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El mundo de Yesod - Fuego: El mundo de Yesod, #4
El mundo de Yesod - Fuego: El mundo de Yesod, #4
El mundo de Yesod - Fuego: El mundo de Yesod, #4
Libro electrónico220 páginas2 horas

El mundo de Yesod - Fuego: El mundo de Yesod, #4

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Información de este libro electrónico

Los Elegidos han llegado al reino de Fuego, donde les espera la cuarta y última Llave del Poder. Sin embargo, antes de poder recuperar el último amuleto y completar la misión, la Compañía de los Buscadores se pondrá a prueba de nuevo. Esta vez, serán Mayim y Esh los que tendrán que encontrar el camino a través del dolor, la pérdida y el engaño. Mientras del pasado surge el plan del Enemigo para destruir el Poder y su amenaza crece conforme los elegidos se acercan a la verdad, su camino les lleva a descubrir nuevos indicios sobre el significado de la misión. Del gigantesco Baar de Fuente Caliente al oscuro Zalyan de Lentofuego, sus nuevos amigos contribuyen a la comprensión de la verdad, mientras que la extraordinaria magia de las Llaves empieza a desvelarse para respaldar la misión. No obstante, esa misma magia podría mantener el Poder lejos de Yesod. Cuando la Garganta de Llama revele su tesoro, los Elegidos tendrán entre las manos el destino de los cuatro reinos.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento11 nov 2020
ISBN9781071545355
El mundo de Yesod - Fuego: El mundo de Yesod, #4

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    El mundo de Yesod - Fuego - Marzia Bosoni

    Capítulo 1 - Tristes recuerdos

    Mayim estaba sentada en silencio delante del increíble y completamente novedoso espectáculo de una cascada de lava que tranquilamente descendía por la pared del volcán.

    Su mente volvió a otra cascada, a la última cascada de agua que había visto antes de dejar su reino y a todo lo que había acontecido a orillas del río que la formaba.

    El río Amargo.

    ¡Qué nombre más adecuado! Ahora Mayim lo entendía.

    Volvió a pensar en la cascada y en la cueva que escondía, en los enigmas del cofre y en la espléndida Llave de Agua a la que Karka se había habituado a acariciar cuando estaba sumida en sus pensamientos.

    ¡Qué felices eran mientras ascendían el sendero al otro lado del río Amargo, preparados para atravesar la frontera con el reino de Fuego! Pero todavía estaban en alerta por las palabras de las Lágrimas de Yesod, el guardián de la tercera Llave, que todavía resonaban en sus mentes:

    —No todos los peligros os esperan dentro de esta cueva. Y quizás la verdad que aparezca, aunque sea sincera y real, es engañosa.

    No obstante, Mayim estaba tan feliz de haber revelado por fin su secreto a sus amigos que le parecía que nada podría estropear ese momento.

    Cuando llegaron al altiplano, Esh ya había empezado a hablar de todas las delicias que podrían probar en Lentofuego. La alegría de volver a su reino y podérselo enseñar a sus amigos era tal que los iris dorados de los ojos del chico brillaban con impaciencia, a pesar de que en él crecía la preocupación por lo que encontraría de verdad al otro lado de la frontera.

    Fue Mayim la primera en verlo y la sorpresa fue tal que le costó sofocar un grito. Unos segundos después, sus amigos también se dieron cuenta del hombre.

    —¡Rani! —gritó para que su voz se escuchara por encima del ruido de la cascada, que todavía estaba demasiado cerca.

    Los profundos ojos azules del hombre brillaron de alegría y una sonrisa le iluminó la bella cara azulada.

    La sorpresa había enmudecido a todos y Mayim dio unos pasos hacia él, pero Esh la tenía agarrada del brazo y, tras desvanecerse la alegría, se dirigió a Rani con voz nerviosa:

    —¿Qué haces aquí?

    Un rayo plateado pasó por los ojos de Rani mientras posaba rápidamente la mirada en Esh, pero su rostro no cambió de expresión y levantó las manos en señal de paz:

    —¡Tranquilo, impetuoso amigo de Fuego! Me gustaría poder deciros que yo también estoy sorprendido por haberos encontrado aquí, pero sería una mentira, y me temo que ya nos hemos contado muchas, ¿no creéis?

