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La sangre del Elegido: Oscuridad
La sangre del Elegido: Oscuridad
La sangre del Elegido: Oscuridad
Libro electrónico453 páginas7 horas

La sangre del Elegido: Oscuridad

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Información de este libro electrónico

Belial, Kara, Amra... los dejaste a todos postrados ante Néstor, pero ¿quién es Néstor?, ¿crees que sabes quién es?, ¿qué es lo que piensas realmente de él?

Ya os dije en “Despertar” que nada ni nadie es lo que parece, ni siquiera el propio tiempo. Cada personaje tiene un pasado, unas motivaciones, una historia. Si pensaste que “Despertar” te había sorprendido y que era imposible que lo que fuera a venir te pudiera sorprender de la misma manera... te vas a dar cuenta de que estabas muy equivocado.

Olvídate de todo lo que creías saber, porque ha desaparecido, ni siquiera existe.

“Oscuridad” es el segundo volumen de la trilogía “La Sangre del Elegido”. Ya conoces el mundo de nuestros personajes. Un mundo dormido bajo codicias y pasiones. Ahí llegaron Uriel y Valeria junto con Belial y Kara, para despertar con sus vidas el apacible transcurrir de sus tranquilos pueblos, pero no vienen solos, los Oscuros han vuelto con ellos.

Ante vosotros se desplegará un nuevo mundo, con otras motivaciones, otros pueblos, otras razas... y todo para caer en un destino inevitable. Néstor os está esperando, os acogerá entre sus brazos, os acunará y os llevará por vidas no tan diferentes de las vuestras, donde la familia, el amor y la supervivencia lo son todo.

Poco a poco os iréis adentrando en pasiones, intrigas, celos, aventuras... Os irán llevando por caminos ya conocidos, donde el poder ciega entendimientos, la codicia corrompe, la justicia y la injusticia dependen de los intereses creados. Todo para acabar en las manos de un joven que busca dar respuesta a la pregunta más antigua de la historia.

Y al final, todo comenzará de nuevo.

IdiomaEspañol
EditorialJavIsa23
Fecha de lanzamiento28 nov 2018
ISBN9788416887705
La sangre del Elegido: Oscuridad
Autor

Juan José Patilla

Soy Juan José Patilla, el autor del libro que tienes en las manos. Es el primero de otros dos que te estarán esperando en caso de que decidas que la historia merece la pena. “Oscuridad” y “Destino” son los títulos que continúan y cierran la trilogía de “La Sangre del Elegido”, y que conseguí escribir mientras trabajaba como ingeniero en una empresa de ferrocarriles.Apasionado lector, crecí entre comics y libros, empujado por unos padres que decidieron que leer era una de las mejores cosas en las que su hijo podía ocupar su tiempo, hasta que finalmente opté por contar mis propias historias...unas cuantas ya a estas alturas.Durante muchos años sólo me dediqué a estudiar y a prepararme para un mundo que nada tenía que ver con aquel en el que me había criado, en donde por no haber no había casi ni carreteras para ir a la escuela, por no hablar de la ausencia de personas en un radio de siete kilómetros a la redonda. Quizás por eso siempre he buscado conocer aquello que me rodea, por muy lejos que se encuentre, quizás por eso mis novelas presentan otros mundos alejados de las ciudades y del agobio y la locura que conllevan.Llevo escritas seis novelas, porque después de treinta y tantos cuentos me di cuenta de que había historias que quería contar y que necesitaban mucho más para desarrollarse de lo que un cuento podía ofrecer.“Despertar” es mi primer libro, en el que más trabajé, en el que más disfruté y con el que mis sueños de escritor comienzan.

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    Vista previa del libro

    La sangre del Elegido - Juan José Patilla

    Título: La Sangre del Elegido: Oscuridad

    © del texto: Juan José Patilla

    www.juanjosepatilla.webnode.es

    © de la portada: Juan José Patilla

    La cubierta se ha realizado utilizando varias imágenes de diferentes autores.

    © de la imágenes originales Angela Wolf, «Texture Mirror 3» y Jon Mac Govern, «Blood Cells»

    Las imágenes que aparecen en cada uno de los capítulos han sido extraídas de la web de Flickr con el permiso de los siguientes autores: Marc Palm_Leather with rose; Brad Hammonds_Brian and Johanna; Alessandro Scarcella_ San Gimignano; Andrés Mínguez_Algún lugar no muy lejos; Troy Wanzel_Self; Agustin Fest_32 th day; Petra Gagllas_Parenting; Stuart Anthony_ Fear of the Dark; Ram Efal_Eiko and Koma; Sleepychinchilla_itouch;Zoriah_Lia serge model zoriah; Arnaldo Calanca_I volti di Petra; John Graham_Cog; Daniel Manzano; Tore Bahnson_ Balance; Karène Ho_Madness; Richard Smith_ Choosing Sides; E_gravura em metal; RDW_Photography; Lalena Jaramillo_ Book; excepto la correspondiente al capítulo 19, cuyos derechos fueron cedidos por Jesús González

    © de esta edición: Ediciones JavIsa23

    www.edicionesjavisa23.com

    E-mail. info@edicionesjavisa23.com

    Tel. 964454451

    Primera edición en ebook: Noviembre de 2018

    ISBN: 978-84-16887-70-5

    © de la edición original en papel: Ediciones JavIsa23

    Primera edición en papel: Junio de 2018 / ISBN: 978-84-16887-66-8

    Conversión en e-book: NOA ediciones

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, Internet, radio y/o televisión, siempre que se haga constar su procedencia y autor.

