaban numerosas iglesias: el ya citado La Buena Lectura provenía de La Merced, una de las parroquias más viejas de la ciudad; El Nuevo Templo de San Carlos por el contrario, de uno de los nuevos barrios obreros de la capital argentina. En tercer lugar están los dos diarios católicos, La Voz de la Iglesia y El Pueblo, ambos estaban disponibles en todo el país y en el extranjero; no obstante, en aquella época algunos artículos periodísticos lamentaban que dicha prensa fuera recibida casi exclusivamente por lectores religiosos.54 El cuarto grupo está compuesto por dos revistas mensuales, la Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires55  y Estudios, estas eran publicaciones teológico-científicas especializadas y estaban dirigidas sobre todo al clero y a un público académico.

    La Semana Social apareció semanalmente entre 1911 y 1920. En julio de 1919 un artículo del periódico indicó una tirada total de la revista de 998.500, lo que da un promedio de aproximadamente 2.500 ejemplares por edición.56 La Semana Social comenzó teniendo ocho páginas, y a partir de 1917 pasó a tener 16. El precio de dos pesos por una suscripción anual y de cinco centavos por ejemplar permitía la adquisición de la revista también al grupo destinatario de los trabajadores y campesinos.

    Tanto La Buena Lectura como El Nuevo Templo de San Carlos aparecían semanalmente. El primero fue fundado en 1879 por el párroco de origen italiano Antonio Rasore (1851-1929) y tenía una extensión de entre 12 y 14 páginas. El subtítulo era primero Publicación semanal de instrucción religiosa, moral y general para las familias; en septiembre de 1904 fue cambiado con motivo del vigésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María por Revista Mariana. Consagrada especialmente a fomentar en las familias la devoción a la Santísima Virgen.57 Una suscripción de seis meses costaba, en aquella época, cuatro pesos. Su orientación a la familia puede haber sido el motivo por el cual La Buena Lectura alcanzara a numerosos lectores más allá de su parroquia.58

    El Nuevo Templo de San Carlos surgió en 1902 como boletín informativo de una nueva parroquia creada por la orden de los Salesianos. El objetivo del diario, que fue rebautizado posteriormente como El Templo de San Carlos, era, por un lado, instruir a los miembros de la parroquia en cuestiones morales y religiosas. Otro objetivo era recolectar donaciones para la construcción de la iglesia parroquial.59 La contribución mínima por una suscripción mensual era de cincuenta centavos. Sin embargo, todas las semanas se pedía a los lectores una donación acorde a sus posibilidades que sería utilizada para la construcción de la nueva iglesia. Aunque El Nuevo Templo de San Carlos no era específicamente un periódico católico social, se publicaban regularmente artículos dirigidos explícitamente a los obreros, que representaban probablemente la mayoría de los miembros de la parroquia, ubicada en ese entonces en las afueras de la capital en expansión.

    Los dos diarios católicos contaban al comienzo con cuatro páginas (El Pueblo más tarde con ocho), formato grande, letra relativamente pequeña y se publicaban de lunes a sábado.60 El Pueblo por la mañana, La Voz de la Iglesia recién por la tarde. Los temas más importantes aparecían en la portada. La segunda página estaba dedicada a noticias de menor relevancia y a un calendario de eventos. Especialmente El Pueblo publicaba regularmente anuncios de actividades de los Círculos de Obreros.61 Las páginas restantes contenían en su mayor parte anuncios publicitarios. Sobre El Pueblo existe un trabajo de María Isabel de Ruschi que presenta sobre todo el entorno sociocultural del diario más que el diario en sí, lo que la autora justifica con la escasez de fuentes, especialmente al no haber un archivo del diario.62

    El Pueblo fue fundado en 1900 por Federico Grote. Los primeros dos años del diario estuvieron marcados por problemas económicos y cambios frecuentes de propietarios y editores. Desde 1902 hasta el final del período de estudio, El Pueblo fue publicado por el periodista Isaac Pearson (1876-1921).63 El precio de un ejemplar en 1900 era de cinco centavos.64 El diario, que apareció hasta los años 1960, tenía un concepto católico-conservador del mundo.65 Con relación a sus lectores Di Stefano y Zanatta afirman:

    [N]o hay duda de que, aunque hasta los primeros años treinta era poco más que un ‘pasquín clerical’ de circulación restringida, su influencia entre los sectores dirigentes y la clase política creció justamente en virtud de su identificación con las autoridades de la Iglesia, y en particular con la Curia de la Capital.66

    La Voz de la Iglesia se publicaba ya desde 1883. El precio de suscripción equivalía más o menos al de El Pueblo. El editor de La Voz de la Iglesia fue el clérigo Juan A. López (1859-1906) hasta su muerte en 1906.67 López era miembro del cabildo catedralicio bonaerense y las oficinas del diario estaban además en las cercanías de la catedral y del palacio arzobispal, lo que permite presuponer un control, por lo menos implícito, de la Iglesia sobre el periódico. Según su título, el diario se entendía como la voz de la Iglesia y se definía, más allá de eso, por ejemplo en un artículo del año 1905, explícitamente como portavoz de los obispos argentinos.68 Estos últimos eran conscientes de la importancia de la prensa como medio de masas para la difusión de las ideas católicas, como documentan las decisiones de la asamblea plenaria del episcopado argentino en la provincia de Salta en 1902. Aquí se pidió a las revistas y los diarios católicos obediencia a la jerarquía eclesiástica:

    No pretenden [las publicaciones periodísticas católicas] hablar en nombre de la Iglesia, no quieran imponer su opinión en materias de libre discusión […]. Sean dóciles con buena voluntad a la disciplina de aquellos a quienes el Espíritu Santo ha constituido Obispos para regir la Iglesia de Dios, reverencien su autoridad, no se atrevan a hacer nada contra su beneplácito […]. Se alejan de cumplir un deber de católicos los que con astutas tergiversaciones rehúsan someterse al juicio de los Prelados. La verdadera obediencia no consiste en las palabras sino en los hechos obedeciendo con ánimo y voluntad.69

    La Voz de la Iglesia era, en cierta forma, una curiosidad en el panorama periodístico de la época. El diario no conseguía ofrecer a sus lectores una información diariamente actualizada de las secciones de política, economía o internacional. Sus reportajes desde el exterior todavía llegaban a Buenos Aires por correo. Tomando a La Voz de la Iglesia como ejemplo, son evidentes las desventajas competitivas de la prensa católica postuladas por Lida frente a los grandes periódicos contemporáneos. Por este motivo, las páginas de La Voz de la Iglesia contenían mayoritariamente textos sobre temas religiosos, con la inclusión de algunas noticias locales. Con ello, La Voz de la Iglesia quizás era interesante únicamente para un círculo reducido de lectores, posiblemente católicos de la elite socioeconómica e intelectual lo recibían como segundo diario. Finalmente su publicación se

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