    —¿Mentiras? —preguntó Esh con sarcasmo—. ¿Empezamos por las tuyas?

    Mayim dirigió a su amigo una mirada severa, pero Rani respondió riéndose:

    —Las mías dependen en gran parte de las vuestras. Vamos, en tiempos oscuros como estos es imposible que cuatro chicos de los cuatros reinos se encuentren para viajar juntos por pura casualidad. Y si, además, los acompaña el Errante, la única respuesta posible es que se trate de los elegidos.

    —¿Qué sabes de los elegidos y… de mí? —preguntó Khor observando con atención a Rani.

    —Casi todo lo que es posible saber. ¡Y es muy poco! Mis estudios no solo han sido extensos, sino también muy interesantes.

    —Pero si nos habías reconocido, ¿por qué no lo has dicho? —preguntó Mayim, molesta por aquella revelación.

    Rani le dirigió su radiante sonrisa:

    —Mi encantadora Mayim, si los elegidos no desean revelarse, ¿quién soy yo para obstaculizarlos? Sin embargo, entendí que vuestra búsqueda y mi misión se encontrarían inevitablemente. Y así ha sido.

    —Y volvamos a mi primera pregunta —continuó Esh con tono agresivo—. ¿Qué haces aquí? ¡Y será mejor que no mientas!

    Rani miró brevemente a Esh y a los otros, pero luego volvió a fijar la mirada en los ojos perdidos de Mayim.

    —Estoy aquí por la razón que os dije. Estoy aquí porque la estoy siguiendo a ella.

    El hombre señaló detrás de él y los cinco amigos, que hasta ahora habían concentrado su atención tan solo en Rani, miraron hacia aquella dirección. En el límite del bosque, la vieja Zalyan los observaba empuñando con fuerza un bastón nudoso al que no parecía necesitar apoyarse más de lo que una roca se apoya en una hoja de hierba. Su mirada estaba tan quieta y su expresión era tan seria que los chicos se sintieron profundamente atemorizados.

    —La Zalyan —murmuró Avir.

    Karka sintió a Sus temblar en el bolsillo y Mayim dio un paso atrás mientras su mirada también se volvía tan dura como el cristal de los proyectiles de la honda de Esh.

    Mientras los elegidos observaban con sorpresa y tristeza a la Zalyan, Khor miraba a Rani, quien con expresión insondable todavía miraba a la mujer.

    El Errante miró a Rani y a la Zalyan y lo que vio lo hizo tambalearse. En silencio, se puso detrás de los chicos y respiró profundamente.

    La Zalyan avanzó unos pocos pasos hacia ellos y Esh sacó enseguida a Hatakh-Even, Avir empuñó el arco y Mayim el corto puñal. Karka golpeó ligeramente el bastón de sauce de agua contra el suelo y las vibraciones que surgieron, pequeñas pero profundas, llegaron a la Zalyan, que se detuvo de inmediato mientras en su rostro rugoso aparecía algo similar a una sonrisa sarcástica.

    Rani volvió a dirigirse a los chicos, pero sus ojos atentos enseguida vieron que Khor se había apartado y un rayo plateado cruzó el azul profundo.

    Despacio, sacó de la capa algo envuelto en un paño de terciopelo violeta, muy parecido al que contenía la tercera Llave en la gruta detrás de la cascada. Miró a Esh con tristeza y preguntó:

    —¿Ahora empiezas a creerme, elegido de Fuego? Sin embargo, tenías razón, mentí en muchas cosas. No soy un erudito de Aguasvivas y siempre supe quién tenía el trozo que faltaba del mapa.

    La mirada atenta de Esh pasaba de la Zalyan a Rani, mientras que Mayim miraba al hombre con la boca abierta, incapaz de creer que le hubiera mentido.

    Rani la miró y su cara se endulzó de nuevo:

    —Cada elegido está… asignado a un Zalyan. El Zalyan solo conoce el nombre del elegido y tiene que viajar mucho para encontrarlo.

    Rani le dirigió una sonrisa triste:

    —Siento mucho que me haya llevado tanto tiempo, mi pequeña Mayim.