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    Agradecimientos

    Aunque no os lo creáis esta es la parte más fácil del libro… y la más difícil...

    Mis primeros agradecimientos aparecieron en «Despertar». Cuando el libro vio la luz bien pensé que no iba a tener la oportunidad de poder escribir más agradecimientos… así que aproveché para dedicárselo a mis padres, en especial a mi madre, porque realmente ellos fueron los culpables de que yo devorará cómics y libros sin parar, tumbado en un sillón, la mayor parte de las veces en completa soledad, aunque alguna que otra vez estuviera acompañado de primos y de amigos (Estrella, Angélica, Patricia, Blas, Juanfran, Miguel, Sandra, Javi, Pablo, David, Diego, Diana). Todos ellos pasaron a formar parte de mis historias, de mi vida.

    Ahora es la segunda vez que escribo unos agradecimientos y puedo permitirme el lujo de tomármelo con calma. He podido sacar tiempo para pensar y darme cuenta de que la vida es una gran historia en la que aparecen y desaparecen una serie de personajes que construyen tu propia trama. Los libros que escribo no son más que el reflejo de esas personas que me rodean y que comparten conmigo un día tras otro.

    Es muy fácil identificar a los personajes principales porque para eso siempre existen hermanas que se comportan como sabios, hermanos pequeños pesados que te persiguen y se transforman con el paso del tiempo en soldados, hermanas locas que son capaces de poner patas arriba a toda la trama (como los magos), madres que son como reinas, padres que son guerreros que parecen inmortales. Esos son a los que suelo tratar bien en las páginas, porque al final lo que importa es que siempre están ahí, en los buenos y en los malos momentos; así es la familia.

    Después haces acopio de secundarios que animan la narración. Son todos tan diferentes y tan peculiares que dispones de un abanico de posibilidades casi infinito y, aunque a menudo muchos están muy lejos de ti, siempre tienes un rincón donde poder rescatarlos… Carlos, Paco, Paz, Silvia, Carmencita, Fer, Isa, Rubén, Bea, Ramón, Mayte, Miguelón… siguen siendo un pedazo de tu vida, quieras o no. Son capaces de transformarse en vendedores de libros, en predicadores, en guerreras, en profetas, en trileros, en abades, en correctores de libros… Y encima te hacen creer que lo que haces merece la pena. Que, a lo mejor, sólo a lo mejor, la historia que quieres contar es una historia que merece la pena ser leída.

    Después hay otros personajes que empiezan a aparecer (Javi Franco, Juanjo, Paco, Óscar, Jesús) con los que empiezas a recorrer otros caminos, distintos, llenos de sorpresas, y que todavía no sabes dónde te van a llevar. Pueden ser fabricantes de imágenes, sabios gruñones, comerciantes, espías, artistas en la sombra… Y mientras todo pasa descubres a personas como Merche y te das cuenta de que las hadas existen, que ayudan desinteresadamente al actor principal de la trama, algo que no cuadra en el mundo moderno y quizás por eso se les coge tanto cariño.

    Por último, la vida te conduce hacia personas estupendas y maravillosas que te permiten pensar que de una manera u otra, todo tiene cierto «sentido» a tu alrededor. Estos personajes son los que moldean al protagonista, sin saber muy bien cómo ni porqué; las que le mantienen a flote cuando todo parece que va a acabar, las que le dan fuerzas para continuar y enfrentarse a lo que el futuro le depara; Eva y Noelia, las fuerzas ocultas de todo buen libro, las que lo impulsan, las que lo hacen evolucionar, el núcleo central de la historia, sin ellas el libro no existiría, se habría cerrado hace tiempo o no habría siquiera llegado a abrirse.

    También os digo que escribir los agradecimientos es difícil, porque seguro que se me olvida alguien. Hay tantos actores secundarios que sin ellos no se podría crear un buen argumento: Juanjo y Carmen de Lokilob; como buenos samaritanos; Sandro como el irreverente bardo que pone ritmo a la trama; a los amigos de entonces que conforman la coreografía; a Isa y a Javi, mis editores, por hacer realidad este sueño… y a muchos otros que seguro vendrán con el tiempo.

