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Entre El Destino Y El Amor
Entre El Destino Y El Amor
Entre El Destino Y El Amor
Libro electrónico277 páginas4 horas

Entre El Destino Y El Amor

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Un lugar de magia colonial, inspirado en el hermoso pueblo de San Miguel de Allende, Mxico, es testigo de la historia de un amor vocacional, surgida de la inexplicable ruta del destino incierto de un insipiente literato y sus incansables huellas. En la intensa lucha por sus ideales y sus amores, Pablo deber recorrer innumerables caminos, entre los cules, se encontrar con el de su propio destino. El autor nos ofrece sta apasionante historia donde lo metafrico se funde en una realidad soada, para entretejer el testimonio del amor a la vida misma, que quedar invariablemente inscrita en una sbita inspiracin para el lector.
quizs me haba convertido en un verdadero actor profesional, lcidamente atrado por la literatura clsica, circunstancia que me haca madurar sin darme cuenta mientras mi mente redundaba en asuntos triviales, descubr a un costado mo un diario, al parecer perdido accidentalmente; estaba leyendo por no s qu motivos, las cartas ms hermosas
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento6 oct 2011
ISBN9781463309961
Entre El Destino Y El Amor
Autor

Ricardo Galván Barquín

Ricardo Galván Barquín ,Guanajuato, México. 1978. Desde su infancia y acostumbrado a la solitaria creatividad liderada por sus ideas, Ricardo fue siempre un gran observador y minucioso perseguidor de la naturaleza, sensibilizado a la vida a través de los pequeños detalles y refugiándose cotidianamente en personajes imaginarios. Apasionadamente entregado en el amor, es en su juventud, donde fascinado por algún amor platónico, descubre detrás de innumerables cartas y bajo la embriagadora influencia del poeta Chileno Pablo Neruda, su vocación literaria. Publicó su primer libro de poemas en 2009, y su primera novela en 2011, seguido de su tercer libro, que después tradujo al inglés, en 2012 y 2014 respectivamente y es en ésta, su quinta publicación, donde se representa un contenido poético más personal y profundo, con un toque que va desde una inocente mirada hasta el roce más sensual. Con diecinueve años en las andanzas literarias, el autor ha logrado una extensa actividad poética. Dícese a sí mismo, influido desde el vientre materno por las sutiles rimas del gran poeta Español Gustavo Adolfo Bécquer.

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    Entre El Destino Y El Amor - Ricardo Galván Barquín

    Copyright © 2010, 2011 por Ricardo Galván Barquín.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2011917594

    ISBN: Tapa Dura                 978-1-4633-0998-5

    ISBN: Tapa Blanda              978-1-4633-0997-8

    ISBN: Libro Electrónico      978-1-4633-0996-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Twitter: @Ricardo_Barquin

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    362852

    POEMAS INCLUIDOS EN ESTA NOVELA

    1.  Setenta Balcones y ninguna flor

           Autor: Baldomero Fernández Moreno, del libro Ciudad (1917). Buenos Aires Argentina.

    2.  Aquel

           Autor: Pablo Neruda, del libro Cuadernos de Temuco (1919-1920) Editorial Seix Barral (1996)

    3.  Para entonces

           Autor: Manuel Gutiérrez Nájera / México, D.F. (1896)

    4.  Despedida Hiriente

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    5.  Canonicemos a las Putas

           Autor: Jaime Sabines, del libro, Yuria (1967)

    6.  Amada América Andina

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    7.  Éxtasis con un toque de amor

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    8.  ¿Qué es para mí una Metáfora?

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    9.  El Principito

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    10.  Michelle

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    11.  Mártires en deuda

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    12.  Anhelo

           Autor: Héctor Barquín Rivera

    13.  La vida es un poema . . .

           Autor: Ricardo Galván Barquín

    *Nota Importante de COPYRIGHTS ©: Todos los poemas anteriores están registrados y protegidos por los derechos de su autor y editores correspondientes.

