Estudio de la lítica en Mesoamérica
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Lingüista, especialista en semántica, lingüística románica y lingüística general. Dirige el proyecto de elaboración del Diccionario del español de México en El Colegio de México desde 1973. Es autor de libros como Teoría del diccionario monolingüe, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, Lengua histórica y normatividad e Historia mínima de la lengua española, así como de más de un centenar de artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2013) y el Bologna Ragazzi Award (2013). Es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2007.
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79-94).
MARGARITA GAXIOLA
UN SENDERO A TRAVÉS DE LA LÍTICA
María Rosa Avilez Moreno*
Estoy y estuve en muchos ojos, hoy sólo soy memoria
y la memoria que de mí se tenga.
Elena Garro, Recuerdos del porvenir.
Margarita Gaxiola González inicia su carrera de arqueóloga en Oaxaca, como investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y después de algunos años decide trasladarse al recién creado Centro Regional de Hidalgo, donde echa a andar el Proyecto Huapalcalco. Encontrarse en una zona donde la economía de las sociedades prehispánicas allí asentadas estaba estrechamente ligada con la explotación de la obsidiana, intensifica su interés en el estudio de la lítica, pasión que la acompañará a lo largo de toda su vida profesional y que la llevó a explorar varias vertientes. Originalmente, los objetivos del Proyecto Huapalcalco conjugaban la investigación científica con la protección y conservación del patrimonio en el sitio; el incremento de la actividad humana en la época moderna la obligó a combinar los objetivos de su investigación con intervenciones de emergencia y salvamentos arqueológicos que complementaron su labor profesional y ampliaron sus conocimientos del asentamiento. El proyecto contemplaba inicialmente la delimitación espacial y temporal del Huapalcalco, su organización interna, su caracterización cultural, así como la definición de su importancia estratégica en el estudio de rutas de comercio, migraciones y conquistas (Gaxiola et al., 1979: 25 y 26). Un poco más adelante se empieza a ver en su trabajo un énfasis mayor en el papel que tuvo la producción de instrumentos de obsidiana como uno de los factores más dinámicos para abordar estos aspectos.
Por el tiempo en que Margarita llega a Pachuca (1977-1978), el Centro Regional Hidalgo inicia dos proyectos de sitio (Tepeapulco y Huapalcalco), cuya primera temporada de campo data de esos primeros años. En 1979, el Centro se reorganiza a través de un Proyecto General de Investigación Arqueológica
que incorpora a los dos proyectos ya existentes otros tres nuevos: Reconocimiento Arqueológico de Superficie
, Tula
y Cuevas y Abrigos Rocosos
, a cargo de diferentes investigadores. La presencia de yacimientos de obsidiana y talleres de manufactura en toda la zona donde se realizaban estas investigaciones permite diseñar, a propuesta de Margarita, un proyecto colectivo de área que buscaba complementar y apoyar las investigaciones arqueológicas individuales (Gaxiola et al., 1979: 4). Se trata del Proyecto Yacimientos y Talleres de Obsidiana
, en el que convergen los intereses de los investigadores en este tema y al que Margarita Gaxiola dio forma y coordinó. Su objetivo principal era explorar de manera conjunta la producción de instrumentos de obsidiana caracterizando el grado de especialización y los niveles de producción alcanzados por las sociedades que ocuparon el sur de Hidalgo (Gaxiola, 1981a: 1).
Para definir y caracterizar la especialización de la manufactura y los niveles de producción se propuso como metodología el estudio de los procesos de trabajo completos, desde la extracción de la materia prima hasta el momento en que los instrumentos se encontraban terminados, identificando las etapas que se llevaban a cabo en los yacimientos mismos y en los diversos tipos de talleres localizados tanto dentro como fuera de éstos (Gaxiola, 1981a: 1). Al mismo tiempo, con este esfuerzo se pretendía unificar criterios, utilizar indicadores arqueológicos y patrones de clasificación tecnológica comunes, así como similares formas de muestreo (Gaxiola, 1981a: 4).
