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Veracruz, tierra de cañaverales. Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión: Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión
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Libro electrónico345 páginas4 horas

Veracruz, tierra de cañaverales. Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión: Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión

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Se analiza el cultivo de la caña de azúcar, los ingenios azucareros, grupos sociales y estrategias organizacionales, así como dinámicas de expansión y producción que conoció la actividad a lo largo del tiempo
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2019
Veracruz, tierra de cañaverales. Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión: Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión
Autor

errjson

Lingüista, especialista en semántica, lingüística románica y lingüística general. Dirige el proyecto de elaboración del Diccionario del español de México en El Colegio de México desde 1973. Es autor de libros como Teoría del diccionario monolingüe, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, Lengua histórica y normatividad e Historia mínima de la lengua española, así como de más de un centenar de artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2013) y el Bologna Ragazzi Award (2013). Es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2007.

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    Veracruz, tierra de cañaverales. Grupos sociales, conflictos y dinámicas de expansión - errjson

    Rivera

    PRESENTACIÓN

    La caña de azúcar es un tema relevante en la conformación histórica de nuestro país, dada su importancia desde el Virreinato hasta la crisis que esta actividad enfrenta en la actualidad. La presente publicación muestra distintos enfoques en torno a la temática socioeconómica cañera-azucarera, como lo son: las poblaciones relacionadas con su cultivo; las actividades industriales que genera, el proceso de la materia prima; la expansión de este cultivo comercial a través de los siglos, así como su impacto en la agricultura y en el ambiente. El esfuerzo colectivo de investigadores de varias instituciones culmina en esta obra, a través de la cual el lector apreciará el tema cañero en Veracruz desde un enfoque interdisciplinario y diacrónico.

    Desde los inicios del Virreinato el cultivo de la caña de azúcar tuvo gran importancia en el territorio del actual estado de Veracruz, donde se instalaron y multiplicaron pequeños trapiches para moler caña en los valles fluviales y en los pies de monte de las estribaciones de la Sierra Madre Oriental. Con el paso del tiempo muchos de ellos se convirtieron en majestuosos ingenios azucareros: La Santísima Trinidad, el Grande; Nuestra Señora de la Purísima Concepción, el Chico y Nuestra Señora de los Remedios, Pacho. Para el cultivo de la gramínea y elaboración de azúcar en las haciendas se recurrió al secuestro y a la importación de numerosos contingentes de esclavos negros provenientes de África.

    Durante el Porfiriato se instalaron modernas fábricas de azúcar, innovándose las existentes y, como la Revolución Mexicana no trastocó la planta industrial azucarera, el estado costero desplazó al de Morelos como principal productor de azúcar. El impacto de estos procesos históricos son clave en la configuración y análisis del estado de Veracruz, del pasado y presente de sus actividades económicas, conformación del paisaje político territorial, de su población y dinámicas demográficas.

    En la actualidad la caña de azúcar sigue siendo un cultivo de mucha importancia en el estado. Además de contar con la zona cañera más extendida del país —la región de Córdoba—, la gramínea también se siembra en las riberas de los ríos Pánuco, Bobos, Papaloapan y San Juan, en la región de Coatepec-Xalapa-Naolinco y en la región de Cardel-La Antigua, entre otras.

    En un contexto difícil para el sector agropecuario mexicano —especialmente para el sector cañero-azucarero veracruzano, donde cuatro ingenios cerraron sus puertas en los últimos años— es necesario entender el estudio de las dinámicas del cultivo y sus estrategias productivas en relación con la situación actual del sector, perspectivas, mecanismos influencias y valoraciones de los movimientos sindicales.

    Al Instituto Nacional de Antropología e Historia, a través del Centro inah Veracruz, le complace la publicación de este libro sobre la temática cañera-azucarera, tan relevante en la conformación del estado de Veracruz. Mediante de los distintos textos contenidos en esta obra resultado de investigaciones científicas rigurosas, se busca una mejor comprensión de sus dinámicas socio-territoriales y de desarrollo histórico, cumpliendo así con los principales objetivos académicos de nuestra institución: dar a conocer los productos de la inversión en la investigación antropológica e histórica.

