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El bosque de Aláira
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El bosque de Aláira
Libro electrónico529 páginas14 horas

El bosque de Aláira

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La belleza de los misterios está en que estos permanezcan como misterios…Esa era la regla más importante. Y de eso estaba hecho el bosque con el cual Aláira soñó cuando tenía cinco años: de terror, de magia, y sobre todo, de misterios.

 

Al crecer en una sociedad globalizada, Aláira se ve obligada a olvidarse de su sueño. Sin embargo, antes de cumplir los dieciocho años, recibe una extraña invitación a un mundo donde los muertos festejan sin parar, donde los fénix son adorados y donde los espejos son peligrosos.

 

Es en este alocado mundo donde ella decide buscar el bosque con la ayuda de un elfo guerrero llamado Warwick. Para lograrlo, deberá cumplir tres misiones y cada una podría costarle mucho más que la vida.

 

La verdadera pregunta no es si Aláira podrá encontrar este bosque. La verdadera pregunta es: ¿Estará lista para enfrentar lo que encontrará ahí adentro y desenredar el misterio más grande de todos?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 sept 2020
ISBN9781393447269
El bosque de Aláira

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    El bosque de Aláira - Michelle Ferrer

    EL BOSQUE DE ALÁIRA

    Una historia donde se mezcla el misterio y la magia de una manera inquietante...

    ––––––––

    La belleza de los misterios está en que estos permanezcan como misterios...

    Esa era la regla más importante. Y de eso estaba hecho el bosque con el cual Aláira soñó cuando tenía cinco años: de terror, de magia, y sobre todo, de misterios.

    Al crecer en una sociedad globalizada, Aláira se ve obligada a olvidarse de su bosque. Sin embargo, antes de cumplir los dieciocho años, recibe una extraña invitación a un mundo donde los muertos festejan sin parar, donde los fénix son adorados y donde los espejos son peligrosos. Es en este alocado reino donde ella decide buscar el bosque de sus sueños con la ayuda de Warwick un elfo guerrero. Para lograrlo, deberá cumplir tres misiones y cada una podría costarle mucho más que la vida.

    La verdadera pregunta es:

    ¿Estará lista para enfrentar lo que encontrará ahí adentro y desenredar el misterio más grande de todos?

    ––––––––

    Michelle Ferrer.

    ©2018, Michelle Ferrer.

    ––––––––

    Todos los Derechos Reservados.

    ––––––––

    Ninguna sección de este material puede ser reproducida, en formato electrónico, impreso o en cualquier otro tipo de soporte existente, incluyendo fotocopiado o grabación de voz sin la expresa autorización del autor.

    ––––––––

    Autor: Michelle Ferrer.

    ––––––––

    Ilustración: Adri Amaya. Puedes ver más de su trabajo en Facebook El asteroide de Adramaya y en Instagram Adramayart.

    Prefacio

    Dos hermanos permanecían separados por una densa cortina negra. Jamás se veían a los ojos. No era de su agrado el verse. El resto del salón, a cada uno de sus lados, había sido tragado por las tinieblas. Una sola cosa era visible ante los ojos de la hermana, y esto era una pintura de belleza extraordinaria; aún bajo la lluvia de sombras, se podía apreciar la técnica en todo su esplendor. Sin embargo; el paisaje plasmado en la obra, es uno que aún no debe ser descrito.

    Inhalando ruidosamente, la hermana dijo:

    —Es bueno saber que sigues pintando después de todo lo que te ha pasado, querido hermano, especialmente después de tan... —Vaciló antes de seguir... —intrigante metamorfosis.

    —Deja de lado tus fingidas señales de afecto, hermana, y vamos al grano... —Respondió el otro ser con frialdad, mientras pasaba sus largas uñas sobre las barras de bronce de una pequeña jaula que tenía en las manos...—. ¿Me has conseguido más información del Gran Fénix, sí o no?

    La hermana suspiró sonoramente...

    —Simplemente, no comprendo qué deseas averiguar con exactitud. Hago mi trabajo con especificaciones, no generalidades, hermano amado, y debo decirte que no, no he averiguado nada nuevo sobre el Gran Fénix aparte de lo que ya sabemos.

    Esa criatura puede viajar no sólo a través del tiempo, sino que también puede cruzar las barreras limitantes y viajar de una dimensión a otra, de un mundo a otro.

    » Puede hacer todo esto y sin sacrificar nada, a diferencia de lo que nosotros hemos tenido que hacer. El Gran Fénix puede nacer en muchas formas y vivir muchas vidas al mismo tiempo, puede controlar todo elemento a su alrededor y escapar de cualquier magia perversa que estés planeando para enjaularlo.

    — ¡Ya veo, ya veo!... –Respondió el hermano lentamente...—. No tenemos nada nuevo, el Gran Fénix puede hacer cuanto le plazca, eso ya lo tengo claro.

    —Hay algo, sin embargo... —Prosiguió la hermana, provocando que su consanguíneo levantara su obscurecida cabeza con intriga...—Que sí es capaz de debilitar al Gran Fénix.

    — ¿Qué es?... ¿Qué?... ¡Dime, hermana!

    —Lo único que puede debilitar al Gran Fénix, es el mismo Gran Fénix.

    La voz del hermano, de inmediato, se tornó gruesamente ronca, y masculló como si estuviera masticando hierro:

    — ¿Sólo él mismo se puede debilitar?... ¿Y qué diablos significa eso?... ¿De qué me sirve esa información?

