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El cóndor y la paloma
El cóndor y la paloma
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Libro electrónico276 páginas2 horas

El cóndor y la paloma

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El cóndor es un protagonista de ideas y pensamientos, y la paloma blanca arriba a las tierras del altiplano y se encariña.

El cóndor y la paloma es una obra literaria de poemas, cuentos breves y ensayos líricos. Estas inspiraciones las concebí desde 1965: escritos en Potosí, la otra en Europa (Suecia) y la tercera, de mis viajes por el mundo. El cóndor es un protagonista de ideas y pensamientos, y la paloma blanca arriba a las tierras del altiplano y se encariña. En total son más de ciento quince poemas.

Tengo otros poemas reunidos en otro libro, La edad del tiempo; un viejo decrépito haraposo con muchas manchas y cicatrices de sangre representa al tiempo pasado, el tiempo presente es un joven indeciso que siempre está cavilando y el tiempo futuro es una damisela virgen que todavía no ha conocido a su novio.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento28 mar 2019
ISBN9788417717551
El cóndor y la paloma
Autor

Joaquín Copa R. Sandima

Joaquín Copa Ramos, hombre Kolla, nació en Sandina, terreno de su labranza del cantón Tomave, provincia Quijarro de Uyuni (Bolivia), el 13 de septiembre de 1937. Pasó su infancia en la tierra rural de Rinconales, junto a sus llamas, ovinos, jumentos y sementeras. A los diez años aprendió a leer y escribir y a hablar castellano. Cursó sus estudios de Secundaria en el colegio nocturno de Pichincha Potosí, hasta cuarto año de Bachillerato y costeó sus estudios trabajando de carabinero. En 1972 contrajo matrimonio con la misionera de ojos azules sueca; dos años más tarde inmigró a Europa, donde su primer empleo fue limpiar talleres de mecánica. Aprendió la profesión de soldador, fue obrero en los talleres de Saab Scania de la ciudad de Gotemburgo y llegó a ser miembro de la asociación de inventores GUF de Suecia. Y, finalmente, completó sus estudios de Bachillerato.

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    El cóndor y la paloma - Joaquín Copa R. Sandima

    Introducción

    Mi primer ejercicio de arte literario lo hice en 1965 un relato rústico después de una excursión al cerro de Potosí; me acompañaba un estudiante de la universidad, Tomas Frías. A partir de entonces compuse esporádicos relatos y poemas. Por razones de familia, vine a dar en Suecia en 1974. En este país, me sentí atrapado en una red de telaraña vikingo. Todo había que empezar desde el punto cero, adaptarse a la nueva cultura. Aun así, no dejaba de pensar en la cultura andina, en mis noches estudiantiles del colegio nocturno de Pichincha y durante el día trabajaba como carabinero de Policía, abandoné la vida militar y me fui a las minas de Potosí. Es imposible olvidar la tierra donde nací, tendré que ser un ingrato para olvidar aquella tradición, sus costumbres, su música y su quechua. La nostalgia me impele a escribir.

    Ahora bien, digo, felices son los que han sido domesticados para escribir, han sido paridos de la escuela de bellas artes, amamantado por la leche de la filosofía y letras. Mientras que el suscrito deambula por los desiertos y calles en busca de pan, apetecida más que solo mendigando por los caminos y recogiendo mendrugos literarios para alimentarme, migajas que caen de la mesa. Por eso, cuando escribo, sonará indómito a manera de chúcaros guanacos, silvestre como la vicuña y bruto como el jucumari (oso) de la selva; donde no hay ley, ni reglas. Ese es mi estilo.

    Aun así, ha llegado la hora y no es ingrato ni insensible la verticalidad de los hechos, el sueño del día de mañana, el amor que mata y anula las fuerzas seculares, preguntas que corvan, la tenue voz de las avecillas, la mariposa que vuela sin rumbo ni destino. El destello de luces verdes que guiñan más mi frente; nada pasa desapercibido. El sonido vagabundo de ideas vuela como una paloma y como un cóndor, que siempre está en las alturas, en los confines del espacio infinito.

    En esta hora undécima, empuño la pluma como si fuera una espada, esgrimo al viento, las ideas brillan en la oscuridad, los rayos de las estrellas penetran a la profundidad del alma y es también como la yerba verde que crece una y otra vez, siempre hay pasto para todos los que quieren hacer la acrobacia literaria.

