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Flush
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Libro electrónico136 páginas2 horas

Flush

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Información de este libro electrónico

Virginia Wolf nos ubica en la estrecha y tranquila calle Wimpole Street para que sigamos de cerca las experiencias, los pensamientos y sufrimientos de Flush, un cocker spaniel de orejas largas y cola ancha, que a los pocos meses de su nacimiento es regalado a la famosa poetisa Elizabeth Barrett. En esta historia, Woolf relató la historia del perro
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 abr 2021
ISBN9789585162259
Flush
Autor

Virginia Woolf

VIRGINIA WOOLF (1882–1941) was one of the major literary figures of the twentieth century. An admired literary critic, she authored many essays, letters, journals, and short stories in addition to her groundbreaking novels, including Mrs. Dalloway, To The Lighthouse, and Orlando.

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    Flush - Virginia Woolf

    Portada-plana-flush.png

    Título original: Flush: A biography

    Autor: Virginia Woolf

    HISTORIA DE LAS PUBLICACIONES

    Woolf y su esposo, Leonard, lo publicaron en 1933 en su

    propia editorial, Hogarth Press.

    Editado por: ©Calixta Editores S.A.S

    E-mail: miau@calixtaeditores.com

    Teléfono: (571) 3476648

    Web: www.calixtaeditores.com

    ISBN: 978-958-5162-24-2

    Editor en jefe: María Fernanda Medrano Prado

    Coordinador de la colección: María Fernanda Medrano

    Prado

    Adaptación y traducción: María Fernanda Carvajal

    Corrección de estilo: Natalia Garzón Camacho

    Corrección de planchas: Laura Tatiana Jiménez Rodríguez

    Maqueta de cubierta: Julián R. Tusso @tuxonimo

    Diseño y diagramación: David Andrés Avendaño

    @davidrolea

    Primera edición: Colombia 2021

    Impreso en Colombia – Printed in Colombia

    Todos los derechos reservados:

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño e ilustración de la cubierta ni las ilustraciones internas, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin previo aviso del editor.

    Entre ellos se encontraba el abismo mayor que puede separar a un ser de otro. Ella hablaba. Él era mudo. Ella era una mujer; él, un perro. Así, unidos estrechamente, e inmensamente separados, se contemplaban. Entonces se subió Flush de un salto al sofá y se echó donde había de echarse toda su vida… en el edredón, a los pies de la señorita Barrett

    Virginia Woolf es una de las autoras considerada, por excelencia, precursora del feminismo. No es de extrañar entonces que fuera admiradora de la obra de Elizabeth Barret Browning; quien también tocaba en sus poemas temas como la sociedad inglesa, las clases sociales y, sobre todo, el feminismo y las desventajas a las que se enfrenta una mujer que quiere ser independiente en un mundo dominado por hombres.

    Aquí nos encontramos entonces con todos estos temas, con una historia que a simple vista puede pensarse como la biografía de un perro, pero que no es solo eso, también es una biografía ficcional de un periodo concreto de la vida de Elizabeth Barrett Browning y es un estudio de como se ve la sociedad a través de los ojos de un perro que posee una particular sensibilidad hacia las emociones humanas.

    En esta biografía, recorremos la vida de Flush, un perro que ama desde la nobleza de su ser; no existe amor más leal, abnegado y menos merecido que el de un perro, por eso decimos que es el mejor amigo del hombre.

    Flush es un cocker spaniel, de esos que son de buena cuna, de pédigrée, lo mejor de su raza; es también el mejor amigo de Elizabeth Barrett Browning, joven poeta confinada a su habitación por una enfermedad que le impide salir de la cama. A través de los ojos de Flush, de sus experiencias, vemos cómo nace y crece el lazo que los une. Elizabeth ve en Flush el retrato de todo lo que ella no puede ser: fuerte, libre y salvaje y Flush ve en ella lo que él debe hacer para mantenerse a su lado, renuncia a sus instintos, renuncia a la llamada de lo salvaje, a las tardes corriendo en los bosques y el viento silbando en sus orejas para poder quedarse al lado de Elizabeth y acompañarla en la soledad de su enfermedad.

    Es la historia de dos seres que se miran, se observan desde orillas distintas, Elizabeth desde la cama y Flush a sus pies; que superan la barrera del lenguaje y logran conectarse espiritualmente; que se hablan desde lo simbólico, pequeños gestos que representan el amor, la amistad y cómo estos pueden ayudarnos a crecer y a sanar, a entender la vida y aprender a vivirla.

    La traductora

    Es universalmente reconocido que la familia, de la que desciende el protagonista de estas memorias, es una de las de más antigua estirpe. Por lo tanto, no es extraño que el origen de este apellido se pierda en la oscuridad de los tiempos. Hace muchos millones de años, el país que hoy se llama España pululaba con los fermentos de la creación. Muchos años pasaron, apareció la vegetación; donde hay vegetación, la Naturaleza ha decretado que haya también conejos y donde hay conejos, la Providencia ha ordenado que haya perros. Todo esto es irrefutable. Pero cuando nos preguntamos por qué el perro que cazaba al conejo se llamó spaniel, entonces empiezan las dudas y las dificultades. Algunos historiadores afirman que, cuando los soldados cartagineses desembarcaron en España, gritaron al unísono: «¡Span! ¡Span!», pues los conejos salían de cada madriguera, de cada arbusto. ¡La tierra se sentía viva a través de sus conejos! Y span en cartaginés significa Conejo. Por eso, esa tierra fue llamada Hispania o Tierra de conejos¹ y a los perros, a quienes se descubrió casi al mismo tiempo en una recia persecución de los conejos, se les llamó spaniels o perros conejeros.