    Lo bueno es que las historias, como la vida, siempre siguen su curso. Estoy esperando con impaciencia a que aparezcan los nuevos personajes, quiero saber qué va a ocurrir con todos esos actores que llenan mi vida, para poder seguir escribiendo y perdiéndome entre las palabras.

    Y no me enrollo más. Tengo muchas ganas de saber si os gusta o no este segundo libro porque espero que me lo digáis en cuanto lo terminéis, y que se lo digáis a vuestros amigos y a vuestros conocidos, que me escribáis, que me preguntéis, que me llaméis… porque el protagonista siempre tiene tiempo para los personajes que conforman su novela. Si no les prestara atención ¿qué clase de historia sin sentimientos os iba a poder contar?

    Sólo añadir una última cosa. Este segundo libro está en papel gracias a todos vosotros. Yo sólo lo escribí. Fer dijo una vez que «todo empieza con algo muy sencillo y simple, que hay que iniciar una cadena…». Igual hasta tiene razón.

    A todos mis personajes: ¡Nos vemos en el próximo!

    Presentación

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    El primer libro de la trilogía «La Sangre del Elegido: Despertar», en su primera edición, fue publicado en diciembre de 2016. Si estáis leyendo esta presentación es porque ha gustado lo suficiente como para publicar el segundo libro de la trilogía, éste que tienes en tus manos.

    «Nunca las segundas partes fueron buenas»… eso es rotundamente falso, y a las pruebas me remito: Choque de Reyes, Las Dos Torres, El Temor de un Hombre sabio, Palabras Radiantes, Alien 2,… hay tantas estupendas segundas partes que no terminaría de nombrarlas. Espero que «Oscuridad» se pueda considerar como una de esas «buenas segundas partes».

    ¿Por qué un segundo libro?, pues muy sencillo, aparte de lo obvio, es decir, continuar la historia, hay una serie de ideas que rondaban mi cabeza. Tenía claro que quería seguir sorprendiéndote, quiero obligarte a no dormir porque necesites leer la siguiente página, animarte a formar parte de un nuevo mundo en el que estés deseando perderte. El primer libro sólo fue un pequeño atisbo de lo que te espera, te aseguro que lo bueno está todavía por llegar, de hecho, acabas de empezar a leerlo.

    La mayoría de los lectores devoraron el primer volumen a principios de 2017, unos pocos prefirieron dejarlo para el verano, que es cuando tenían tiempo para disfrutarlo y, los más rezagados, lo terminaron de leer allá por noviembre/diciembre de 2017.

    En todo caso, han pasado unos cuantos meses antes de que «Oscuridad» estuviera en tus manos. También tengo que decir que ha pasado mucho menos tiempo que las esperadas continuaciones de Patrick Rothfuss, Brando Sanderson, GRR Martin….estos sí que se hacen de rogar.

    El tiempo es como el polvo, que al final todo lo cubre. No sé tú, pero yo soy un poco olvidadizo y me tengo que «desempolvar» con cada continuación. Quizás lo de dejar pasar un período de tiempo no excesivamente largo tenga su parte buena. Precisamente esa «espera» es lo que me hace odiar/amar a las sagas. Me encanta sentir ese gusanillo en el estómago esperando el siguiente título, creando mis propias conjeturas, creciendo dentro de mí las ganas de más historias, de más mundos, saber que mis personajes preferidos van a volver a reunirse conmigo pronto y que voy a poder disfrutar nuevamente de ellos.

    También tiene su parte negativa y es que la espera me hace olvidar los detalles. Necesito cierto tiempo para volver a acostumbrarme a la historia, a los personajes, a la trama, me cuesta volver a sentirla como real, adentrarme en ella. Me gustaría que la parte buena la pudieras disfrutar y que los «pequeños inconvenientes» de la espera fueran los mínimos posibles. Así pues, me he propuesto refrescarte la memoria, por supuesto bajo el libre albedrío del escritor, que soy yo.

    Recuerdas que «Despertar» contaba lo que aparentemente era una única historia con varias líneas de acción. Por una parte, narraba la llegada al mundo de dos hermanos gemelos, Kara y Belial. Su madre moría al dar a luz en las sombras del Bosque de Oma. Los niños eran rescatados por un militar entrado en años, Rándal, que decidió separarlos para poder cuidarlos, de tal manera que él se quedó con la niña y su hermano con el niño. Esta separación dio lugar a que crecieran en mundos completamente diferentes, la primera rodeada de guerreros y, el segundo, en un mundo de libros.

    Hasta ahí todo más o menos normal, después la vida se les complica a ambos. Kara es raptada y llevada a las montañas y Belial pasa a formar parte de la Iglesia. En el proceso Rándal casi muere al tratar de defender a su hija.

    Esa era la primera historia. La segunda comienza en el desierto, donde nace un niño llamado Uriel. Por diversas circunstancias debe sacrificar a su familia para salir de las arenas y llegar al mundo civilizado.

