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Póker Kingdom I. La sonrisa del Arlequín: Póker Kingdom, #1
Póker Kingdom I. La sonrisa del Arlequín: Póker Kingdom, #1
Póker Kingdom I. La sonrisa del Arlequín: Póker Kingdom, #1
Libro electrónico165 páginas2 horas

Póker Kingdom I. La sonrisa del Arlequín: Póker Kingdom, #1

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¿Te gusta la fantasía épica? "Póker Kingdom” te llevará por un mágico viaje donde nada es lo que parece.

¡Consigue tu copia y comienza el viaje!

Olvida los juegos. Hubo un tiempo en que Póker era un reino, elegido por los dioses para albergar los cuatro elementos. La protección de cada Elemento fue asignada a un Guardián de cada Dominio: Corazones, Tréboles, Picas y Diamantes.

Los continuos conflictos surgidos con la intención de apoderarse de los Elementos sumió al reino en un estricto gobierno bajo la supervisión del Consejo y los Guardianes se vieron forzados a mantener su identidad en secreto. Póker se mantuvo así en una paz enmascarada por largo tiempo hasta que un incidente en los Confines, un lugar para criminales y aquellos que osan incumplir las normas, amenazará el equilibrio del universo y el futuro del reino. Atenta, la guerrera líder del ejército de Picas, será la encargada de impedir que el caos se esparza por los Dominios a la vez que tendrá que enfrentarse a los demonios de su pasado y a su lealtad al reino. Pero no estará sola en su misión…

¿Y tú? ¿Serás capaz de cumplir las normas?
 

IdiomaEspañol
EditorialV. Cervilla
Fecha de lanzamiento12 nov 2017
ISBN9781386905202
Póker Kingdom I. La sonrisa del Arlequín: Póker Kingdom, #1

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    Póker Kingdom I. La sonrisa del Arlequín - V. Cervilla

    Todos los derechos reservados. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y, para  reprodujesen, plagiaren, distribuyeren o comunicaren púbicamente, en todo o parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

    Título de la serie: Póker Kingdom.

    Subtítulo: La sonrisa del Arlequín.

    © 2014, V. Cervilla

    ©De los textos: Verónica Cervilla Ruiz

    Diseñode portada: FantasylandMedia

    Revisión de estilo: Covi Sánchez

    4ª edición

    Printed in Spain

    A mi madre y a mi hermano

    Agradecimientos

    Llegué hasta el reino de Póker por una maravillosa casualidad entre la imaginación y la realidad. Sin embargo, hacerlo tangible ha requerido de la ayuda de otras personas.

    Quiero empezar agradeciendo a los que colaboraron en la producción del libro: a Judith Ruiz, por darle visibilidad y apostar por mi como escritora; a los beta lectores Belén Viera, Raquel Campos, Alex Jiménez, Ann Hernández, Montse Robledo y Susana Escarabajal, por sus sumamente útiles aportaciones; a Covi Sánchez, por la corrección y edición del texto; y a Fantasyland, por la mágica portada que ha creado. Póker Kingdom tiene un poquito de todos vosotros.

    En segundo lugar, quiero dar las gracias a mi madre, por apoyarme desde que escribía pequeñas historias en mis diarios; a mi hermano, porque nuestra complicidad e interés común en los mundos de fantasia, de dragones y épocas medievales, ha servido de inspiración para esta historia; y a mis amigos, por no solo dejarme vivir en los mundos de mi imaginación sino también por animarme a compartirlos con los demás. A vosotros os debo la inspiración de cada historia que sale de mi cabeza.

    Por último, darte las gracias a ti que estás a punto de sumergirte en esta historia, porque con cada palabra das vida a sus personajes.

    ¡Bienvenido/a a Póker Kingdom!

    I

    No se puede encontrar más honestidad que rodeado de borrachos. Odín solo había entrado a ese tugurio porque necesitaba que el licor calentara su estómago. Ninguno de los que había allí presentes era de su agrado, pero había aprendido a estar rodeado de maleantes desde muy pequeño. La oscuridad de la taberna no le permitía distinguir caras y eso era una buena señal; significaba que ellos tampoco podían reconocer la suya. Su mente era un misil a mil por hora, siempre persiguiendo alguna idea, tramando algún plan. Estar alerta se había convertido en una costumbre desde que tenía uso de razón y adaptarse a cualquier situación era una de sus habilidades más preciadas. Después de todo, fue así como se había ganado su nombre.