    —Las voces del viento me han hablado, y ellas lo han mencionado. Hay una razón por la cual nadie ha visto al Gran Fénix, y me han dicho que es algo de carácter existencial lo que lo apresa.

    —Los conflictos existenciales apresan a todo el que tiene alma, es por eso que prefiero no tener una.

    La hermana soltó una breve carcajada.

    —Puedes fingir ser desalmado todo lo que quieras, pero tu deseo feroz por el Gran Fénix te delata.

    —Mejor regresa a tu sucio muelle hermana, que por el momento no me has servido de nada.

    —Debe ser algo muy desesperanzador... —Contestó ella con una sonrisa en sus arrugados labios...—. Todo fénix está en tus manos, excepto el que más quieres. ¿Qué se siente saber, querido hermano, que no puedes tener lo que más deseas en el universo?... ¿Qué se siente saber que todo el poder que recibiste, cuando le regalaste tu alma a la oscuridad, no es suficiente para que puedas acariciar con tus inhumanos dedos el plumaje rojo del Gran Fénix? ¿Qué se siente saber que, posiblemente, una vez lo tengas frente a ti, si es que eso siquiera llegar a ocurrir, no podrás hacer más que pintarlo?

    El hermano soltó una gran carcajada, dejando que una de sus uñas se deslizara con fuerza sobre la corona de la jaula, provocando un sonido ensordecedor.

    —Mejor respóndeme tú una pregunta, hermana... ¿Qué se siente tener una apariencia tan repugnante en un mundo donde hay seres con la fortuna de poseer belleza y sabiduría al mismo tiempo?

    La hermana se puso de pie y se acercó a la pintura.

    —Podría hacerte la misma pregunta, hermano amado, pero sería la misma respuesta que yo daría, los dos hemos puesto la belleza en un lugar que yace fuera de nuestro cuerpo.

    —¡Oh! Me sorprende que me digas eso, entonces, ¿Mi pintura es de tu agrado?

    —¿Cómo podría no serlo?... El misterio vive dentro de ella.

    —Sí, supongo que misterio es la palabra perfecta para describir mi obra maestra; sin embargo, deberé recordarte que no debes acercártele demasiado. No queremos que ocurra un dulce accidente.

    —Por supuesto que no, hermano, en todo caso, puedo percibir la magia en esta pintura, es obvio que planeas usarla con algún fin perverso.

    El hermano no respondió.

    —Me enteraré tarde, o temprano de lo que tramas... —continuó la hermana...—. Siempre lo hago, no dudes de ello, pero deberé advertirte algo: Si crees que ese plan te ayudará a capturar al Gran Fénix, estás muy equivocado.

    —Si tuviera un plan para capturarlo, no te habría mandado a llamar, hermana, ahora lárgate. Ya me aburrí de oír tu voz, tengo festejos que observar, espectros que comandar, y almas que destrozar.

    —Me iré... Pero antes de hacerlo, dime, ¿tiene algún nombre tu condenada obra de arte?

    Carcajeándose, él respondió:

    —Ya que lo preguntas, te lo diré, se llama: El Bosque.

    Capítulo 1:

    El sueño.

    ¿Alguna vez has tenido un sueño que estuviera incompleto? Hablo de un sueño donde el terror y el deleite se mezclaron de la forma más inquietante, un sueño donde tus sentidos fueron enfrascados dentro de un hechizo, un sueño donde sentiste que debías cumplir alguna especie de misión, pero al despertar, te diste cuenta que terminó mucho antes de lo esperado.

    Mi nombre es Aláira y tuve un sueño así cuando tenía cinco años, y nunca lo he olvidado.

    Comenzó con una canción:

    Una leyenda cuenta en lamento

    que el fuego yace en nuestro interior

    pero estas llamas perecen en el invierno, cuando nuestro sol se apaga sin razón.

    La melodía era como un pensamiento dentro de mi mente, un sonido etéreo perdido en los pasillos de mi subconsciente. Estos versos me hipnotizaron mientras los escuchaba, me hirieron mientras los escuchaba, pero no supe el porqué.

    Mi Fantasma de la Confusión me rodeó con sus fríos brazos y no me dejó adentrarme más en las palabras.

    —Es demasiado para ti, Aláira... —dijo el Fantasma de la Confusión; siempre había estado ahí conmigo. Asentí con la cabeza, y no puse más atención a la melodía.

    El sueño continuó con un bosque abandonado el cuál se elevaba frente a mí, rodeándome con árboles de ostentoso tamaño. Sus hojas verdes y oscuras se habían reunido para formar una masa que ocultaba casi todo el cielo. Me tomó un par de segundos notar que el panorama justo arriba de mi cabeza era negro, sin embargo; parecía haber un sol a cada uno de mis lados.

    Los rayos de luz de estos astros luchaban por atravesar la espesura y derrotar la oscuridad que había en medio, pero cuando lo hacían, no lograban que el bosque se viera más iluminado, nada lo habría hecho. Era una batalla perdida. Más bien, hacían que el bosque se viera más tétrico, y por alguna razón, bello.... Bello, en un nivel incuestionable.

    Abrumada por la curiosidad, caminé para descubrir que había más allá de los árboles, una misteriosa brisa me empujó hacia adelante mientras me paraba cuidadosamente, con los pies desnudos, sobre una cantidad infinita de ramas rotas y pequeñas rocas, había tantas que nunca logré ver el verdadero suelo.

