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Un estafador robó mis chocolates... ¡En Navidad!
Un estafador robó mis chocolates... ¡En Navidad!
Un estafador robó mis chocolates... ¡En Navidad!
Libro electrónico43 páginas44 minutos

Un estafador robó mis chocolates... ¡En Navidad!

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Carol ahorró todo el año para poder entrar a la chocolatería Suntuoso. Era el día de Nochebuena y fue una niña bien portada... Bueno era su cumpleaños y deseaba consentirse un poco. Allí se tropieza con un entrometido que, le hace varias sugerencias sobre qué probar. 
Decide tener toda la experiencia y sentarse en el idílico salón con un gran árbol de Navidad. Por las fiestas, el lugar está lleno y el único espacio que queda es en la mesa de... ¡Oh, no!
Ponte en los zapatos de Carol. Esperaste un año para probar, ¿estarías dispuesta a compartir?
Conoce esta torpe, pero divertida historia en la que revivirás el encanto de la Navidad... O tal vez no.

IdiomaEspañol
EditorialR.M. de Loera
Fecha de lanzamiento21 feb 2019
ISBN9781386374954
Un estafador robó mis chocolates... ¡En Navidad!

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    Un estafador robó mis chocolates... ¡En Navidad! - R.M. de Loera

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    Epílogo

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    Agradecimientos

    Acerca de la autora

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    Te invito a leer el relato Y tú duermes

    Disponible gratis en:

    www.rmdeloera.com

    Imagen que contiene Sitio web Descripción generada automáticamente

    «Noche de viernes, día de cobro. Todos disfrutan a mi derredor. Entre los Santas con su ho ho ho, voy evadiendo las notas altas. Resalto entre tanta pareja a a a, brillo porque estoy soltera».

    La última nota de Noche de paz sonó idéntica a una cigarra en busca de amor. Le dedicamos una reverencia al amable público, de treinta y cuatro personas, que nos aplaudía y nos escabullimos tras el escenario. Los empleados del municipio nos besamos y abrazamos como si fuéramos el coro de niños de Viena después de un concierto. Poco a poco la adrenalina que fluía por las venas se desbordó en besos apasionados entre los esposos y novios.

    Mantuve la sonrisa en mi rostro mientras escuchaba a mi jefa presentar al grupo de maestros de escuela elemental que cantarían Los doce días de Navidad. Solo ellos podrían pensar en enseñar matemáticas incluso en días festivos.

    Tomé el impermeable para marcharme. Era lindo ver que mis compañeros de trabajo eran felices. Esa era la idea del festival de Navidad, pasar un buen rato entre amigos y personas que amabas.

    —¡Carol!

    Conocía todos los chistecitos por mi nombre, pero al menos no me llamaron guirnalda o esfera. Giré hacia mi jefa que corría hacia mí como si necesitara escapar del fuego. El tintineo de los cascabeles en su abrigo la volvía inconfundible. Era verde y estaba decorado con guirnaldas en color fucsia metálico y las diminutas esferas en anaranjado, rojo y amarillo. Al final de la manga colgaba una estrella. Si levantaba las manos sobre la cabeza y las unía daba la impresión de que era un árbol de Navidad.

    Era una mujer de treinta y dos años con el cabello negro y ojos cafés. La maravillosa alcaldesa de Santa Claus, Georgia. Un poblado con ciento sesenta y tres habitantes.

    —¿Sí, Ginger? ¿Me necesitas para algo más?

    Esa era otra peculiaridad del condado. Todos teníamos algún nombre relacionado a la festividad. Su hermano se llamaba Nick Kless y era un exitoso abogado. Por más que me lo prohibí suspiré. «Fudge!» No podía permitir que la nostalgia se apoderara de mí.

    Los brazos de Ginger me rodearon y me fundió en un abrazo cálido. En su garganta un gritito tan chillón que un pitido se adueñó de mis oídos.

    —¡Estas serán las mejores navidades de tu vida!

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