    Nahúm Noguera Rico

    Delegado del Centro INAH Veracruz

    Noviembre 2014

    PRÓLOGO

    Hace ya más de dos décadas, en la introducción de la Historia del azúcar en México, señalábamos la tradición y trascendencia de la industria azucarera en el país, iniciada en 1524 por el conquistador Hernán Cortés en los ingenios Tepeacuan y La Rinconada situados en las orillas del río Tepengo, en Santiago Tuxtla, Veracruz, y sostenida en forma ininterrumpida durante ya casi cinco siglos en diversos y cada vez más amplios territorios del espacio mexicano, desde las costas del Golfo a los valles de Cuernavaca y Cuautla Amilpas, en el actual Morelos, el sur de Puebla, la Huasteca, las riberas del bajo Papaloapan, el Istmo de Tehuantepec, Tierra Caliente en Michoacán, Jalisco, Colima y el valle del Fuerte en Sinaloa, como sus principales escenarios. La expansión de los cultivos cañeros como resultado de la modernización de la agroindustria, cumplida en lo esencial entre 1890 y 1950, trajo aparejado un cambio duradero del espacio azucarero en el último siglo: la alteración de la distribución geográfica de la producción de azúcar en México, modificando el largo predominio de más de trescientos años de la vertiente del Pacífico a la superioridad de la cuenca del Golfo y el posicionamiento, que se reveló estable, de Veracruz como primer estado productor en la República.

    Esta actividad agroindustrial tuvo enorme importancia desde sus inicios en el contexto colonial novohispano por los capitales que requería, la cuantía de la fuerza de trabajo ocupada, la complejidad tecnológica relativa que suponía y la riqueza generada. El cultivo de la caña y la elaboración de azúcar sigue siendo un sector estratégico en la economía mexicana por su contribución básica en la dieta de la población, la provisión calórica que suministra, los empleos agrícolas, industriales y de servicios directos e indirectos que genera, su participación en el Producto Interno Bruto (PIB) y los efectos multiplicadores en la actividad económica. Según datos de 2014 de la Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero, México está entre los seis mayores productores del mundo en caña de azúcar con aproximadamente 70 000 000 de toneladas, obtenidas por el cultivo de más de 8 00 000 hectáreas. En 2013 hubo una producción récord de 7 000 000 de toneladas. En valores indicativos aproximados de la primera década del siglo XXI la agroindustria azucarera genera y distribuye ingresos por más de 2 500 000 millones de dólares anuales; la caña de azúcar aporta 13.5 por ciento del valor de la producción agrícola nacional y representa 0.4 por ciento del PIB y 7.3 por ciento del Producto Interno Bruto Agropecuario. De esta actividad viven 2 300 000 personas y se desarrolla en 15 estados del país, donde se ubica 13 por ciento de la población nacional. Su carácter de agroindustria es significativo, ya que implica el asentamiento de los ingenios en zonas rurales a veces muy alejadas de otros centros urbanos de importancia, lo que provoca que los complejos azucareros se conviertan en verdaderos polos de actividad regional, otorgando características sociales y fisonomías culturales específicas a sus zonas de influencia.

    La historiografía del azúcar se ha desarrollado con amplitud a lo largo de un prolongado periodo iniciado en su vertiente más contemporánea por el fundamental libro de Noël Deerr, The History of Sugar, publicado en Londres en 1949. La importancia mundial de la industria azucarera a lo largo de un milenio ha sido ya suficientemente expuesta, desde su expansión desde el Extremo Oriente y su lenta conquista de los espacios del Mediterráneo. El consumo suntuario del azúcar y su significado en cambios civilizatorios en la baja Edad Media europea occidental y en los comienzos de la modernidad fue subrayado desde 1921 en el libro Luxus und Kapitalismus de Werner Sombart. El paso al consumo masivo fue tardío, se efectivó recién a finales del siglo XIX y está asociado al desarrollo del capitalismo industrial en el Occidente europeo y en Estados Unidos, la aparición de urbes gigantescas y su demanda alimentaria, y también con la difusión de portadores que facilitaban la ingesta de azúcar en mayores cantidades tales como el café, el té y los refrescos de cola, lo que significó modificaciones sustantivas de los patrones cuantitativos y sociales del consumo del dulce. Como dice Sidney Mintz en su también clásico libro Sugar and Power, para 1900 el azúcar se había ya sumado al pan, la sal y el vino como uno de los elementos básicos de la dieta humana occidental, siendo la caña de azúcar la productora de la mayor cantidad de calorías utilizables por unidad de tierra de cultivo en un tiempo dado, superior a cualquier otra planta cultivada en sus respectivas zonas climáticas.