Durante la primera etapa del proyecto colectivo, y con el fin de conocer las fases iniciales de los procesos de trabajo, se emprendió el estudio de las fuentes de materia prima mediante su localización, delimitación, descripción y muestreo (Gaxiola et al., 1979: 36 y Gaxiola, 1981a: 5). Así comenzó la prospección en todo el sur del estado de Hidalgo para ir localizando y delimitando los yacimientos (Unidad de Extracción) y sus zonas de manufactura (talleres o centros de producción). Cada uno de los proyectos se ocuparía de un área específica. Margarita Gaxiola, además de dirigir y coordinar este trabajo, se responsabilizó directamente de la región de Tulancingo, próxima a Huapalcalco, donde se localizaron y caracterizaron cinco yacimientos: El Pizarrín, Rancho Tenango, El Encinal, Tepalzingo y un poco más al sur Santa Elena (Gaxiola, 1981b: 65 y 1989b: 227). De este modo, la investigación iniciada con su proyecto Huapalcalco, que era de sitio, quedó inmersa en una dimensión más regional y adoptó una perspectiva más amplia. En el registro de los yacimientos y descripción de los talleres se incluyeron datos sobre las formas de extracción y se hizo un muestreo geológico que buscaba caracterizar físico-químicamente la materia prima de cada yacimiento por medio de la técnica de activación neutrónica, con el fin de facultar su identificación y así reconocer patrones de distribución y consumo de instrumentos en esta materia prima. El interés por identificar las fuentes de aprovisionamiento fue otra de las vertientes profesionales de Margarita en torno a la lítica. Específicamente este primer análisis se hizo en colaboración con el Proyecto A Definitive Trace Element Analysis Program for Mesoamerican Obsidians
, a cargo de los arqueólogos Robert Cobean y James Vogt, de la Universidad de Missouri (Gaxiola et al., 1981: 6).
Aunque de duración muy breve, la puesta en marcha de un proyecto colectivo de esta amplitud fue muy productiva. En este marco resulta relevante que con el fin de apoyar las investigaciones del Centro Regional de Hidalgo, Margarita preparará en 1981 un Simposio sobre obsidiana en Mesoamérica que reunió a muchos de los investigadores entonces interesados en la materia, y que más tarde coordinara su Memoria junto con John Clark (La obsidiana en Mesoamérica, 1989a). Esta publicación contiene artículos que muestran una variedad de aspectos ligados al estudio de esta materia prima, entre los que destacan aquellos que abordan el análisis de la manufactura y uso de instrumentos mesoamericanos que utilizaban procedimientos analíticos novedosos. Este libro ha servido de guía y referente para los estudiosos de la lítica. Asimismo, a iniciativa de Margarita se organizó un novedoso curso de índole experimental sobre tecnología lítica que estuvo a cargo de Jeffrey Flenniken¹ y Gene Titmus, quienes contaron con el respaldo del Centro Regional Hidalgo. Este curso buscaba reproducir el proceso de manufactura de algunos instrumentos en Mesoamérica, con la certeza de que sólo una metodología de la clasificación, sustentada en la experimentación, lograría dar cuenta de todos los artefactos y del desecho de talla al considerar el lugar que ocupan en la secuencia de manufactura, y convertir así a la descripción de instrumentos en una herramienta analítica capaz de aproximarse a los procesos de trabajo y al papel que desempeñó la manufactura dentro de la estructura económica de las sociedades prehispánicas.