    A Ramiro, Héctor y Rodrigo, hoy de luz propia . . .

    por su legado ejemplar con que guiamos

    nuestros pasos hacia su búsqueda . . .

    PRÓLOGO

    Hace poco más de diez años, siendo apenas un universitario, y cuando por primera ocasión tuve qué partir de mi lugar de origen en Guanajuato por motivos académicos, con el objeto primordial de establecer una residencia temporal en Cancún, ciudad Caribeña del bello Estado de Quintana Roo, comencé a imaginar cualquier cantidad de circunstancias que me transportaban directamente a la presencia de las últimas dos deidades que hacía ya muchos meses, me habían compenetrado el amor con la fuerza platónica de una musa sutilmente estructurada: Una que aspiraba a ser actriz, y otra recientemente coronada en el complicado ámbito del modelaje . . .

    Para ese entonces, mis conocidos ya me habían adjudicado el seudónimo de El Poeta Enamorado del Amor, yo simplemente soñaba con consagrar a éstas damas algo más que un trillado y confuso poema surrealista; anhelaba reinventar nuestras vidas en aquel recordado lugar, que hasta este momento, sigue siendo el rincón predilecto de mi alma, y donde cualquier artista derrama su inspiración al momento de emprender sus andares, San Miguel de Allende, Guanajuato, aunque con algunas ignotas modificaciones, incluyendo la de su hermoso nombre.

    Echaba de menos la presencia familiar y algún singular ambiente estudiantil perdido en mis memorias, amigos y costumbres, entre incontables conceptos; entonces mientras el ardido sol se acostaba sobre la tarde para cederle la luz a una reverberante luna, sobre los oleajes de turquesa, en la Playa del Mirador, surgió dentro de mí la inquietud de crear una historia donde los personajes más sobresalientes en mi vida hasta ese momento, se unieran en un mismo lugar, y con vidas entrelazadas, aunque la realidad dictara algo totalmente distinto en alguno de los casos, por lo que intenté con acentuado esfuerzo aprovechar la magia de las letras para tal efecto.

    Las últimas hojas de un cuaderno sobrante, y cuyo diseño hacía alusión a un tema popular del momento, fueron suficientes para trazar la idea de algo que comenzó como un conato de cuento, y que acabó por ser ésta extensa narración que usted, distinguido lector, tiene hoy en sus manos . . .

    Por otra parte, me causa un grato placer mencionar que todos los personajes de ésta historia son reales, y más aún me conmueve el hecho de que uno de ellos, mi fiel amigo de la infancia, fallecido ya, logró con éste sendero de letras extender sus huellas hasta el confín: Donde colisionan el éxito y la plenitud que cualquier hombre dichoso y preparado posee mientras sonríe . . .

    Y no quiero sino agradecerle al destino mismo (el privilegiado concepto en que estos relatos forman giratorios y redundantes vuelos), por haberme dado la inspiración para plasmar éstas frases de juventud, donde quizás por accidente, o tal vez por decreto divino, lancé como llameantes saetas ardidas, las frases que le darían forma a mi futuro, al menos en la década posterior al punto final.

    Guarde por favor en los bolsillos del alma, estimado lector, la única historia juvenil que estoy dispuesto a escribirle, aprisione a su mente en una rotunda armonía para que a partir de aquí, sea usted testigo del testimonio de un joven imaginario habitando en el alma de un escritor que usted tal vez conozca . . .

    Agradecidamente, el autor.

    Cualquier destino, por largo y complicado

    que sea, consta en realidad de un solo momento:

    el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es . . .

    Jorge Luis Borges

     . . . porque el constante rumor de tu inexplicable partida aún me aqueja, he decidido publicar ésta historia tal cual sucedió para que sonrías donde quiera que estés, porque una imborrable huella como la que has dejado en esta prolongada brecha de la vida, no debe omitirse tan fácilmente . . .

    Con cariño y amor P.G.V.

