No es otra historia de fantasmas: Cuentos del mar, número 7

Por Steve Vernon

Tommy ha venido a casa desde la ciudad para visitar una última vez a su papá. Está determinado a descubrir el fondo de todos los secretos que guarda su padre tras la pantalla de humo de sus narraciones y encanto.

Resulta que algunos secretos es mejor no revelarlos.  

No es historia de fantasmas es una pequeña historia sobre el regreso a casa, los fantasmas de los que nunca puedes escapar, y el amor que nunca muere. Es una historia que te llevará hasta el verdadero corazón del arte de la narración.

• Idioma: Español
• Editorial: Steve Vernon
• Fecha de lanzamiento: 23 nov 2018
• ISBN: 9781547558810

Steve Vernon

Everybody always wants a peek at the man behind the curtain. They all want to see just exactly what makes an author tick.Which ticks me off just a little bit - but what good is a lifetime if you can't ride out the peeve and ill-feeling and grin through it all. Hi! I am Steve Vernon and I'd love to scare you. Along the way I'll try to entertain you and I guarantee a giggle as well.If you want to picture me just think of that old dude at the campfire spinning out ghost stories and weird adventures and the grand epic saga of how Thud the Second stepped out of his cave with nothing more than a rock in his fist and slew the mighty saber-toothed tiger.If I listed all of the books I've written I'd most likely bore you - and I am allergic to boring so I will not bore you any further. Go and read some of my books. I promise I sound a whole lot better in print than in real life. Heck, I'll even brush my teeth and comb my hair if you think that will help any.For more up-to-date info please follow my blog at:http://stevevernonstoryteller.wordpress.com/And follow me at Twitter:@StephenVernonyours in storytelling,Steve Vernon

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Tabla de contenido

Título

Prefacio

No es otra historia de fantasmas. Un cuento marítimo

Capítulo 1 – La historia en la que conseguí un aventón

Capítulo 2 – Trazando figuras en la arena

Capítulo 3 – Adiós, Sheila, fue todo lo que ella escribió

Capítulo 4 – Subir el arroyo sin ayuda

Capítulo 5 – La vieja sonrisa de anzuelo siempre funciona

Capítulo 6 – Nada cambia nunca

Capítulo 7 – Hay verdades en una cerveza de barril barata

Capítulo 8 - Jason Voorhees baila un vil soneto

Capítulo 9 – Llevando lejos a Sebastián Cabot

Capítulo 10 – Escucha el correr del agua

Capítulo 11 – Acechando los libros

Capítulo 12 – El sagrado anillo de la solitaria verdad

Capítulo 13 – La historia de mi madre

No es otra historia de fantasmas

Un cuento marítimo

DE

STEVE VERNON

Prefacio

He escuchado tantas historias terribles e incluso contado unas pocas, pero casi todas ellas vienen de mi padre. Supongo que es lo usual, ¿no?  Papá me contó casi todo lo que he aprendido y el doble de lo que seré capaz de recordar.

E incluso ahora lo recuerdo todo.

Me habló sobre las serpientes nevadas y las truchas de la ciénaga. También sobre cómo los sueños no son más que historias esperando nacer. Que el océano fue hecho de lágrimas derramadas por una mujer sentada en el fondo, sollozando y temblando tanto que las olas se sacudían y compartían su pena. Que mi provincia natal en Nueva Escocia una vez sirvió como la cama de Glooscap y que la isla del Príncipe Eduardo fue la almohada para su cabeza.

Pero puedes apostar a que el Cabo Bretón fue la vieja y oscura piragua del tonto, habría dicho papá. Cazando o pescando, cuando Glooscap quería llegar a alguna parte interesante venía directo a la vieja isla del Cabo Bretón.

Mi papá me contó cómo el cuervo sobó el sol desde el corazón del invierno y vendió su canción para quedárselo. Acerca de cómo los carámbanos no son más que las lágrimas caídas de un ángel nevado por todos los copos de nieve que nunca fueron tocados por la lengua de un niño. Sostenía que la platija consiguió su cara tan horrible tras perder una carrera de nado mal planificada con un rápido pez raya.

La vieja platija arrastró entonces una cara disgustada en la que quedó estancado, dijo. Créeme, nada atasca más que el arrepentimiento.

Quizás tiene razón.

Quiero decir, piénsalo.

Todos aprendemos a cargar muchos lamentos innecesarios. Los arrastramos tras nosotros y llevamos cosidos dentro del revestimiento de nuestra sombra. Creo que el corazón de cada historia de fantasma flota con el suave y desvanecido color otoñal del arrepentimiento irreversible.

¿Por qué me cuentas tantas historias?, pregunté una vez a papá.

Un hombre no es más que las historias que sabe, respondió. Y aquí en Nueva Escocia hacemos nuestras historias largas, laberínticas y profundas. La vida no se trata de televisión por cable, celulares o periódicos. Hay silencios que susurran entre las palabras, secretos no compartidos que permanecen mucho tiempo después de que el relato sea contado. Créame, señor hombre, hay una historia por contar por cada ola que baña las costar de Nueva Escocia.

Supongo que esta historia es una de ellas.

Capítulo 1 – La historia en la que conseguí un aventón

Entra, dijo el camionero, así que le hice caso.

He estado varado en este lado de la carretera, a poca distancia del extremo este de los límites de la ciudad de Toronto,  con mi pulgar alzado con esperanza hacia el sentido opuesto del viento del oeste, deseando un aventón cuando ese gran camión apareció. 

Cuando el camión siseó hasta detenerse, yo estaba medio perdido en un sueño diurno, vagabundeando y contándome a mí mismo una aburrida y privada clase de historia improvisada, mirando por la carretera, pensando acerca de cuán absolutamente milagrosa era que esta solitaria parte de camino pudiese vincular uno y otro extremo de nuestro país y que por su naturaleza deba tocar casi cada una de las rutas en Norteamérica. Es como mi papá solía decir: torrentes sanguíneos y bloques de construcción, un cuerpo a veces se pregunta cuánto del mundo está hecho de nada más que de él mismo agrandado.

Entonces trepé dentro del camión antes de que el conductor cambiara de parecer.

Ponte el cinturón, me dijo el camionero. No disminuyo la velocidad de aquí en adelante.

El camionero era enorme, incluso sentado. Era todo hombros y brazos, como si tuviera