Mitla: Su desarrollo cultural e importancia regional
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Mitla - Nelly M. Robles García
historia.
I. La región: aspectos físicos
SE LLEGA A MITLA por la Carretera Panamericana (hoy autopista Oaxaca-Istmo); en el kilómetro 39 del tramo Oaxaca-Tehuantepec se toma un camino de cuatro kilómetros que conduce a la población. El espacio que ocupa el asentamiento forma una especie de garganta en el valle de Tlacolula, condición que ha revestido especial importancia a través de las épocas. Debido a que Mitla se ubica en el límite del valle, constituye un lugar estratégico para el tránsito hacia las tierras más bajas de la gran región del Istmo de Tehuantepec. La moderna vialidad entre Oaxaca y el Istmo obedece a una lógica regida por la topografía natural de la región, pues significa la ruta terrestre de comunicación e intercambio por excelencia, por la que han transitado bienes, noticias, ejércitos y, en general, cultura, a lo largo de la historia.
El área donde se ubica Mitla, en el límite oriente de la región del valle de Oaxaca, pertenece a la subprovincia geológica denominada Sierra Madre del Sur, que está integrada por cuatro subcuencas hidrológicas de la vertiente del Pacífico, entre ellas la de Tlacolula, en cuyo límite oriental se sitúa la población.
La formación del paisaje natural rocoso de la región, que representó el nicho ideal para el abrigo de cazadores y recolectores en el periodo histórico más temprano de Mesoamérica, se originó en un proceso ígneo extrusivo (volcánico) que dio como resultado una toba ácida o de conjuntos piroclásticos, que a su vez contienen cuarzos (feldespato potásico y plagioclasa sódica), mejor conocidos como pedernales. La antigüedad del área se remonta a la Era Cenozoica —entre el Mioceno y el Oligoceno—, es decir, hace 30 o 40 millones de años (Martínez y Ojeda, 1996:40). Estas formaciones geológicas integran una serie de cuevas y abrigos rocosos de manera natural, espacios muy convenientes para la protección contra los elementos y los depredadores, que fueron utilizados tanto por diversas especies animales como por los grupos nómadas de cazadores y recolectores que habitaron la región hace unos 12 000 años.
FIGURA I.1. Localización de Mitla y otros sitios arqueológicos en la zona este de los Valles Centrales de Oaxaca.
FUENTE: Arqueología mexicana, Recorridos por Oaxaca, Valles Centrales
, junio de 2007, ed. especial, núm. 24. Redibujado por el Departamento de Geografía y Estadística de El Colegio de México.
La temperatura promedio del área oscila entre los 18 y los 22 grados centígrados. La precipitación pluvial anual es de menos de 600 mm³ y la temporada de lluvias ocurre desde mediados de abril hasta octubre. El periodo de secas significa un recurrente estrés para las poblaciones por la resultante falta de producción en el campo; sin embargo, la supervivencia ha dependido de la capacidad de almacenar víveres y de continuar con la tradición de recolectar plantas y animales silvestres.
El área es barrida por vientos cuyas velocidades oscilan entre los cuatro y los seis metros por segundo. Todos estos factores configuran la categoría de un clima subhúmedo y templado, en la caracterización de Köppen (Martínez y Ojeda, 1996:40).
El sílex o pedernal y la toba son rocas características de la región, que adquirieron mayor importancia cultural que cualquier otro material natural en las diferentes épocas, ya que a la postre hicieron posible la supervivencia humana y, más allá de eso, permitieron desarrollar un estilo característico en la arquitectura de Mitla en la época tardía o posclásica.
El sílex fue la base de la tecnología de herramientas de corte y desgaste desde las épocas más tempranas de los cazadores-recolectores y de las aldeas tempranas hasta los periodos Clásico y Posclásico, en los que compartió la importancia con la obsidiana, material de importación de diversas procedencias. Por su parte, la presencia natural de las tobas posibilitó el desarrollo tecnológico de toda una tradición artístico-arquitectónica en las épocas tardías.
Con base en la toba volcánica, el sílex y el gran conocimiento originario de otros recursos, se desarrolló el extraordinario trabajo artesanal que sería una firma especial de los arquitectos y artistas de la Mitla posclásica, por el que se les ha identificado a lo largo de la historia. En esta región se han documentado vestigios tanto de la explotación de las canteras de toba volcánica como de la extracción y trabajo del sílex con propósitos eminentemente tecnológicos (Robles García, 1990).
FIGURA I.2. Paisaje camino a Mitla. Fotografía de Héctor Montaño, febrero de 2010 (colección del autor).
El territorio que abarca Mitla es parte de una de las cuatro cuencas hidrológicas que conforman el valle de Oaxaca, conocida como la Cuenca de Tlacolula, que está compuesta por ríos y arroyos, como el río Grande (Mitla), que atraviesa el pueblo, y el río Salado de Yagul; ambos nacen en la Sierra Juárez y vierten sus aguas en el río Atoyac de Oaxaca, que desemboca en el océano Pacífico. Esta área, de gran biodiversidad biológica, mantiene una vegetación característica de selva baja caducifolia o bosque tropical caducifolio.
Entre las especies de árboles se encuentran el pirú de cerro, el tepeguaje, el higo, el cacaloxúchitl, el cazahuate, el mezquite, la yuca y los copales; también se encuentra una importante variedad de cactáceas columnares y candelabriformes, bichibobos, órganos, nopal silvestre y pitahaya. Debemos recordar que Oaxaca se inscribe entre las áreas con mayor biodiversidad en el mundo; en este sentido, la región de Mitla representa un nicho bien conservado, ideal para el estudio de una enorme cantidad de especies vegetales y animales.