    A lo largo de los años en que había recorrido una breve vida artística y a veces alejada de la gente, empecé a formar en mi interior un criterio que sin duda sería determinante para mis años posteriores. Eso era al menos, lo que hasta entonces escuchaba desde la ronca voz de mi mejor amiga Diana Lucía, con quien me encontraba departiendo en un café del Centro Cultural de Las Auroras, mientras se escuchaba el incomparable canto de los ruiseñores en algún amanecer dominical de mi bella tierra colonial de Ciudad Quevedo y Zaragoza; ávidos artistas de distintas edades rodeaban el lugar construyendo su vida momento a momento al desbordar sus oficios en pintura, escritura, cerámica, música a coro y partidas de ajedrez.

    Ese hermoso rincón del centro y su impresionante verdor de cautivante galanura que hace petisa a la soledad, era el lugar elegido para enriquecer los segundos después de recorrer las obras de arte de los muralistas Mexicanos de mayor influencia, entre salones de interminable eco y el oficio de los telares.

    Debido a que algunas semanas atrás yo había experimentado algunas diferencias interpersonales en mi equipo laboral, me sentía muy falto de ánimos respecto a temas concernientes al manejo de mi futuro y ciertas cuestiones emocionales que habían inquietado fuertemente mis actividades cotidianas. Me dispuse entonces a enfocar mi atención en la elocuente voz calmada de mi acompañante, y a petición suya, escarbaba desde las raíces de mis preferencias vocacionales para tratar de darle explicación a una simple pregunta, tras indagar a fondo mi presencia en el teatro después de varios años de no vernos, quizás porque me había convertido en un verdadero actor profesional de teatro y lúcidamente atraído por la literatura clásica, circunstancia que me hacía madurar sin darme cuenta.

    -Pablo, ¿en qué momento crucial de tu vida sentiste que serías un artista o qué tipo de eventualidad te llevó a elegir el arduo camino del arte?, ¡qué difícil debe ser hacer caso omiso a los incrédulos!

    Al responder a su pregunta, definitivamente me sentí cautivado por la increíble magia del recuerdo.

    -En aquélla entrañable infancia, cuando sólo tenía tres o cuatro años aproximadamente, según testimonios familiares, nos encontrábamos en la cabaña de un bosque en una de las convivencias anuales de familia. Yo acostumbraba observar detenidamente las plantas, las hojas, la corriente de agua dulce revoloteando las piedras y algunos insectos sobrevolando la superficie. De súbito, en algún momento de la tarde, me bajé de las piernas de mi padre para correr hacia los árboles y perderme en la distancia, para después reaparecer con las manos llenas de pequeñas cortezas de árbol, con la intención de labrar figuras. Creo que fue en ese entonces cuando mis padres sospecharon que cabía una remota posibilidad en la vida, de que yo podría ser un artista, aunque no del todo seguros, perdían el tema con facilidad e indiferencia. Parece simple mencionarlo y quizás no tenga relación alguna con lo que soy, pero era realmente creativo.

    Diana sonrió con un gesto singular de ansiedad, sin embargo, parecía inquieta por animarme con una diversidad de temas de índole cultural. Hablaba de la relevancia que recaía en el teatro clásico desde un punto de vista muy universal, rememoraba con minuciosidad y acentuado entusiasmo cada uno de mis protagónicos y antagónicos desempeñados en los distintos escenarios del Estado de Guanajuato y sus alrededores; y como una amiga única e incondicional, exteriorizó dignamente sus ideas para con ellas ejemplificar una trayectoria que a mi parecer fue más que una síntesis biográfica.

