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Aranya: Libro 1 de Dragones Metamorfos
Aranya: Libro 1 de Dragones Metamorfos
Aranya: Libro 1 de Dragones Metamorfos
Libro electrónico596 páginas5 horas

Aranya: Libro 1 de Dragones Metamorfos

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Información de este libro electrónico

Encadenado a una roca y arrojado por un acantilado por su novio, Aranya es ejecutada por su alta traición en contra del Imperio Sylakiano. Caer una legua en los mortales Cloudlands, que no es un destino que ella haya imaginado. Pero, ¿y si ella no murió? ¿Y si ella pudiera extender sus alas y volar?

Hace mucho tiempo, los Dragones gobernaron el Mundo de las Islas sobre las Nubes. Pero sus esclavos humanos desecharon las cadenas de la tiranía de los dragones. Los humanos se esparcieron por las Islas en sus Dragonaves voladoras, colonizando, construyendo y luchando. Ahora, los conquistadores Sylakianos han derrotado al último bastión de la libertad: el Reino de la Isla de Immadia.

El mal tiene un nuevo enemigo. Aranya, princesa de Immadia. El Dragon Metamorfo.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento14 may 2019
ISBN9781393101451
Aranya: Libro 1 de Dragones Metamorfos

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    Aranya - Marc Secchia

    Aranya

    Libro 1 de Dragones Metamorfos

    de Marc Secchia

    Copyright © 2015 Marc Secchia

    Todos los derechos reservados. Este libro y ninguna parte de él pueden ser reproducidos ni utilizados de ninguna manera sin el permiso expreso y por escrito del editor y autor, excepto para ser utilizados en citas breves en comentarios sobre el libro.

    www.marcsecchia.com

    Derechos de portada © 2015 Joemel Requeza

    Derechos del diseño de la fuente de la portada © 2015 Victorine Lieske

    www.bluevalleyauthorservices.com

    Dedicación

    En memoria de Ángela,

    Quien voló a los cielos demasiado pronto,

    Ella era un espíritu que se elevaba muy alto.

    Tabla de Contenido

    ––––––––

    Aranya

    Dedicación

    Tabla de Contenido

    Mapa del Mundo

    Capítulo 1: El Exilio

    Capítulo 2: El Windroc

    Capítulo 3: La Torre de Sylakia

    Capítulo 4: Una Guerra Menor.

    Capítulo 5: El Verdugo de Jeradia

    Capítulo 6: Usurpada

    Capítulo 7: El Renacimiento

    Capítulo 8: Principiante

    Capítulo 9: El ataque

    Capítulo 10: El Jinete

    Capítulo 11: Remoción

    Capítulo 12: El Tercer Martillo de Guerra

    Capítulo 13: Conocimiento del dragón

    Capítulo 14: Guerra

    Capítulo 15: Cazado

    Capítulo 16: La persecución

    Capítulo 17: La red se cierra

    Capítulo 18: Traición

    Capítulo 19: Fra’anior

    Capítulo 20: Ensayo

    Capítulo 21: Carrera hacia Sylakia

    Capítulo 22: Traicionado

    Capítulo 23: Los Bancos de Arena

    Capítulo 24: Poderes

    Capítulo 25: Orígenes

    Capítulo 26: Magma Dragon

    Capítulo 27: Immadia

    Capítulo 28: La Reunión

    Capítulo 29: Caza de los cazadores

    Capítulo 30: Batalla de Dragonaves

    Capítulo 31: Metamorfos

    Capítulo 32: Consecuencias

    Capítulo 33: Misterios

    Apéndice

    Acerca del Autor

    Mapa del Mundo

    Capítulo 1: El Exilio

    ARANYA VISLUMBRO LA inminente destrucción de su reino.

    Moviéndose lentamente, pero curiosamente hermosas, las grandes extensiones de nubes iluminadas por el esplendor de un perfecto y hermoso amanecer, flotaban por encima y por debajo de las almenas de la torre más alta del castillo de Immadia, desde donde Aranya observaba. Sin embargo, las lejanas figuras que se aproximaban ante sus ojos prometían desventura. Una inevitable y abrumadora destrucción.

    La alineación de estas lucia como una línea de globos de papel para niños que flotaban en el gran vacío, globos de deseos que los niños encendían y enviaban al cielo cada día de Iridith, el día del solsticio de invierno – sólo que éstos pronto tendrían un mayor tamaño.

    Aranya había perdido la cuenta de ellos después del número sesenta. ¡Demasiados!, una invasión a gran escala; una fuerza que el Reino de Immadia no podría imaginar resistir. La aniquilación estaba asegurada, a menos que Aranya, Princesa de Immadia, se adhiriera al exilio en la tierra de los bárbaros Sylakians, su vida a cambio de la de muchos.

    Sus agudos oídos escucharon detrás de sí, cautelosos pasos sobre las piedras; conocía ese caminar, su padre había acudido a su llamado.

    Sparky dijo él, usando el apodo cariñoso con que se dirigía a ella, pero no obstante su voz resonó a través de todo el ser de Aranya como una nota dolorosa golpeada en el gong de la tristeza. No deberías de estar aquí de pie en el frío.

    No siento frío, le respondió a su padre.

    Las manos del Rey colocaron una cálida capa de lana sobre los hombros de su amada hija. Tú nunca sientes frío ¿verdad, Aranya? igual que tu madre. Ahora, ¿qué es tan importante que amerite abandonar la calidez de mi lecho para afrontar el amanecer?

    Aranya sintió las manos de él vacilar antes de dejar sus hombros. Con un tono de voz suave, le dijo. Gracias por venir, papá. Lo aprecio más de lo que te imaginas.

    Se produjo entre ellos un prolongado silencio, que hablaba de años de malentendidos, de enfrentamientos, de protestas, del deber, del dolor y de la pérdida, pero sobre todo de un amor sostenido profundamente en sus almas. El suspiro del Rey Beran, cuando apostó su hombro con el hombro de su esbelta hija de dieciséis veranos, hablaba de todo esto y más.

