SOLO HAY UN museo a lo largo de la antigua ruta de Oregón que cuenta la historia de la expansión estadounidense al oeste desde la perspectiva de los nativos de la zona. En una esquina de Oregón, en la frontera con Washington y Idaho, este laberinto de paneles de madera, compuesto de galerías y exposiciones interactivas, celebra el patrimonio de los pueblos nativos y lamenta la destrucción por parte de los pioneros. Los visitantes descienden por una extensa rampa frente a la fachada de ladrillo en una réplica de una “escuela de entrenamiento indio”, donde se instruía e integraba a los niños nativos a la fuerza. Los alumnos, que por sus uniformes parecen soldados diminutos, nos observan desde una foto de hace un siglo de tamaño real.
“Nos dijeron que escribiéramos nuestra propia historia si queríamos contarla bien”, relata Bobbie Conner. Está sentada en la sala de conferencias del Instituto Cultural Tamástslikt,