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Momentos: Una Novela
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Momentos: Una Novela
Libro electrónico136 páginas2 horas

Momentos: Una Novela

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Momentos es la primera novela del autor. La misma narra la trama de una familia de inmigrantes que se ve envuelta en el proceso de verse entrampados en el quehacer citadino del pas visitado arropndolos en su existencia hasta hacerlo perecer de sus propsitos. Est escrita en un lenguaje universal, donde la ficcin juega su papel y la imaginacin recorre las historias y relatos en forma audaz, de personajes mgico-realistas, mediante el uso de las comparaciones y metforas, como piedra angular de la narrativa.

IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 nov 2010
ISBN9781617641992
Momentos: Una Novela

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    Vista previa del libro

    Momentos - Rafael Rodríguez Jerez

    Contents

    Agradecimiento

    Introducción

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Agradecimiento

    No debo dejar de mencionar y agradecer a mi esposa Alicia Rocío Rodríguez por la gran colaboración y ayuda para terminar este libro. También a Angela dela Peña y Cristina Lazaro, de la firma editora Palibrio, quienes fueron fundamentales para que el proyecto fuera una realidad.

    Gracias a todas.

    Introducción

    Esta novela fue escrita mucho tiempo después de haber sido concebida. Aunque es la primera obra en salir al mercado, también es un desahogo, un querer comunicar, quizás el de transmitir unas ideas mensajeras. Lo que importó al escribirla fue contradecir la soledad, por eso su salida es un compromiso conmigo al querer jugar al mariposeo de las palabras, que fueron desprendidas con brazas de la memoria, pretendiendo iniciar el vuelo de un dia o de una obra literaria. Escribir fue buscar el hilo suspendido, iniciar el vuelo incierto, caminar haciendo camino, volcar un sueño en imágenes para refrescar los sentidos con palabras.

    Al romper la inercia de la acción literaria, la pureza de los sentidos se agudizó, dando paso a la imaginación reflexiva. El cuerpo, la mente y el alma se impulsaron con los personajes estructurados en formas y figuras imaginarias, sintiendo el compromiso de querer novelar los ambientes, los personajes y el tiempo sin salirme del tema.

    Para concluirla hubo que superar el agotamiento, ya que el centro de la existencia misma fue alterado, provocando que las ideas y los pensamientos se conjugaran en el tiempo, imposibilitando que las historias no salieran de su laberinto, por pretender ese estilo aun prestado. Sigo estando en deuda conmigo mismo.

    De todas maneras utilicé elementos que pueden parecerles buenos, agradables, heroicos, posibles, forzados, y hasta injustos, pero estos fueron los recursos de donde pude agarrarme para completar cada uno de los capítulos.

    La recompensa me las llevo por el deleite producido, por el disfrute de querer ser y el establecer la relación, así que disfrútenla porque la hice pensando en ustedes, amigos lectores.

    Capítulo 1

    Sofronila Vicrel recordaba el momento en que volaba en su primer sueño de la vida, al tener entre sus manos dos cajitas de madera pulidas, pintadas de barniz oscuro brilloso, revestidas interiormente de terciopelo rojizo, conteniendo los cuerpos incinerados de sus padres Bormazo y Angola Vicrel. Las cenizas estaban envueltas en una bolsa plástica sellada con una medalla metálica y un número impreso para certificar la autenticidad de la incineración, hecho en un horno de alta temperatura en la Ciudad del Cobre, al extremo sur del país continental. La cajita más pesada, llevaba oculto en el fondo, escondido entre dos niveles, un testamento con los deseos escritos antes de morir, hecho a mano por Bormazo Vicrel.

    Bormazo fue un hombre que vivió bajo la obsesión del amor al prójimo como si fuera de sí mismo y lo hizo hasta sus últimas consecuencias, hasta más allá de sus sentidos. Varias veces se le oyó decir un hijo significa el sentimiento más noble y sublime que la naturaleza puede entregar de forma incondicional. Identificaba la naturaleza como la fuerza suprema e inexplicable, por eso insistía con vehemencia que la adopción era el complemento perfecto del amor en la pareja, siempre y cuando la misma no esté contaminada a los intereses materiales que la posesión conlleva.