    Aranya consiguió con un delicado gesto, dirigir la mirada de su padre hacia el horizonte suroriental, lugar donde las lejanas figuras alineadas como puntos atravesaban el vasto y erosionado rostro de la luna amarilla llamada Iridith, justo encima de las grandes turbias y mortales extensiones de nubes verdes grisáceas. Un suave jadeo escapó de los labios de su padre, cuando un temblor sacudió su cuerpo. Inconscientemente, el Rey se acercó a ella; y cuando Aranya lo miró, se sobresaltó al ver una lágrima deslizándose por su mejilla cubierta de barba.

    Él nunca lloraba.

    El día ha llegado, dijo ella. Su corazón sangraba por Immadia, pero aún más por él. Su destino era insignificante en comparación con lo que podría pasar. Padre, el pueblo necesitará de todas tus fuerzas a partir de ahora.

    Me entristece por ti, hija. ¿Tengo tu aprobación?

    ¿Estás pidiendo mi consentimiento? Aranya trató, pero fracasó al intentar ocultar la sorpresa en su voz. Conozco mi deber, Padre. Una vida...

    Si, por la de muchos, dijo Beran, con voz llena de emoción, el fin de un conflicto que ha desangrado y secado a Immadia estos últimos doce veranos. ¿Cuántas Dragonaves Sparky? ¿ochenta? ¿un centenar? cada uno lleva cincuenta guerreros; miles de guerreros Sylakianos. Desde que nuestra aliada Isla Rolodia cayó y muchos de nuestras Dragonaves con ella, sabíamos que este día llegaría. ¿Cómo supiste? ¿lo... ...presentiste?

    Me desperté temprano respondió ella.

    Ambos sabemos la verdad sobre eso. De repente, la estrechó, en un abrazo tan inesperado como placentero. Sí lo pregunto, es porque lamento haberte descuidado tanto últimamente. Entiendo la ira que arde dentro de ti, ruego que me perdones.

    Él había estado inmerso en su nuevo matrimonio con Silha, Princesa de la Isla Yaloi y ahora Reina de Immadia, y en los gemelos que pronto habían nacido, los nuevos herederos del reino; quienes la habían desplazado a través de la sucesión masculina. Silha estaba otra vez embarazada.

    Aranya sintió una punzada de vergüenza. Y yo que estaba completa y terriblemente celosa de todos ustedes, amo a mis hermanos pequeños, papá realmente es así. Es sólo que extraño a mamá tanto... Lo siento, lo hice tan incómodo para ti. No voy a hacer esto más difícil, te lo prometo.

    El Rey la separo de si, poniéndola frente a él. En su mirada había un carácter inquebrantable que la hacía sentir profundamente vulnerable, y un orgullo que nunca antes había visto en él. De repente, ella tenía miedo de lo que estaba pensando. Se dio cuenta de que su mirada estaba casi a la altura de la suya, su padre no era un hombre de baja estatura, ¿cómo no se había dado cuenta?

    Este era el escondite preferido de tu madre, dijo él. A Izariela también le gustaban las alturas, siempre las alturas. Muchas mañanas, la encontraba aquí en esta torre, vestida con ropajes ligeros sin importar lo penetrante del frio, por eso nombre la torre en su honor. Ella siempre estaba observando las grandes nubes, escribiendo poesía. Nunca entendí cómo podía encontrar esas nubes tóxicas tan inspiradoras. Una vez me dijo que soñaba con volar allí; en un vuelo tan salvaje y libre como el de un Dragón; amaba los Dragones, como a alguien que conozco.

    Aranya dio un pequeño resoplido de diversión.

    Sparky fue su apodo para ti. Ella dijo que naciste con fuego dentro de ti, aunque eres una norteña.

    Lamento haber quemado tu tapiz la semana pasada, Papá.

    Sabía que habías sido tú. Tu madre una vez me quemó la mitad de la barba, eso me llevó a dar algunas explicaciones en la corte. El Rey suspiró profundamente. Nunca te lo dije, pero ella fue asesinada; envenenada. Lamento que hayas sido tú quien la encontrara.

    La escamosa piel de lagarto, el sangrado... Yo aún era pequeña, pero está profundamente grabado en mi memoria.

    Sí, un veneno tan poco común que nunca fue identificado, nunca pudimos descubrir la verdad detrás de ese asunto. Aranya, tu madre fue asesinada, es todo lo que sabemos.

    Él nunca le había dicho esto. Ella siempre había creído en la historia de una enfermedad rara; debería de haberlo sabido. Aranya se dio cuenta de lo que decía su padre, sus palabras la reconocían como un adulto, un igual. Estaba lista para escuchar ese tipo de cosas.

    A medida que la flota de dirigibles Dragonaves se encrespaba contra la cetrina inmensidad de Iridith, la luna llamada Jade miraba a hurtadillas detrás de esta como una niña tímida que se aferraba a las faldas de su madre, mientas que la luz del amanecer ilumino las paredes y torres de granito moteado de la ciudad de Immadia otorgándole un aire de gloria ardiente, Aranya vio su destino blasonar allí también. Los augurios llenaron el mundo.

    Hoy, todo cambiará, ya sea para bien o para mal, nadie podía saberlo. Pero el mal vendría primero.

    ¿La extrañas también?

    Si respondió de nuevo, muy suavemente. Casi mueres tratando de salvarla. Esa fue la primera vez que me di cuenta de que tenías poderes Sparky.

    Ella dijo amargamente, Tu hija lamenta ser un encanto–

    Tonterías. El Rey parecía sorprendido de haberla disgustado tanto, pero él se apresuró a decir, Este mundo formado por islas puede ser hostil a la magia, Aranya. Pero no vamos a negar tus dones, incluso el fuego es un regalo.

    ¿El fuego es qué? Aranya no estaba tan segura.

    Beran dijo, Si necesitas permiso, y es el mío, te lo concedo ahora. Sé quién eres, hija, encuentra tu destino y cógelo con ambas manos, la negación sólo puede causar dolor.

    Pero todo lo que una hechicera ganará allá fuera, es la muerte.

