Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Las compensaciones
Las compensaciones
Las compensaciones
Libro electrónico160 páginas2 horas

Las compensaciones

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Cuatro cuentos con una pizca de realismo mágico.
Este libro consta de 4 cuentos. En "Da Capo", un violinista sufre un accidente que le hace perder parte de su mano. Aunque las nuevas tecnologías ofrecen un camino de vuelta, hay que admitir lo irreparable. En el segundo cuento, "Una partida de ajedrez", los esfuerzos de un eximio ajedrecista son retratados por medio de su misión autoimpuesta de vencer a un oponente desconocido. "Las estrellas de varias puntas", con influencia lovecraftiana, relata los esfuerzos de un equipo de investigación para solucionar brutales asesinatos -incluso la dificultad entre diferenciar responsabilidades de obligaciones y creencias de hechos. Por fin, en "Bruselas", una gran amistad parece incapaz de perder su fuerza aun con la distancia que la separa, los fracasos del inicio de la vida adulta, el tiempo, la realidad o económicos viajes turísticos.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento12 jul 2018
ISBN9781547539147
Las compensaciones

Relacionado con Las compensaciones

Libros electrónicos relacionados

Relatos cortos para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Las compensaciones

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Las compensaciones - Gustavo Vazquez Ramos

    Gustavo Vazquez Ramos

    Traducido por Jaili Ivinai Buelvas Diaz 

    Las compensaciones

    ––––––––

    Escrito por Gustavo Vazquez Ramos

    ––––––––

    Copyright © 2018 Gustavo Vazquez Ramos

    ––––––––

    Todos los derechos reservados

    ––––––––

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    ––––––––

    www.babelcube.com

    ––––––––

    Traducido por Jaili Ivinai Buelvas Diaz

    ––––––––

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    •• ––––––––Da Capo

    Aconteció que Luis perdió la mano derecha en un accidente de carro. Era pasajero de su padre; otro vehículo en una autopista transversal sobrepasó un semáforo en rojo y se estrelló contra la lateral del carro. El joven, un violinista profesional, quedó atrapado entre el asiento y la carrocería. Fue posible sacarlo de los escombros sin agravar más su situación, de manera que su hombro y tórax, a pesar de heridos, sólo necesitarían tiempo para ser sanados; su mano, sin embargo, estaba destruida desde el momento del choque. Era su costumbre dejar siempre el brazo apoyado en la ventana.

    ––––––––

    Desafortunadamente estaba despierto durante todo el procedimiento de rescate, hasta el punto de ver lo que quedaba de su miembro. Los dedos meñique, anular y corazón –y con ellos toda la parte inferior de la palma– habían sido arrancados, y el pulgar colgaba apenas por la gracia de un fino haz de músculos. Mientras era llevado a la ambulancia luchaba contra el terror en su mente, tratando de convencerse de que su pulgar podría fácilmente ser cosido de vuelta y que los médicos encontrarían en los escombros los tres dedos perdidos. Si la operación se hacía rápidamente todo volvería a ser como era, cierta vez había leído sobre el tiempo que los miembros arrancados soportaban antes de entrar en descomposición, si los colocaban en el hielo, pues si eso no se hacía sucedería lo peor... pero no continuó pensando en ello, concentrándose en soportar el mero dolor, evitando así reconocer que necesitaría desistir del violín.

    ––––––––

    Hacía doce años que lo estudiaba. Antes había tentado a la suerte en el piano y la guitarra, pero solo cuando cambió a un instrumento con arco encontró el estímulo que le desplegaría en la imaginación un futuro deseado. Aunque era un músico mediano, había algo en su mano derecha que permitía suaves intenciones y fuertes intervenciones; podía alternar el arco entre las cuatro cortas con precisión, inclinarlo sutilmente hacia los lados alcanzando volúmenes diversos para las notas, inclusive compensar su simplicidad en la mano izquierda con la emoción a la que tenía acceso gracias a la otra mano. En aquellos días todavía tenía clases semanales con un miembro de la orquesta de la ciudad, sosteniendo que el aprendizaje de un instrumento nunca podría parar, como también era miembro de un cuarteto de violín, viola, violonchelo y flauta, que ofrecía sus servicios para fiestas de bodas y eventos en general.