    Había también hojas doradas dispersas por doquier, pero no les di mucha importancia, proseguí... Respiré el aire cortante, la esencia de aquella naturaleza abandonada, y escuché el latido indomable que se ocultaba dentro de la tierra.

    Los robles y los pinos me intentaron decir algo, algo muy importante, pero no llegué a entender su idioma montañoso.

    El Fantasma de la Confusión no me habría dejado entenderlo, de todas maneras.

    Cuando me acerqué a los últimos árboles, reconocí el principio de una colina, había unas gradas de piedras que guiaban hacia la cima. Había más hojas doradas en cada uno de estos duros peldaños. Contemplé el sendero y no deseé otra cosa que no fuera descubrir que había allá: Al final del camino.

    Corrí hacia mi meta, saltando con emoción y sin cautela sobre la grava y los cúmulos de lodo bajo mis pies.

    Escuché de nuevo la misma canción, pero esta vez dijo algo distinto:

    Las voces del viento ya me han hablado

    Suspiran sólo historias de dolor

    Es demasiado lo que hemos perdido

    Entre la lluvia y el polvo, desapareció.

    A pesar de las palabras, persistí con gran entusiasmo... De alguna forma, la melodía me alentaba a seguir, el camino de piedras se veía tan cerca, pero estaba a varios metros de distancia. Seguí y seguí, y me detuve cuando él habló de nuevo.

    —No debes ir allá.

    Me di la vuelta para ver el claro donde el sueño había comenzado... El Fantasma de la Confusión permaneció parado debajo de los débiles rayos de luz, mirándome con gran reproche.

    A pesar de no ser más que una capa negra y casi transparente sin rostro, una sombra, yo sabía que me miraba con reproche.

    ¿Cómo?, debes preguntarte... Sencillamente, lo sabía.

    — ¿Por qué no?

    —No debes ir allá... —Repitió avanzando hacia mí... —Porque encontrarás tu propia muerte.

    Capítulo 2:

    Tonterías y prioridades.

    Transcurrieron trece años desde que tuve ese sueño, y debo agregar que fue un sueño muy extraño.

    Recuerdo a la perfección cómo desperté, congelada en medio de la noche, aferrándome a mis frazadas como si estas fueran un escudo.

    Recuerdo la forma en la que me escondí entre las cálidas telas de algodón. Fue imposible volver al sueño profundo durante el resto de esa noche. Mi mente yacía atrapada dentro de una hostigosa contradicción. Por un lado, la imagen del Fantasma de la Confusión me resultaba de lo más pavorosa, y la sola idea de estar cerca de él me erizaba la piel. Por el otro lado, yo quería, con una extraordinaria intensidad, regresar a ese bosque con una sola razón: Averiguar que había al final del camino de piedras. Desafortunadamente, no regresé a él en los siguientes años.

    Cuando les conté mi sueño a mis padres, y a mis profesores, me contestaron que debería olvidarme de tal tontería y enfocarme en mis estudios.

    Me dijeron que estudiar era la única prioridad que un niño tenía derecho a tener y que los bosques encantados, los fantasmas sombríos y las melodías misteriosas no tenían un lugar digno dentro de la realidad.

    —Además, en nuestro sistema solar, tenemos un sólo sol, Aláira... —Me explicaron con regaños—. ¿Un lugar con más de un sol?... Es una chifladura.

    No quise creerles, no quise escucharlos, no quise decaer... En ese momento.

    Al principio, cuando les conté mi sueño a mis compañeros de clase y a mi hermana mayor Adela, ellos reaccionaron de forma muy diferente, al principio.

    Lo escucharon como si este fuera un cuento de hadas (Probablemente, lo era), y saltaron a sus propias conclusiones sobre lo que podía haber al final del camino.

    Entre sus muchas teorías, había lámparas mágicas, cofres con los tesoros ocultos de un pirata y huevos de dragones a punto de nacer.

    Adela, quién tenía ocho años en ese entonces, me dijo convencida que al final del camino encontraría un palacio hecho de oro puro.

    Tuvo sentido para mí, debido a las hojas doradas que había visto en el bosque.

    Muchos niños más me compartieron sus teorías, pero las olvidé... Como dije antes, esta fue sólo su primera reacción. Al igual que muchas personas, ellos cambiaron cuando crecieron y muy pronto me transformé ante ellos en una maniática obsesionada con algo que no era real.

    Y es que cuando algo no es real en el reino de las ciencias, las matemáticas, la política o los medios masivos de comunicación, no es real para una cantidad exorbitante de gente.

    Durante una clase de estudios sociales, nos dijeron que, como seres humanos, teníamos que adaptarnos al contexto social en el que vivimos, incluyendo sus convenciones, reglas y creencias.

    Instantáneamente, detesté la parte de las creencias.

    ¿Acaso debíamos todos creer de la misma forma, pensar de la misma forma, soñar de la misma forma?

    ¡Sonaba tan aburrido!

    —Aláira, por favor... —Me dijo Adela un día cuando yo tenía diez años y ella trece, agarrándome las manos con mucha ternura... —. Debes olvidarte de tu bosque, debes olvidarte de ese fantasma, debes olvidarte de todas estas fantasías, o no vas a prosperar como persona. Es el siglo 23, y sabes que debes dejar estas cosas en el pasado.