    A menos, que encuentres un camino mejor y más noble, le aconsejó sabiamente. Y si te pones unas cuantas barbas Sylakianas en el hacer, ¿no me regocijaría?

    Aranya carcajeo.

    Ven, tengo mil órdenes que emitir antes de que lleguen esos dirigibles. Resguardaremos tus pinturas en la bodega secreta, junto con los grandes tesoros de la Isla de Immadia.

    Mis pinturas no son un gran tesoro, Papá, replicó ella.

    Soy el Rey y quien decide. Le lanzó una mirada de soslayo. No lo digo lo suficiente Sparky, pero estoy muy orgulloso de ti, me sorprende que mi corazón no se hinche y vuele sobre las nubes por su propia voluntad.

    Ahora estás siendo tonto.

    Soy tu padre y tomo las decisiones. Poniéndole el brazo alrededor de sus hombros, el Rey la condujo de vuelta a la estrecha escalera que conducía al castillo. Eres la viva imagen de tu madre, Aranya, heredaste su belleza, porque en definitiva la de tu padre no.

    Pero si pudiera reunir la mitad de tu coraje, Papá...

    Tendré que arriar la bandera de Immadia, dijo el Rey, mirando el mástil de veinte metros que adornaba el borde sur de la torre de Izariela. El rojo de Sylakia se izará allí mañana. Sangre roja.

    Como uno, ellos miraron hacia atrás en dirección de la salida del sol, pues las coronas de los soles gemelos hicieron su aparición deslumbrante casi simultáneamente sobre las extensiones de nubes orientales. Las Dragonaves ahora eran visiblemente más grandes, tomando forma y figura, mientras se batían contra el predominante viento hacia la Isla de Immadia, una de las islas más septentrionales de ese mundo formado por islas. En el patio de abajo, un soldado comenzó a golpear ferozmente el gong como advertencia.

    ¡Dong! ¡Dong! ¡Dong!

    Una y otra vez, él golpeó el gran gong de bronce, despertando al pueblo de Immadia enfrentándolos a su nuevo destino.

    El Rey dijo, Hoy es un día terrible para nuestra gente, Aranya. Pero todo lo que puedo pensar es que nunca nada llenará el gran vacío que tu pérdida dejará en mi corazón.

    * * * *

    Para el mediodía de ese mismo día, cincuenta fuertes Guerreros Martillos de Sylakia comenzaron a arrollar el patio del castillo con un paso fuerte. Fila tras fila de guerreros vestidos de rojos, con cascos de guerra, armados con martillos Sylakianos de dos manos que favorecían su manejo, marchaban en un espectáculo de disciplina tan rígido como frío. En su mente, Aranya había imaginado el humo, los saqueos y los guerreros sonrientes llevándose a las mujeres de Immadia a oscuras puertas; niños gritando y martillos levantándose y cayendo mientras repartían muerte, aniquilación y destrucción.

    No había nada de eso.

    Los grandes dirigibles, llamados Dragonaves, sombreaban el castillo con sus sombras oblongas. Con ciento cincuenta pies de largo, el enorme saco multi-segmentado de hidrógeno cubierto por redes, sostenían por debajo una góndola para transportar cargas o guerreros había hasta cincuenta hombres en naves tan grandes como éstas y un martillo por barco, esa era la regla.

    Los pórticos funcionaban a lo largo de los lados de estribor y babor de la cabina. La proa y la popa generalmente llevaban una o más ballestas de guerra, enormes armas capaces de disparar flechas de seis pies a una distancia de doscientos pies o más. La cabeza de un windroc chillando, era el símbolo de Sylakia, bordado a cada lado, adornaban la coraza de cada Guerrero Sylakiano. Los arqueros estaban alistados en los pórticos superiores, con las masivas ballestas de guerra completamente tensadas, listas para lanzar miles de flechas ardientes sobre la ciudad al menor indicio de resistencia.

    Aranya estaba parada a la derecha de su padre, justo un paso atrás, junto a la enorme bandera verde de rendición izada en el patio, donde podía ser visible desde el aire. Darron, Comandante del Castillo y oficial de mayor rango de las fuerzas de Immadia, estaba a la izquierda de su padre. Sus ojos grises no se perdían de nada. Aranya conocía al canoso Comandante desde que recordaba. Él la miró y asintió con la cabeza, parecía decir, Fuerza, princesa. Ella asintió en respuesta.

    Las banderas verdes revoloteaban por encima de las almenas. Los Sylakianos respetarían esas banderas; rendirse significaba vivir. La Isla de Rolodia había elegido luchar, los escuadrones de Guerreros Sylakianos habían matado a cada hombre, mujer y niño. Mataron el ganado y los rebaños, envenenaron las terrazas de lagos, luego lo quemaron todo; no quedó nada de Rolodia sino cenizas en el viento.

    Todos en el mundo sabían cómo los Sylakianos habían conquistado las Islas sobre las Nubes. Sólo Herimor, un conjunto enorme de islas al sur del vacío llamado la Grieta, se mantuvo a salvo. Nadie se atrevía invadir Herimor. Bancos de arena de roca frecuentados por hombres que dijeron ver volar los indomables windrocs, encantadoramente enloquecidos, y decenas de volcanes activos e islas que cambiaban de posición con las lunas mucha más fábula que realidad rodeaba a Herimor. Había otras islas por encima de las extensiones de nubes, se recordó a sí misma, unas tan al norte, incluso más que Immadia, y otras en el este por donde salía el sol, demasiado pequeñas y pobres para atraer la conquista.

    Después de todo, la roca de meriatita que se calcinaba para producir hidrógeno y elevar así los Dragonaves era muy rara y costosa. La invasión era un negocio costoso.

    Meriatita era la razón por la que los Sylakianos estaban aquí.

    Los guerreros marcharon en orden hasta rodear la plaza a los cuatro lados. De repente, se postraron en una rodilla. Con los mangos de sus martillos de guerra golpearon rítmicamente las losas, un vigoroso ritmo formando por un único gran toque de tambor. El sonido claro y dulce del triunfo sonó a través los cuernos de guerra de Sylakia, el estruendo resonó alrededor de toda plaza.