    ––––––––

    Durante los días en que se recuperó en el hospital ningún médico o enfermera, ni familiares o amigos, tuvo la indelicadeza de comentar el infortunio como algo definitivo. La preocupación era que Luis mejorara, había perdido bastante sangre, que su cuerpo volviera a recuperar las condiciones originales. Una leve luxación en sus costillas ocasionó una presión excesiva en los pulmones y le era difícil respirar continuamente, además de que el impacto del accidente podría haber causado algún trauma en su cráneo que, de no ser tratado, podría llevar en el futuro a serios problemas neurológicos.

    ––––––––

    En el cuadro clínico, como era de esperarse, aquello de lo que dependía su vida tomó la primacía; pero para el joven la muerte o posibles secuelas no eran preocupantes. La mano, era evidente en el silencio ajeno cuando el joven lanzaba cuestiones, estaba definitivamente perdida. Y las esperanzas poco duraron: incluso el primer día, cuando los médicos lo dejaron a solas en la habitación, dando por cerradas las operaciones, era evidente que nadie había recogido sus tres dedos de los escombros y guardado en una caja de hielo. Esos dedos habían dejado de existir. Para colmo de males, su pulgar –o lo que quedaba de él– fue rápidamente amputado, la primera decisión tomada por el cirujano jefe. Anestesiado, Luis estaba inconsciente en el momento en que ocurrió. Pero cuando despertó y levantó el brazo, viendo que debajo de las vendas que ataban su mano sólo podía haber parte de la palma, el dedo índice y nada más, se puso a llorar. Para quien deseaba la mano completa la pérdida del pulgar se presentó como asustadora, pues no sólo necesitaba dejar la música de lado como ni siquiera tendría cómo escribir nuevamente. En las alucinaciones causadas por el cansancio, dolor y anestesias, se ponía a imaginar su pulgar izquierdo siendo trasplantado a la mano derecha, llegó a desesperarse por encontrar el interruptor de la luz en el deseo de verificar cómo quedaría un dedo en la mano contraria, hasta acordarse de que, si esa idea se hiciera real, aunque recuperara el soporte del arco no tendría cómo sostener el brazo del violín. Necesitaba ambos dedos.

    ––––––––

    Cuando uno de sus hermanos vino a visitar, trajo consigo un walkman. Había traído los cds favoritos de Luis sin intención de lastimar. Uno de ellos era las Sonatas y Partitas de Bach en solo de violín. Al principio oír las melodías hizo al joven espantarse de cómo toda aquella estructura corporal educada para acciones no naturales que él mismo, durante años, buscó educar y perfeccionar, aquel artefacto musical inventado y construido con especificaciones tan propias, que necesita cuidados especiales, cuerdas y un arco hecho de rabos de caballos tratados de una manera específica, grabada en un estudio con innumerables equipos, transmitía al oyente sólo una frase simple, en un mismo timbre, nota tras nota tras nota y que, en la sencillez de esas notas, hubiera algo tan profundo y complejo que superaba cualquier detalle de la construcción de un violín o incluso de las habilidades del violinista. Antes de dormir llegó a la conclusión de que jamás oiría ese cd de nuevo.

    ––––––––

    Las operaciones sencillas que necesitaba ejercer con una sola mano se mostraron bastante difíciles. Cepillar los dientes, enjabonarse, sostener la cuchara para comer, muchas veces llegaba a derribar lo que sostenía o golpearse los dientes con el cepillo y la cuchara por falta de control. Incluso algo trivial como hojear una revista se mostró un desafío. Había una fisioterapeuta que lo auxiliaba, y durante la primera semana después de la operación pasaba varias horas del día buscando acostumbrarse a la destreza que le quedaba. Cuando los médicos consideraron que el paciente estaba suficientemente recuperado, decidieron conversar con él acerca de su mano. No expusieron el problema directamente, diciendo por ejemplo el nombre de cada hueso que había sido triturado o inclusive arrancado, que era lo que Luís esperaba. Hablaron superficialmente sobre la situación hasta contar que era posible colocar prótesis para sustituir los dedos perdidos. Decían que las prótesis actuales permitían movimientos realistas, y que usando guantes especiales era posible ocultar el mecanismo y engañar a cualquier persona. En cuanto a la escritura no era necesario preocuparse, garantizaron; como el índice estaba a salvo, con pocos meses de uso de la prótesis estaría escribiendo como siempre escribió. Cuando el joven preguntó si también en pocos meses estaría tocando violín como antes, no supieron responder; ninguno de ellos era músico y no sabían de las sutilezas de la profesión, dijeron. Luís entonces preguntó si, si uno de ellos pasara por una situación semejante, podría seguir haciendo cirugías. Respondieron que no.

