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Libro electrónico51 páginas58 minutos

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Información de este libro electrónico

El informe de ventas de fin de año no saldrá a tiempo y el empleo de Alcine Varga, una contable húngara, depende de una buena presentación ante sus jefes, sobre todo él… Cedric Berger, el director de ventas, un suizo con ojos aguamarina, a quien hace tres años encontró en su oficina con otra mujer… Sin embargo, los dos tienen algo en común. ¿Podrá Alcine olvidar esa primera impresión y continuar? O ¿Su similitud en personalidades será un obstáculo para comenzar de nuevo?

IdiomaEspañol
EditorialR.M. de Loera
Fecha de lanzamiento21 feb 2019
ISBN9781386434924
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    Agradecimientos

    Acerca de la autora

    A mis muy queridos lectores

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    Te invito a leer el relato Y tú duermes

    Disponible gratis en:

    www.rmdeloera.com

    Imagen que contiene Sitio web Descripción generada automáticamente

    1

    Llegué a la oficina muy temprano esa mañana. Cerca de las once de la noche recibí un email comunicándome que el informe de ventas del año se perdió cuando fue llevado a impresión, y ese día era la reunión para discutir los progresos. Durante la madrugada organicé una presentación más detallada y concisa por si el departamento de impresión no lograba sacar a tiempo la carpeta. El puesto de mi jefe dependía de mi buen trabajo pues la empresa entraría en una reestructuración a partir del dos de enero. Si enviaban un jefe nuevo estaba segura de que me quedaría sin empleo.

    Entré al concurrido salón de reuniones, frente a mí se encontraba él... el director de ventas. Sus ojos seguían cada uno de mis movimientos, aunque yo intentaba, como desde hacía tres años, esquivar esa mirada aguamarina. Él era un peligro para mí estabilidad emocional.

    Fui minuciosa y a pesar de no tener los informes pude explicar los movimientos. Los altos ejecutivos felicitaron al equipo de trabajo y le extendieron, con sinceridad, la mano a mi jefe.

    Salí de la reunión con las manos en puños para ocultar el temblor, mas, pensé que todos podían escuchar el correr de mi corazón que apenas me permitía respirar. No me gustaban los errores. Mi jefe fue el único que me ofreció empleo luego de ser despedida dos veces por esa necesidad que era más fuerte que yo y que, en ese momento, tomaba el control de mi cuerpo.

    —Javier, acompáñame a la oficina. —Pasé de prisa al lado de mi asistente. Trabajaba para mí desde hacía tres años y recurrí a él en muchísimas ocasiones... Él conocía muy bien mi debilidad y a su manera intentaba ayudarme.

    Entré a la oficina. Ya no podía controlar el temblor en mis extremidades. Las cortinas estaban cerradas por lo que, con torpeza, pude levantar la falda de tubo hasta la cintura. No llevaba ropa interior pues necesitaba sentir la fricción en esa zona tan erógena e intentar mantenerme en control. De inmediato acaricié mi humedad sin contemplaciones. Apenas pude llegar a la silla para dejarme caer. Javier entró, y sin decir palabra, se arrodilló frente a mí. Su lengua reemplazó mis dedos, lo que me permitió abrir la blusa y acariciarme los senos. Una oleada de calma comenzó a llenarme y cerré los ojos para disfrutar de la sensación.

    Los abrí al sentir un movimiento casi imperceptible en la oficina y frente a mí se encontraba esa mirada aguamarina. Él hizo un gesto de silencio para que no delatara su presencia. Javier estaba absorto en su tarea. No pude apartar la mirada

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