    De repente, el silencio descendió con un grito.

    ¡Ignathion, Primer Martillo de Guerra de Sylakia! bramo uno de los guerreros.

    ¡IGNATHION! Un millar de puños golpearon sus armaduras blindadas.

    Un corpulento hombre entró en la plaza, con más de seis pies de alto y hombros anchos, el deliberado ruido de sus botas al caminar parecía sacudir el suelo aunque Aranya sabía que eso era imposible. Tenía piel oscura y ojos negros. El hombre miró brevemente a su alrededor, antes de dirigirse hacia la bandera verde, frunciendo el ceño al Rey de Immadia.

    Con el sonido susurrante de sus pies y vestimentas el Rey de Immadia, su Reina, la Princesa Aranya y todos los no-Sylakianos presentes se postraron, con los brazos extendidos, en postura de entrega abyecta. El silencio se hizo tan espeso como la sangre.

    El hombre dijo Soy Ignathion, Primer Martillo de Guerra de Sylakia, conquistador de mil Islas. Apenas necesitaba levantar la voz para abarcar el patio. Veo que este día Immadia ha elegido el camino de la sabiduría. En el nombre del Comandante Supremo de Sylakia, acepto la rendición de la Isla de Immadia.

    Aranya sintió la mirada del Primer Martillo de Guerra como un peso aplastante; no se atrevía a respirar.

    Sepan que su alianza traicionera con la Isla de Rolodia no será olvidada, ni perdonada, Ignathion gruñó. Por eso pagaran muy caro, se los aseguro. Levántese Rey Beran, su servicio a Sylakia ha comenzado.

    Su padre se levantó y Aranya también.

    ¿A quién ofreces de tu familia, Rey Beran?

    Beran se aclaró la garganta. De acuerdo con las costumbres de la guerra, le ofrezco a mi hija, la Princesa Aranya de Immadia, para que sea su rehén, Primer Martillo de Guerra.

    Sólo ella sabía lo que le costaba a su padre decir esas palabras.

    Mientras ella avanzaba, Ignathion la miró con la comisura de sus labios elevada, como si ella no fuera más que un objeto en el botín de su conquista. Aranya enmascaró su ansiedad y vejación. Sabía que en ella vería, a una joven alta y esbelta, vestida con un vestido violeta de seda de Helyon, el color de la casa real de Immadia; su vestido era típico de todas las mujeres de la isla, pero tal vez más fino que el de la mayoría. Su pelo estaba trenzado en una redecilla bajo el obligatorio velo que le enmarcaba el rostro, este ocultaba hasta el último hilo de cabello de la vista del público, porque mostrar el cabello de una mujer era visto como impropio. Él no encontraría ninguna falta en su apariencia, eso era seguro.

    Pero su cabello era otro asunto que ella no le había mencionado a su padre, junto con el hecho de que sus poderes estaban creciendo creciendo hasta el punto de ser incontrolables. Aranya reprimió una mueca. Cabello loco; poderes locos. Los Sylakianos no tenían ni idea de qué tipo de rehén ella podría ser.

    Era muy incómodo.

    Un bonito trofeo para mi sala de trofeos, Ignathion dijo. Llévensela, encadénela en mi Dragonave.

    La furia se incendió en Aranya por sus palabras. ¿Un trofeo? ¿acaso ella era como la cabeza de otro animal para rellenar y montar en su pared? El fuego ardió a través de su mirada. Como siempre, su enojo hizo que el calor se encendiera dentro de su cuerpo, una tormenta de fuego que debía reprimir a toda costa ... Aranya miró hacia los cielos mientras se estremecía, luchando para apaciguar su ira.

    Observo una docena de dirigibles anclados sobre la ciudad y muchos más, más de cien Dragonave, estaban fuera de las murallas de la ciudad. La mayoría de ellos habían vaciado su carga de guerreros, los cuales habían tomado posiciones estratégicas en los alrededores de la ciudad. Pero una Dragonave llamó su atención, este sobrevolaba con el estandarte de los Martillos Carmesí, el famoso primer regimiento de Sylakia; legendarios guerreros que se decía que bebían la sangre de sus víctimas en batalla. Más rápido de lo que pensaba, un rizo de fuego se deslizó más allá de su control.

    ¡BRAAAAOOOOMM!

    El Dragonave explotó en una gran bola de fuego.

    Había cenizas de tela, pedazos de cuerda y madera que llovían sobre la ciudad. Eco sobre eco retumbo en las nevadas montañas flanqueando la ciudad capital de Immadia al norte y al oeste.

    Aranya se tambaleó, era todo lo que podía hacer para permanecer de pie. Como cuando ella había intentado sanar a su madre muerta, usar su poder la debilitaba. Por el rabillo del ojo vio cómo el Rey la miraba; él sabía. Ella levantó su barbilla y mantuvo su mirada fija.

    Ignathion entrecerró los ojos mientras inclinaba la cabeza para examinar los restos. No había forma de que él hubiera visto subir el cohete de fuego, se dijo Aranya, este había sido invisible. Quería vomitar, tantos hombres muertos...

    Huh, resopló Ignathion. Un tonto fumador de pipa se acercó demasiado al hidrógeno. Su mirada grisácea volvió a Aranya. Llévense al rehén. Beran, vamos a probar lo mejor de sus barriles de cerveza mientras firmamos los términos de su rendición. Me iré a Sylakia antes de que se ponga sol. El Comandante Supremo del Mundo de las Islas querrá saber de su último triunfo. Su enorme pecho se hinchó cuando su puño se estrelló contra su coraza. ¡Toda la gloria a Sylakia!

    ¡GLORIA A SYLAKIA! rugieron todos los soldados.

    * * * *

    Aparte de las esposas cubriendo sus muñecas y tobillos, los Sylakianos trataron a Aranya cortésmente. El Dragonave del Martillo de Guerra fue llevado lo suficientemente bajo como para subir a bordo sin la necesidad de una escalera de cuerda. Ni la espada recta en su cadera izquierda, ni las dagas bifurcadas de Immadia se las retiraron de inmediato, era quizás el código de honor de Sylakiano. Lo más probable era que creyeran que una mujer con una espada era ineficaz contra el brazo corpulento de los Martillos Carmesí de Sylakiano, quienes la vigilaban con la habilidad de unos guerreros veteranos. Aranya frunció el ceño, incluso sin cadenas, no habría luchado contra ellos; ella había dado su palabra.