Por lo demás, en 1981 se publicaron conjuntamente los primeros resultados del proyecto colectivo y aunque éste no tuvo continuidad, de manera independiente el Proyecto Huapalcalco incorporó sus objetivos y fue haciendo prioritaria esa línea de investigación que abordaba la producción de los instrumentos de obsidiana mediante el estudio de los procesos de trabajo reconstruidos a partir de la clasificación tecnológica del desecho de talla, como un medio para alcanzar sus propios objetivos. Conviene precisar que en Huapalcalco, entre los años 1978 y 1981, se habían llevado a cabo tres temporadas de campo en las que se hizo el reconocimiento de superficie y delimitación del sitio, la identificación de diferentes contextos, se practicaron recolecciones de superficie y tres excavaciones semiextensivas o intensivas en montículos habitacionales considerados como la unidad analítica mínima (Gaxiola, 1989b: 228).² De manera simultánea a las excavaciones, se hicieron varios salvamentos en el sitio y en sus alrededores. Las grandes cantidades de materiales arqueológicos recuperados durante esas temporadas del Proyecto Huapalcalco, tanto de superficie como de excavación, fueron objeto de análisis detallados a lo largo de varios años, y los resultados los presentó Margarita Gaxiola en varias publicaciones, incluso dos de ellas vieron la luz apenas unos días o meses después de su fallecimiento. En el Proyecto Huapalcalco, tal y como hemos venido señalando, los materiales líticos fueron vistos como indicadores del proceso de trabajo que los originó, el cual es concebido como una actividad especializada con niveles diferenciados de complejidad y compuesto de varias etapas, en donde se considera que la organización del trabajo tiene un papel preponderante sobre la tecnología (Gaxiola et al., 1987). El análisis de los materiales de obsidiana procedentes de los diversos contextos explorados llevó a Margarita a caracterizar un modelo de producción especializado mediante: a) el estudio de la materia prima con el fin de identificar las fuentes que aprovisionaron a Huapalcalco, así como el de las estrategias de abastecimiento; b) el estudio de los procesos de trabajo mediante clasificaciones tecnológicas del desecho de talla, reconstruyendo las técnicas de talla y definiendo las etapas y fases de las secuencias de reducción, y c) el estudio de la estructura y organización del proceso de trabajo (Gaxiola, 2005b: 180).
Los resultados de sus análisis fueron presentados en varios artículos (véase bibliografía adjunta) y muestran grosso modo que en Huapalcalco las estrategias de abastecimiento de obsidiana fueron muy complejas y no se limitan al uso de la obsidiana local.³ Este suministro diversificado de materia prima alóctona estaba destinado a algunas de las industrias, y llegaba ya procesado en forma de núcleos o productos primarios (navajas y preformas), ya que se cuenta con evidencia de etapas primarias y secundarias en el sitio. También se incluye el abastecimiento de instrumentos terminados en proporciones más bajas, como navajas prismáticas y bifaciales (Gaxiola, 2005b: 68-88). Para identificar la procedencia de la obsidiana en esta fase recurrió a Fred Nelson, de la Universidad de Brigham Young, quien analizó mediante la técnica de fluorescencia de rayos X artefactos recuperados en Huapalcalco y muestras geológicas procedentes de los yacimientos del sur de Hidalgo (Gaxiola y Nelson, 2005).
Mediante análisis de los materiales obtenidos en recolecciones de superficie, pero fundamentalmente de los provenientes de excavaciones, identificó cinco industrias de obsidiana en los talleres del sitio representadas cada una por un tipo de instrumento y su desecho de talla. Para reconstruir las secuencias de reducción de cada una de ellas aisló los atributos tecnológicos relevantes de cada etapa, recurriendo a la experimentación propia y a la de investigadores como Magne y Pokotylo (1978), Errett Callahan (1979) y John Clark (1982), entre otros, así como a trabajos que proponían modelos hipotéticos, tales como el de Payson D. Sheets (1975) y el de Michael Collins (1975) que le sirvieron de base en la etapa inicial.
Las cinco industrias son bifacial (puntas de proyectil y cuchillos), monofacial (raspador de maguey), industria laminar chica, industria de lascas (raspadores terminales chicos) e industria de navajas prismáticas. Cuatro se utilizaban en la transformación de la materia prima local: dos de ellas especializadas —bifacial y monofacial— y otras dos de tipo doméstico —laminar y de lascas—
(Gaxiola, 2009: 114).