    -Mira amigo, ni siquiera puedes imaginarte lo que para tanta gente representas en torno a la huella que has ido dejando en esta hermosa carrera; tu vida está en el teatro y así debes concebirlo porque esa es tu realidad. ¿No te parecen como una bendición sus aromas, rincones, colores, formas y telones, todo lo que en sí encierra un lugar como un teatro desde el tramoyista hasta el protagonista? ¡Simplemente se siente! Es como un hogar de eslabones entrelazados con el criterio de muchos autores, porque fue ahí precisamente donde te formaste desde temprana edad con toda esa gente que no deja de ser tu familia. Pienso que debes omitir todas esas diferencias que se suscitaron hace varias semanas, porque son precisamente las raíces que te hacen ser la persona que ahora enfrentas tú mismo con dificultad y frente a mis ojos quiere sonreír pero no puede; no te des el lujo de perder el rumbo abandonándoles así.

    Entonces comprendí lo que en pocas palabras significa evitar renunciar al arte como tal. Esporádicamente me miraba ella en silencio y lograba evocar sonrisas en mi rostro, haciendo breves reseñas de virtudes que como toda mujer, guardaba en secreto y al rememorar mis éxitos con ese amor tan singular que sólo ella posee, nuestra plática tornó al diálogo que ambos habíamos anhelado tener mucho tiempo atrás. Ese era el momento adecuado para libertar los pensamientos pendientes, y ella prosiguió.

    -Junto con tu familia teatral, no sólo has recorrido la República Mexicana con tan exquisitos montajes y escenografías Shakesperianas, sino que has tenido la oportunidad de abrirte puertas y caminos a lo largo de de nuestra amada América, hasta obtener premios significativos otorgados por personas importantes. Las palabras impresas en los reconocimientos que te han concedido representan tanto, que no cabrían en un mundo como este. Yo he concursado en competencias de baile y ajedrez, tengo un premio en declamación, mas sin embargo, tú ejerces la oratoria en la belleza que desborda la literatura, y en una sola introducción anunciando que se abrirá el telón de la próxima obra a la que darás vida, caben apenas todos mis diplomas.

    Mi amiga seguía sumamente interesada en animarme, mientras abordaba otras cuestiones indagatorias.

    -Si analizamos los sentimentalismos de tu pasado podemos enriquecerte más; confiésame qué es lo que te hace sentir que la soledad te ha escogido para su morada, si las mujeres que has besado en las obras parecen los ángeles caídos que de tu voz se escuchan a cada momento: mujeres bellas como ellas mismas. Pablo, pensarás que parezco tu psicoterapeuta, pero siéndote sincera te he extrañado durante todo este tiempo de ausencia y aquí estamos juntos nuevamente, y en esta ocasión nuestro reencuentro es definitivo.

    Me sentía muy tranquilo, como si cada vez que se dirigiera a mí, borrara cada uno de mis prejuicios.

    -De hecho mujer, es para mí como la bendición de un ángel caído y una virtud mayor, que una persona como tú se cruce en mi camino en momentos como este, porque esa atención que tienes puesta en mi vida, es admirable y te convierte en alguien especial; no reniego de absolutamente nada e incluso en este momento me atrevería a irrumpir en gritos de felicidad. El problema al que haces referencia no tiene por qué ser más relevante que tantos años de entrega con el que llamas mi equipo teatral. El teatro es el lecho de donde se adquiere el arte a sorbos que complementan a cualquiera, y sin embargo, hoy me ves triste, pero todo se debe al descuido constante de confundir la compañía con el amor, y es irónico, pero a pesar de que son elementos inseparables, lo primero no siempre es lo segundo. Es causa de risa pensar que aún habemos muchos que apresuramos el cariño propio y ajeno, por la inconsciente egolatría que incluso nos lo celebra.

    Ella intentaba descifrar mi lenguaje corporal que por mera hiperactividad me mantenía en nula calma.

    -Así no pienso que el tiempo deba darme una mujer sensata e inteligente, porque si lo único que hago es buscar, voy a encontrarme inmerso en una merecida decepción. Hay escenas en las que se me ha visto besar a otras mujeres hermosas, me han conmovido de sobremanera e incluso, he llegado a olvidar fragmentos de la obra cuando me asalta la improvisación. Ante todo, si amas lo que haces, siempre vencen el profesionalismo y la ética que tengas como persona; yo en ningún momento he intentado pretenderlas, bien lo sabes Diana, ellas son mujeres felizmente acompañadas y queridas, y no dudo de ninguno de los dos conceptos. Además hoy te tengo a ti, a quien con nada ni con nadie comparo y así quiero conservarte.