    Además, tenía a la madre todopoderosa de todos los dolores de cabeza.

    Se sentó en la silla provista para ella en una pequeña cabina desnuda y esperó. Poco después, un sirviente apareció para ofrecerle un refrigerio, Aranya eligió un jugo de prekki, esperaba con él saciar su feroz hambre, y su dulzura agria aliviaría su cabeza. Miró por la ventana tras la litera y observó cómo los soles emigraban hacia el oeste. Aranya se obligó a no mostrar ningún signo de debilidad; ella quería llorar desesperadamente.

    Mucho más tarde, una anciana sirvienta de Immadia llamada Beri apareció en la cabina, para informarle que había sido asignada para velar por su comodidad durante el viaje de quince días a la Isla de Sylakia. Aranya conocía a Beri principalmente por su reputación de inquebrantable honestidad e integridad.

    Beri llevó varios baúles de ropa y una funda de cuero que contenía los preciosos pinceles, lápices y herramientas de pintura de Aranya.

    No pude traer sus pinturas, Princesa, se disculpó Beri.

    Podría besarte, Beri, agradeció Aranya.

    Muy inapropiado, farfulló la criada, pero una pizca de rubor cubrió sus mejillas arrugadas.

    Mientras los soles gemelos descendían por el cielo, gloriosos y dorados, Aranya anhelaba gritar sólo para romper el aburrimiento de repente, los comandos comenzaron a ser escuchados desde afuera del Dragonave. Momentos después, escuchó a un hombre declarar que el Primer Martillo de Guerra se encontraba a bordo.

    Retirada, alguien gritó. Suban el ancla, arranquen las turbinas.

    En seguida, la puerta del pequeño horno de metal chirrió. Aranya conocía el proceso, ella había volado numerosas veces en un Dragonave. Cuando era más joven, había molestado a su padre para que le explicara todo; el fogonero lanzaba trozos de meriatita aplastada al horno, ni demasiado lento ni demasiado rápido, el mineral se fundía y pasaba a una cámara secundaria, vertiendo el rojo y caliente liquido en un baño ácido. Esta reacción producía el hidrógeno que era esencial para sustentar un Dragonave, usado tanto para flotar en el aire como para impulsar las grandes turbinas que empujaban al dirigible hacia delante. En caso de que se escaseara la meriatita, lo cual ocurría a menudo, se podían asignar diez o más guerreros para manejar manualmente las turbinas, usualmente pedaleando en un artefacto llamado cariñosamente el Triturador de Espalda, alojado en el área común de los guerreros.

    Un golpe fuerte hizo que Aranya se sacudiera contra sus cadenas. Un guerrero entró y se inclinó bruscamente diciendo. Según las órdenes del Martillo de Guerra, la Princesa de Immadia puede observar la salida desde el pórtico de popa.

    Estoy ... agradecida, respondió.

    Los guardias la dirigieron a popa, a través de una puerta pequeña y ligera; el pórtico de popa se encontraba por detrás y por debajo de las seis turbinas que empujaban el Dragonave. Aranya notó que el agarre de sus muñecas esposadas se afianzo; los saltos no estaban permitidos. Su sonrisa irónica fue recibida con firmes temblores.

    El suelo se alejaba con aquel rugido que siempre le había sorprendido de los Dragonave. No había ruidos diminutos el gemido de la bolsa de hidrógeno que sobresalía de su red contenedora, el crujido de estancias retomando la tensión, el soplido del horno y un chirrido de protesta de alas estabilizadoras, daban a los dirigibles su fantástico nombre. Las alas se ajustaron para atrapar la brisa más que para estabilizar el Dragonave. Aranya pensó que era irónico pensar que en la cultura Sylakiano, que aparentemente odiaba y despreciaba a los Dragones tanto que su mera mención equivalía a cortejar la muerte, el principal medio de transporte entre las islas se llamara Dragonave.

    Inmediatamente, la Isla de Immadia se presentó ante ella. Los techos de teja de pizarra gris se amontonaban en torno a cuatro cuadrados alrededor de un patio central, distribución tradicional de sus casas. Los brillantes toldos del mercado llamaron su atención, luego su mirada se posó sobre las hermosas torres y murallas del castillo, lugar que siempre había sido su hogar. Sus ojos rastreaban las almenadas murallas y los establecimientos de las catapultas móviles con persistentemente y apremiante urgencia. Ella regresaría; esto no era un eterno adiós.

    Aranya vio al Rey Beran y a la Reina Silha, cada uno sosteniendo a uno de sus hermanos gemelos, de pie sobre la Torre de Izariela, muy simbólico. Su corazón se estremeció en su pecho mientras ellos levantaban los brazos con las palmas de las manos hacia el cielo, en un gesto de envío de amor. Ella habría respondido, pero no pudo levantar sus brazos encadenados.

    Una niebla empañó su visión. Aranya parpadeó hasta que retrocedió.

    El Dragonave se elevó con mayor rapidez, ganando potencia con la brisa; la tierra se desplego debajo de ella mientras que su familia se convirtió en diminutas figuras en un castillo lejano. Las montañas coronadas de nieve que rodeaban la ciudad, formaban una espectacular y resplandeciente muralla durante la temporada invernal. Las enormes extensiones de tierra seca y oscura, estaba habitadas por las gigantescas ovejas ralti, que desde su posición lucían como pequeños puntos blancos buscando desesperadamente un mordisco de hierba seca, esperando con apremio que las lluvias primaverales trajeran el vibrante verde a cada campo y grieta rocosa. En el borde de la isla se encontraban los lagos ubicados en terrazas, sostenidas por grandes paredes de piedra construidas por los antepasados, estas eran utilizadas para almacenar las insuficientes lluvias necesarias para estas hoscas tierras. Immadia tenía tres niveles de terraza de lagos. Otras islas tenían muchas más.