    Todo normal, ¿verdad? Pero si fuera normal no sería un libro mío, así que…

    Empezaste a sospechar que no todo era tan normal cuando en ambas historias aparecía un extraño personaje llamado Néstor. Parecía estar obsesionado con el destino de todos esos niños: Uriel, Belial y Kara; de hecho, a todos ellos se les «aparecía» en momentos especialmente señalados, ayudándoles, dirigiéndoles hacia un lugar concreto: las Montañas del Norte.

    Con el paso de los años Belial descubrió los Libros Prohibidos. En un primer momento fue incapaz de descifrarlos y se enemistó con los poderosos por su posesión. Pronto comenzaron su búsqueda y captura. Salió huyendo y, en el camino, se encontró con Rándal.

    Kara por su parte vivió y creció entre los extraños guerreros del norte, desarrollando una serie de «cualidades innatas» gracias a uno de sus profesores, Amra, un guerrero atormentado por su pasado.

    Pero, ¿qué pasó con Uriel?; si recuerdas, tras un largo periplo, fue retenido en el valle de Ostricia, allí donde habitan los guerreros del norte. Se enamoró de su cuidadora, Valeria, una de las mujeres guerreras. Ambos decidieron escapar de su prisión y de Néstor, que era quien propiciaba los contactos entre Uriel y Valeria, pero siempre en la prisión que suponía el valle de Ostricia.

    Todos los personajes parecían confluir en el mismo lugar, de tal manera que Belial, Randal y Kara se encontraron en las puertas de Ostria, la ciudad perdida en las montañas donde habitaba Néstor, perseguidos por las tropas de la Federación.

    Mientras, Uriel y Valeria consiguieron escapar tratando de huir lejos del poder de Néstor, que obligó a su mejor guerrero a perseguirles, Amra.

    Espero que te sorprendiera el final, o al menos esa fue mi intención. Ni siquiera fuiste consciente de que habías estado leyendo dos historias paralelas, ¡en tiempos diferentes!

    En este punto acabas de descubrir a los Oscuros, que aparecen cuando Néstor consigue salir de su encierro gracias a Belial.

    Al final, Amra da caza a Uriel y a Valeria en el Bosque de Oma. Allí, bajo el control de Néstor, acaba con Uriel, pero no llega a tiempo de evitar la muerte de su hermana. La encuentra muerta, sin rastro de su descendencia.

    Valeria había dado a luz a Belial y a Kara antes de morir. Había sido Rándal quien los había encontrado y salvado de las fauces de los sapures. Así empieza y termina el libro I.

    Te doy una mala noticia y es que «Despertar» no es la verdadera historia de la saga, ni mucho menos. Si no te habías dado cuenta hasta ahora, te lo digo yo…, no me gustan las cosas fáciles. El primer libro sólo es el preámbulo de «Oscuridad» y «Destino» (no te preocupes que el tercero ya está terminado y a la espera de fecha para que se publique; esto dependerá de mis editores, Isabel y Javier, a ellos tendrás que rendirles cuentas).

    Te queda por delante todo un mundo por descubrir. Espero que estés ansioso por desvelar nuevas historias, porque, y ahora es mi turno de preguntas: ¿qué o quién son los Oscuros?, ¿qué ha ocurrido con Rándal, Belial, Kara, Amra, Néstor y con el resto de personajes?, ¿de verdad crees que entiendes a Néstor?, ¿quiénes son Los Elegidos?, ¿y los Libros Prohibidos?, ¿cómo surgió «la Iglesia»?, ¿la Federación?… Por Dios, ¡que alguien me diga algo!

    Ya expliqué una vez que en la vida real nada ni nadie es bueno o malo, que el mundo no es blanco ni negro, sino una gama muy extensa de grises y que yo quería trasladar esa realidad a mis historias…, pues aquí lo vas a comprobar.

    En estos momentos estás a punto de adentrarte en mi mundo. Tienes en tus manos la puerta de entrada. Espero que encuentres en esta segunda parte alguna respuesta a tus preguntas… o no.

    Juan José Patilla

    El autor

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    Prólogo

    1

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    Los Oscuros desplegaban nuevamente sus alas en la noche sobre el valle de Ostricia. Después de más de mil años habían despertado para reclamar lo que les correspondía.

    En el interior de Ostria, la ciudad que albergaba el valle, en la Gran Sala, Néstor exigía la obediencia a su Oscuro, llamándole como ya había hecho antaño; mientras, a sus pies, Amra trataba de proteger el cuerpo desvalido de Valeria que todavía soñaba con la visión moribunda de su padre. Esa joven había dado casi la totalidad de su energía por salvar la vida de aquel hombre que se desangraba en la laguna. Nadie la había enseñado a hacer eso y, sin embargo, lo había hecho. La conocía desde hacía tiempo y no sabía que era capaz de hacer algo semejante. Los dos hermanos le habían sorprendido por su fuerza, a pesar de no saber dominarla. Debería de acabar con ellos antes de que en verdad fueran más peligrosos.

