Re-Birth: Ben & Maggie, #2
Por Mariela Saravia
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Ben Laevery, después de aquella tragedia en el Titanic, viaja en el tiempo apareciendo en el año 2014, al centro de una ciudad que desconoce, quedando otra vez inconsciente.
Al abrir los ojos una mujer a la que nunca ha visto, le está curando la cabeza y le recuerda mucho a alguien que conoció en el pasado. Sintiéndose cada vez más atraído por Maggie y ella por Ben.
Son tantas las interrogantes que le asaltan, pero Ben no logra recordar nada de su pasado. ¿Qué lo llevó hasta allá? ¿Es posible vivir otra vida en un universo paralelo? Pero sobretodo, ¿Podrá Ben quedarse al lado de Maggie o algún día, será absorbido por aquella fuerza extraña, para regresar de dónde vino?
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Re-Birth - Mariela Saravia
RE–BIRTH
LIBRO 2:
(SERIE: BEN & MAGGIE)
––––––––
MARIELA SARAVIA
Todos los derechos reservados Copyright© 2015 Mariela Saravia. Esta obra original, fue realizada y editada por Mariela Saravia y está protegida por las normas de derechos de autor y conexos, conforme a los lineamientos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
Código de derechos: 1512156032549
Contenido
Argumento
Capítulo 1
BEN
Capítulo 2
MAGGIE
Capítulo 3
BEN
Capítulo 4
MAGGIE
Capítulo 5
BEN
Capítulo 6
BEN
Capítulo 7
MAGGIE
Capítulo 8
BEN
Capítulo 9
MAGGIE
Capítulo 10
SAMANTHA
Capítulo 11
MAGGI
Capítulo 12
BEN
Capítulo 13
CRISP
Capítulo 14
MAGGIE
Capítulo 15
SAMANTHA
Capítulo 16
BEN
Capítulo 17
SAMANTHA
Capítulo 18
MAGGIE
Capítulo 19
SAMANTHA
Capítulo 20
BEN
Argumento
Ben Laevery, después de aquella tragedia en el Titanic, viaja en el tiempo apareciendo en el año 2014, al centro de una ciudad que desconoce, quedando otra vez inconsciente.
Al abrir los ojos una mujer a la que nunca ha visto, le está curando la cabeza y le recuerda mucho a alguien que conoció en el pasado. Sintiéndose cada vez más atraído por Maggie y ella por Ben.
Son tantas las interrogantes que le asaltan, pero Ben no logra recordar nada de su pasado. ¿Qué lo llevó hasta allá? ¿Es posible vivir otra vida en un universo paralelo? Pero sobretodo, ¿Podrá Ben quedarse al lado de Maggie o algún día, será absorbido por aquella fuerza extraña, para regresar de dónde vino?
¿Cuál es mi presente? Soy una
nebulosa de momentos.
Latir continuo de luces
es mi vida. Así es mi tiempo:
cielo interior en que guardo
astros de un mundo completo.
Manuel Altolaguirre
Capítulo 1
BEN
––––––––
Francia, Barfleur
Año, 2014
––––––––
...Corrían sonrientes, tomados de la mano como cualquier pareja, junto a la niña adormecida en el hombro de Ben, zigzagueando por el suelo empapado en sangre y agua helada. Se aproximaban con rapidez al barandal cercano a la popa, bajando los escalones de dos en dos, cuando la cuerda que sostenía el bote B se reventó. La polea se había quedado trabada repetidas veces durante el descenso del bote A, pero en aquel momento de soltar el bote B, este cayó sobre las cabezas de Ben y de Samantha, haciéndolos desplomarse al suelo como si fueran el pañuelo que la luna soltaba, tras presenciar la tristeza de aquella noche. El cuerpo de Ben quedó atorado entre la niña y Samantha, muriendo los dos al instante...