    Por debajo de la terraza de largos, que se lavaban contra los profundos acantilados de media legua de altura, pero quizá más altos, pues nadie sabía lo profundas que eran las extensiones de nubes se encontraban las siempre presentes nubes interminables de gases nocivos que se extendían hasta el horizonte y más allá, de color blanco grisáceo y turquesa en algunos lugares, era un tapiz siempre cambiante que ocultaba lo que muchos isleños creían, era el hogar de numerosos demonios y monstruos, o un infernal abismo sin fin. Había historias acerca de cómo los monstruos se arrastraban fuera de las grandes nubes, demasiadas historias, pero la realidad era que nadie sabía la verdad; nada ni nadie sobrevivido a los gases tóxicos de esa atmósfera.

    La proa del Dragonave apuntaba casi directamente hacia el este, con destino hacia el conjunto de islas de Gemalka, famoso por sus minas de granates y diamantes, y por la deliciosa trucha arco iris que habitaba en sus terrazas de lagos. Sobrevolaron la sombra de la Isla de la Immadia, que había crecido varias leguas a esa hora de la tarde.

    Pero Aranya mantuvo su mirada fija en la Isla de Immadia, hasta que su hogar era sólo un punto en el horizonte; cuando las grandes extensiones de nubes ocultaron los soles, los guardias temblando de frio le pidieron que regresara al calor de la cabina.

    El cuerpo de Aranya no estaba frío, pero su corazón era hielo.

    Capítulo 2: El Windroc

    EN LA HUELGA PRECISA de la última hora de la tarde, medida por el reloj de arena en la pared, en la víspera de su tercer día de Immadia, el servidor de Sylakiano entregó la tercera invitación del Primer Martillo de Guerra a la cena con su baqueta tradicional. eficiencia. Beri, al abrir la puerta por tercera vez, respondió que la princesa declinó cortésmente debido a su mala salud.

    El hombre, incapaz de resistir una sonrisa, agregó, El Guerrero Martillo desea transmitirle a la hija del Rey Beran honrado que él le ordena asistir a la hora de la puesta de sol.

    Beri asintió. La princesa asistirá.

    El servidor se retiró con la más mínima inclinación.

    Aranya arrojó su copa de madera contra la pared de su pequeña cabaña, deseando que estuviera hecha de cristal fino en lugar de madera exquisitamente tallada. Rebotó hacia ella y le cayó de la mejilla.

    Tocó su mejilla magullada. ¡Ay! ¿Él manda? Bárbaro de Sylakiano asqueroso, amenazándome ... ¿y cómo te atreves a aceptar ... ?

    Eh, Beri olfateó. Te cambié de ropa mojada cuando eras un niño, niña. No me molestes. Él te arrastrará allí con o sin tu preciosa dignidad. ¿Tres veces se negó? Un insulto. Él es un hombre orgulloso tan orgulloso como tu obstinado palo de padre. Estabas enfermo la primera noche, concedido. Y abed ayer por la mañana. ¿Pero justo ahora? Eso fue puro rencor y debajo de la mujer que eres. No me hagas hacer eso de nuevo.

    Aranya arrojó a un lado las finas colchas de lana ralti y se puso en pie. Pero su ira solo hizo que el dolor floreciera detrás de sus sienes. Ella se recostó con un gemido.

    ¿Princesa? Aranya?

    Beri-oh, excrementos de ralti, tienes razón. Lo siento.

    Sí, estoy en lo correcto. Pero Beri suavizó su gruñido con una sonrisa que arrugó sus mejillas hasta los ojos. Él voluntariamente intercambió tus armas por un alivio de tus cadenas. Esa no es la conducta de un bruto Sylakiano.

    Aranya miró a su anciana sirvienta, sintiéndose seis en vez de dieciséis, molesta por haber sido puesta en su lugar. Beri había sido siempre alguien que expresaba su opinión, pero se decía que su sabiduría era tan amplia como las Tierras Nubosas y más afilada que una daga bifurcada Immadiana. Ella había servido a cuatro generaciones de la familia real Immadiana.

    Su padre había elegido bien. ¿Le permitirían mantener a Beri en Sylakia, en su exilio? ¿Cuánto sabía Beri sobre ella?

    Beri, ¿cómo debo comportarme con este hombre Ignathion? ¿Qué aconsejarías?

    Que usas algo más apropiado que un turno para dormir, respondió con aspereza. Date prisa y cambia, niña.

    Aranya se limpió apresuradamente con un paño mojado en un recipiente con agua fría, se cambió, perfumó y se vistió con su vestido de seda Helyon. Aranya inspeccionó su apariencia en el pequeño espejo que Beri había contrabandeado con sus efectos. El pañuelo violeta a juego acentuaba las profundidades amatistas de sus ojos, ojos ansiosos, pensó, deseando parecer más segura de sí misma y en control de sus circunstancias, no intimidada por ... ahora había una broma de día justo digna de cualquier bufón. ¿Confidente? ¿En control de qué, exactamente? ¿Este viento que la azotaba como si su vida fuera arrancada de la paja por el lanzamiento de la cosecha, las cáscaras indeseables de un reino que no necesitaba una princesa en la sucesión?

    La toma de rehenes era una formalidad ridícula.

    Tocó su nuevo hematoma. Pómulos huecos, Beri acababa de quejarse. Había comido poco desde que salió de las costas de Immadia. La perspectiva de la cena hizo que su estómago gruñera como un lince de montaña muerto de hambre. Los Sylakianos aparentemente tenían gatos mucho más grandes que el lince Immadian, gatos llamados rajals ...

    Apresúrate ahora. Beri giró hacia la puerta, rompiendo el curso de sus pensamientos. Basta de acicalamiento, no es que nunca te hayas arrinconado. No dejes a Ignathion esperando."