    El Elegido miró detenidamente el báculo en su mano, con la piedra de Lira vibrando intensamente entre la madera. En su interior podía notar la furia de todos aquellos que permanecían en ella; de entre todos ellos destacaba la voluntad de ese joven que acababa de suplantar…, Belial…, le recordaba a alguien y, sin embargo, no podía decir de quién era ese recuerdo que parecía prevenirle.

    En su memoria recuperada de más de mil años, el presente, el pasado y el futuro se superponían, desordenando sus pensamientos, confundiéndole. Néstor sabía que había visto antes a ese joven…, pero eso era imposible. En su encierro le había visto crecer, le había guiado desde pequeño en su aislada abadía y, aun así, permanecía en él ese molesto pensamiento que le perseguía como un murmullo.

    De todas maneras, si no hacía caso a su cabeza, ahora era el momento de disfrutar de su vuelta a la vida. Le gustaba volver a sentir esa sensación de poder, de notar la sangre correr por las venas, volvía a ser Toht. Aquel triste Néstor que había permanecido encerrado en la piedra había desaparecido para convertirse en el Elegido más poderoso de todos los que habían sido.

    De repente, la piedra dejó de latir, quedándose fría, inerte en su poder. Néstor quedó petrificado. Era lo último que esperaba que ocurriera en su regreso. En ese momento Toht sintió miedo, miedo por la posibilidad de perder el control de los Oscuros, por la posibilidad de tener que volver a su encierro, pero, sobre todo, miedo por no poder llevar a cabo su destino, su razón de existir, el motivo por el que tanto había luchado.

    Sólo fue un breve instante de tiempo, corto, pero lo suficientemente intenso como para que dejara de ser el centro del poder de los Elegidos. Un momento de terror que pasó igual que vino, ya que del mismo modo que la piedra se había apagado, volvió nuevamente a vibrar, plena de energía… aunque en realidad, algo había cambiado, porque ahora en su interior ya no podía notar a todos los que habían sido antes que él.

    Buscó con inquietud y con ansia a aquel que más le preocupaba, aquel del que su intuición no hacía más que prevenirle, a Belial, rastreando por los confines de la piedra, empujando a los fantasmas inservibles de otros Elegidos que se interponían en su búsqueda. Néstor dudaba como hacía tiempo que no recordaba.

    Mientras tanto, dentro de la caverna, los últimos Oscuros despertaban de su encierro.

    En el mismo momento en que la piedra de Lira se apagaba, el último de todos los Oscuros que permanecía en las sombras, aquel que todavía se resguardaba entre las piedras de la caverna, desplegó sus alas cubiertas de cicatrices, abriendo un único ojo rojo que de inmediato se clavó en la figura de Néstor-Toht.

    El Elegido, en todo su poder, plantado en el centro de la Gran Sala, se detuvo aterrorizado mirando aquel punto rojo que le recordaba tiempos pasados.

    Un escalofrío recorrió su columna porque lo que veía en ese único ojo no era al Oscuro que físicamente volvía a la vida. Néstor veía mucho más allá, reconociendo su interior, oculto entre capas y capas de siglos. Descubrió a aquel que había estado esperando su oportunidad durante todo ese tiempo de encarcelamiento…, al igual que él mismo había hecho, a través de los siglos, soportando el paso del tiempo hasta que llegara el momento adecuado.

    Ese momento había llegado y le estaba mirando sin parpadear.

    2

    Belial se había visto arrastrado por la fuerza imparable de Néstor, obligándole a sumergirse en un mundo de paredes de cristal negro, frío, habitado por las sombras de los que habían sido Elegidos mucho antes que él, perdidos en la memoria de la Historia. En ese nuevo mundo todos conocían a Néstor con su verdadero nombre: Toht.

    En un principio no supo qué hacer. Sin un cuerpo físico a través del cual poder sentir, perdidas las referencias del mundo exterior, estaba completamente abandonado sin saber qué hacer. Todo era tan diferente allí dentro… Sabía quién era, a pesar de que necesitaba toda su voluntad para mantener esa identidad. Tenía que luchar con todas sus fuerzas para que las partículas de sus ser no se dispersaran en la inmensidad del espacio negro en el que estaba confinado.

    Desde pequeño siempre había luchado, y eso fue lo que hizo, sin descanso; sin embargo, el tiempo pasó, superponiéndose en una lenta agonía, y se dio cuenta de que poco a poco había aprendido a controlarse, a mantenerse íntegro. Entonces empezó a disponer de recursos que hasta ahora ni siquiera había podido imaginar. Rodeándole tenía la esencia de los seres más poderosos de la historia, y se dedicó a hacer aquello que mejor sabía hacer, aprender.