    Entre gritos de ladrones y delincuentes ebrios, distinguió una conversación susurrada. Sabía que un grupo de hombres murmurando en una taberna de los Confines era señal inequívoca de peligro. Hipnotizado por su curiosidad, bebió un trago y se aproximó sigiloso a la mesa donde estaban todos sentados, colocándose la capucha que tenía su sayo marrón para no levantar sospechas.

    —Es imposible entrar en la Torre de Tierra. Nos matarían antes de poner un pie en tierra —repetía una y otra vez un individuo de aspecto desgarbado a otros tres que lo escuchaban con atención.

    —Primero tendríamos que llegar hasta la isla —añadió el más robusto.

    —No podemos llegar allí sin pasar por los dominios y luego están los guerreros.

    —De esos me ocupo yo —dijo de nuevo el gigante, apretando la empuñadura de su cuchillo.

    Había dos hombres más en la mesa, que nunca pronunciaban una palabra, pero que intercambiaban gestos y señas entre ellos. Odín, apoyado en la pared, escuchaba atento desde las sombras cada intervención y en su mente unía todos los cabos de la trama que allí se discutía.

    —Perdonen, caballeros, si es que puedo llamarlos así —interrumpió de repente sin moverse de su lugar—, cualquiera que los esté escuchando diría que estáis planeando atacar a la reina de Corazones —Los cuatro clavaron sus miradas afiladas en él.

    —¿Te has perdido? Tienes dos segundos para darte la vuelta y proseguir tu camino —le advirtió aquel gigante que no dejaba de jugar con su cuchillo.

    —¿Perdido? —Sonrió—. Es interesante escuchar a una panda de ladrones aficionados planear cómo entrar en el dominio mejor protegido de todo el reino —dijo con arrogancia, acercándose a ellos.

    La tenue luz que proyectaba una de las lámparas sobre la mesa iluminó el rostro aguileño de Odín, permitiendo que su identidad fuera revelada. Todos se mostraron confundidos ante tremendo atrevimiento por su parte. Todos, excepto aquel sujeto desgarbado.

    —Arlequín —observó sorprendido—, te hacía escondido en algún lugar.

    —Hace mucho que nadie me llama así, Euchare —respondió desviando la mirada.

    —Buscamos el tesoro que la reina de Corazones guarda dentro de la Torre de Tierra.

    —¿Queréis robar el elemento? —Rio a carcajadas—. ¿Vosotros?

    —¡Basta! ¿Quién te has creído que eres? —gritó aquel hombre robusto a Odín, sujetándolo por el cuello con su enorme mano. Los dos hombres mudos lanzaron una mirada de desconfianza al intruso a modo de apoyo a su compañero.

    —Suéltalo, Zeta. No queremos montar una escena —ordenó Euchare con calma. Odín le sonrió con burla—. Se cuentan muchas historias, pero ese es el único elemento que está localizado.

    —Oh, te aseguro que la realidad supera con creces cualquier historia que te hayan contado, viejo amigo —le respondió Odín, entrecerrando los ojos.

    —Conociéndote pensaría que ya tienes algo en mente...

    —Es posible que este encuentro haya sido una feliz coincidencia. Quiero los cuatro elementos —la firmeza de sus palabras silenció al resto.

    —No sabes lo que dices, Arlequín. No disponemos de la información suficiente para tan arriesgada misión. Además, te recuerdo que habría que matar a sus guardianes y los guerreros nos superan en número. Es un plan suicida —Euchare hizo una pausa —. No me cuadra. ¿Por qué? Un elemento es suficiente para pedir toda la riqueza de un dominio a cambio. ¿Por qué los cuatro? ¿Acaso ahora quieres ser rey?

    Odín se acercó a los ladrones hasta estar a solo unos centímetros y dijo en voz baja:

    —Ayudadme a conseguir los cuatro elementos y tomad la riqueza de los cuatro dominios si queréis —Euchare se quedó mirando fijamente a los penetrantes ojos de Odín mientras dejaba que su cabeza tomara una decisión—. Piensa en tu familia, Euchare.

    Los gritos de los criminales que plagaban la siniestra estancia y las peleas fruto de la embriaguez se sucedían ajenos a una conversación que amenazaba con cambiar el curso de los acontecimientos. En una esquina, dos hombres peleaban entre ellos y contra la gravedad, tambaleándose cada vez que recibían un golpe de su adversario. Una pequeña multitud los jaleaba mientras las jarras de licor se paseaban de unas manos a otras. Otros dormían la borrachera en el suelo mugriento tan profundamente que ni siquiera movían un músculo cuando alguien derramaba vino sobre sus cabezas.