    Sus captores adusto-como-barro cayeron con ella, uno antes y otro atrás, para conducir a la Princesa de Immadia a la cabina de proa maravillosamente designada de Dragonave: la sala de navegación. La puerta estaba entreabierta. A través de ella vio al Primer Martillo de Guerra de Sylakia, conquistador de su tierra natal, de pie con las manos entrelazadas detrás de su espalda, mirando con melancolía desde las ventanas de cristal de piso a techo sobre una isla, se dio cuenta tardíamente que debía ser Gemalka. Su estatura era tan imponente, su pelo corto casi rozaba el techo.

    La garganta de Aranya se balanceó. Al enderezar la espalda, entró sigilosamente, con los pies suaves sobre la gruesa alfombra. Como no se volvió de inmediato, ella les echó varias miradas a los aposentos de Ignathion. Su mirada se concentró en las cartas e instrumentos de navegación, los montones de cuadernos de bitácora y almanaques tan necesarios para navegar correctamente y leer las corrientes de aire y el clima, los mapas lunares que detallan cada aspecto de las complejas interacciones de las cinco lunas, y una biblioteca adicional de libros encuadernados a mano en el estante opuesto. Se dio cuenta de que, si todo esto le pertenecía, Ignathion debe ser un hombre inteligente y bien educado. Un bruto bien educado. Sus ojos se tropezaron con la mesa, se prepararon para dos, y apreciaron la perfección artística de una lluvia de flores silvestres blancas adornando cada escenario. Blanco para la amistad, notó. Qué inesperado. Placas de la porcelana más fina y delicada, con vidrios acanalados que la mesa de su padre habría enorgullecido: el artista en ella percibía los más mínimos detalles.

    Los guerreros se retiraron. Para su sorpresa, Aranya oyó que sus pasos se alejaban por el estrecho pasillo que conducía a popa. ¿No está protegiendo a su comandante? ¿O no necesitaba protección de alguien como ella?

    Aranya, princesa de Immadia, retumbó, volviéndose. Sus movimientos eran ágiles para un hombre enorme, pero circunscrito como si estuviera constantemente consciente de su gran tamaño.

    La mano derecha de Aranya se extendió automáticamente. Colocando su palma izquierda debajo de su mano ofrecida, Ignathion la levantó, sopló una vez sobre sus dedos para indicar que no tenía mala intención, hizo un círculo de paz con su índice derecho dos veces antes de su rostro grave y barbudo, y luego besó en el preciso centro de su palma, entre sus líneas de vida, tres veces.

    Por encima de sus pómulos marcados, mutilados a la manera de la elite guerrera de Sylakia con el símbolo del viento ganado con tanto esfuerzo, los ojos de Ignathion eran tan grises como una tormenta que se cuela sobre las Nublas.

    Él dijo: Me complace enormemente conocer finalmente a la hija de mi mayor y más honrado oponente, el Rey Beran.

    Arqueando sus cejas ligeramente, Aranya respondió: Primero Martillo de Guerra, me siento honrado por su invitación, incluso en este momento de dolor y pérdida para el Reino de Immadia.

    Aun así, dijo. Con perfecta cortesía, la sentó él mismo. Llámame Ignathion, por favor.

    Y para mí, Aranya será suficiente.

    Aranya había sido entrenada en las minucias de las cortesías y el comportamiento cortesano común en el Mundo-Isla, y pasó tiempo en varias otras Cortes y Gobernaciones, por lo que leyó las señales fácilmente, y por lo tanto estaba desconcertada. ¿Por qué tratarla como a un igual? ¿Por qué mostrar ese honor y respeto a uno más joven que él en años? además, a su cautivo, que pronto se enmohecería en la infame Torre de Sylakia, ¿el cómodo palacio de la prisión donde Sylakia encarcelaba a sus rehenes políticos? Un buen número de rehenes, ella entendió, dada su erupción de conquistas exitosas recientes. ¿Por qué el Rey Beran fue su oponente más honrado? Sin duda, la isla Immadia era como el miserable polvo aplastado bajo sus botas de conquista. Aunque, ella sonrió para sí misma, el Rey Beran había llevado a Ignathion a una feliz persecución durante doce veranos y había causado un disgusto indecible al Comandante Supremo Sylakiano, Thoraliano.

    ¡Decir ah! Su papá podría ser honorable, pero también era astuto. También su hija.

    Así que ella enseñó sus rasgos, rodeó y sondeó y describió las corteses preguntas de Ignathion a lo largo de los primeros cinco platos de una excelente cena, de la que ella se sirvió con entusiasmo, hasta que dejó el diente y la cortadora, sonrió abiertamente al otro lado de la mesa. y dijo: Tú, Aranya, recuérdame por la fuerza a una mujer a la que una vez cortejé. En aquellos días no era más que un Tercer Martillo de Guerra, al mando de un escaso tres Dragonave y un Martillo de doscientos guerreros. Esta joven belleza era el brindis de un reino lejano de la Isla, cortejado por reyes y príncipes y los nobles de un poder en ascenso llamado Sylakia, que estaba compuesto de seis islas en el momento. Ella hubiera disfrutado de la trucha arcoíris, como tú. ¿Otra ayuda?

    Aranya, sorprendida de encontrar su plato vacío, aceptó con un asentimiento. Ignathion la sirvió con destreza. Recostándose en su asiento con esa sonrisa exasperante, incluso engreída, arruinando sus facciones, agregó: "Esta belleza proviene de Fra’anior. ¿Quizás la conociste?

    La oreja de Aranya se resbaló y disparó un trozo del pescado con mantequilla e incrustado de hierbas sobre el mantel prístino.

    Nos habíamos acercado, dijo, rescatando el trozo de pez fugitivo y dejándolo a un lado, cuando un astuto zorro del acantilado rozó a la incomparable Izariela de Fra’anior desde debajo de todas nuestras narices y la llevó rápidamente a su fortaleza del norte. Fue un gran escándalo; quizás el único acto desafortunado que Beran haya perpetrado: un osado secuestro desde una fortaleza protegida, una abierta invitación a la guerra con Fra’anior y una escapada lunática que evadió las Dragonave de veinte islas, todo por un amor que ardía más que el horno de Dragonave. Aranya, tu padre es un pícaro y un pirata.

    Por primera vez en cuatro días, una sonrisa genuina curvó sus labios.

