La América precolombina está todavía hoy plagada de misterios, de secretos sin revelar que se hallan bajo sus piedras milenarias y entre la exuberante vegetación de los bosques amazónicos. Muchas claves del pasado quedaron eclipsadas tras la conquista europea y el subsiguiente sincretismo religioso al que condujo la imposición de un nuevo Dios omnipotente que debía erradicar las viejas deidades de cada pueblo indígena, pero que no pudo acabar completamente con ellas. Cada año, a veces cada mes, un pequeño hallazgo –u otro espectacular– salta a los medios de comunicación y nos obliga a replantearnos muchos lugares comunes aceptados por la comunidad científica durante décadas, e incluso siglos.
INVESTIGACIONES PIONERAS
Parece que estamos más cerca de entender aquella lejana y fascinante cosmovisión del mundo –con sus múltiples variaciones dependiendo de cada pueblo–, tarea nada fácil a la que se enfrentan arqueólogos, historiadores, antropólogos e incluso genetistas. Y precisamente eso es lo que ha sucedido en los últimos meses: una serie de hallazgos arqueológicos de gran calado arrojan pistas hasta ahora desconocidas de los pobladores precolombinos, al menos de las extensas regiones de México y Perú y sus nativos.
Hace apenas unas semanas se encontraba en Michoacán una escultura prehispánica de un Chac Mool, la estatua que adoraban los pueblos prehispánicos de México y que está incluso en la actualidad rodeada de misterio y controversia. Colocada en puntos relevantes de palacios y pueblos prehispánicos, se trata de una figura humanoide reclinada hacia atrás, con las piernas encogidas y la cabeza girada –en unas ocasiones hacia la derecha y en otras hacia la izquierda–, y en cuyo vientre descansa un recipiente circular o cuadrangular. Pero antes de adentrarnos en sus secretos veamos cuándo fue la primera vez que el mundo descubrió aquella efigie del pasado mesoamericano.
Los mayores descubrimientos de yacimientos arqueológicos en las selvas amazónicas tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIX. La pareja formada por el arqueólogo francés Augustus Le Plongeon y la estadounidense Alice Dixon daría un paso de gigante en el estudio