    Ella mencionó a mi Fantasma... En ese momento, vi su sombra, observándome desde la puerta junto a mis padres, quienes habían mandado a Adela a hacer el trabajo que ellos no se sentían capaces de hacer.

    ¿Qué habrían hecho ellos al enterarse de que el susodicho ser estaba de pie a su lado?

    —Debes hacerlo, por favor... —Repitió mi hermana, cuya belleza ya había despojado a más de un jovencito de su propia alma.

    —Debes hacerlo, o morirás... —dijo el Fantasma, y algo en mi cedió, mi hermana me abrazó mientras yo me perdía a mí misma.

    Con los años, aunque seguí viendo su sombra, el Fantasma no volvió a hablarme en voz alta.

    Gracias a esto, pude ignorarlo.

    Si quería prosperar como persona, sabía lo que tenía que hacer.

    Debía adaptarme y convertirme en otra niña normal en el proceso de crecimiento.

    No deseaba olvidarme de mi sueño, pero de forma inconsciente, permití que el tiempo cumpliera con su misión.

    Lo que alguna vez había sido sagrado para mí se convirtió en una mancha gris, una distante e irrelevante mancha gris.

    Me concentré en mis estudios justo cómo mis padres me lo habían ordenado.

    Me aprendí todas las fechas importantes de la historia, memoricé todas las reglas oficiales y resolví todos los problemas matemáticos como que si no hubiera otra cosa en el mundo que deseara hacer con mí tiempo.

    Mis compañeros de clase decidieron entablar conversación conmigo cuando se dieron cuenta que yo ya no actuaba como un fenómeno total.

    Gracias a Adela, entrar en los círculos sociales no fue nada difícil, ni siquiera tenía que sonreír.

    Mi hermana era una especie de princesa dentro de los grupos más elitistas, pero a pesar de ser un pez en medio del mar de las ridiculeces, no había hipocresía en su ser. La gracia al hablar y al caminar, y la cortesía con la que trataba a todo ser vivo, se manifestaba con mucha naturalidad en ella.

    No había ni una pizca de gracia o de naturalidad en mis movimientos, por lo que decidí que mi adolescencia, o mi vida, si vamos al caso, no irían enfocadas en el rubro de la extroversión... No, señor.

    Me convertí en el tipo de adolescente que se hundía en los textos de los libros hasta desaparecer por completo. No me interesaba socializar con los demás, o reír con sus chismes sobre personas que perdían su dignidad, y no tuve que hacerlo.

    Gracias a mi hermana, el mundo ya me había aceptado.

    Lo que parecía ser inaceptable era que regresara a mis antiguas fantasías. De igual manera, no sabía cómo regresar a ellas. Cada vez que veía la sombra del Fantasma de la Confusión en alguna esquina, trataba de pensar en la realidad y el espíritu se marchaba, irónicamente, con mucha alegría. Y yo me seguía enfocando más en la realidad.

    Era el siglo 23, y vivía en la metrópolis de Aláira, formalmente reconocida como la ciudad más globalizada del planeta, donde las nacionalidades antiguas no existían y la tecnología era una religión.

    Como había sido la persona número un millón en nacer en tan afamado lugar, tuve el prestigio de ser nombrada al igual que la ciudad.

    Al menos eso es lo que se me dijo, que era un prestigio. Yo nunca lo creí así. Sin embargo, esa era mi vida.

    Esa era mi realidad, y en esta metrópolis, mi sueño no era bienvenido.

    Mi sueño no era más que una tontería.

    Capítulo 3:

    El sermón del Doctor Orlov.

    — ¿Por qué eres infeliz, Aláira? —me preguntó el doctor Orlov por vigésima vez.

    —No soy infeliz.

    —Cumples dieciocho años mañana, Aláira, y a tus padres les preocupa que no desees celebrarlo. Claramente, eres infeliz en tu vida y eso no tiene que ser así.

    Lo vi fijamente a los ojos.

    —Nunca me ha gustado celebrar mi cumpleaños, y cumplir dieciocho significa que puedo tomar mis propias decisiones, por lo que he decidido que no se hará ninguna celebración.

    —Pero eso sería un desperdicio —comentó el doctor Orlov, examinando mis expresiones faciales—. ¿Tú hermana Adela siempre trabaja en la Fundación Primer Mundo o no?

    —Así es, pero eso no tiene nada que ver con esta sesión.

    —Tiene todo que ver con esto, Aláira. Seguramente ella te ha relatado sobre el trabajo caritativo que realiza la fundación y sobre el lamentable estado en el que viven las personas en muchos pueblos lejanos a la ciudad, ¿o no?

    Inhalé profundamente.

    Ya sabía a donde quería llegar con el sermón y no había modo de detenerlo.

    —No sólo sufren terribles hambrunas y enfermedades que en ciudades como la nuestra ya no se ven —continuó el Doctor Orlov—. No tienen un sistema de educación. No tienen ambiciones ni nada sólido en qué creer. Se han quedado estancados en las guerras por el fanatismo del pasado, cuando cada nación tenía su propia cultura.