    Ignathion apuntó su diente a través de la mesa hacia ella. "Ahí. Esa es la sonrisa que recuerdo. Pero me duele ver que el Rey Beran ha sido puesto en marcha, Aranya. ¡Doce años! Ninguna otra isla duró ni siquiera dos veranos haciendo campaña contra mí, pero es un viejo zorro acantilado, ese hombre. Una trucha resbaladiza con la integridad más alta y los instintos de batalla de un dragón. Solo lo derribaron porque Rolodia lo traicionó, ¿no lo sabías?

    Aranya negó con la cabeza. Sus pensamientos todavía se tambaleaban al escuchar a su padre compararse con una trucha, un zorro acantilado y un Dragón en el mismo aliento. ¿Traicionado? ¿Por su amigo más antiguo, el rey de la isla de Rolodia? Cómo eso debe haberlo aplastado.

    Me dolió mucho saber de la muerte de tu madre, Aranya.

    Ella fue envenenada.

    Lo sé. Hago mi trabajo entender a mis enemigos. Sé cómo las barbas vienen a ser chamuscadas. Tapices, también.

    Esta vez, Aranya tuvo que apoyar su muñeca en la mesa para calmar su mano. Quemarlo bajo las Tierras Nubosas, ¿no había nada que esta bestia no supiera de ella? Ella se sintió enferma. ¡Él sabía! Él sabía algo, o lo sospechaba al menos. ¿Por qué estaba jugando con ella, amenazando? ¿Soborno? ¿Convirtiéndola en una liebre atrapada por el cuello en su trampa de cazador, ganando su vida en el trato? ¿Por qué? ¿Qué podría querer de su cautivo? Bajó la mirada, esperando que su súbito terror no se hubiera mostrado tan crudamente.

    Ignathion se revolvió inquieto cuando el servidor apareció con los platos para el sexto plato, un pecho de gallina ligeramente al curry servido en una cama de arroz con azafrán. El aroma del curry le hizo la boca agua.

    Cuando la sirvienta se hubo marchado, Ignathion le sirvió una vez más y volvió a llenar su copa de cristal con un espeso zumo de prekki morado.

    El silencio entre ellos se extendió insoportablemente delgado.

    Desesperado por echar a Ignathion del olor, Aranya dijo: "¿Sabes por qué mi madre fue asesinada, Primer Martillo de Guerra? ¿Fue un complot de los Sylakianos?

    No, gruñó. No te atrevas a acusarme ... Ignathion se detuvo con un esfuerzo. Su apretón de nudillos blancos se relajó. Muy bien, me gané esa reprimenda. Aranya, tu madre era una mujer rara. Veneno es el sello distintivo de Herimor, y algunas otras islas que podría nombrar, sin duda. Lo que quise transmitir es ... por el Signo de Sylakia, esto es difícil de decir. Le hablé duramente a Beran en público para que todos los Sylakianos supieran que traté incluso a un viejo amigo Aprendiz de Príncipe y de manera diferente a cualquier otro de mis enemigos.

    Aranya entrecerró los ojos. Entonces, ¿su padre e Ignathion habían sido Aprendices de un tribunal extranjero juntos? Tantos hilos entretejidos; tantas vidas ¿Qué juego jugaba Ignathion? ¿Qué le estaba diciendo él, los hilos medio escondidos debajo de su conversación? ¿Estaba dando a entender que, a pesar de haber hecho semejante espectáculo con Beran, sentía algo diferente en su corazón?

    Algunos Sylakianos desconfían de las princesas extranjeras, Aranya, y las verían hundirse en el olvido. Los Sylakianos son personas supersticiosas. Desconfían de los extranjeros, especialmente aquellos con ojos inusuales.

    ¿Ojos? Ese pequeño estrés significaba habilidades, ¿no? Si esto era una oferta de tregua, o incluso una amistad secreta por el bien de sus padres, no se atrevía a negarse, ¿verdad? Porque él había articulado la alternativa con perfecta claridad. Exposición. Una denuncia Unas palabras bien colocadas causarían que la cabeza de una supuesta hechicera se separe definitivamente de sus hombros.

    Después de humedecer su garganta reseca, Aranya le ofreció: La confianza siempre es un tema espinoso, Ignathion. Pero apruebo las flores que elegiste para la mesa.

    Ignathion levantó su copa. En efecto. Tu semejanza con tu madre es realmente increíble, Aranya. Vamos a saludar a Izariela de la memoria de Fra’anior ... juntos.

    Por lo tanto, dio un paso peligroso hacia su futuro, reflexionó Aranya. Ella sorbió su jugo. El Primer Martillo de Guerra querría algo de ella. Él no era un hombre frívolo. Ignathion era un maestro de la estrategia a largo plazo, su padre la había advertido. ¿De verdad tenía a sus padres en alta estima? ¿Por qué insinuó la diferencia entre la amistad y el deber? Un pensamiento la golpeó: ya tenía las dos consortes tradicionales. La costumbre Sylakiana no permitía más, por lo que no debería buscar a su persona. ¿Sería para uno de sus hijos que preparó esta sutil trampa sobre una princesa exiliada? Su pulso saltó irregularmente en su garganta cuando Aranya consideró la hegemonía de este hombre sobre su vida. Pero su sentido del deber seguramente debe llevarlo a entregar su caja fuerte a Sylakia. Por lo tanto, ¿por qué las advertencias veladas? ¿Había otros peligros más sutiles escondidos en Sylakia? ¿Peligros particulares para alguien con ojos inusuales?

    Ella tenía mucho que reflexionar.

    Aranya le sonrió sobre el borde de su copa, tratando de ignorar cuán magistralmente había jugado su juego cortesano. "Ignathion, cuando el Primer Martillo de Guerra de Sylakia ha conquistado todo el mundo por encima de las Nubes, ¿a dónde arroja su noble ojo? ¿Pasando la Grieta?

    El Norte de la Grieta es solo una cuarta parte del mundo conocido, dijo.

    ¿Nuevos territorios?; ¿nuevas conquistas?

    "A veces deseo el fin

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