Tzintzuntzan: Capital del reino purépecha
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Comentarios para Tzintzuntzan
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Simple y con un contenido de imágenes muy amplio. Recomendable ampliamente
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Tzintzuntzan - José Arturo Oliveros Morales
SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA
Fideicomiso Historia de las Américas
Serie Ciudades
Coordinada por
ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ
y
EDUARDO MATOS MOCTEZUMA
Tzintzuntzan
JOSÉ ARTURO OLIVEROS MORALES
TZINTZUNTZAN
Capital del reino purépecha
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
EL COLEGIO DE MÉXICO
FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS
Primera edición, 2011
Primera edición electrónica, 2016
Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar
Imagen de portada: Yácatas, zona arqueológica de Tzintzuntzan
fotografía de Adalberto Ríos Szalay
D. R. © 2011, Fideicomiso Historia de las Américas
D. R. © 2011, El Colegio de México
Camino al Ajusco, 20; 10740 México, D. F.
D. R. © 2011, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios:
editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-4028-4 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Índice
Presentación
Reconocimientos
Prólogo
I. Para llegar a la ciudad
II. Desde los escritos y la arqueología
III. La conformación del espacio
Áreas públicas y privadas
Algunos sistemas constructivos
IV. Entre leyendas y realidades
V. El poder y sus implicaciones
Los grupos de poder
El panteón religioso
La guerra
VI. El intercambio como eslabón cultural
La obsidiana y sus valores
La sal y el mar
La metalurgia
Otros productos foráneos
VII. La creatividad manual
Gráfica rupestre
Una conclusión
Bibliografía
Créditos de ilustraciones
Presentación
POR MÁS DE TRES LUSTROS, el Fideicomiso Historia de las Américas de El Colegio de México ha presentado proyectos de investigación y divulgación de alto nivel, accesibles al estudiante y al gran público. A la fecha hemos publicado en coedición con el Fondo de Cultura Económica cerca de 80 estudios originales, merecedores de varias reimpresiones, traducciones y aun de algunos premios.
Iniciamos la Serie Ciudades —con la generosa colaboración del doctor Eduardo Matos Moctezuma— porque pensamos que la historia de México no se comprende sin el conocimiento del mundo prehispánico. Elegimos la ciudad como unidad de estudio porque arroja luz en torno al desenvolvimiento y función de las urbes prehispánicas con respecto a su territorio y a otras urbes mesoamericanas.
La ciudad es la expresión evidente de sociedades complejas que llegaron a reunir a miles y miles de personas en un determinado espacio. En ella se asentaban los poderes y se manifestaban la división social y las relaciones que establecían sus habitantes, además de que en su distribución interna se incluían espacios específicos de gobierno, de administración, habitacionales, de intercambio, religiosos, de vialidad, defensivos.
Desentrañar en lo posible la compleja función de las ciudades como centros religiosos, cabezas de reinos, centros de acopio y tránsito y goznes de grandes redes comunicantes y complementarias, con jurisdicción sobre pobladores y amplios territorios, es uno de los objetivos de esta serie.
Las urbes seleccionadas poseen diferentes características, determinadas por su lugar de asentamiento: Tenochtitlan es una ciudad lacustre; Teotihuacan se encuentra en medio de un pequeño valle; Monte Albán está en lo alto de cerros cuyas laderas fueron aprovechadas intensivamente; Palenque nace en la selva, Paquimé en el árido norte, El Tajín en los trópicos, vecina al mar; Xochicalco, sobre el cerro, vigila el valle y el cruce de caminos de abasto de las ciudades-Estado en los extremos del mundo maya; Chichén Itzá se desarrolla en planicies calcáreas y Tula en las goteras del valle de México.
Confiamos en que el lector recibirá este nuevo libro, Tzintzuntzan, con el mismo entusiasmo que los anteriores.
ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ
Fundadora y presidenta del Fideicomiso
Historia de las Américas
EDUARDO MATOS MOCTEZUMA
Instituto Nacional de Antropolgía e Historia
Reconocimientos
LA REALIZACIÓN DE ESTE TRABAJO ha sido para mí todo un reto, pese a que llevo mucho tiempo involucrado en el tema. De una u otra manera desde hace varios años he tratado de entender la dinámica de la población purépecha, de la cual se ha dicho tanto, si bien no se ha llegado a un total acuerdo entre los distintos investigadores. Este trabajo representa un compromiso con dicha población, no sólo por su antigüedad, sino por su coraje al haber permanecido en esa porción del país durante tantos siglos. Caminar entre los distintos vestigios arqueológicos o por las poblaciones indígenas michoacanas es vivir una experiencia que lo mismo entusiasma que incomoda. Significa cerciorarse de que aún late en esas tierras el sentimiento de haber logrado una hegemonía a la que tenía derecho este pueblo, tanto por su herencia ancestral como por las varias luchas silenciosas que mantuvo y aún mantiene para vivir su pasado con orgullo, de manera semejante a como sucede con otras etnias. Por fortuna, una mayor conciencia comienza a surgir entre esta población, tanto para defender y mantener su idioma e involucrarse cada vez más en la educación escolar oficial, como para atender y entender su historia local con mayor empeño. Surgen nuevas instituciones, así como líderes de toda su confianza, empeñados en desentrañar la historia de su rico pasado y el significado de haber logrado establecer un reino.