    Los poemas que tengo son escritos, parte en Potosí, que se relacionan con personas con quienes tuve amistad. Y la otra parte escritos en Europa, Suecia. Mi estilo ha cambiado de lo simple a lo abstracto y universalista. Mis mejores maestros siempre han sido, libros: Curso de redacción, de Luis Miranda P. El autor decía: «No leer libros que estraguen el entendimiento o el corazón. Como no nutre todo lo que se come, sino lo que se digiere, no debemos leer muchos libros, sino mucho en pocos libros». En efecto, me la leí: La villa imperial de Potosí, de Julio Lucas Jaimes, más de siete veces. Leí Don Quijote de la Mancha, de Cervantes, Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez y otros de autores latinos de mi preferencia.

    Mi objetivo es sembrar el amor a la lectura en la mente joven y a muchos interesados. Y para acabar, debo reconocer: yo no soy escritor cultivado, ni ingeniero de palabras, ni arquitecto de ideas, sino un simple pescador de palabras e ideas de la calle, un aficionado a escribir lo que siento y lo que pienso. Pido disculpas si rompo las reglas de las bellas artes.

    El autor

    Primera parte

    Escrito en Bolivia

    Unas palabras

    El tiempo que ha pasado en los días de mi juventud fueron como sabrosas melodías, de las cuales disfruté bastante y, como el tiempo no es estático, sino que corre errático, yo andaba admirando las bellezas femeninas, pero no de una persona en particular; ese era el problema, que sea de mi estima y estilo, por cuanto me imaginaba como todo muchacho lo hace y piensa que estuviera andando simplemente por un jardín de promesas donde las flores pintan la vista. Yo quería vivir la realidad en el tiempo presente; si fuera posible conversar con ella dilatadamente. Esta habría sido una dicha para mí, así como coger el pan caliente recién salido de la horna.

    Pero fue así, pasear por las calles con la galante femenina cantando el cantar de los cantares habría sido un idilio perfecto un romance placentero. Esas imaginaciones no era una realidad era como una neblina que nublaba mi mente y pasajera, cuando nada en particular ocurría, en tanto que los impulsos del sentimiento interno florecían como rosas de los prados o, así como si fueran los murmullos de aguas que corre por los riachuelos de guijarros y piedras, plo, plo, plo, plo, plo, nunca deja de bullir ese encantado ruido y me adormece el alma. Las palabras fluyen noche y día, pues entonces tomé la gracia de escribir en términos que pude de la lírica literaria, los poemas son muchos aquí tenemos uno de tantos.

    La asamblea

    La Paz (Bolivia), 1965

    Soneto

    Cuatro días brilló el sol.

    La Paz no sintió su calor

    cuatro días de banquete sin dolor;

    tantos comensales bajo un rol.

    Lluvias de rocío inundó las calmas,

    gotas de agua pura destiló corazones,

    buenas nuevas para todas las naciones,

    rostros alegres ondeaban las palmas

    Huyó la violencia y el desafuero

    es el amor; el amo, quien las aplasta.

    Era una fiesta, radiante de luz pleno.

    Derramose el consuelo, ha cual asta,

    espíritu de Dios no pasó como heno,

    anhelo de todos, ha sido vida en fuero.

    images-1

    Dos palomas

    Potosí, 1966

    ¡Oh!, amiguita mía.

    Dos de junio las vi pasar,

    dos palomas bajo el cielo azul

    ¡vuelan veloces!,

    hermosas palomas bajo el sol.

    Nunca me atreví, ni por broma,

    a desear cazarlas en el aire,

    porque vuelan muy alto.

    Ni con rifle, ni con escopeta,

    porque no las tengo.

    El trece de agosto

    casi vuelo a las alturas,

    pero alas no las tenía.

    De cerca vi a las pichonas mozas,

    estaban en el jardín del edén.

    Una de ellas se me dejó acercar,

    era hermosa y ágil de vuelo;

    a sus arrullos no las entendí

    habría que aprender ese lenguaje,

    y cantar la canción de los cantares.

    Una muralla de plata las protegía,

    durante el día cantaban un nombre,

    por las tardes volvían a su palomar.

    Amiguita mía, te prometí

    decirte algo en este verso,

    no será para tanto

    solo son palabras vanas.

    La paloma grande

    Soneto

    Gracias a ti, afectuosa Pamela,

    amistad cabal me has brindado,

    no hay duda, soy tu amigo dado,

    tu admirador de color canela.

