Hace cuatro años viajé por primera vez a Chile, concretamente a la ciudad de Arica, donde conocí interesantes restos arqueológicos, como los gigantescos geoglifos y las momias más antiguas del mundo, custodiadas en el Museo de Arqueología, situado a pocos kilómetros de la ciudad, así como petroglifos y numerosas piezas arqueológicas. Un riquísimo patrimonio que demuestra que, en el pasado, en las montañas desérticas de la región se asentaron fascinantes y desconocidas culturas.
A principios de año regresé al país con motivo de un viaje que me llevó por diversos lugares de Perú, Bolivia y Chile en busca de respuestas a distintos restos arqueológicos que plantean interrogantes que la arqueología oficial no ha podido responder. Durante mi estancia en el norte de Chile fui invitado por el investigador Alberto Nadgar Rojas, buen conocedor de los misterios arqueológicos del desierto de Atacama, uno de los lugares más secos del mundo.
HERRAMIENTAS DE 50.000 AÑOS
Paradójicamente, en la primera salida que hicimos tras mi llegada a la ciudad de Calama, donde vive mi anfitrión, llovió en pleno desierto mientras visitábamos unos misteriosos petroglifos en un imponente macizo rocoso. Al lado de los mismos, en una pared totalmente vertical, hay «taladrados» treinta y tres orificios, todos de la misma medida, unos siete centímetros de diámetro y diez de profundidad. Todos tendrían una gran antigüedad. En cuanto a los petroglifos (cientos de ellos, en total), estos son muy variados, mostrando desde signos lineales hasta figuras de animales y humanos, varios rostros con penachos solares y otros diseños esquemáticos más. Igualmente en el mismo lugar se han encontrado varias herramientas de estilo paleolítico, como puntas de flecha, raederas, picos y algunos bifaces con más de 10.000 años de antigüedad. Hay quien cree que por las características que tienen dichos objetos, esa cronología podría quedarse corta, por lo que dichas herramientas podrían tener más