    » Luchan por algo que ya no tiene valor y aunque la Fundación Primer Mundo haga de todo por guiar en buen camino a los niños de esos pueblos, sabemos que pasará mucho tiempo antes de que sus retrógradas convicciones caigan por completo. Por otro lado —dijo levantando el dedo, mientras yo me preparaba para escuchar un discurso que ya había escuchado miles de veces—, tú eres Aláira Jewett. Naciste en la metrópolis globalizada de Aláira entre lujos y beneficios. Has tenido una educación de calidad y tienes un generoso fideicomiso. Jamás te has enfermado y es casi seguro que nunca padecerás de ningún malestar serio antes de los ochenta años.

    » Tu familia es la dueña del Museo Oficial de Historia y Arte en la metrópolis, el cual se sigue engrandeciendo día por día gracias a las batallas ganadas contra los fanáticos del pasado. Incluso has tenido el privilegio de ser nombrada al igual que nuestra ciudad.

    Apreté los dientes mientras el señor hablaba.

    —No hay ninguna explicación razonable, Aláira —concluyó finalmente—, para que te niegues a celebrar tu cumpleaños de la forma en la que debe ser celebrado, debido a tu posición social. Recuerda que las acciones que tomas son un reflejo para la imagen de tu familia.

    —Según parece, así es —dije con los brazos cruzados. Pensar que mis padres habían sobornado a este psicólogo para que manipulara mi mente y así desease tener una fiesta llena de fuegos artificiales no era algo que pudiera tomarme por sorpresa.

    Hasta risa me debería dar.

    Vi al Fantasma en la esquina, observándome como siempre lo hacía cada cierto tiempo.

    —Pronto te vas a graduar, Aláira, y debes pensar en tu futuro.

    —No pienso en nada más que el futuro —respondí, viendo como la sombra caminaba atrás de la silla del doctor Orlov.

    El señor sacó su pequeño dispositivo tecnológico. Presionó un botón y el aparato se amplió hasta tener las medidas de un diploma.

    Abrió un archivo, le dio una mirada y luego enfocó sus pupilas en mí.

    —A pesar de tu falta de interés por establecer relaciones con las personas, tanto tus padres como profesores están de acuerdo en que tu desempeño académico ha sido excelente. Según este reporte, desde el segundo grado llevas un record arriba de noventa y ocho en todas las materias, lo cual es impresionante.

    » Si terminas el bachillerato de este modo, sin duda alguna obtendrás una beca especializada en Administración de Empresas.

    Fruncí el ceño y dije:

    —Quiero una de esas becas, pero no en Administración.

    Les había compartido mis deseos profesionales a mis padres muchas veces.

    —Ya les expliqué que deseaba conseguir una beca enfocada en Historia del Mundo —aclaré—, y que tomaría cursos sobre administración, contabilidad, finanzas... Todo esto es por el museo, ¿o no? La pasión por la historia debería ser lo primordial.

    —No, Aláira, eso fue antes, cuando la cultura definía la identidad de las personas. Ahora lo que nos define es lo que logremos aportarle a la sociedad globalizada.

    » El museo de tu familia simboliza un triunfo para la globalización ya que es un espacio donde las obras de arte y artilugios históricos de distintos orígenes y de gran valor monetario están amenamente reunidos para demostrar que las complicaciones del pasado ya no tienen importancia. Entre más piezas tenga ese museo, más se refuerza el posicionamiento de la metrópolis.

    Yo no era ninguna tonta.

    Obviamente, el énfasis iba en el hecho que el Museo enriquecía no sólo a mis padres, sino a las autoridades de mayor cargo en la ciudad.

    —Es imperativo que dicha empresa sea gestionada por alguien que posea los conocimientos administrativos adecuados —puntualizó el Doctor Orlov—. Tus padres me han comentado que tú siempre has amado el museo.

    —Ha sido una relación de amor y odio —susurré en voz baja.

    —Hace algunos años, tu hermana Adela eligió seguir un camino distinto junto a la fundación —continuó el señor—, por lo que tú eres la elegida para continuar con el legado familiar.

    » Debes encargarte de que el museo sea siempre un símbolo feroz de lo que realmente significa la globalización. Es por ello que debes aprender a brindarle una buena imagen a la sociedad; la imagen de un adulto responsable, carismático, educado y dispuesto a todo con tal de hacer que nuestra civilización prospere. Es por eso que debes celebrar tu cumpleaños, Aláira, y hacer que esa imagen nazca con toda la dignidad requerida.

    Únicamente, se trata de lógica.

    «Tanto palabrerío para terminar con una oración tan vacía», pensé.

    Cerré los ojos y al abrirlos, dije:

    —Comprendo a la perfección, Doctor Orlov, no lo había visto de esa manera.

    El psicólogo pareció contento con mi respuesta y fue a llamar a mis padres.

    Mientras tanto, el Fantasma desapareció entre las llamas artificiales de la chimenea decorativa del consultorio.

    Lo primero que escuché fue el arduo tecleo en el dispositivo tecnológico de mi madre.

    Nunca dejaba ese aparato en paz.

    Siempre estaba en contacto con la Organización Globalizada de Exploración.

    El Doctor Orlov, de inmediato, preguntó a mi padre sobre el museo, como todos los adultos normales lo hacían.

    —Va en buen camino —contestó—. Ya tenemos lo más valioso, por supuesto: Las obras de Da Vinci, de Picasso, de Van Gogh, de Frida Kahlo.

    Pero hay muchas obras que los fanáticos del mundo anticuado no quieren soltar. ¿Cuál es nuestra próxima misión, Virginia?

    Mi madre dejó de teclear y elevó su mirada glacial hacia mi padre.