    Eres un recuerdo constante en mí,

    cual clima agradable que aviva,

    hallaste lugar en alma pasiva.

    Si te escribo esta, es para ti.

    Pensando bien, mis ideas someto,

    bien sabes, pensar en mí no gastes.

    Por eso te dedico este soneto.

    Oh, amiga mía, ya mucho que supiste

    que un gran ideal suena completo,

    así como las distancias persistes.

    Paloma pequeña

    Soneto de ensayo, 1966

    Roxana, dulce amiga mía,

    hacerte un soneto te prometí,

    pero las ruedas me llevaron a ti.

    Desperté cuando antes dormía.

    ¡Afecto y bondad me abrazó!

    Amistad relevante sentí.

    Supongo que la pata no metí,

    una nube de amigos me besó.

    Cariñosos modales he visto,

    ovejas del pastor me han escuchado,

    gracias a ti, a tu palabra no insisto.

    A Pam dile que no lea encantada,

    conquistar quisiera, si persisto,

    ensayo es mi soneto; sea fichada.

    La visión

    El Alto (La Paz), 1968

    ¿Llegará la hora temprana

    como las gotas de rocío?

    Eso quisiera.

    —razonaba mi corazón—.

    Venga esa lluvia temprana

    o venga el calor abrazador,

    la ilusión buscada de la sombra.

    Quiera la fortuna aquella,

    amada tantas veces; la estrella,

    con esta flor preferida,

    atravesar la montaña quisiera.

    Después de la montaña serena,

    llegaré a la ciudad de las rosas

    donde están las dichosas mozas,

    donde la flor no se marchita,

    en la casa del Gran Profeta.

    Pasaba a lo largo del camino,

    a los pies de la montaña,

    estaba el hado de gacelas,

    en prados abundantes pacían.

    Eran las faldas de la madre Tierra.

    Inocentes nubes blancas cernían

    cubriendo el cielo azul,

    destilando cristalinas gotas.

    El cielo se me está nublando,

    así la sombra me está halando,

    la visión que tengo está deslucida.

    Feliz el corazón que se deleita

    en las marismas del rocío matinal.

    El viajero

    1968

    Él está caminando solo

    por una pendiente,

    a una montaña elevada,

    embriagado de amor candente.

    Piedras hay en su camino,

    que le están estorbando.

    Tormentas de viento y lluvias,

    tiempo implacable y desapacible.

    Su humanidad no tiene abrigo

    ni paraguas que espantar al agua.

    IMG_0001

    Está viajando entre las flores,

    jardines de lozana sentencia.

    No deja de haber un día caluroso,

    el sol arrogante de las alturas.

    «¡Sombra!, por favor», dice el mozo,

    pero nadie hay que le responde.

    Un árbol frondoso no está presente,

    secos que no tienen sombra ahí.

    El sol le ha tostado y, noble,

    sus rayos puros le han bañado,

    con caricias bravas la abrazó,

    y sus cabellos dorados le cubrió,

    unos labios ardientes la besaron.

    Agua cualquiera no es limpia,

    por el camino de la cañada,

    marejadas quejumbrosas de

    ríos furiosos están bajando.

    «Tengo mucha —se dice el mozo—,

    pero no hay nadie quien brinde».

    Aguas turbias lo están mirando,

    sabe que no son de las cristalinas.

    Ni vírgenes, ni tan prístinas,

    mas ella le está guiñando,

    y un abismo lo está separando.

    La temprana luz del amanecer

    ofrece preñadas promesas.

    Por el camino noble, camina

    ese joven de plebeya tesura,

    cargando bagajes de cordura.

    Hermosas flores lo merodean,

    admirarlas no las puede,

    embriagarse de su aroma no la tuvo.

    Lirio del campo es, al lado de ella,

    el amanecer que ya destella.

    Para victoria

    Antes de entrar a la temática del poema para Victoria, hablemos de don Nemecio Ance Pulacayeño, octogenario jubilado y residente en la ciudad de Sucre. Él se acuerda de su niñez, su juventud y el trabajo que realizaba llevando mensajes de una oficina a otra. Cuenta de la riqueza que había en este cerro desde que se inició con la explotación de plata, dice, la veta de este mineral se extendió de forma vertical a las profundidades. Este obligó a los concesionarios a invertir mucho dinero. El Foro de Pulacayo , de don Ángel Rivera Barja,

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