    -No cambias Pablo, hay en ti un constante parpadeo de sensibilidad ardiente perforando a tu alma.

    -Hiperestesia compañera, creo que es ese el concepto en mi temperamento al que tratamos de culpar.

    -Sea lo que sea, no dudo que tienes sentimientos tan profundos como los puede llegar a tener cualquier mujer, y aunque casi siempre lastima, es definitivamente considerada la virtud más distinguida: Amar, entregarse, abandonarse . . . Sin embargo, actualmente la mayor parte de nosotras las mujeres tienen la mentalidad muy cerrada y tienden a confundirlo todo: El amor, la educación, los valores, el dinero, los bienes materiales y la comodidad misma, lo ven en cualquiera y se dejan llevar por algo similar a lo que en la psicología llaman deslumbramiento. No soy ninguna conservadora extrema o una persignada silenciosa, pero me lastima mucho que nuestra sociedad sea tan vanamente superficial, porque es una filosofía intolerable que no comparto y que por lo tanto, ha repercutido en mi vida en forma determinante. Cada persona tiene diferentes y respetables circunstancias, sólo es cuestión de abrir los ojos, amigo mío.

    Y en aquélla charla social que parecía no terminar, concluimos que simplemente la naturaleza misma como tal, es la que nos hace diferentes a hombres y mujeres, a los que poseen y a los desposeídos.

    Diana Lucía me confiaba una gran empatía. Pocas personas me han ofrecido esa visión de la vida, por lo que atento proseguí con la intención de involucrar a mi persona con el tema al que girábamos en torno.

    -Si he de admitirte mi admiración a las mujeres, es por el enigmático mundo de secretos que esconden en su haber, son siempre inteligentes y hermosas, y saben bien disimular incluso en la obviedad. Si me dispongo a hablar de ellas no terminaría; yo te admiro porque eres diferente y te quiero como a una hermana . . . Y ya que hacemos alusión a enigmas, explícame cómo fue que ganaste un premio en declamación, llevamos una vida de ser amigos y no te conocía tan significativos dotes y ocultas aptitudes artísticas, mucho menos una de las más complicadas de explotar.

    Traté de persuadirla para ver si podía lograr una muestra declamatoria. No podía evitar mirarla profundamente para clavar mis pupilas a su silencio.

    -Gracias, pero una mujer nunca va ir haciendo derroche de sus proezas y logros. El primer lugar lo obtuve a nivel Estatal y tiempo después, al competir a nivel Nacional, quedé en segunda posición, donde recibí un reconocimiento que guardo entre las cosas más especiales de cada año vivido. Es curioso, no escribo poemas, no actúo y amo la poesía como una terapia que nunca cambiaría; penetra en mi soledad como trepidantes esperanzas que apagan la desventura.

    Sorprendido por la respuesta de una mujer que creí haber conocido minuto a minuto de su vida, proseguí atento a su confesión pidiéndole que por favor me dijera con qué poema se coronó victoriosa. Adoptó una pose que nunca esperé en ese momento, y pensé que sólo lo diría en son de plática para mí. Sin miedo escénico y con cierto amor al público y a los aplausos, se paró alzando un poco sus manos y mirando hacia arriba. Yo había declamado anteriormente en muy repetidas ocasiones en uno de los memorables homenajes a Federico García Lorca, considerando que la mayoría de las veces actuar es declamar. Sé que se debe tener la voz lo suficientemente modulada, ni muy ronca, ni muy aguda que parezca escandalosa, para crear entonces un tono de armonía y así, lograr descifrar el sentimiento que el poeta quiso expresar en su momento. Debe tenerse una dicción impecable y enfatizar en los vocablos par que sean pronunciados con seguridad, según la enseñanza de nuestro maestro y director Don Alberto Castellanos Valverde, mentor de muchos, autor creativo, pintor inigualable y artista natural . . .