    Muchos de nosotros dejaríamos descansar el asunto; pero la verdad nos obliga a añadir que existe una escuela de pensamiento con una opinión diferente. La palabra Hispania, según los eruditos, nada tiene que ver con la voz cartaginesa span. Hispania deriva de la palabra vasca españa², que significa límite o frontera. Siendo así, conejos, arbustos, perros, soldados –todo aquello que nos traía esa romántica visión– debe ser desterrado de nuestras mentes y debemos suponer que al spaniel se le llama spaniel porque España se llama Spain en inglés. En cuanto a la tercera escuela de eruditos, quienes mantienen que, así como los amantes llaman a su amada monstruo o mono, los españoles llamaron a sus perros favoritos «escarpado o torcido» –la palabra españa podía ser relacionada con estos significados– y resulta que, justo los spaniels son opuestos, todo eso resulta demasiado fantasioso para ser tomado en serio.

    Pasando por alto estas teorías y muchas más que no merecen que nos detengamos a examinar, llegamos a Gales a mediados del siglo X. Ya está allí el spaniel, llevado, según afirman algunos, por el clan español de Ebhor o Ivor muchos siglos antes y, desde luego, a mediados del siglo X ya era un perro de gran fama y valor. «El spaniel del rey vale una libra», explica Howel Dha en el Libro de las leyes. Y si pensamos en lo que podía comprarse con una libra en el año 948 –cuántas esposas, esclavos, caballos, bueyes, pavos y gansos–, es claro que el spaniel era un perro de valor y reputación. Ya tenía un lugar junto al rey. Su familia tuvo un lugar de honor al lado de varios monarcas. Él ya paseaba con comodidad en los palacios reales cuando los Plantagenets, los Tudors y los Estuardo aún estaban arando la tierra. Mucho antes de que los Howard, los Cavendish y los Russell se hubieran elevado por encima de la multitud de los Smith, Jones y Tomkin, la spaniel ya era una distinguida familia. Y, a medida que fueron pasando los siglos, se fueron separando algunas ramas menores del tronco familiar. Poco a poco, conforme seguía su curso la historia de Inglaterra, iban surgiendo por lo menos siete familias famosas de spaniel: los Clumber, los Sussex, los Norfolk, los Black Field, los Cocker, los Irish Water y los English Water. Aunque todas proceden del tronco original de los días prehistóricos, muestran sin embargo características diferentes y de ahí que aspiren a privilegios también distintos. Señor Philip Sidney atestigua que en la época de la reina Isabel existía una aristocracia entre los canes. «… Los galgos, los spaniels y los sabuesos vienen a ser, entre los perros: los primeros, como lores; los segundos, caballeros y, los últimos, como terratenientes». Escribió Señor Philip en La Arcadia.

    Pero, si hemos de aceptar que los spaniels siguieron el ejemplo humano y consideraron a los galgos como sus superiores y a los sabuesos como inferiores a ellos, debemos reconocer que su aristocracia se basaba en razones más sólidas que la nuestra. A esta conclusión llegará todo el que estudie las leyes del Spaniel Club. En efecto, esta institución augusta ha dejado establecido cuáles son los defectos y cuáles las virtudes de un spaniel. Los ojos claros, por ejemplo, no son recomendables y peor aún es que tenga las orejas curvadas. Haber nacido con nariz clara o con un tupé³ es fatal. Los méritos se definen con la misma claridad: La cabeza ha de ser suave, elevándose a partir del hocico sin una inclinación demasiado acentuada; el cráneo debe ser relativamente redondo y bien desarrollado, con mucho espacio para el poder cerebral; los ojos deben ser prominentes, pero no saltones y la expresión general tendrá que ser inteligente y afable. El spaniel que ofrece estas cualidades será estimulado y se le criará de forma adecuada; en cambio, el que persista en perpetuar los tupés y la nariz clara, perderá los privilegios y las gratificaciones de su clase. Así los jueces dictan la ley y, al hacerlo, imponen las penas y los privilegios que aseguran el cumplimiento de la ley.

    En cambio, si ahora dirigimos la mirada a la sociedad humana, ¡qué caos y qué confusión encontramos! No existe ningún Club por el estilo que tenga esa jurisdicción sobre la raza humana. El Herald’s College es lo más aproximado que tenemos al Spaniel Club. Por lo menos, pone algo de su parte por preservar la pureza del linaje humano. Pero cuando preguntamos en qué consiste la nobleza de origen, –si en que tengamos ojos claros u oscuros, o en la forma de nuestras orejas, o si son fatales los tupés–, nuestros jefes se limitan a remitirnos a nuestro escudo de armas. Y a lo mejor no tiene usted ninguno. Entonces usted no es nadie. Pero si demuestra poseer dieciséis cuarteles, si prueba su derecho a una corona nobiliaria, entonces le dirán no solo que ha nacido usted, sino que ha nacido de noble cuna. De aquí que cualquier confitero de Mayfair ostente su león yacente o su sirena rampante. Hasta nuestros lenceros cuelgan a la entrada de sus tiendas las armas reales, como si esto garantizara que sus sábanas son excelentes para dormir en ellas. Por todas partes se pretende tener alcurnia y se exaltan las virtudes de esta. Sin embargo, Cuando examinamos las casas reales de Borbón, Habsburgo y Hohenzollern, decoradas con cuántas coronas

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