    —Estamos luchando por conseguir la Capilla Sixtina, Leonardo. ¿Cómo puedes olvidar algo tan crucial, cariño?

    —Sí, sí. La Capilla Sixtina —repitió mi padre tratando de ignorar la ira de su esposa—. Tenemos grandes planes para esa obra de arte. Construiremos toda una nueva ala en el museo para este valioso tesoro.

    —Oh, espero lo consigan muy pronto —dijo el Doctor Orlov—. Qué lástima que esos fanáticos compliquen el proceso.

    —No, no es ninguna lástima —interrumpí con gruñidos—. Remover la capilla Sixtina significa destruir la iglesia también ¡Es el techo!

    Ni el doctor ni mi padre dijeron algo.

    Mi madre se acercó a mí y, apretando mi mejilla, me dijo:

    —Es el precio de la globalización, Aláira. Te lo hemos explicado un millón de veces. No quiero que vuelvas a interrumpir así.

    Diciendo esto, mi madre se giró hacia el psicólogo. Pude ver que el señor se sentía intimidado por ella, aunque ya la hubiera tratado muchas veces.

    Dejando de lado su collar de perlas, su fino traje de sastre y sus labios eternamente pintados de rojo, la mujer poseía algo en su mirada que aterraba a muchos.

    Las personas tenían miedo de que ella los asesinara a sangre fría si cometían un error en su presencia.

    Mi padre, Leonardo Jewett, y mi hermana eran los únicos que ya se habían acostumbrado a combatir la mirada exterminadora de Virginia Jewett y nadie sabía cómo lo habían logrado.

    Yo aún quería saber cómo diablos le hacían, aunque había perseverado bastante en la última semana con mi decisión anti celebraciones de cumpleaños.

    —Y bien —dijo mi madre con una de sus ensayadas sonrisas—, ¿cuál ha sido el resultado de la sesión con Aláira, Doctor Orlov?

    —Oh, creo que fue una sesión maravillosa —respondió el psicólogo con confianza—. Aláira dijo que comprendía a la perfección la importancia de mostrar una buena imagen ante la sociedad.

    Esta vez, el regocijo de mi madre fue real.

    — ¡En serio! —exclamó—. Entonces, ¿vamos a tener una gran fiesta para celebrar tu cumpleaños, Aláira?

    Sonreí de oreja, a oreja.

    —Dije que comprendía, no que concordaba con lo que me dijo el Doctor Orlov. Sigo sin querer una celebración y según las leyes de la globalización, no puedes hacer nada al respecto, madre, porque seré mayor de edad.

    Capítulo 4:

    La vida sin libros.

    Sabía que había hecho algo muy arriesgado, pero no pude evitarlo. Pocas veces me divertía de esa manera.

    Esa tarde, regresé al colegio a recibir las últimas clases. Cada uno de mis compañeros me miró con expectativa, esperando ansiosamente una invitación a una fiesta que no iba a ocurrir. Siempre que los miraba juntos, los comparaba con una colección de clones. Todos poseían el mismo tono claro de ojos, la misma piel bronceada y el mismo cabello liso castaño con destellos rubios.

    Claro que algunos ojos eran azules y otros verdes.

    Claro que algunas melenas eran más oscuras y otras más claras que otras, pero en esencia, todos parecían haber sido concebidos por la misma madre, excepto yo. Con mis rizos rojos y mi tez sonrosada, mi aspecto siempre había sido distinto del resto de las personas, y no sólo en mi colegio.

    Sin embargo; era algo a lo que ya me había acostumbrado. Al final de la clase de Historia, nos dejaron de tarea leer en nuestros dispositivos tecnológicos el archivo titulado: Las 7 Maravillas del Mundo Antiguo antes de la Globalización.

    Habría un examen el lunes al respecto.

    Cuando mis compañeros se marcharon de la clase, me quedé encerrada en el salón y abrí el documento. Suspiré cada vez que tenía que cambiar de página, poniendo la yema de mi dedo índice sobre la esquina de la iluminada pantalla.

    Cuantas veces había querido saber cómo sería sostener un libro de verdad, con forro grueso, en las manos y pasar cada delicada hoja mientras la inquietud y el suspenso conquistaban mis emociones.

    El papel ahora se limitaba a las notas de felicitación, a las invitaciones, a los diplomas y a las obras de arte plástica.

    Desde hacía un siglo, los fanáticos del mundo antiguo habían escondido todos los libros físicos que habían quedado después de la última guerra mundial.

    La Organización Globalizada de Exploración nunca se molestó en tratar de rescatarlos.

    Los líderes decidieron que esos vejestorios ya no eran necesarios porque la información más importante y las historias más icónicas ya habían sido documentadas en las plataformas digitales.

    Cualquier persona podía leer lo que quisiera, en teoría, desde su dispositivo personal.

    Sin embargo, yo hubiera dado mucho por leer un libro de verdad.

    «No importa —pensé—. Sólo lee lo que debes leer.

    Te tranquilizarás. Siempre te tranquilizas al leer».

    La tan ansiada tranquilidad duró sólo diez minutos.

    — ¿Acaso no estás emocionada, Aláira? —Me preguntó Janella tras entrar al salón y sentarse junto a mí—. Vas a cumplir dieciocho años mañana y podrás hacer lo que te plazca.

    No hubo una respuesta de mi parte.

