La tempestad
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William Shakespeare
William Shakespeare was born in April 1564 in the town of Stratford-upon-Avon, on England’s Avon River. When he was eighteen, he married Anne Hathaway. The couple had three children—an older daughter Susanna and twins, Judith and Hamnet. Hamnet, Shakespeare’s only son, died in childhood. The bulk of Shakespeare’s working life was spent in the theater world of London, where he established himself professionally by the early 1590s. He enjoyed success not only as a playwright and poet, but also as an actor and shareholder in an acting company. Although some think that sometime between 1610 and 1613 Shakespeare retired from the theater and returned home to Stratford, where he died in 1616, others believe that he may have continued to work in London until close to his death.
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La tempestad - William Shakespeare
deshabitada.
LA TEMPESTAD
I.i Se oye un fragor de tormenta, con rayos y truenos. Entran un CAPITÁN y un CONTRAMAESTRE.
CAPITÁN
¡Contramaestre!
CONTRAMAESTRE
¡Aquí, capitán! ¿Todo bien?
CAPITÁN
¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos! ¡Corre, corre!
Sale.
Entran los MARINEROS.
CONTRAMAESTRE
¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa! ¡Arriad la gavia! ¡Y atentos al silbato del capitán! - ¡Vientos, mientras haya mar abierta, reventad soplando!
Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, FERNANDO, GONZALO y otros.
ALONSO
Con cuidado, amigo. ¿Dónde está el capitán? - [A los MARINEROS] ¡Portaos como hombres!
CONTRAMAESTRE
Os lo ruego, quedaos abajo.
ANTONIO
Contramaestre, ¿y el capitán?
CONTRAMAESTRE
¿No le oís? Estáis estorbando. Volved al camarote. Ayudáis a la tormenta.
GONZALO
Cálmate, amigo.
CONTRAMAESTRE
Cuando se calme la mar. ¡Fuera! ¿Qué le importa el título de rey al fiero oleaje? ¡Al camarote, silencio! ¡No molestéis!
GONZALO
Amigo, recuerda a quién llevas a bordo.
CONTRAMAESTRE
A nadie a quien quiera más que a mí. Vos sois consejero: si podéis acallar los elementos y devolvernos la bonanza, no moveremos más cabos. Imponed vuestra autoridad. Si no podéis, dad gracias por haber vivido tanto y, por si acaso, preparaos para cualquier desgracia en vuestro camarote. - ¡Ánimo, muchachos! - ¡Quitaos de enmedio, vamos!
Sale.
GONZALO
Este tipo me da ánimos. Con ese aire patibulario, no creo que naciera para ahogarse. Buen Destino, persiste en ahorcarle, y que la soga que le espera sea nuestra amarra, pues la nuestra no nos sirve. Si no nació para la horca, estamos perdidos.
Salen.
Entra el CONTRAMAESTRE.
CONTRAMAESTRE
¡Calad el mastelero! ¡Rápido! ¡Más abajo, más abajo! ¡Capead con la mayor!
Gritos dentro.
¡Malditos lamentos! ¡Se oyen más que la tormenta o nuestro ruido!
Entran SEBASTIÁN, ANTONIO y GONZALO.
¿Otra vez? ¿Qué hacéis aquí? ¿Lo dejamos todo y nos ahogamos? ¿Queréis que nos hundamos?
SEBASTIÁN
¡Mala peste a tu lengua, perro gritón, blasfemo, desalmado!
CONTRAMAESTRE
Entonces trabajad vos.
ANTONIO
¡Que te cuelguen, perro cabrón, escandaloso, insolente! Tenemos menos miedo que tú de ahogarnos.
GONZALO
Seguro que él no se ahoga, aunque el barco fuera una cáscara de nuez e hiciera aguas como una incontinente.
CONTRAMAESTRE
¡Ceñid el viento,, ceñid! ¡Ahora con las dos velas! ¡Mar adentro, mar adentro!
Entran los MARINEROS, mojados.
MARINEROS
¡Es el fin! ¡A rezar, a rezar! ¡Es el fin!
[Salen.]
CONTRAMAESTRE
¿Vamos a quedar secos?
GONZALO
¡El rey y el príncipe rezan! Vamos con ellos:
nuestra suerte es la suya.
SEBASTIÁN
Estoy indignado.
ANTONIO
Estos borrachos nos roban la vida.
¡Y este infame bocazas...! - ¡A la horca,
y que te aneguen diez mareas!.
[Sale el CONTRAMAESTRE.]
GONZALO
Irá a la horca, por más que lo desmienta cada gota de agua y se abra el mar para tragárselo.
Clamor confuso dentro.
[VOCES]
¡Misericordia! ¡Naufragamos, naufragamos! ¡Adiós, mujer, hijos! ¡Adiós, hermano! ¡Naufragamos, naufragamos!
ANTONIO
Hundámonos con el rey.
SEBASTIÁN
Vamos a decirle adiós.
Sale [con ANTONIO].
GONZALO
Ahora daría yo mil acres de mar por un trozo de páramo, con brezos, matorrales, lo que sea. Hágase la voluntad de Dios, pero yo preferiría morir en seco.
Sale.
I.ii Entran PRÓSPERO y MIRANDA.
MIRANDA
- Si con tu magia, amado padre, has levantado
este fiero oleaje, calma las aguas.
Parece que las nubes quieren arrojar
fétida brea, y que el mar, por extinguirla,
sube al cielo. ¡Ah, cómo he sufrido
con los que he visto sufrir! ¡Una hermosa nave,
que sin duda llevaba gente noble,
hecha pedazos! ¡Ah, sus clamores
me herían el corazón! Pobres almas, perecieron.
Si yo hubiera sido algún dios poderoso,
habría hundido el mar en la tierra
antes que permitir que se tragase
ese buen barco con su carga de almas.
PRÓSPERO
Serénate. Cese tu espanto.
Dile a tu apenado corazón
que no ha habido ningún mal.
MIRANDA
¡Ah, desgracia!
PRÓSPERO
No ha habido mal. Yo sólo he obrado
por tu bien, querida mía, por tu bien, hija,
que ignoras quién eres y nada sabes
de mi origen, ni que soy bastante más
que Próspero, morador de pobre cueva
y humilde padre tuyo.
MIRANDA
De saber más
nunca tuve pensamiento.
PRÓSPERO
Hora es de que te informe. Ayúdame
a quitarme el manto mágico. Bien. –
Descansa ahí, magia. - Sécate los ojos; no sufras.
La terrible escena del naufragio,
que ha tocado tus fibras compasivas,
la dispuse midiendo mi arte de tal modo
que no hubiera peligro para nadie,
ni llegasen a perder ningún cabello
los hombres que en el barco oías gritar
y viste hundirse. Siéntate,
pues has de saber más.
MIRANDA
Cuando ibas a contarme quién soy yo,
te parabas y dejabas sin respuesta
mis preguntas, concluyendo: «Espera, aún no.»
PRÓSPERO
Llegó la hora. El instante
te manda abrir oídos. Obedece
y préstame atención. ¿Te acuerdas
de