Al abordar la distribución espacial de los instrumentos y de los desechos de estas industrias en la diversidad de contextos arqueológicos estudiados, logra ubicar espacialmente en dónde estuvieron las unidades de producción, cuáles etapas de los procesos de reducción se llevaron a cabo en ellas y qué instrumentos se consumieron en cada una. En este marco general de la manufactura y uso de los instrumentos distinguió tres tipos de unidades: a) talleres de manufactura completa especializada (Gaxiola et al., 1987; Gaxiola y Guevara, 1989), b) talleres de manufactura secundaria (Gaxiola, 2005b) y c) unidades domésticas manufactureras (Gaxiola y del Razo, 2006) (Gaxiola, 2009: 115). Todos participaban en la producción de las industrias especializadas. En los primeros, los procesos de trabajo se hacían de manera completa y la producción era destinada al intercambio, mientras que en los otros dos se realizaban de manera segmentada y se trataba de una producción para el autoconsumo.⁴ Es probable que El Pizarrín haya proveído de núcleos y preformas a las demás, de modo que las unidades productivas no eran autónomas y estaban articuladas mediante complejas cadenas de cooperación con diferentes niveles, que integraban una comunidad de producción. Fue la complejidad alcanzada en la organización del trabajo y la especialización la que permitió el incremento de la producción. Y a diferencia de lo propuesto para otros centros, Margarita concibe la organización artesanal especializada de Huapalcalco como independiente del sector político de la economía (Gaxiola, 2009: 122 y 2010: 189).
Los excedentes de los talleres del primer tipo estuvieron destinados a satisfacer las necesidades de consumo de la población a través del intercambio, como ya señalamos. Por otra parte, el estudio de las industrias de origen foráneo y su distribución homogénea en todos los contextos del sitio, junto con ciertos tipos cerámicos venidos de fuera, conducen a Margarita Gaxiola a apuntalar la propuesta de que la circulación de la obsidiana se efectuaba preferentemente en el ámbito del intercambio mercantil donde se proveía tanto para el consumo productivo como para el utilitario. Argumenta que Huapalcalco, además de un centro artesanal especializado en la producción de raspadores de maguey y bifaciales que controlaba de manera excepcional todo su proceso productivo, era también una importante plaza de mercado especializada en el intercambio de obsidiana en la que circulaban navajas prismáticas, puntas de proyectil y raspadores de maguey procedentes de ocho fuentes de abastecimiento diferentes (Gaxiola, 2010: 210). Allí confluían otra serie de productos de larga distancia a través de una red de caminos que articulaban tres medios naturales: el altiplano, la sierra y la costa (Gaxiola, 2009: 113). Huapalcalco durante el Epiclásico formaba parte de un sistema interregional de mercados. En su última publicación propone un modelo de santuario-mercado que precisa el papel de Huapalcalco en el intercambio mercantil del Epiclásico. Recurre a un meticuloso análisis de fuentes escritas históricas que entreteje de manera delicada con la evidencia arqueológica. Entre los bienes que ella identifica como epiclásicos en el intercambio de larga distancia, la obsidiana fue un indicador clave (Gaxiola, 2010).
Aquí sólo he referido las vertientes generales que Margarita exploró a lo largo de los años, y he esbozado algunos de los resultados, interpretaciones y propuestas que se encuentran a lo largo de sus informes y publicaciones. Quiero añadir que la fase analítica de los materiales del Proyecto Huapalcalco se vio interrumpida durante varios años en los que Margarita se hizo cargo de otras funciones dentro de la Institución. Pero su interés por la lítica permaneció constante, de manera que como directora del Registro Público Arqueológico, hacia 1987 propuso un subproyecto dentro del Atlas Arqueológico Nacional sobre Fuentes de Abastecimiento de Materias Primas
con el fin de hacer un registro de los yacimientos de diferentes rocas, aprovechadas en todo el país en época Precolonial, incluyendo mapas con la localización de los yacimientos y su muestreo geológico. Lamentablemente al dejar la dirección abortó este proyecto.
