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Monte Albán
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Monte Albán

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¿Quiénes fueron los zapotecas, fundadores de Monte Albán? ¿Qué tan extenso fue el dominio de sus gobernantes y quiénes sus rivales? ¿Qué sabemos del ocaso de esta ciudad ahora en ruinas? ¿A dónde fueron sus habitantes? Estas y otras interrogantes son despejadas en este libro, en relación a una de las civilizaciones más fascinantes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 jul 2012
ISBN9786071640482
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    Monte Albán - Joyce Marcus

    Albán.

    I. El medio ambiente

    EL MEDIO AMBIENTE DEL VALLE DE OAXACA fue propicio para la vida humana mucho antes de la fundación de Monte Albán. Los primeros pobladores indígenas entraron al valle hace más de 10 000 años. Vivían en pequeños grupos nómadas y subsistían cazando y recolectando animales y plantas silvestres. Para el 8000 a.C. habían comenzado a domesticar algunas de las plantas nativas. Esto lo sabemos porque estas plantas se conservaron por desecación en las cuevas habitadas durante distintas épocas del año.

    Las primeras plantas que se domesticaron fueron la jícara o bule y la calabaza. En la Cueva de Guilá Naquitz, cerca de Mitla, se han encontrado cáscaras de bule y semillas de calabaza que datan de 8000-6400 a.C. Para el 6000 a.C. ya se estaban cosechando frijoles negros, mientras que las mazorcas de maíz encontradas en la misma cueva se han fechado con radiocarbono en 4350 a.C. Finalmente se agregaron chiles y aguacates a la dieta. Estas plantas prosperaron gracias al gran potencial agrícola del valle de Oaxaca.

    El entorno natural

    Tres subvalles, creados por el río Atoyac y su tributario, el río Salado, forman los 2 100 km² del valle de Oaxaca. El subvalle de Etla se encuentra hacia el norte y es el más estrecho de los tres. Hacia el este está el subvalle de Tlacolula, más amplio y árido que el de Etla. Hacia el sur está el llamado Valle Grande o subvalle de Zimatlán-Ocotlán, donde el río Atoyac recibe agua adicional de los ríos Salado y Mixtepec.

    Aunque es el más angosto y fresco de los tres subvalles, el de Etla parece haber sido donde comenzó la vida aldaniega en el valle de Oaxaca, donde aumentó más rápidamente la población en un principio y donde se formó una sociedad compleja por primera vez en la región. Algunas de las razones de este desarrollo (aunque sin duda no todas) pueden ser ambientales. El subvalle de Etla tiene el mayor número de arroyos tributarios aprovechables y la menor tasa de evaporación potencial. Ahí se podían llevar a cabo prácticamente todos los primeros tipos de agricultura: sembrar en tierra de humedad, riego a brazo (con pozos) y riego con canales.

    La geología y los recursos naturales usados por los antiguos habitantes

    Un recorrido a través del valle de Oaxaca revela tres zonas ambientales básicas:

    1) el fondo del valle, con una elevación promedio de 1 550 metros sobre el nivel del mar (msnm);

    2) una zona de piemonte entre los 1 700 y 2 000 msnm, y

    3) una zona de montañas que se eleva hasta 3 000 msnm.

    La rocamadre más antigua está formada por rocas metamórficas precámbricas, principalmente gneis y esquisto. El gneis —una de las formaciones rocosas más comunes en el valle de Oaxaca— era una fuente de mica (que ocurre en varios colores, desde blanco y dorado hasta café y negro) y minerales de hierro, magnetita e ilmenomagnetita (usados por los artesanos antiguos para fabricar espejos pequeños y otros artículos). El gneis también tenía vetas de hematita y limonita, de donde se obtenía el pigmento rojo usado en el engobe de la cerámica y en la pintura para los murales de las tumbas, así como hematita cristalina que podía usarse para crear pintura roja especular. Los depósitos de barro colorado del gneis precámbrico también se podían usar para colorear la cerámica. El esquisto era una roca dura usada para hacer hachas.

    La formación rocosa que sigue en antigüedad en el valle de Oaxaca es la piedra caliza del cretácico. Aparece en San Lázaro Etla, Rancho Matadamas y las laderas occidentales del Cerro Atzompa y Monte Albán propio. De estas formaciones calizas se obtiene piedra para construcción y cal para el estuco. Las vetas de pedernal y sílex en la piedra caliza constituían materias primas para artefactos y herramientas de piedra.

    La piedra caliza se podía hornear para producir cal en polvo, usada ya sea para mezclar con agua y hacer encalados o estucos, o bien para remojar el maíz antes de molerlo. La mayoría de los edificios públicos monumentales, los pisos de las plazas y las paredes de las tumbas que existen ahora en Monte Albán estuvieron en otra época cubiertos capa tras capa de estuco blanco, que a su vez se podía pintar con colores fuertes, como azul, verde, amarillo y rojo.

    Una tercera etapa de la historia geológica del valle fue la deposición de flujos de toba volcánica en el mioceno. Estas tobas son más comunes en el subvalle de Tlacolula, pero aparecen también en la región de Etla. Esta piedra suave fue ampliamente utilizada para construcción y para fabricar manos y metates.