    Poco a poco consiguió controlar a su ser, manteniéndose cuerdo dentro de la nada que ahora era su mundo. Con el paso del tiempo comenzó a tocar a aquellas conciencias que, por azar, vagabundeaban a su alrededor. Muchas eran tan débiles que sólo le sirvieron para comprender aquello en lo que podía llegar a convertirse; otras mantenían los rasgos de lo que habían sido, esbozos casi imperceptibles; por último, descubrió algunas que le intentaron doblegar, asumir su ser… de esas tuvo que defenderse, hacerlas suyas. En cada una de esas batallas que ganaba notaba cómo su esencia se fortalecía, ganando en fuerza y conocimientos, era eso, o desvanecerse en la nada.

    En todos esos casos aprendió muchas más cosas de lo que un simple libro podía enseñar. Así conoció los secretos de dominar la energía de los seres vivos, de hablar con los Oscuros, de sentir el inmenso poder de la tierra. Con el paso del tiempo llegó a conocer a todos, uno a uno, y no sólo sus conocimientos, sino sus propias vidas, pertenecientes a un pasado remoto en el que el mundo era distinto; porque allí, el tiempo no importaba, porque allí no había presente ni pasado ni futuro…, todo existía.

    Y así continuó, esperando en el interior de la piedra de Lira, buscando cualquier resquicio que le permitiera romper esa jaula en la que moría continuamente, para volver a nacer con los conocimientos de aquellos que lo habían sido todo antes que él.

    Se mantuvo íntegro porque sabía que antes o después aparecería un resquicio, llegaría esa oportunidad que le obsesionaba y le mantenía cuerdo… algún día, aparecería.

    I. Fiestas en Pend

    1

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    Eran tiempos duros, sobre todo para las familias más pobres del pueblo que, aun así, recibían las fiestas como un descanso agradable en su rutinaria búsqueda de alimento.

    La plaza del pequeño pueblo de Pend estaba abarrotada de niños que corrían de acá para allá, persiguiéndose unos a otros sin descanso. Aquellos un poco más mayores y que no corrían, se afanaban en no pisar los pies de sus parejas de baile al ritmo de los instrumentos de cuerda que sonaban sin descanso. Eran unas fiestas sencillas pagadas por la familia más rica del pueblo, que trataba así de mantener contentas a las gentes de las que vivían.

    La temperatura era agradable y las nubes les habían dado el respiro suficiente para que cada familia luciera sus mejores galas, aquellas que guardaban para ocasiones como esta.

    Las verdes montañas que se alzaban al norte separaban a este olvidado pueblo de las primeras líneas de vegetación de las selvas de los Zuaríes, lo que les otorgaba la posibilidad de vivir relativamente ajenos de la vorágine del mundo, dedicados a la pesca en aquella costa escarpada que les cortaba al sur. Así pues, en el Norte sólo jungla y peligrosos Zuaríes, en el Sur…, en el Sur sólo la inmensidad del mar.

    La única persona que no podía permitirse el lujo de relajarse en aquel alborozo era Néstor, que aprovechaba esas primeras sombras de la tarde para bajar a los escarpados riscos, donde se encontraban las piezas más grandes, suculentas y apreciadas; con suerte, a la mañana siguiente las podría llevar a Petri, donde las personas más acaudaladas podrían permitirse el lujo de comprarlas pagando sumas de dinero mucho más elevadas de lo que en Pend hubiera podido sacar.

    Así era el mercado negro. Sin embargo, en esos momentos Néstor no pensaba en cómo, cuándo y a qué precio vendería aquello que no tenía; sólo pensaba en cómo alcanzar la zona de rompiente de las olas sin que el mar se lo tragase. Una lucha constante que por la noche se convertía en un trabajo demasiado peligroso…, pero así era su vida y lo asumía.

    Sabía que no debería estar faenando a estas horas. Estaba quebrantando las estrictas normas de los pescadores que imponían rígidos horarios y zonas de pesca claramente delimitadas; en ambos casos estaba infringiendo lo establecido. Su pesar y su miedo era superado por las exigencias de sus hijos, más aún cuando el siguiente estaba de camino.

    Mientras arrancaba de las piedras los tercos moluscos, con ayuda de una navaja de hoja ancha y robusta, no hacía otra cosa más que pensar en su mujer, Tiendra, mucho más joven que él y en cómo estaría en casa sufriendo a sus hijos menores. Los más mayores no serían problema, porque se habrían acercado a la fiesta, aunque sólo fuera para olvidarse de los trabajos del día y para sentirse por una vez como los demás jóvenes de su edad. Los trece años que rondaban era una edad complicada, lo sabía por experiencia.