    Debemos dejar asentado en este punto que el suministro al mercado azucarero mundial no se efectuó solamente sobre la base de la caña, sino que mostró la emergencia de un producto competitivo, con mucha fuerza desde mediados del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, el edulcorante proveniente de la remolacha, aunque en América Latina no haya tenido importancia y solamente haya sido un impiadoso competidor subsidiado en el mercado internacional.

    En la actualidad también se presenta un nuevo actor beneficiado de fuertes subsidios en la escena de los edulcorantes naturales: la fructuo­sa proveniente de los jarabes de maíz, gran competidor del azú­car de caña en diversos mercados, a lo que hay que agregar el desa­rrollo de edul­corantes artificiales elaborados por la industria química. El panorama en los mercados internacionales dista de ser sencillo para los productores de azúcar de caña, subrayando en todo caso que desde la segunda mitad del siglo XIX nunca lo fue, y esta situación de competencia y subsidios dio origen a una complicadísima red de preferencias, discusiones arancelarias, proteccionismos y una activa diplomacia comercial azucarera de accionar muy sofisticado. No menos significativa es la producción de caña con destino a la elaboración de biocombustible, un producto alternativo de gran importancia, no imaginado hace unas pocas décadas. Uno de los temas de gran interés en la actual investigación azucarera desde el punto de vista histórico, económico­ y social es, precisamente, las grandes diferencias respecto de un pasado inclusive inmediato en la producción, circulación y destino de la caña de azúcar. La perspectiva histórica es insustituible para comprender el sentido y magnitud de estos cambios, pero también su impacto en las poblaciones, en las migraciones, en la sociedad y en la cultura.

    En América Latina numerosos estudios monográficos, y otros significativos de conjunto, fueron precisando el conocimiento de las zonas azucareras más relevantes en las Antillas mayores y menores, en Brasil, Perú, Argentina y algunos otros importantes centros de producción, abarcando múltiples aspectos económicos, sociales, políticos y culturales. En la coyuntura de la primera gran expansión europea sobre el espacio atlántico, a partir del siglo XV, el azúcar se clasificaba entre las especias de lujo, como ya señalamos, utilizado para rebuscadas confituras y en la farmacopea más refinada. Así, fue motor, junto con los metales preciosos, de los descubrimientos geográficos y de los asentamientos coloniales. No es fruto de la casualidad que la caña aparezca asociada con nombres tales como Cristóbal Colón y Hernán Cortés, sus primeros introductores y empresarios en América. Como dijimos, la caña de azúcar llegó a las tierras del Nuevo Mundo con sus bonanzas y sus secuelas sombrías, de las cuales la más terrible fue la esclavitud de los negros trasladados forzadamente desde África en terribles condiciones. El paso del azúcar hemos señalado no es arañazo superficial: hacedor de riqueza, deja también una tremenda secuela de destrucción, de asolamiento ecológico, de reestructuración de las relaciones sociales.

    El trabajo de los historiadores del azúcar se prosigue intensamente, con generaciones renovadas que proponen estudios comparativos o revisan los logros alcanzados anteriormente a la luz de innovaciones metodológicas, descubrimientos de fuentes distintas y, lo que resulta mucho más desafiante aún, el planteamiento de nuevas preguntas o relaciones no visualizadas anteriormente. El libro que prologamos ejerce estas aproximaciones y exhiben ampliamente estas virtudes. Refiere temas trascendentes de la historiografía, lo que es una contribución­ importante a la historia azucarera de Veracruz y también tiene alcance nacional. Junto a eso, incorpora temas vinculados a la problemática compleja que en la actualidad enfrenta la agroindustria, que asiste a muchos desafíos novedosos, junto con la permanencia de algunos problemas ya añejos. Y, lo más importante, muestra desde estudios con eje regional la vitalidad de un campo de investigación en México, capaz de renovarse en temáticas y en nombres, en una excelente exhibición de calidad del oficio de historiador.