    Había llegado a la parte donde se describían los Jardines Colgantes de Babilonia.

    Quería seguir leyendo.

    Janella siguió pese a mi indiferencia.

    —Obviamente, habrás de hacer una fiesta en tu preciosa mansión.

    —No es una mansión. Es un museo y realmente sólo usamos como hogar, propiamente dicho, la parte de atrás.

    — ¡Ja! De igual manera es la casa más grande de todas las de los estudiantes del colegio.

    —No sé de qué hablas. Brandon Bennet vive en un castillo. Es una réplica de la Torre de Londres.

    La joven me miró con una tristeza muy teatral.

    — ¡Es que ya estamos cansados de hacer fiestas en ese castillo! ¡Es todo lúgubre y medieval!

    Puse el dispositivo sobre la mesa con algo de dureza.

    —Oh, Janella, me pregunto por qué diablos habría de ser medieval un lugar basado en la Torre de Londres. No me lo explico.

    Janella se llevó la mano a la cabeza como si se fuera a desmayar.

    — ¿Verdad que sí? Ha sido un martirio tener que estar festejando en esos salones que parecen mazmorras.  Hasta Brandon quiere algo nuevo y ahí es donde entra tu mansión.

    » Es moderna. Tus padres tienen buen gusto. A pesar de tener tantos objetos antiguos, como esas pinturas y esa fuente que tienen en el jardín, el ambiente en general es muy acogedor.

    Al escucharla, me di cuenta que había sido un error haber ofrecido mi casa como punto de reunión para un trabajo grupal que habíamos tenido que hacer hace unos meses.

    Nunca imaginé que esta señorita le iba a tomar fotografías mentales.

    —No quiero celebrar nada, Janella.

    Diciendo esto, dirigí mi mirada a los párrafos en la pantalla de mi dispositivo, pero Janella fue incapaz de comprender mi respuesta.

    Esta jovenzuela, quien estaba acostumbrada a que todo el mundo hiciera cuanto ella impusiera, me arrancó el aparato plano de las manos con una confianza furiosa y lo puso debajo de su brazo mientras me sonreía, mostrándome su dentadura completa.

    —Cariño —Janella dijo, sujetando entre sus finos dedos unos cuantos mechones rojos de mi cabello—, no creo que entiendas el panorama completo.

    — ¿Podrías devolverme mi libro? —le sonreí, mostrándole mi dentadura exactamente como ella me la había mostrado a mí.

    — ¿Querrás decir tu dispositivo, no tu libro? —Janella pronunció la palabra libro como si hacerlo le produjera una enfermedad estomacal.

    —No, mi libro. Para mí, es un libro en este momento. Devuélvemelo.

    — ¡No, no, no! Aláira, me vas a escuchar. Tienes una mansión, con un jardín increíble y vas a cumplir dieciocho años. Si no estás planeando ya una fiesta, lo vas a hacer desde este momento.

    — ¡No! ¿Por qué desearía hacer una fiesta para celebrar un desastre? Devuélveme mi libro, por favor.

    — ¿Desastre? ¡Ja! Cariño, esto es algo que pasa una vez en la vida. Es algo que debe ser celebrado con todo lo que se merece: Champaña, música y estilo.

    Tu mansión es más que perfecta para tal ocasión.

    —Ya te dije que no es una mansión, sino parte de un museo.

    —Una enorme casa es lo que es, perfecta para un ambiente romántico.

    —Espera un segundo ¿y por qué querría yo un ambiente romántico?

    —Para todas las parejas que se formarán mágicamente, por supuesto

    Esta vez, fui yo quién sintió un malestar estomacal.

    —Aunque no lo creas, no es el sueño de mi vida que en nueve meses haya creaturas que fueron concebidas en mi hogar, Janella. Devuélveme mi libro. Tenemos un examen de historia el lunes. Deberías estudiar tú también...Bueno, al menos, deberías intentarlo una vez en la vida.

    —Oh, pero cariño —dijo Janella altaneramente, lanzando su cabellera rubia hacia atrás —, si tanto te preocupa, yo me ocuparé de que todos usen protección.

    —Ese no es el punto. Yo no-

    — ¿A quién le importan los exámenes cuando ha llegado tu turno de brillar? ¡Es la hora de que seas un cisne, encanto!

    — ¿Acabas de llamarme pato feo?

    —Oh, claro que no cariño, ¿cómo crees? —La dulzura en la sonrisa de Janella tenía algo muy sospechoso—. Todo lo que digo es que esta fiesta es tu oportunidad de brillar. Casi no sales. Siempre te quedas estudiando en tu casa. ¿A quién le importan los exámenes cuando tienes que escoger un tema ambiental? ¿A quién le importan las calificaciones cuando debes reservar una cita en el salón? No puedes tenerlo todo al mismo tiempo, ¿o sí? O escoges tu imagen o escoges este aburrido libro.

    Me devolvió entonces el objeto tan mencionado disfrazado como una pequeña pantalla plana.

    La miré con frialdad, sintiendo un odio infernal hacia sus argumentos.

    Noté cómo el grupo de amigos de Janella fingía no habernos estado espiando al otro lado de la corrediza puerta. Así como yo parecía haber sido elegida como la futura administradora del museo, Janella había sido elegida por ese grupo lleno de aspirantes a sibaritas para lograr lo que el Doctor Orlov había fallado en hacer.

    Y ella estaba fallando también.