Un alto porcentaje de las plantas de la región tienen alguna utilidad como medicinas, alimento, forraje, utensilios, materia prima, bebidas, colorantes, combustibles, aceites, pegamentos, perfumes, jabones, madera y resinas (Martínez y Ojeda, 1996:8; Messer, 1978).
La fauna nativa se compone de diferentes clases y especies: mamíferos como conejos, ratas, ratones, liebres, venados, zorros, tlacuaches, cacomixtles, zorrillos, linces y gatos monteses; reptiles, con una gran variedad de víboras ratoneras, de cascabel y coralillos, además de vertebrados como iguanas y lagartijas; aves en gran variedad, entre las nativas y las migratorias. Para estas últimas la zona es una de sus reservas favoritas para pasar el invierno. Entre las aves nativas encontramos una variedad de aves rapaces, como águilas, quebrantahuesos y halcones, y carroñeras, como buitres y zopilotes. También se encuentran colibríes, aventurillas, gorriones, canarios y cenzontles.
Las cuevas constituyen un extraordinario hábitat para varias especies de aves como búhos y golondrinas. Estos pájaros también han ofrecido históricamente una alternativa alimenticia para el consumo de proteínas.
Es decir, Mitla se ubica en una región con gran abundancia de recursos naturales, cuya explotación racional, al lado de la comprensión de sus ciclos y características, hicieron posible no sólo la supervivencia humana como originalmente sucedió, sino un nivel de confort entre los primeros pobladores como para atreverse a llevar a cabo la experimentación necesaria con las especies vegetales comestibles para dar origen a una incipiente agricultura.
II. Mitla en la prehistoria y la transición del nomadismo a la vida sedentaria
DURANTE LA DÉCADA DE 1960, la arqueología que se realizaba en Oaxaca tenía el enfoque tradicional de la propuesta nacionalista orientada hacia los monumentos y los sitios. La arqueología se centraba en el estudio y exposición de las zonas monumentales, como se había hecho en Monte Albán desde la década de 1930, en Yagul y Dainzú en los cincuenta y en Mitla en los años sesenta, además de que en esta última década se exploraron sitios como Monte Negro en la Mixteca Alta.
Los nuevos estudios realizados por Kent V. Flannery mediante su proyecto enfocado en la ecología cultural significaban un cambio radical en los enfoques de la arqueología. Principalmente en los Valles Centrales de Oaxaca, se dio paso a las investigaciones orientadas hacia los modelos teóricos que apoyaban la llamada nueva arqueología de los Estados Unidos. Esto, toda vez que los arqueólogos norteamericanos desde tiempo atrás habían reconocido la profundidad histórica de Oaxaca, al mismo tiempo que la entidad ofrecía, mediante los trabajos de Alfonso Caso, Ignacio Bernal y John Paddock, una plataforma temporal y espacial muy bien definida para relacionar prácticamente cada sitio del valle de Oaxaca.
La aparición de estas nuevas tendencias teóricas y metodológicas representó una importante innovación en la manera tradicional de hacer y entender la arqueología en Oaxaca; fue un cambio de enfoque, del tradicionalmente monolítico concepto de sitio, al de región y paisaje, con los consecuentes retos para incluir la adaptación humana entre los recursos existentes.
De esta manera surgió, con un enfoque diferente del de la arqueología mexicana tradicional del momento que se basaba en los conceptos de sitio y cultura, una nueva tradición científica en la arqueología, reconocida como ecología cultural. En 1965, el investigador de la Universidad de Michigan Kent V. Flannery y su grupo de trabajo —en el que se encontraban Joyce Marcus, Robert Drennan, Stephen Kowalewski, Marcus Winter, Michael Whalen, Gary Feinman y Richard Blanton— iniciaron el proyecto Prehistory and Human Ecology of the Valley of Oaxaca, en el que aplicaron modelos teóricos basados en el concepto de cultura procedente de la ecología moderna, que la caracteriza como un sistema completo para explicar su evolución. Este enfoque fue el resultado de las nuevas teorías de evolución cultural, abanderadas por Leslie White y retomadas por Lewis R. Binford, en su explicación del cambio cultural con los conceptos de la ecología humana (Willey y Sabloff, 1980:206).
El proyecto de Flannery fue concebido para llevarse a cabo con un trabajo de campo y de laboratorio intensivo con apoyo de las ciencias duras, que se diseñó para realizarse en los Valles Centrales de Oaxaca y cubrir toda la secuencia de los cambios culturales. Se desarrolló de 1965 a 1981 y se basó en reconocimientos intensivos del cien por ciento del terreno y en la recolección selectiva de materiales arqueológicos; posteriormente se procedió a la excavación en los sitios que se consideraban de mayor interés.
Este nuevo enfoque abrió un gran campo de investigación para el estudio de las ocupaciones humanas en el contexto de la utilización de la tierra, el agua, la flora y la fauna y otros recursos, tanto en el pasado como en la actualidad, y de la capacidad humana para adaptarlos a los distintos medios.
Entre los objetivos del proyecto estaban documentar los procesos de cambio que llevaron a las sociedades nómadas al sedentarismo; establecer los procesos sociales que las condujeron desde grupos humanos igualitarios hasta sociedades estratificadas; determinar el origen y desarrollo de la ciudad de Monte Albán, y fijar de manera precisa la secuencia cronológica de los periodos precerámico temprano y medio para corroborar la naturaleza de las estructuras sociales preclasistas de los valles de Etla y