    Horacio Crespo

    San Andrés Totoltepec

    México, 7 de diciembre de 2014

    INTRODUCCIÓN

    NUEVA CRISIS CAÑERA: LA AMARGA REALIDAD DE 2013

    El sector cañero-azucarero tiene mucha importancia en México: es el sexto productor mundial de caña de azúcar y emplea a 2 300 000 mexicanos, de los cuales 50 000 obreros laboran en 54 ingenios loca­lizados en 15 estados del país. Dentro de éstos, Veracruz es el principal estado productor con 3 10 000 hectáreas de superficie industrializada en la zafra 2012-2013; más de 1 000 000 de veracruzanos y 165 000 productores cañeros dependen de ese sector. Cuatro de cada diez kilogramos de azúcar se producen en Veracruz (2 000 400 toneladas).

    Precisamente, en 2013 la industria azucarera ocupó las primeras planas de la prensa nacional, estatal y local con varios sucesos: hubo una zafra récord, surgió un movimiento cañero, se impuso un gravamen a los refrescos y un par de ingenios cerraron sus puertas.

    En primer lugar, durante el ciclo 2012-2013, México alcanzó una cifra sin parangón de 7 000 000 de toneladas de caña de azúcar cosechada, pero la paradoja es que los cañeros ganaron menos. Con esta alza, que representó alrededor de 40 % más que en el ciclo previo, el país se convirtió en una potencia exportadora y, para mantener los precios, se vio obligado a colocar en los mercados mundiales sus excedentes de azúcar. Pero también fue un año bueno para muchos países productores, por lo que en el mundo circularon 12 000 000 de toneladas excedentes de dulce, lo que provocó que los precios internacionales de los contratos a futuros bajaran y el precio del azúcar al mayoreo en México también retrocedió. Para equilibrar este hecho el gobierno de México estableció una cuota de exportación para colocar 2 100 000 toneladas en varios mercados, y así bajar la presión sobre los precios locales. Sin embargo, con el excedente, el precio de la caña disminuyó y por consecuencia, los cañeros recibieron menos dinero (Howard, 2013: 16).