    En esos momentos de soledad recordaba cómo él mismo había ido a pedir la mano de la joven pelirroja que había venido de las tierras del este, siempre al sur de las montañas Kantar, a casa de sus tíos. Una niña de apenas quince años que ni siquiera le conocía. Se enamoró de ella nada mas verla y aunque él sabía que ella no sentía lo mismo, se prometió que se esforzaría el resto de su vida para protegerla, cuidarla y quizás, algún día, enamorarla... ya llevaba quince años en ese esfuerzo y cada día que pasaba veía un poco más cerca ese momento.

    Esas horas de aislamiento en la noche le permitían recordar cómo había necesitado toda una tarde antes de reunir las fuerzas suficientes para cruzar la cancela que abría las puertas de la casa de la muchacha, oculto mientras tanto entre los arbustos de la entrada, buscando el resuello y la confianza necesarias para dar el paso más importante de su vida. A partir del momento en que abrió la puerta, todo se transformaba en un recuerdo borroso, apenas tenía clara la conformidad de sus familiares a su unión; esa tarde ni siquiera llegó a ver a Tiendra, oculta en algún rincón de la casa. Desde entonces, su único propósito en la vida había sido ella. Se había mantenido en su empeño, intentando una y mil veces enamorar a esa mujer rebelde y obstinada… A día de hoy, todavía no lo había conseguido, aunque cada vez estaba más cerca.

    Muchas veces Tiendra había intentado escapar de la pobreza que les rodeaba, incluso más de una vez la tuvo que ir a rescatar de los tortuosos caminos del bosque, perdida en ellos en un loco intento de huir lejos de él. Esas veces la recogía en sus brazos, apaciguando los sollozos que hacían temblar su pequeño cuerpo y secaba los regueros de lágrimas que anegaban su blanca cara. En esos momentos Tiendra le miraba y él no podía hacer otra cosa que no fuera enamorarse aún más de aquellos ojos aguados de un azul cristalino. Después volvían lentamente a su casa, sin hablar, ella maldiciendo internamente el destino que le había sido impuesto y él preguntándose qué más podía hacer para conseguir el corazón de esa mujer.

    El mar azotaba con fuerza las rocas, bramando a su alrededor, mientras la fría espuma que el viento empujaba a sus ojos, le hacía despertar de sus ensoñaciones. Néstor se veía forzado por esas agujas de hielo a agarrarse aun con más fuerza a las puntiagudas esquinas para no perder el frágil equilibrio.

    El mar rugía a sus pies advirtiendo a Néstor de sus intenciones, mientras la música seguía sonando sin parar en la plaza de Pend donde los jóvenes bailaban, ajenos a su futuro.

    2

    No llegaban a treinta las familias en todo Pend, por lo que se sabía perfectamente quién faltaba a los bailes.

    Todos conocían a Néstor y los apuros por los que pasaba su familia. Si se hubiera preguntado a cualquiera de los habitantes del pueblo acerca de él, todos habrían respondido lo mismo: «un trabajador incansable y una buena persona… aunque muy reservada». Así eran los habitantes de Pend, gente trabajadora que aceptaba el destino que les había tocado vivir. Cada uno tenía su rol y la familia de Néstor, a pesar de su pobreza, era respetada y querida. Siempre se podía contar con su ayuda, bien fuera en las tareas del campo, bien en los pequeños arreglos del molino, de los graneros e incluso de cualquiera de los pequeños establos que salpicaban las colinas. Una familia correcta de niños educados, siempre limpios y aseados, a pesar de que la ropa estuviera ya desgastada de tanto lavarse y volver a zurcirse; quizás por ello y de manera inconsciente, los aldeanos trataban de que los tres hijos mayores que estaban en la fiesta formaran parte de la familia común del pueblo, invitándoles de manera desinteresada a compartir su bebida.

    Las botellas de cristal verde oscuro pasaban de mano en mano, vaciándose en los enormes vasos que esperaban impacientes a ser llenados. De color verde claro, las diminutas burbujas ascendían hasta el borde del recipiente mientras el chorro de líquido caía desde las alturas, salpicando alrededor e inundando así con su agridulce aroma toda la plaza.

    En ese atardecer las penas se olvidaban, los dolores eran más llevaderos y las parejas se escondían en lugares aún más apartados donde poder seguir con sus juegos. Pero la oscuridad no sólo ocultaba ausencias notables, sino que también podía enmascarar otras no tan destacables…, porque cualquiera podía alejarse unos metros en la noche en busca de un descanso relativo, ya fuera o no acompañado. De hecho, no muchos se percataron de cómo Lavos y Selena se alejaban sin prisa de la plaza hacia la pradera de fresca hierba, y los que lo hicieron, miraron hacia otro lado…, porque ellos también habían sido jóvenes y porque la familia de Pelix, el tío de Lavos, gozaba de cierta mano ancha, sabedores de que eran quienes pagaban las bebidas que corrían sin control en la plaza en estos momentos.

    Lo que esa gente no pudo ver fue cómo Selena se llevaba la mano al estómago, presa de dolores debidos a los excesos de la fiesta, apoyándose en el hombro del muchacho que la acompañaba a su casa, una de las últimas de la aldea. Allí se despidieron.