El trabajo de Margarita Gaxiola se caracterizó en todo momento por el uso de conceptos claros y explícitos, lo mismo que por una metodología rigurosa que le permitió la riqueza de sus resultados, interpretaciones y propuestas. Con sus últimas publicaciones cerró un ciclo de investigación muy productivo sobre el importante papel que tuvo Huapalcalco en las redes de intercambio durante el Epiclásico; y sus aportes sobre la tecnología lítica y la forma en que estaba organizada la producción de instrumentos en este centro constituyen un valioso legado al conocimiento económico de las sociedades mesoamericanas. Desgraciadamente, la enfermedad y la muerte le impidieron poner en práctica un sinnúmero de iniciativas que de manera implícita o explícita se contemplan en sus trabajos y que, en su ausencia, podrían ser temas de investigación para nuevas generaciones de arqueólogos.
BIBLIOGRAFÍA
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* Subdirección de Investigación y Conservación de la Dirección de Estudios Arqueológicos, INAH.
¹ Entonces en la Universidad del Estado de Washington.
² La elección de la primera unidad habitacional, denominada Área A, se debió a la necesidad de practicar un salvamento. Este montículo formaba parte de un área residencial que había sufrido una destrucción sistemática, ubicada al poniente del asentamiento y fuera de la delimitación hecha por el Departamento de Registro. En la primera temporada se excavaron partes de una plataforma con cuartos y un empedrado, así como un basurero con abundante material cerámico y un tlecuil. Por el análisis de la cerámica se propuso un fechamiento correspondiente al Epiclásico, entre 650 a 800 d.C. (Gaxiola et al., 1987: 14). También se dio mantenimiento a varias estructuras, una de ellas excavada por Florencia Muller en 1962.
En la segunda temporada se realizó una excavación semiextensiva en otra unidad habitacional ubicada en parte de la ladera baja del Cerro del Tecolote y en parte del piso del Valle de Tulancingo. La Unidad de Excavación denominada Área B, se estableció en uno de los montículos habitacionales localizado en el extremo sur de la periferia del sector urbano de Huapalcalco, a escasos 700 m al noroeste de la Estructura VI excavada por F. Muller. Ahí se exploraron durante el periodo de 1979-1980 dos montículos bajos donde se liberaron restos de cinco cuartos, parcialmente superpuestos, con pisos y basureros en las áreas externas. La sección oeste presentó dos ocupaciones definidas claramente: la más antigua representada por el Cuarto 4 y sus elementos asociados, y la más reciente representada por el Cuarto 3. Además de corresponder a dos momentos distintos, los cuartos tenían diferente orientación, materiales constructivos distintos y cerámicas diagnósticas distintivas (en el Cuarto 3 se recolectó Azteca III y IV) (Gaxiola, 1980). Esta unidad doméstica reveló una ocupación inicial durante el Epiclásico (Gaxiola, 1999) y una más reciente correspondiente al PosclásicoTardío (Gaxiola y Guevara, 1987).
Durante la tercera temporada se hizo una excavación extensiva en la unidad habitacional denominada Área C, cuya función fue la producción especializada de instrumentos de obsidiana, asentada directamente sobre el yacimiento mismo de El Pizarrín, en su extremo occidental. El conjunto habitacional se ubica sobre una pequeña loma próxima al Valle de Tulancingo y al lado de una barranca. El Área C estaba conformada por diferentes componentes destinados a la habitación (plataforma con cuartos y temazcal) y al trabajo (patios exteriores). Aparte del temazcal, se exploraron seis cuartos, patios y particularmente basureros de los talleres, todos ellos pertenecen a tres diferentes etapas constructivas (Gaxiola y Guevara, 1989: 228 y 229). Las tres fechas de radiocarbón obtenidas indicaron una ocupación durante el Epiclásico, entre 645 y 890 años d.C. (Gaxiola, 2001: 55) para esta unidad.
