Memorias de un loco
Por Gustave Flaubert
3.5/5
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En 1838, a los diecisiete años, Flaubert termina la redacción de este relato autobiográfico, que es tal vez la víspera de su consagración a la religión de la literatura. En estos recuerdos de un joven, que funden episodios reales y ensoñaciones, su primer amor, la incomprensión de sus pares, la inadaptación al mundo que lo rodea, puede vislumbrarse al gran escritor que será Flaubert en su edad madura.
Gustave Flaubert
Gustave Flaubert (1821–1880) was a French novelist who was best known for exploring realism in his work. Hailing from an upper-class family, Flaubert was exposed to literature at an early age. He received a formal education at Lycée Pierre-Corneille, before venturing to Paris to study law. A serious illness forced him to change his career path, reigniting his passion for writing. He completed his first novella, November, in 1842, launching a decade-spanning career. His most notable work, Madame Bovary was published in 1856 and is considered a literary masterpiece.
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Memorias de un loco - Gustave Flaubert
Gustave Flaubert
Memorias de un loco
Traducción: Alejandrina Falcón
Revisión: Lucas Bidon-Chanal
Ilustración de tapa y Contratapa: María Rabinovich
Diseño . Verónica Feinmann
Título Original: Mémoires d’un fou.
© Libros del Zorzal, 2006
Buenos Aires, Argentina
Este libro se realizó con el apoyo de la Dirección General de Industria, Comercio y Servicios de la Subsecretaría de Producción, G.C.B.A.
Libros del Zorzal
Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de Memorias de un loco, escríbanos a:
info@delzorzal.com.ar
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Memorias de un loco
A ti, mi querido Alfred, dedico y entrego estas páginas.
Ellas contienen un alma entera. ¿Será la mía? ¿Será la de otro? Quise en un principio hacer una novela íntima donde el escepticismo fuera llevado hasta los límites últimos de la desesperación, pero, poco a poco, a medida que iba escribiendo, la impresión personal se abrió paso en la fábula, el alma empuñó la pluma y la venció.
Prefiero, entonces, dejar todo esto en el misterio de las conjeturas. En lo que a ti respecta, no verás misterio alguno.
Tal vez simplemente creas que, en ciertos pasajes, la expresión es forzada y que el cuadro fue oscurecido sin motivo. Recuerda que es un loco el que ha escrito estas páginas, y, si a menudo la palabra parece exceder el sentimiento que expresa, se debe a que, en otra parte, el peso del corazón la ha doblegado.
Adiós, piensa en mí y por mí.
I
¿Por qué escribir estas páginas? ¿Qué utilidad pueden tener? ¿Qué sé yo mismo al respecto? Considero bastante estúpido interrogar a los hombres sobre los motivos de sus acciones y de sus escritos. ¿Usted sabe acaso por qué ha abierto las miserables hojas que la mano de un loco trazará?
Un loco: eso produce horror. ¿Qué es usted, lector? ¿En qué categoría te colocas tú? ¿En la de los tontos o en la de los locos? Si te diesen a elegir, tu vanidad preferiría la segunda condición. Sí, una vez más, ¿para qué sirve –lo pregunto de verdad– un libro que no es ni instructivo, ni divertido, ni químico, ni filosófico, ni agrícola, ni elegíaco, una obra que no da ninguna receta para las ovejas ni para las pulgas, que no habla ni de los trenes, ni de la Bolsa, ni de lo más recóndito del corazón humano, ni de los hábitos de la Edad Media, ni de Dios, ni del diablo, sino que habla de un loco, es decir, el mundo, ese gran idiota que gira desde hace tantos siglo en el espacio sin dar un solo paso, y que grita, y que babea, y que se destroza a sí mismo?
Sé tanto como usted sobre lo que se dispone a leer, pues esto no es una novela ni un drama con un plan invariable o alguna idea premeditada que oriente rectamente al pensamiento pese a las sinuosidades del camino.
Simplemente voy a poner sobre el papel todo lo que me venga a la mente, mis ideas y mis recuerdos, mis impresiones, mis sueños, mis caprichos, todo lo que atraviesa el pensamiento y el alma –la risa y los llantos, lo blanco y lo negro, los lamentos que salieron del corazón y se extendieron como pasta dentro de períodos sonoros–, y las lágrimas diluidas en metáforas románticas. Me pesa, sin embargo, pensar que voy a hincar el pico en un montón de plumas, que voy a gastar una botella de tinta, que voy a aburrir al lector y a mí mismo; estoy tan habituado a la risa y al escepticismo que, desde el principio hasta el fin, no hallarán otra cosa que una continua broma, y la gente que guste de reír podrá, al final, reírse del autor y de sí misma.
Aquí veremos cómo hay que creer en el plan del universo, en los deberes morales del hombre, en la virtud y en la filantropía, palabra que tengo ganas de hacer grabar sobre mis botas, cuando tenga un par, para que todo el mundo la lea y aprenda de memoria, incluso los más cortos de vista, los cuerpos más pequeños, los más humildes, los más viles.
Sería un error ver en todo esto algo más que el pasatiempo de un pobre loco. ¡Un loco!
Y usted, lector: ¿acaba de casarse quizá o de pagar sus deudas?
II
Voy a escribir, entonces, la historia de mi vida. ¡Qué vida! Pero ¿he vivido acaso? Soy joven, no tengo arrugas en el rostro ni pasión en el corazón. ¡Oh! ¡Qué calma fue, qué dulce y feliz parece, qué tranquila y pura! ¡Oh! Sí, apacible y silenciosa como una tumba cuyo cadáver sería mi alma.
He vivido apenas: no he conocido el mundo, es decir, no tengo amantes, aduladores, criados ni equipajes, no hice mi ingreso (como se dice) en la buena sociedad, pues siempre me pareció falsa y ruidosa, y ostentosa, aburrida y afectada.
Ahora bien, mi vida no son hechos; mi vida es mi pensamiento.
¿Cuál es, entonces, ese pensamiento que me induce justo ahora, a la edad en que todo el mundo sonríe y está feliz, en que la gente se casa y ama, a la edad en que muchos se embriagan de amores y de glorias, mientras brillan miles de luces y los vasos se llenan en los festines, a estar solo y desnudo, indiferente a toda inspiración, a toda poesía, sintiéndome morir y riendo cruelmente de mi lenta agonía, como aquel epicúreo que se abrió las venas, tomó un baño perfumado y murió riendo, como un