    Lavos se encontró en la puerta, solo, en la oscuridad, acompañado por el ruido amortiguado del baile y las estrellas de la noche que comenzaban a aparecer una a una sobre él. Volvió sobre sus pasos, con la cabeza llena de sueños, entre los muros de piedra recubiertos de líquenes que delimitaban el estrecho camino hacia la casa de su joven amiga.

    Caminaba con la cabeza agachada, los hombros hundidos. Renegaba de su vida y de su destino. Odiaba el pueblo. No quería perder el resto de su vida en un lugar así, sin futuro.

    A esas horas de la madrugada en las que la bebida había nublado su razón pensó que, en esa oscuridad, cubierto por el manto de la indiferencia, sería capaz de hacer cualquier cosa. Se imaginó siendo alguien distinto, importante, en algún lugar lejos de aquel pueblo olvidado.

    Por un momento se consideró invencible, intocable… y actuó en consecuencia.

    3

    La mañana se despertó fría con una densa niebla que impedía ver a las figuras envueltas en capas que, a grandes trancos, alcanzaron la pequeña puerta de madera de la casa de Néstor y Tiendra.

    —¡Abran la puerta en nombre de la Ley!

    A pesar de la hora tan temprana Tiendra llevaba despierta un buen rato, entretenida en mirar el espacio vacío dejado por Néstor al levantarse. Su hueco todavía estaba caliente y su aroma se mantenía bajo las mantas. En aquellos momentos era cuando se preguntaba si alguna vez podría llegar a amar a esa persona que le había sido impuesta y que había roto todos sus sueños, arrastrándola al mundo de la rutina y las obligaciones de los mayores.

    El ruido de los golpes acabó con sus pensamientos. Rápidamente se arropó con el viejo chal deshilachado que colgaba de la silla y bajó saltando los escalones hacia la puerta. Llegó a tiempo para ver cómo las manos de su marido eran atadas a su espalda y cómo le empujaban fuera del rellano, obligándole a inclinarse para no caer de bruces en el suelo.

    —¿Dónde se lo llevan?, ¿por qué se lo llevan?

    Uno de los soldados quedó atrás, bajo el quicio de la puerta, impidiendo que Tiendra saliera a buscar a Néstor. El pequeño cuerpo de la mujer apenas llegaba a alcanzar el brazo que le impedía el paso.

    —Su marido es sospechoso de robo. Lo llevamos a la sala de juntas, donde poder hablar con él tranquilamente.

    Mientras decía esto último, miraba por encima de la cabeza pelirroja que tenía delante. Allí, con los ojos aún somnolientos, comenzaban a apretujarse niños que miraban incrédulos a su madre forcejear contra un hombre que le doblaba en altura. El último en llegar al grupo de niños, con ojos aún a medio abrir, fue un pequeño regordete de enormes ojos que en la oscuridad del pasillo le observaba tranquilo, todavía con un pequeño pañuelo desgastado entre sus rechonchas manos y no más de seis años de edad.

    El soldado hubiera podido soportar los intentos de la madre por buscar respuestas, incluso habría aguantado cualquier tipo de golpe sin inmutarse, sin embargo, no pudo sostener por más tiempo la mirada de ese pequeño y de sus hermanos, que no entendían por qué su madre gritaba y por qué su padre no estaba allí con ellos. Se dio la vuelta y corrió en pos de sus compañeros, pensado que el no ver sus miradas le permitiría dormir un poco mejor esa noche.

    4

    —No te lo voy a repetir más veces. Quiero que esta vez respondas algo diferente a lo que me has dicho hasta ahora. ¿Dónde están las cabezas de ganado que faltan de la casa de Pelix?

    Néstor levantó con esfuerzo la cabeza para mirar a aquel oficial a los ojos. Arrodillado escupió la sangre que le llenaba la boca antes de contestar.

    —No sé nada… ayer estuve en casa toda la noche, ya se lo he d...

    Antes de poder terminar la frase la punta de una bota de cuero volvió a golpearle la cabeza, en la zona de la sien. Su cuerpo entero se retorció por el impacto. Néstor no llegó a sentir la dura piedra del suelo cuando finalmente perdió la conciencia sobre ella.

    El oficial se arrodilló y agarró a Néstor por el pelo. Se levantó de inmediato, empujando sin miramientos al prisionero.

    —¡Despertadle!

    Alfin se apartó de la silla para permitir que alguno de sus suboficiales echara un cubo de agua fría sobre el cuerpo inconsciente. Todos sus hombres cumplían a rajatabla las órdenes de su superior, sin levantar la voz, sin ni siquiera cuestionarse la finalidad de sus actos. Es cierto que muchas veces pensaban que se excedía en sus obligaciones, pero los resultados casi siempre llegaban; además, dentro de la milicia, era respetado por el trato que les

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