    La agricultura que sostenía a la sociedad zapoteca

    La mayor parte del fondo del valle, la zona más importante para la agricultura, es terreno aluvial. Su anchura varía entre un kilómetro en la parte sur del subvalle de Etla y 17 km en el sur del Valle Grande. La variabilidad en cuanto a precipitación y a profundidad del agua freática determina la productividad del terreno aluvial en cada uno de los subvalles.

    El Valle Grande, que tiene la superficie más grande de terreno aluvial, también es donde ocurren con menor frecuencia las heladas. En el Valle Grande hay heladas menos de una vez cada 20-40 años, mientras que en el subvalle de Etla ocurren en promedio cada tres años. Con la altitud aumentan las precipitaciones (y disminuye la evaporación), de modo que la llanura aluvial recibe menos lluvia (500-600 mm) que la parte alta de las montañas (1000+ mm). Por otro lado, los suelos rocosos de las montañas retienen poco el agua. Encontrar la mejor tierra agrícola significa encontrar la combinación exacta de calidad del suelo y cantidad de lluvia.

    De un año a otro, la cantidad de lluvia que puede caer es variable e impredecible. La región de Tlacolula recibe en promedio 550 mm al año, pero ha habido años en que llovió hasta 1100 mm y otros en que las precipitaciones bajaron hasta 300 mm. Los agricultores locales saben que los meses de noviembre a marzo serán secos, pero no pueden predecir si los meses de junio a septiembre serán meses promedio o serán temporada de sequía grave o de lluvias torrenciales que inundarán sus campos. Debido a esta incertidumbre, muchos de los campesinos zapotecos actuales reducen el riesgo sembrando sus parcelas en distintas zonas: en el fondo del valle, en el piemonte y en las montañas.

    El subvalle de Etla, que es el más pequeño, angosto, elevado y frío de los tres, tomó la delantera por razones agrícolas. Mantuvo su ventaja demográfica y poblacional hasta la fundación de Monte Albán. En ese momento, el centro poblacional del valle se recorrió hacia el sur, a la ciudad en la montaña.

    El río Atoyac

    Uno de los principales recursos con que contó Monte Albán fue el río Atoyac, la principal fuente de agua para beber, cocinar, lavar, bañarse, hacer adobes y mezclar mortero y estuco. Ahora el río Atoyac es un arroyo menor comparado con el gran río que cruzaba el valle cuando Monte Albán estuvo habitada. En esa época no había presas, desviaciones, bombas con motor o grandes pueblos y asentamientos que redujeran el flujo del río Atoyac.

    Los zapotecos ancianos tienen recuerdos vívidos de los altos bosques que existían a lo largo del río Atoyac. Dicen que el río estaba bordeado por enormes tules o sabinos (Taxodium mucronatum), árboles gigantescos que vivían miles de años. Sabemos que había sabinos junto al río porque sus troncos se usaron como columnas en algunos de los templos de Monte Albán Época II (100 a.C.-200 d.C.). Tristemente, estos sabinos magníficos prácticamente han desaparecido de las riberas: fueron talados para usar la madera en construcción o como leña. Sólo siguen creciendo sabinos en ciertos lugares sobre el río Atoyac y sus tributarios.

    La flora original

    Diez mil años de agricultura, 500 años de ganadería y miles de años de cortar madera para leña han cambiado enormemente la vegetación del valle del río Atoyac, que alguna vez fue un bosque. Sobre el río, donde el agua freática estaba a menos de tres metros debajo de la superficie, hubo antes un bosque fluvial. Los árboles útiles de este bosque eran los sabinos, sauces y alisos que crecían cerca del río Atoyac, pero también pudo haber anonas, cedros, higos y Persea americana, el antepasado silvestre del aguacate actual. Sobre las barrancas permanentemente húmedas del piemonte crecían versiones menos extensivas de este bosque fluvial.

    Sobre el terreno aluvial más elevado, donde el agua freática estaba entre tres y seis metros debajo de la superficie, hubo bosques de mesquites. A medida que se avanza hacia el piemonte, la vegetación cambiaba gradualmente hacia un bosque espinoso. Disminuían los mesquites y aumentaban los huizaches, a los que se sumaba toda una serie de unos árboles leguminosos y con espinas llamados guajes o tepeguajes. Entre estos árboles siguen creciendo tunas, órganos, garambullos y biznagas. En este tipo de zona se da una gran variedad de agaves o magueyes, varios de ellos comestibles.

    A medida que el piemonte da lugar a las montañas más empinadas, aumentan las lluvias y las temperaturas más bajas reducen las tasas de evaporación. Originalmente, estas montañas sostenían un bosque de pinos y robles, que ahora se han reducido enormemente por la tala para madera y producción de carbón. El bosque original sin duda estaba formado por árboles mucho más grandes y más espaciados entre sí.

    Debe de haber habido muchas especies de roble, pino, manzanita y madroño. En esta zona todavía se encuentran el nogal, el zapote negro, el guamúchil y el copal (Bursera sp.).