    Nada había más dulce para Sofronila que la vida, nada tan precioso como el mar, nada más tranquilizante que pasearse en las tardes por la Avenida del Puerto de la ciudad oriental de la República de Quetín. Al hacerlo se deleitaba con el movimiento de las palmeras, con el sonido del mar, el canto sonoro de las gaviotas y la locomoción de la ciudad de sus abuelos Neran Vicrel y Codegua Ocre, a quienes nunca conoció por obstinación de la madre. Ellos se establecieron en la época de oro en la ciudad oriental de esta República isleña, una aldea que creció en el centro de cinco grandes molinos productores de azúcar, mejor conocidos como ingenios que se dedicaban a la molienda de la caña y exportación de su derivado, el azúcar. Con los ingenios arribaron los que trajeron habilidades para el uso de maquinarias especiales; también vinieron constructores orfebres, junto a los tantos obreros dedicados al corte de la caña. Ninguno hablaba aquel idioma creado por las palabras caídas de las botas de los conquistadores españoles del nuevo mundo, según Neruda. También llegaron los negocios, el comercio, las famosas estructuras barrocas y góticas del estilo medieval. Neran, entonces un jovenzuelo que abandonó su casa para internarse en un carguero internacional, como polizonte de tierras lejanas, quiso buscar un lugar desconocido en el mapa y también para él, llegando a estas tierras dadas a conocer por Vespucio. Aunque las mismas no llevaban el nombre de tumba, féretro o hueco, denominadas así por Pedro Mir, sí tenían un apellido, el de las oportunidades. Pero !hay qué bueno! Porque se encontró en su primera prueba con un pueblo cortés y hospitalario, en medio de sus turbados pensamientos de prosperidad. Al pisar tierra se dio cuenta que la ciudad florecía junto al puerto de estilo internacional, la ampliación del comercio regional y más aun en lo geográfico, porque estaba colocada en el mismo trayecto del sol, oriundo de la noche, entre el sol y la arena, de mujeres y palmeras, tal como quedó impreso en el poema que distingue al gran poeta nacional. Pronto supo que allí sólo hacían falta hombres con ideas claras y propósitos definidos y esto era lo que más le sobraba. Desde la niñez, el padre de Neran le había entrenado en la artesanía de los metales preciosos Ser un joyero, hijo mío, es nunca tener que mendigar. Esta frase lo levantó varias veces cuando la moral lo pateaba en los peores momentos de su vida. Neran Vicrel fue siempre escéptico, pensativo y calculador, de baja estatura y buen talante, de distinción romántica y buenos modales, gustaba dejar caer piropos a las jovenzuelas. Quienes lo conocieron le escuchaban decir que buenos bota fangos lleva, mujer buenamoza, para soportar este lodazal. Su hablar pausado, de acento estropeado, lo delataba de extranjero, algo muy normal en esta ciudad de extraños. Rápidamente se dio cuenta que esta República rebasaba la primera intervención militar del país continental, como hazaña repetida, viendo en las incipientes instituciones políticas la esencia misma de su fortalecimiento. Quetín se levantaba entre puentes y carreteras, edificios y escuelas, hangares y caminos, acueductos e iglesias, con nuevas luces de paz después de tantas guerras intestinas, llena de mañosos tiranos que no daban tregua a la pacificación. Era el esfuerzo de un país surgido de la nada con su territorio diminuto, destinado a ser el ombligo de un cuerpo desigual. Neran, al recorrer la isla de un lugar a otro se enamoraba de las ciudades y fue justo en la celebración de una fiesta popular y carnavalesca en la ciudad del sur, llena de montañas verdes, ríos caudalosos, mares azules y mujeres hermosas, rememorando la frase del primer europeo que la visitó: tierras hermosas que ojos humanos jamás hayan visto. Encontró la razón para dar comienzo a su vida, y su ego no podía menos que sentirse satisfecho. En esa ciudad conoció la mujer que le acompañaría en su vida, Codegua, a quien convirtió en esposa. El primer hijo nació muerto por asfixia porque la comadrona no supo lidiar con la difícil situación del parto, pero Coyote y Carila no tuvieron ese fracaso, vinieron con el tamaño para vencer las desgracias de la vida. Estos nuevos hijos pueden aguantar los desaciertos de la naturaleza pensó la madre al verlos. Neran ya pasaba su medio siglo cuando Codegua, la mujer, ya no pensaba en otra cría. Habían bajado el cuidado de la procreación cuando al llegar las flores de la última primavera en el octavo lustro del siglo, vio interrumpida su costumbre, yéndose a consultar primero con el boticario, luego la comadrona y por último al médico, para no engañar esa anormalidad sentida. Nada le valió, la criatura llegó en el último mes del año, cuando el otoño hizo cambiar de color las hojas de los árboles, quedando estos en estado de desacierto, pareciendo cambiar de vestimenta. De la misma forma Neran cambió y lo hizo con estas expresiones para que no quedara sospecha: Codegua, no te dije mujer que te cuidaras, que no quería más hijos y la madre estaba tan débil que no le hizo caso, dedicándose a la criatura. Lo bautizó con el nombre de Bormazo, nombre que extrajo de un almanaque Bíblico, dado que ni eso hizo el padre.

    Bormazo creció bajo la protección y el cariño de su madre, dado que él literalmente lo rechazaba. Su hermana Carila jugaba en el patio frutal de tierra roja, junto a su hermano, lugar que se había convertido en la única fuente de cariño que le prodigaban, madre y hermana, porque tanto el padre como el hermano Coyote jamás lo hicieron, mostrándose apático, altanero y francamente distraído, vanagloriándose de las prendas que le confeccionaba su padre al asistir a la escuela, mientras Bomarzo iba sin estas a la única escuela pública del lugar. Al crecer con esas diferencias, los dos hermanos agudizaron distanciamiento. Las relaciones sociales que ambos compartían en esta ciudad de escasas diversiones fueron nulas. Ambos sobrepasaron la adolescencia y Coyote fue inscrito en la academia naval, institución de elite, prestigio y poder, a decir por los uniformes importados de los estudiantes. Ese uniforme blanco de ribetes dorados y quepis brillantes voy a vestirlo decía Bormazo al ver a su hermano. Terminó el último curso de educación media pidiendo a su padre tener el mismo gesto que su hermano, pero el padre se opuso a su pretensión de inscribirse en la academia naval por considerarlo sin dotes ni actitud para la misma. Eso fue como echarle un balde de agua fría, sus pensamientos se condujeron a un túnel oscuro, que no lo dejaría en paz por el resto de sus días. El dolor fue tanto que tomó la decisión inmediata de radicarse en otro lugar, por eso consiguió un trabajo y se fue a estudiar a la universidad pública del país. Así lo hizo, se inició en un doctorado en medicina, no porque tenía vocación para eso sino porque era el titulo mas elevado que se cursaba en esa alta casa de estudio y así demostrarle a su padre que sus dotes eran más firmes y elevadas de lo que se imaginaba.

    Bormazo se fue forjando un sentimiento de tristeza y humildad que lo arrastraría por el túnel de las tinieblas, la depresión y la desolación, llegando a tal punto que cuando tomaba vacaciones y se iba a la casa de sus padres, aun techada de zinc y cubierta de madera, levantada sobre pilares de concreto, de pasillos anchos que se entrecruzaban entre

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