³ Con todo y que estaba emplazado sobre el yacimiento de El Pizarrín, que fuera una de las fuentes principales de obsidiana durante el Epiclásico, la comunidad importó, en diferentes intensidades, material de otros yacimientos cercanos, como Sierra de las Navajas, Tepalzingo, El Paredón, Zacualtipan, Otumba y Malpaís, e incluso de zonas más lejanas como Oyameles-Zaragoza en Puebla.
⁴ Talleres como el de El Pizarrín y probablemente los de La Escondida tenían control directo sobre la fuente de abastecimiento y realizaban el proceso productivo completo y de manera intensiva. Los talleres en las Áreas A y B, así como los del Rancho La Cañada realizaban exclusivamente la manufactura secundaria de las industrias monofacial y bifacial.
ESTUDIO DE LA LÍTICA ARQUEOLÓGICA EN MESOAMÉRICA DESDE EL DEPARTAMENTO DE PREHISTORIA
Leticia González Arratia*
Lorena Mirambell**
Desde mediados del siglo XVII y hasta la primera mitad del siglo XX la arqueología mexicana se interesó sólo en la investigación de sociedades claramente identificadas como mesoamericanas y cuyos límites cronológicos abarcaban del Preclásico al Posclásico, privilegiando el análisis de la cerámica sobre el de la lítica, a pesar de que ambas constituyeron la base de la economía y de la producción de objetos prácticos y simbólicos. El arqueólogo prehistoriador José Luis Lorenzo opinaba también que en los proyectos arqueológicos de la época los arqueólogos que encontraban artefactos líticos en superficie y en excavación de plano no los tenían en cuenta, con excepción de Richard McNeish (Lorenzo y Messmacher, 1963: 295). Dados estos antecedentes, en el momento en que inicia sus labores la Dirección de Prehistoria en 1952, la arqueología mexicana no se preocupaba por que existiera una correcta clasificación e interpretación de los conjuntos líticos recobrados en las excavaciones
(Aveleyra, 1967: 7), y de hecho, ni referente alguno para organizar la lítica en México.
Otros arqueólogos tienen la misma percepción más de diez años después. Es el caso de García Cook, quien menciona que en los años sesenta del siglo XX, cuando excava la Cueva de La Nopalera y elabora su famosa y utilizada tipología lítica, sólo dos estudios enfocados a este tema existían para la Cuenca de México, el de Lorenzo de Tlatilco y el de Tolstoy (García Cook, 1967: 9).
Se contaba con un triste antecedente —por decir lo menos— que aventuró Helmuth de Terra al agrupar la lítica por él recolectada en superficie en diferentes localidades, en tres industrias
que según él denotaban gran antigüedad y que denomina San Juan, a partir de 11 artefactos; Tepexpan, compuesta por 70 piezas obtenidas en superficie en diversos puntos de la Cuenca de México (Aveleyra, 1946: 85, 89), y el Complejo Chalco (Aveleyra, 1946: 95), considerado por Lorenzo como alucinante
—dando a entender que todo indica que es un invento extravagante más que una realidad— e integrado por 11 artefactos.¹
Así pues, cuando se aprueba la creación de la Dirección de Prehistoria del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como se le llamó en su primera etapa, y considerando que estaba abocada a la investigación de las más antiguas sociedades cazadoras-recolectoras, lo que comprendía desde el poblamiento de México hasta los inicios de la agricultura, antes de que apareciera la cerámica, los sitios en superficie tendrían que identificarse en el campo únicamente por la presencia de artefactos líticos y en la excavación por su presencia mayoritaria dado que los artefactos elaborados en materiales orgánicos