    ––––––––

    Con una solución concreta, pasó a discutir con sus padres la posibilidad de adquirir la mejor prótesis, indiferentemente del costo; olviden pagar una universidad, un auto para mí, necesito creer que alguna tecnología puede salvar mi carrera. Los padres consintieron. Las informaciones que recibió en los días siguientes, si no muy alentadoras, tampoco creabas grandes problemas: era necesario que él volviera a la casa y llevase su vida con parte de la mano amputada por algunos meses, pues tardaría tiempo hasta que las prótesis fueran adquiridas. Espero que fijen una fecha para la implantación pronto, Luis pensaba, teniendo una fecha la espera es más fácil.

    ––––––––

    El regreso a la rutina fue menos arduo de lo que esperaba. Sabiamente sus padres habían escondido su violín y el músico decidió no preguntar. Su primera acción fue enviar correos electrónicos a sus amigos, y se sintió hasta contento por ver que conseguía escribir rápidamente usando los tres primeros dedos de la mano izquierda, aquellos que siempre usó, y el índice de la derecha; comenzó a tratar de educarse en el uso del anular izquierdo también, lo que facilitaría la digitación. Las comidas requerían un poco más de esfuerzo. No había percibido que en el hospital siempre había solo una cuchara que era fácilmente manejada con la mano izquierda; fue en casa que encontró una situación inesperada. Hasta entonces usaba la izquierda para sostener el tenedor y la derecha para el cuchillo. Inicialmente intentó sostener el cuchillo entre el índice y la parte de la palma en que iniciaba el pulgar. De esa forma, sin embargo, no poseía fuerza suficiente para cortar los alimentos, y en todos los intentos el cuchillo acaba cayendo en el plato. Llorar fue inevitable. Los parientes intentaban consolarlo, trajeron una cuchara, pero el joven sabía que necesitaba encarar sus limitaciones como desafíos y probó sostener el tenedor con la izquierda, lo que trajo cierto éxito. Todavía era un poco torpe, pero de esa manera al menos era posible comer sin la ayuda de nadie.

    ––––––––

    Sin duda lo más difícil fue reencontrarse con los amigos músicos. El grupo seguía las actividades sin él, y cuando vieron que Luis no volvería a tocar tan pronto, dijeron que iban a buscar a un pianista para sustituirlo, evitando lastimarlo aún más. Era como si dejaran abierta una vacante indefinidamente, quien sabe un día pudiera al menos tocar las canciones más simples del repertorio. Sin poder alegrarse con su instrumento decidió concentrarse en los estudios para el examen de admisión a la universidad de aquel año. Aunque eso fuera a alejarlo un poco de la música había decidido hacer el pregrado en historia. Se matriculó en un preparatorio y pasó a usar un guante especial que rellenaba con pedazos de madera que imitaban los dedos. Era dotada de un mecanismo simple: cuando el indicador se doblaba, los tres dedos siguientes también lo hacían. La ilusión que creaba era tenue y no había de hecho cómo enmascarar el problema ante alguien que prestara un poco de atención; aun así, le permitía escribir. El pulgar falso, en especial, estaba conectado a una barra de hierro que, atada a la palma de la mano, le permitía sostener apropiadamente un bolígrafo. Desafortunadamente no sólo las letras quedaban difíciles de leer como también en poco tiempo Luís sentía la palma de la mano doliendo por el esfuerzo. Cuando salía del curso colocaba un guante igual en la mano izquierda; a las personas que se lo cruzaban en la calle les parecía extraño, pero era bueno saber que ellas no podrían de hecho saber que en aquel hombre faltaba una parte.

    ––––––––

    El día en que recibió la noticia de que había una fecha programada para la implantación de los dedos mecánicos fue de extrema alegría. Pasó la noche y el inicio de la madrugada contando aliviado a los padres cada dificultad que había enfrentado desde el accidente de carro. Era algo que definitivamente terminaría. Por primera vez contó sobre lo que sentía estando lisiado: era como

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1