    En segundo lugar, los bajos precios del azúcar provocaron múltiples conflictos. En la zafra 2011-2012 la tonelada costaba arriba de 15 000 pesos y el bulto 700, mientras que en enero de 2013 alcanzó apenas 8 000 pesos y el bulto 380 pesos. Ante esta baja, sucedió lo inevitable. El lunes 21 de enero productores de caña adheridos a la Confederación Nacional Campesina (CNC) y a la Confederación Nacional de Propietarios Rurales (CNPR) se apoderaron de las bodegas de los 54 ingenios del país, ubicados en 227 municipios de 15 estados, a fin de conseguir un aumento en el precio por bulto, evitar la importación y limitar la entrada de alta fructuosa. La molienda no se detuvo en las factorías, sólo fueron bloqueadas las bodegas de azúcar para evitar que continuara el desplome del precio. Una vez más, como sucedió en 1972 y 1973, los cañeros veracruzanos encabezaron el movimiento de paro nacional, tomando las bodegas de 18 ingenios (Trujillo Báez, 2013: 3). Fueron liberadas el 30 de abril, después de retener por 90 días la producción; durante los primeros 45 días, el precio logró un ligero repunte al alcanzar 435 pesos el bulto de azúcar, pero a partir del 12 de marzo empezó nuevamente a decaer hasta ubicarse en 327.72 pesos (Albarrán, 2013; El Político de Córdoba, 2013). El lunes 29 de abril productores cañeros adheridos a la CNPR hicieron una marcha por la dignidad desde el ingenio El Potrero hasta las calles céntricas de la ciudad de Córdoba, para solicitar al gobierno federal que interviniera en el rescate del campo cañero, cuyos miembros estaban siendo afectados por la caída de los precios del azúcar. Por su parte, los integrantes de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cañeras Independientes en Veracruz (CNOCI) se manifestaron el 4 de junio frente a las oficinas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Pesca (Sagarpa) en la ciudad de México. Exigían un subsidio de 3 600 000 000 de pesos para 165 000 productores (Cambambia, 2013: 14). La lucha cañera se recrudeció. Toca fondo crisis de cañeros era el encabezado de primera plana del periódico La Jornada Veracruz del día 19 de septiembre de 2013, en relación con la toma de casetas y carreteras en el estado por los campesinos de ese sector. Desde las nueve de la mañana del 18 de septiembre, cañeros de la zona centro de los ingenios La Providencia, San José, San Nicolás, El Carmen, Motzorongo, El Refugio y Constancia arribaron a las casetas más importantes de la región: Fortín, Cuitláhuac y Paso del Toro. Permitían el paso de los vehículos cobrando una cuota voluntaria, para apoyar con los gastos de sus compañeros que se encontraban en la ciudad de México. El movimiento cañero fue reprimido la noche del 24 de ese mismo mes. El desalojo se llevó a cabo con calculada y ejemplar violencia, pero, sobre todo, fue un golpe magistral contra los productores de caña (Hernández, 2013: 4). Se dijo que tras los cañeros estaba el diputado federal Víctor Serralde y el ex senador Arturo Herviz. En octubre, el gobierno federal autorizó apoyo emergente de 1 900 pesos por hectárea a cañicultores de manera directa a través de la Sagarpa; representaron en total 1 500 millones de pesos (o sea 250 pesos por tonelada de caña) y no los 5 900 que solicitaban (Medina, 2013: 4). Debemos subrayar que sin las movilizaciones de los cañeros veracruzanos, el sector cañero no habría obtenido este subsidio. Alfonso Lobato G., productor cañero, confirma nuestra afirmación y va más allá, lanzando acusaciones serias:

    […] gracias a los bloqueos y manifestaciones ya hubo una respuesta de las autoridades mediocres que tenemos, ya que ellos son los responsables directos de la situación actual, al permitir la inundación de azúcar del mercado. Aunque no me extrañaría que sea parte de un plan maquiavélico de empresarios, líderes mencionados y del gobierno, todo para pagar a los productores precios de hambre por su producción, para posteriormente elevar el precio y obtener jugosas ganancias (Atila, 2013: 4).

    El apoyo se liquidó a cuenta gotas: no se comenzó a pagar el 7 de noviembre como se había anunciado, ni en marzo de 2014 todos los cañeros habían recibido el subsidio.

    El tercer evento importante del año 2013 ocurrió en septiembre, mes en que se debatió la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto de gravar con un peso el litro de bebidas azucaradas y carbonatadas, cuya finalidad es disminuir el consumo de este tipo de productos y proteger la salud de la población. Representantes de cañeros, ingenios, trabajadores de la industria embotelladadora, refresqueros y pequeños comerciantes, formaron un frente de oposición a la propuesta. Eran siete agrupaciones: Unión Nacional de Productores de Caña de Azúcar (UNPCA); de la CNC, Unión Nacional de Cañeros (UNC-CNPR); Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera y Similares de la República Mexicana (STIASRM); Sindicato de Trabajadores de la Industria Embotelladora de Aguas Gaseosas, Refrescos, Aguas Naturales, Cervezas y Bebidas Envasadas en General; Cámara Nacional de las Industrias Azucarera y Alcoholera (CNIAA); Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC) y Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes Plutarco Elías Calles (ANPEC). La Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra) también rechazó el impuesto. En el mes de octubre se recrudeció la guerra publicitaria entre las gigantes refresqueras y las organizaciones que apoyaban la iniciativa de gravar las bebidas azucaradas. Los desplegados ocupaban páginas completas de los principales diarios nacionales. Esta batalla la emprendió la asociación Alianza por la Salud Alimentaria, para la que agrupó a un conjunto de asociaciones civiles, organizaciones sociales y profesionales: Alconsumidor; Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores de Campo (ANEC); Centro de Capacitación en Ecología y Salud para Campesinos y Defensoría del Derecho a la Salud (CCESC-DDS); Coanutrición; Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua (COMDA); Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (CONOC); Contrapeso; El Barzón; El poder del Consumidor, Freshwater Action Network México (FANMEX); FoodFirst Information and Action Network (FIAN México); Food & Water Watch; Fundación Midete y Greenpeace, entre otras.¹