    La fauna original

    El animal grande más importante en la dieta zapoteca antigua era el venado de cola blanca, que ha de haber habitado en todo el valle. Incluso cuando el desmonte de tierras agrícolas había reducido su hábitat en el fondo del valle, ha de haber abundado en los bosques de la sierra cercana. También se cazaba jabalí, pero con menor frecuencia. Los conejos y liebres, por su abundancia, eran parte de la dieta básica.

    Otro animal básico en la dieta era la tuza (Orthogeomys grandis), un roedor alguna vez abundante, pero ahora desaparecido en el valle. Otros animales pequeños, como mapaches y tlacuaches, se consumían ocasionalmente, pero ninguno era tan común como los conejos y las tuzas. El león puma era el depredador más grande en la región; impresionaba a los zapotecos y aparecía a menudo en su arte. También conocían a los jaguares y monos, que vivían no lejos de ahí, en altitudes más bajas, como Tehuantepec.

    De los reptiles, sólo uno alcanzaba el nivel de alimento básico: la pequeña tortuga de charcos, que pudo haberse atrapado fácilmente en las pozas y charcos a orillas del río Atoyac y sus tributarios. En Oaxaca hay una gran variedad de aves, pero sólo unas cuantas especies parecen haber formado parte de la alimentación, entre ellas las palomas, huilotas, torcazas y codornices. Los zapotecos apreciaban en particular las codornices para hacer sacrificios rituales porque las consideraban animales puros, que sólo bebían gotas de rocío y se negaban a beber agua sucia. Las codornices se sacrificaban en los templos zapotecos y sus huesos aparecen entre la basura de rituales.

    En ocasiones se mataban otras aves, como halcones y chachalacas, pero sospechamos que era más por sus plumas que por sucarne. Otros pájaros pequeños se cazaban con trampas por sus plumas de colores brillantes, que se usaban en las capas y tocados de los nobles, así como para fabricar las cortinas que se colgaban en las entradas de algunos templos.

    Otro alimento básico era el perro, que no formaba parte de la fauna original del valle de Oaxaca, sino que se había introducido ya domesticado alrededor de 2000 a.C. Los perros se criaban por su carne y parecen haber sido uno de los muchos alimentos usados en los rituales o servidos en las fiestas zapotecas. Otro animal criado por su carne y huevos era el guajolote, que se introdujo en Oaxaca en forma domesticada durante la Época II de Monte Albán (100 a.C.-200 d.C.).

    Resumen

    Existen varias razones por las que el valle de Oaxaca pudo sostener una civilización temprana como la zapoteca. Primero, en esta región se podían aplicar muchos tipos distintos de técnicas agrícolas, incluidas formas simples de irrigación. Segundo, gran parte del valle tiene sólo un riesgo mínimo de heladas. Tercero, el valle tiene 2 100 km² de superficie sin barreras o montañas que hubieran impedido la interacción entre las aldeas. Estos factores contribuyeron al crecimiento de una población con oportunidades casi ilimitadas de interacción social, ritual y (por último) política, lo cual facilitó la evolución de grupos políticos cada vez más grandes.

    II. Los antecedentes

    HASTA 1966, LOS ANTECEDENTES de Monte Albán estuvieron envueltos en el misterio. Sólo se sabía que alrededor de 500 a.C. había aparecido una ciudad sobre una montaña en medio del valle de Oaxaca. En el momento de su fundación, la ciudad ya era bastante grande, y aparentemente no tenía antecedentes locales. Algunos investigadores especularon que el valle de Oaxaca había estado cubierto por un lago hasta 500 a.C., teoría que se utilizó para explicar por qué no había sitios anteriores en el valle de Oaxaca. Otros creían que los fundadores de Monte Albán provenían de la Sierra Mixteca, quizás de Monte Negro en el valle de Tilantongo, un sitio cuya cerámica se parece a la de Monte Albán Época I. Ninguna de estas teorías se mantiene actualmente.

    Durante la década de 1950, el doctor Ignacio Bernal comenzó a examinar el valle de Oaxaca y a registrar cada sitio arqueológico con uno o más montículos artificiales. Encontró 39 sitios que se remontaban a la Época I, pero ninguno parecía contener en sí una ocupación más antigua que Monte Albán. ¿De dónde habían llegado, entonces, los fundadores de Monte Albán?

    En 1966, Bernal entregó una copia de su informe a un equipo de arqueólogos de la Universidad de Michigan y sugirió que este equipo volviera a visitar los 39 sitios de su Época I, para ver si podían encontrar cerámica más antigua. En un lugar llamado San José Mogote, en el municipio de Guadalupe Etla, los arqueólogos de Michigan encontraron lo que esperaba Bernal: evidencia de cinco épocas cronológicas previas a la Época I de Monte Albán y correspondientes al periodo 1600-500 a.C.

    Entre 1971 y 1980, un segundo equipo de arqueólogos —Richard Blanton, Stephen Kowalewski, Gary Feinman, Linda Nicholas y Laura Finsten— realizó una inspección más intensiva del valle de Oaxaca, durante la cual

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