    —Primero debemos salir de los Confines. ¿Cómo piensas burlar a los guerreros que guardan las fronteras? —preguntó Euchare en voz baja.

    Odín le lanzó una bolsita de tela negra. El delincuente miró el contenido.

    —Te escucho.

    UN ESCALOFRÍO SE COLÓ bajó las sábanas, recorriendo el cuerpo de Judith en medio de aquella noche templada. Un mal presentimiento flotando en el ambiente hizo que su corazón palpitara acelerado. Abrió los ojos sobresaltada y miró a su alrededor buscando una señal. El rey permaneció dormido a su lado sin siquiera inmutarse.

    —Estamos en peligro —se dijo Judith a sí misma en un susurro.

    Tumbada con su largo cabello rojizo reposando en una trenza sobre su hombro, Judith pasó toda la noche en vela intentando ignorar los presentimientos que la atormentaban, los cuales habían sido a la vez un don y un castigo. Todos tenemos esa voz interior que nos susurra de vez en cuando en un idioma que solo nosotros podemos entender. Algunos lo llaman conciencia, otros intuición. No lo hagas; puedes confiar en ella; escúchame. En su caso, las voces se paseaban por su cabeza gritándole y se hacían más fuertes cuanto más las ignoraba. Le ocurría desde que era una niña. Al principio pensó que se había vuelto loca, pero luego empezó a prestarles atención y se dio cuenta de que no estaban ahí para molestarle. Todo fue bien mientras le mostraron mensajes positivos, pero de repente empezó a tener avisos, como ella los llamaba, sobre acontecimientos negativos que iban a ocurrir. Nunca fueron claros del todo, sino más bien como una alarma que sonaba en su interior advirtiéndole de que algo estaba en camino.

    Se había esforzado tanto para mantenerlo todo bajo control desde que tomó su cargo como reina del dominio de Corazones que el solo pensamiento de que algo podía perturbar el orden establecido le producía un nudo en la garganta. Mantener el equilibrio. Ese era el cometido que le había sido asignado y al que debía dedicarle hasta su último aliento. Su intento de descansar se vio interrumpido por Magnus.

    —¿Aún estás en la cama? Tenemos asuntos que discutir —dijo el rey con un tono áspero desde la puerta de la habitación.

    —¿Ha ocurrido algo?

    —¿Acaso necesitas que ocurra algo para ocupar tu trono? Tienes un reino que dirigir. Levántate y empieza a actuar como una reina —dijo, cerrando la puerta de un portazo tras de sí.

    Magnus era un hombre alto y fornido a pesar de haberse criado en Corazones, el dominio reservado para la vida contemplativa, lo cual nunca le resultó intimidante a Judith. La fuerza era solo una de las muchas armas que podían utilizarse para controlar a alguien. La reina dejó su mirada furiosa clavada en el enorme portal de madera de la habitación mientras pensaba en todo a lo que tuvo que renunciar por proteger el elemento más importante de los cuatro. Aquel cargo trajo consigo la obligación de aceptar su papel como reina de Corazones, sin preguntas, sin opción a cuestionarse por qué los dioses la habían elegido mucho antes incluso de que naciera, sin espacio para negarse a tan exigente misión; y, con él, la imposición de la compañía del rey.

    Era su deber dirigir el reino junto a un rey, como lo habían hecho las anteriores guardianas del elemento Tierra. En su dominio, aceptar cualquier costumbre que viniera del pasado era un comportamiento habitual. El peso de los años de repetición era todo lo que la tradición necesitaba para imponer respeto y quedarse para siempre. A pesar de la ira que invadía su cuerpo, el recuerdo de aquel mal presentimiento la empujó fuera de la cama. Se dirigió con prisa hacia el salón principal donde Magnus y su fiel protector Étienne la esperaban con impaciencia.

    —Me alegra que nos dignes con tu presencia, majestad —repuso Magnus con sarcasmo, inclinándose en una reverencia.

    —No tengo tiempo para entretenerme en satisfacer tu infantil necesidad de atención, Magnus. El reino está en peligro.

    —¿De qué hablas?

    —Las he vuelto a escuchar. Algo está a punto de ocurrir, algo que cambiará el orden de las cosas tal y como las conocemos —explicó Judith abriendo sus enormes ojos negros—. Étienne, ¿qué está pasando fuera de la Torre, en el resto de dominios?

    —No nos han llegado noticias

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