    El cabildeo de las refresqueras se intensificó cuando la negociación hacendaria entre los grupos parlamentarios en la Cámara de Diputados condujo a mantener la propuesta presidencial de aplicar un peso por litro al consumo de bebidas azucaradas. Tan incesante fue el cabildeo en la Cámara de Diputados, que se reformó el reglamento interno del Congreso para frenarlo y de esa manera inhibir prácticas corruptas entre promotores de canonjías y legisladores. Entre los cabilderos destacaban los representantes de las principales refresqueras, de la Alianza por la Alimentación de Coparmex y los de Canacintra, que mantuvieron un activismo en pro de sus intereses, ofreciendo canonjías a quienes habrían de votar la propuesta hacendaria de la administración federal.² Finalmente, el jueves 17 de octubre por la noche, PRI y PRD aprobaron la reforma fiscal en el pleno de la Cámara de Diputados. Hasta el final, el PAN rechazó el impuesto a los refrescos. El gravamen a la comida chatarra, medida que propuso el PRD, irritó a la iniciativa privada. Si con los diputados no funcionó el cabildeo de las refresqueras, éstas no perdieron su tiempo dirigiéndose a los senadores para que ellos echaran abajo el impuesto, pues faltaba que pasara la prueba de ácido del senado, misma que los legisladores superaron sin contratiempos el 30 de octubre, pues ratificaron el impuesto de un peso al litro de refrescos y bebidas endulzados con azúcares polisacáridos (Méndez y Garduño, 2013a: 5, 2013b: 6; Galván Ochoa, 2013b: 6; Ballinas y Becerril, 2013: 7).

    En cuarto lugar, otro ingenio de Veracruz cerró sus puertas. A principios de enero de 2014, después de años de pagos atrasados y falta de avíos, el ingenio Nuevo San Francisco, cuyo dueño es Francisco García González, accionista del grupo azucarero Corporación Industrial García González (Gargonz), no había comenzado la molienda.³ Ante esa situación, los cañeros del ingenio marcharon el viernes 1 de febrero por las calles de Lerdo de Tejada y bloquearon cerca de cuatro horas la carretera federal 180 que conecta la zona de Los Tuxtlas con el puerto de Veracruz; para marzo de 2014 su cierre fue definitivo (Soberanes, 2014: 7). Con Nuevo San Francisco —y si San Gabriel no muele para el ciclo 2013-2014— sumarán cuatro los ingenios inactivos en Veracruz en los últimos seis años: La Concha, Independencia, San Gabriel y San Francisco (Villareal Zamudio, 2014b: 11).

    Una de las posibles acciones que se podrían tomar para reactivar esas factorías sería convertirlas en biorefinerías. Es decir, necesitamos dejar de considerarlas como productoras únicamente de azúcar, para reconvertirlas en cogeneradoras de energía eléctrica o productoras de etanol. Para lograrlo, la clave es la obtención de altos rendimientos de la materia prima, o sea, el incremento de la productividad en las zonas cañeras. Se trata de un crecimiento vertical de la caña de azúcar, es decir, más producción en la misma área plantada. En este sentido, en Veracruz urge diseñar un proyecto de biorefinería bajo el rubro de la sostenibilidad para producir alimentos, energía y materias primas. Dejamos esta propuesta, referida con mayor profundidad en el último capítulo de este libro, a la discusión y a la reflexión.

    Oficialmente el comienzo de la zafra 2013-2014 ocurrió el 10 de diciembre de 2013 en el ingenio El Potrero; con una misa celebrada en el batey de la factoría se dio el banderazo de arranque de la molienda (Díaz García, 2013a: 12). El gran ausente fue el gobernador Javier Duarte de Ochoa. La presencia del mandatario

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