    ¿Por qué todo mundo parecía estar convencido de que vivíamos en el Olimpo?

    —Aláira —Janella se veía un poco asustada, haciéndome señas con su mano frente a mis ojos—. Cariño, no has dicho absolutamente nada en cinco minutos. ¿Escuchaste lo que dije sobre tu oportunidad de brillar?

    Pensé en cualquier excusa para detener esto.

    —Oh, pero Janella, ¿cómo se supone que voy a brillar si estás tú a mi lado? No soy nada comparada contigo.

    —Oh, cariño —dijo Janella en un acto exagerado de humildad—, tú también eres bonita.

    No te preocupes. Hay muchas cosas que se pueden hacer con el cabello alocado como el tuyo. Estoy segura que encontraremos de alguna manera controlar esos rebeldes rizos.

    Capítulo 5:

    La pintura negra

    ––––––––

    Me miré en el espejo dentro del baño de niñas del colegio.

    Aunque pocos me creyeran, mi cabello me agradaba mucho. No tenía nada que ver con el hecho de que fuera la única persona con esta característica en toda la ciudad. Ser el foco de atención no era lo mío.

    No me interesaba distinguirme de los demás.

    Había otras razones por las cuales me gustaba.

    Cuando el chofer me dejó frente a las puertas del museo, salí corriendo a mi parte favorita: El salón del Renacimiento, uno de los salones más enormes.

    Cuando vi que no había nadie, me senté en el suelo frente a La Persistencia de la Memoria.

    Aquellos relojes derretidos creados por el pintor Salvador Dalí, hacía varios siglos, siempre me habían desconcertado.

    Era como si quisieran decirme algo.

    Era como si hubiera olvidado algo importante.

    Unos tacones de diez centímetros golpearon el suelo blanco con cierta fragilidad. La vi antes de que se sentara a mi lado. Vi su larga melena lisa de color ocre, como el vino rojo, y vi cómo la minifalda que andaba puesta revelaba sus esbeltas piernas.

    —Hola, Adela —dije sin verla y ella se colocó a mi lado. Comenzó a acariciarme la cabeza como era su costumbre.

    — ¿No me digas que tú también fuiste enviada a lavarme el cerebro para que tenga una fiesta de cumpleaños? —pregunté.

    —No. Soy más inteligente que todos. Sé que eres un caso perdido, hermanita.

    Las dos nos reímos.

    Una vez escuché a los muchachos de mi colegio opinar sobre el cuerpo de Adela como si alguien los hubiera seleccionado de jueces. Hicieron comentarios que enfatizaban, en palabras poco agraciadas, el hecho que ella tuviera senos, trasero y un hermoso rostro al mismo tiempo.

    Según ellos, ¿qué más podrías desear en una mujer?

    De inmediato, le fui a contar a mi hermana y ella sólo se carcajeó.

    —Los muchachos de tu edad son así, Aláira.

    Y a veces así de raros se quedan, ¿sabes? Además, tú eres igual a mí.

    —Soy completamente diferente a ti —le respondí y era la verdad.

    Desde hacía mucho tiempo, los padres podían elegir la apariencia de sus hijos antes de que estos nacieran gracias a los avances científicos en la alteración genética.

    Por eso, casi todos en la ciudad de Aláira eran tan perecidos. Los ojos de tono cristalino junto a la tez tostada era algo que casi nunca sucedía de forma natural y por lo tanto era el estándar de belleza.

    Lo interesante es que había una combinación aún más codiciada, la cuál era la de Adela, pero también era la más costosa.

    Para lograrla, se le debían hacer estudios al feto dentro del vientre de la madre para verificar que diera resultado antes de tiempo.

    Por suerte para mis padres, los resultados fueron positivos y mi hermana pudo nacer con la tez blanca como la porcelana y un cabello de un rojo oscuro el cuál realmente nunca había existido antes.

    Supuestamente, el mismo proceso fue repetido conmigo.

    Los resultados indicaron que yo podría nacer con la misma combinación, pero algo inesperado sucedió. En lugar del elegante tono vino de Adela, el color de mi cabello había salido de un fuerte color carmesí, sin mencionar los rizos y el tono sonrosado de mi piel acompañado de pecas.

    Ningún doctor pudo dar una explicación razonable. Fue tanta la indignación de mis padres, y sobre todo de mi madre, que demandaron al laboratorio responsable. El proceso no había sido gratis y ganaron la demanda. Con el dinero, hicieron que el museo se trasformara en un verdadero monstruo.

    Claro que trataron de pintar mi cabello y domar los salvajes rizos en diversas ocasiones, pero era inútil.

    El tinte se caía y mis rizos volvían a saltar a su lugar luego de ser apresados por la plancha de cabello. Incluso uno de los estilistas más reconocidos le dijo a mi madre con tono burlón que nuestra familia debía tener unas raíces escocesas muy fuertes para que esto sucediera.

    A mi madre esto no le cayó nada en gracia y le dijo al estilista de lo que se iba a morir.

    Mi padre si lo tomó con un poco más de humor y con una sonrisa me observó.

    — ¿Y qué si su pelo es así? Igual es bella, al igual que Adela, y parece una de esas princesas medievales que ves en las pinturas.

    Mi madre me examinó de arriba abajo.

    Tenía 10 años en ese entonces y no podía dejar de sonreír por la comparación a una princesa.

    —Bueno, tiene los

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