Mis limitaciones son muchas, tantas como mi interés por llegar a comprender esas historias locales que surgieron a partir de aquéllos, los abuelos del camino
, hasta intentar concebir lo que pudo ser la importante ciudad capital de Tzintzuntzan. Hoy por hoy, las nuevas comunidades mestizas ponemos mayor atención en las huellas de aquel pasado sobre el que nos toca vivir. Por ello me he aventurado a probar suerte y expresar algunas de las ideas que me han surgido a propósito de lo observado desde hace unos 40 años.
En esta oportunidad quiero reconocer y agradecer la bondad de las tantas amistades que he logrado hacer en distintas comunidades de Michoacán, donde siempre me han hecho sentir como en casa, aunque debo confesar que por herencia paterna llevo mucho de estas tierras en mi sangre. He trabajado en diferentes lugares y viajado por varios rumbos; sin embargo, por una u otra razón siempre he regresado a los mismos sitios. La presidencia municipal de Jacona me hizo el honor de nombrarme hijo adoptivo
, reconocimiento del cual siempre me sentiré muy orgulloso. Así, viven en mí tanto Zamora como Apatzingán o Tzintzuntzan, sólo por mencionar algunos de los actuales municipios michoacanos.
También me siento muy agradecido con mi colega el profesor Eduardo Matos Moctezuma, quien personalmente me invitó a participar en este magnífico proyecto sobre las ciudades prehispánicas. Reitero también mi reconocimiento a la doctora Alicia Hernández Chávez, fundadora y presidenta del Fideicomiso Historia de las Américas, por su gentil acogida en esta serie. El resto fluyó de manera sorpendente, ya que fui recibido por el personal de El Colegio de México como si fuera parte de esa comunidad. Hago hincapié en la estupenda colaboración de la doctora Yovana Celaya Nández por sus acertados y finos comentarios, así como en los directos señalamientos gráficos de Miriam Teodoro González, una excelente fotógrafa, y en la diligencia de Laura Villanueva Fonseca. De igual manera agradezco a Francisco Avilés, quien de manera increíble logró darle fluidez al escrito, y ni qué decir de Alejandra Enríquez, la gentilísima recepcionista. A todos ellos: muchísimas gracias.
Doctor JOSÉ ARTURO OLIVEROS MORALES
Pátzcuaro, Michoacán, mayo de 2011
Prólogo
ANTES DE DESCRIBIR LA EVOLUCIÓN de este reino y abordar algunas de sus problemáticas sociales, culturales e históricas, es interesante y oportuno preguntarse: ¿cuál y cómo pudo ser el origen de Tzintzuntzan?, ¿de qué manera afloró la idea de erigir un espacio reconocido como capital purépecha?, ¿surgió de pronto?, ¿emergió como demanda o necesidad?, ¿creció de manera paulatina, quizá frente a la inercia de sus habitantes, o desde profundas búsquedas particulares?, ¿quién dictó sus ordenamientos? No es fácil responder estos interrogantes, si bien por el momento se presume que la mayoría de las urbes antiguas se desarrollaron ante la necesidad de elegir ése, su lugar
, o al percibir cierto orden cósmico y sus significados. También se supone que debieron de ser concebidas por un grupo en el poder como respuesta al capricho y la visión de alguna figura prominente, así como para atender la necesidad de protección y orden para la comunidad. Asimismo, se ha considerado que su origen debió de responder a la conveniencia de congregar poblaciones dispersas y arraigarlas de esa manera. También pudieron surgir obedeciendo a una ordenanza de carácter sobrenatural. Por lo pronto, respecto del pueblo purépecha, todo parece indicar que antes de que se pensara en un lugar para establecer su capital ya existían la voluntad y las fuerzas organizadas para completar una cosmovisión en la que se creía firmemente y que, al mismo tiempo, estimuló a dicho pueblo a fincarla y sojuzgar así, además, un gran territorio previamente poblado.
Aun sin señalar todavía ninguna prueba, se puede anticipar que esta sociedad en sus orígenes estuvo conformada por un pueblo disperso que dependía de otras comunidades. Igualmente puede adelantarse que su integración como ciudad surgió de una obstinación rebelde que la llevó a utilizar de manera indistinta diferentes medios y grados de fuerza, siempre en busca de un espacio físico de mando. Luego entonces este centro, el último dentro de la secuencia prehispánica hacia rumbos occidentales y ya como ciudad capital, tuvo que sujetarse a una específica y peculiar postura dominante, que terminó por remover y someter bajo un nuevo régimen a otros grupos, acatando al parecer un oportuno mandato divino
.
Antes de iniciar la descripción de cómo fue concebida esta capital, puede señalarse que su crecimiento se apoyó tanto en relaciones de parentesco como en todo un poderío étnico impuesto a ultranza, aunque al mismo tiempo contó con cierta novedosa organización de tipo militar, bajo un mando político muy bien jerarquizado. Estos logros, sin lugar a dudas, fueron alcanzados merced a la osadía e intrepidez de renombrados líderes, quienes consiguieron que Tzintzuntzan fuese una verdadera capital administrativa enclavada