    Los grandes ojos oscuros de Mayim parecieron hacerse más grandes:

    —Tú… tú eres…

    —Un Zalyan —concluyó Rani—. El Zalyan al que el Poder encomendó supervisarte y ayudarte cuando fuera posible. Y, sobre todo, defenderte de ella.

    Mayim miró a la Zalyan, pero la mujer no cambió de expresión.

    —Ahora, os lo ruego —continuó Rani—, ¡no hay ni un minuto que perder! Me ha llevado mucho tiempo encontrarte, pero al menos he podido preparar algo que quizás pueda salvarnos a todos.

    Mientras hablaba, desenvolvió el paño de terciopelo y reveló una maravillosa caja rectangular. Era casi completamente transparente, pero las paredes temblaban como si estuviesen hechas de agua y de aire.

    —Ataf… —murmuró Avir con incredulidad.

    Rani se giró de repente hacia él y sonrió de forma extraña:

    —Exacto, joven elegido de Aire, exacto. Esta caja está hecha del mismo material, o quizás debería decir de la misma magia de Ataf. Y es lo único que puede contener y mantener a salvo las Llaves de los Reinos.

    —¿Las Llaves? —preguntó Mayim.

    —Sí, mi pequeña. Me ha llevado años hacerla, pero sabía que era lo único que podría impedir que llevara a cabo su horrible plan —respondió señalando a la Zalyan.

    —Eres joven —observó Esh—. ¿Cómo puedes ser un Zalyan? Hace siglos que no hay nuevos.

    Rani apartó la mirada de Mayim y de nuevo una expresión extraña pasó por su cara:

    —La verdad no es siempre lo que parece. Como ya sabes, gracias a la prolongada cercanía del Poder, los Zalyan pueden vivir mucho más que otras personas. Dices que soy joven, pero ya he vivido más de doscientas primaveras. No obstante, la magia del Poder no solo nos permite vivir mucho.

    —Os permite permanecer jóvenes o envejecer a vuestra voluntad —concluyó Avir sin apartar los ojos de la Zalyan, que todavía permanecía inmóvil.

    La voz de Rani se hizo de repente más baja:

    —Sabes muchas cosas del Poder, elegido de Aire. Ahora, por favor, prestad atención a mis palabras. Esta caja arde con la misma magia de Ataf, tal y como ha notado Avir, y por lo tanto puede contener las Llaves y mantenerlas a salvo de las manos equivocadas. Si el Enemigo os matase, podría adueñarse de las Llaves, pues vuestro asesino se convertiría automáticamente en el nuevo guardián de la Llave que protegéis. Pero si las Llaves están a salvo en la magia de Ataf, ninguno podrá tocarlas y vuestras vidas no estarían tan en peligro.

    —¿Y quién debería guardar la caja? ¿Tú? —preguntó Esh con voz irónica.

    Rani lo miró y extendió la caja hacia Mayim.

    —Por supuesto que no. No soy un elegido. Podréis guardarla por turnos o confiarla a uno de vosotros, pero creedme, es la única manera de proteger de verdad las Llaves.

    —Hasta este momento lo hemos conseguido sin tu caja. ¿Por qué debería ser diferente ahora?

    —Porque, elegido de Fuego, hasta ahora no os habéis tenido que enfrentar a una Zalyan traidora. Su magia, aumentada por el Poder, ha crecido todavía más por el Enemigo. No es una adversaria a la que subestimar.

    —Por fin has dicho algo que es verdad, Rani. No soy una adversaria a la que subestimar.

    Capítulo 2 - La traición de un amigo

    La voz de la Zalyan llegó fuerte y clara e hizo que todos se giraran hacia ella.

    —Pero, quizás —continuó—, también deberías explicarles que, una vez puestas las Llaves dentro de la caja, cualquiera podrá apoderarse de ellas, ya que la magia de Ataf aislará su propia magia.

    —¡Mientes! —le gritó Mayim—. Al Enemigo le ha llevado siglos apagar poco a poco la magia de Ataf. Si se ponen las Llaves en esta caja, te llevarán otros tantos siglos para hacerte con ellas, ¡pero, mientras tanto, llevaremos a cabo la misión y restituiremos el Poder en Ataf y en los reinos!