    Caminó pocos metros hacia el frente de la mesa, yo la observaba paso a paso en cada movimiento, y ante mis ojos estaba la mujer que aunque quisiera para mi amor derramándose como vino en la en copa, jamás podría estar en mis brazos, porque el amor incomparable que nos unía era el de dos hermanos. Me miró fijamente para guiñarme el ojo y me preguntó con un tono sarcástico, si no la había creído capaz de semejante acción. No pude contenerme y con una mueca la invité a proseguir. Era mi deber poner atención en algo que nunca presencié de alguien tan cercano a mí, y si había elegido un tema específico para algo tan profundo como una declamación, fue por motivos dolientes, entonces se acercó a mí y secretamente me confesó el por qué en el fundamento de su elección del escrito.

    -Éste bello poema de Baldomero Fernández Moreno, lo seleccioné porque a veces somos tan fríos e insensibles como sociedad, que de alguna manera hace falta poner un alto inmediato, y aunque sea con el mortífero significado que pueda llevar una palabra, debemos hacer conciencia de que necesitamos un cambio y yo lo quise hacer a mi manera: ¡Con poesía, como debe ser!, sé que te gustará mucho amigo, porque tienes muy atenta tu alma para ver esta innegable realidad.

    Comenzó una de esas escenas que fundan su morada en el recuerdo para siempre . . .

    Setenta Balcones y ninguna flor

    "Setenta balcones hay en esta casa,

    setenta balcones y ninguna flor . . .

    A sus habitantes Señor, ¿qué les pasa?

    ¿Odian el perfume, odian el dolor?

    La piedra desnuda de tristeza agobia,

    ¡dan una tristeza los negros balcones!

    ¿No hay en esta casa una niña novia?

    ¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?

    ¿Ninguno desea ver tras los cristales

    una diminuta copia del jardín?

    ¿En la piedra blanca trepar los rosales,

    en los hierros negros abrirse un jazmín?

    Si no aman las plantas no amarán el ave,

    no sabrán de música, de rimas, de amor . . .

    Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave.

    ¡Setenta balcones y ninguna flor!"

    ©Baldomero Fernández Moreno / Ciudad (1917)

    Sus bellos ojos de color miel se nublaron fugazmente por un llanto imprevisto e inevitable, muchos otoños pasaron para que yo pudiera presenciar tan bella declamación. Fue como si todo su amor se expresara en el sentimiento del poeta, en aquéllos versos perdidos entre balcones, novias y flores.

    Exterioricé mi opinión, quebrantando el silencio entre ajenas sonrisas y fuertes aplausos.

    -Mi amiga Diana tan inspirada, ¡mira cómo han comenzado a aplaudirte a tu alrededor! Te has ganado a toda esta multitud de comensales y artistas en sólo unos minutos de dedicación, declamaste como si cada palabra saliera desde la profundidad de la voz de uno de los mejores poetas que ha dado Argentina. Enfatizaste muy bien cada palabra y tu fortaleza en el habla rompió con todos los muros habidos.

    Entonces pasándose sus blancas y pequeñas manos por el rostro para limpiarse las lágrimas de sus bordeados ojos de madera, se acerco a mí con mucha seguridad y yo me sentía orgulloso de ver algo tan original y conmovedor al escucharla hablar de inmediato con una lucidez admirable.

    -¿Verdad que no conocías esa faceta de mi vida?, ahora tienes idea de la manera en que enriquezco mi tiempo libre fuera de mis preceptos estudiantiles. He de confesarte que nunca pensé que el llanto se me fuera a escapar, pero qué más da, si cada vez que veo claridad, o al menos, una luz de esperanza en el camino, me encuentro con un obstáculo que oscurece todo y se pierde una ilusión más. En

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