    Al girarse Mayim hacia Karka para pedirle que pusiera la Llave de Agua en la caja, Avir notó que una sombra cruzó el rostro de la Zalyan, una sombra a la que el Errante pudo poner un nombre de inmediato: dolor.

    Los chicos hablaron entre ellos mientras Rani y la Zalyan mantenían sus impasibles expresiones. Pero, una vez más, el Errante notó algo agitarse bajo la superficie del bello rostro de Rani. Después, su atención se desvió hacia el esplendor indescriptible de las Llaves que brillaban en el cuello de los elegidos y, en especial, la Llave de Tierra, que había jugado un papel muy determinante en su existencia, condenándolo a diez años de soledad y olvido y en su mente resonaban con tristeza las palabras de la profecía que Maen le había dado antes de partir de Aguasvivas:

    «Antes de que la noche termine,

    antes de que Yesod se cure,

    una decisión tendrá el Errante que tomar

    para a las jóvenes señales de la oscuridad salvar,

    si ser leal y el juramento cumplir

    o de su corazón el errar perseguir.»

    Con un gesto rápido se deshizo de esos pensamientos y de repente tomó una decisión.

    —Adelante, chicos —intervino Khor—. Si esta caja está hecha de verdad con la magia de Ataf tal y como ha intuido Avir, no puede ser un peligro para las Llaves. Creo que, aunque termine el día, las Llaves estarán más seguras bajo la protección de la magia de Ataf. Y vosotros también estaréis más seguros.

    A pesar de las dudas que todavía los perturbaban, Karka fue la primera en aceptar la invitación de Khor. Se quitó la Llave de Agua del cuello y la puso con delicadeza en la caja transparente, donde cuatro espacios iguales parecían esperar con impaciencia.

    Avir todavía estaba más indeciso que Karka, pero su instinto le decía que se fiara del Errante, así que él también colocó la Llave de Tierra al lado de la de Agua.

    Esh todavía no se fiaba de Rani y por él se podía solucionar el asunto tranquilamente con Hatakh-Even, pero Avir era su mejor amigo y no necesitaba oír nada más.

    Por último, Mayim cerró con cuidado la tapa transparente de la caja, la envolvió con el terciopelo violeta y se giró hacia Rani con una sonrisa.

    Después, todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos.

    Khor se lanzó hacia ella y se apoderó de la caja mientras la chica gritaba por la sorpresa. El hombre desenvainó la espada y se puso a mitad de camino entre ellos y la Zalyan, en la orilla del río Amargo. Blandiendo la espada con la mano derecha, puso la caja envuelta en el terciopelo bajo la capa.

    Todos lo miraron atónitos, hasta la Zalyan, que parecía esperarse de todo menos un movimiento así.

    De los ojos de Rani salían brillos plateados intensos y la sonrisa que poco antes le dedicó a Mayim se había convertido ahora en un gruñido tenue.

    Pero los chicos estaban aún más sorprendidos.

    —¡Khor! —exclamó Avir en un gemido.

    El chico dio un paso hacia él, pero Khor le apuntó con la espada:

    —Quédate donde estás, Avir, no quiero hacerte daño. ¿No lo entendéis? Estas Llaves han robado diez años de mi vida, ¡en realidad más! He pasado años investigando, años buscando la Llave de Tierra, y lo que obtuve fue la ceguera y la locura. Durante diez largos años. Y cuando recuperé mi vida fue solo para descubrir que ya no la tenía.

    Los chicos sabían a qué se refería Khor. Tras una espera tan larga, el hombre por fin volvió a casa para descubrir que la chica a la que amaba se había casado y tenido a una niña y todos los sueños que lo habían mantenido vivo se hicieron añicos.

    Aunque permaneció inmóvil, Avir extendió las manos en un gesto de súplica:

    —Khor, te lo pido, contrólate. Recuerda las palabras de la profecía y también tu juramento. Y si eso no es suficiente, amigo Khor, recuerda nuestra amistad. No podemos dejarte ir con las Llaves. Ninguno en este altiplano te lo va a permitir.

    Esh se puso al lado de Avir y subió

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