––––––––
Esa noche era muy poco lo que podía recordar, tan solo una serie de nombres e imágenes vagas rondaban por mi cabeza como mosquitos insistentes. Pero por más que me esforzaba, no daba con algo concreto. Me llevé una mano a los labios y los sentí fríos, echaba ligeras bocanadas de aire congelado, como si me hubiera muerto. ¿Curioso no? como va uno a conocer la sensación de estar muerto, si no lo había estado antes. Era extraño, pero podía sentir que formaba parte de una pieza completa de mi cuerpo, y aún era capaz de moverme sin problema alguno. Tenía la sensación de extrema libertad, ni siquiera cuando hacía el amor me sentía tan ligero. ¡Qué extraño! Intenté no darle mucha importancia al asunto, siendo que hacía poco menos de dos horas el navío que era supuestamente indestructible, había sufrido un atroz accidente. Tenía aun los nervios desbordados y las emociones a flor de piel, cualquier cosa podría exacerbarlos. Así que me limité a caminar por la vía que tenía en frente y descubrir donde me encontraba. Esperaba tener un amplio océano en frente de mis ojos, cercándome como si yo fuera una isla, pero en su lugar...
Me encontraba en un amplio espacio desprovisto de objetos atractivos, parecía como una caverna del averno, llena de musgo y hollín como si un tren pasara por los rieles inexistentes en algún momento del día. Sacudí la cabeza varias veces, de seguro estaba confundido por el golpe; una contusión era lo más esperable.
Miré la hora en mi reloj de bolsillo, pero el vidrio estaba astillado y las agujas marcaban una hora estática. Marcaban las 2:00 am, ¿Acaso ese lapso de tiempo no había pasado ya? Traté de recordar lo que había sucedido pero me fue imposible rememorar cada episodio. Algo se había roto en mi cerebro; como si una cuerda que me atara al mundo real, hubiera sido cortada. Entré en pánico de solo imaginar lo imposible. El corazón comenzó a latirme a una alta velocidad, aun cuando no podía oír sus retumbos en mi pecho.
Me giré de espaldas para tratar de encontrar una pista, por más ligera que fuese y lo único que capté, fue una luz blanquecina difuminada por la niebla que de aquel agujero se colaba impertinente.
Un par de sombras se avecinaban como soldados en plena guerra, sosteniendo sus lámparas de gas; no sabía si venían a mí o si estaban alejándose. Entrecerré los ojos y entonces lo vi.
Poco a poco se iban formando una serie de figuras concretas que tomaban la forma de seres humanos. Fui avanzando a paso curioso hasta que di contra un lienzo de tul blanco y ahí logré observar lo peor...
Me di cuenta de mi triste realidad. En efecto estaba muerto o eso parecía. No recordaba el nombre de aquella dama a la que mis manos se aferraban en un abrazo forzado. Sus facciones delicadas y elegantes, su vestido como de reina y su cabellera suelta, estaban ocultas bajo la solapa de mi traje empapado en sangre. Ambos estábamos muertos, y vi cómo un grupo de oficiales hacían señas urgidas a otro más de ellos en la lejanía; como si quisieran llamarlo para devolverse. Uno de los soldados hizo un esfuerzo por separarme de la hermosa mujer, pero no lo lograron. Algo nos mantenía unidos con tal magnetismo, que decidieron en su lugar tomar en brazos a una niña de cuerpo menudo y melena desgreñada. El oficial de cabello rojizo como una mota de algodón, miró al otro de panza prominente y sacudiendo la cabeza desistieron de mí y de la preciosa mujer. Se alejaron con la niña en brazos, para colocarla en uno de los botes salvavidas. Estiré la mano tratando de llamarlos, de pedirles que regresaran "...Estoy vivo... lo he visto todo... regresen" pero ya era tarde.
En un impulso frenético, me precipité tratando de correr tras ellos. Y desesperado comencé a golpear el vidrio con mis manos y puños cerrados. Al ver que el material no se rompía y que mis manos no sentían dolor alguno, aumenté las fuerzas de mis embestidas y alaridos de desgarro. Temía que esa niña fuera Arianne mi pequeña hija. Me dejé caer al suelo entre lágrimas y jadeos; restregándome la humedad de mi cara, y volviendo a ver el bote salvavidas en el que la niña se había subido. La calma volvió a mí cuando capté su rostro sucio y contorsionado por las muecas del lloriqueo y del espanto. Supe entonces que era mucho más pequeña y sí, también era mucho más fea que mi preciosa niña. Me giré de espaldas para ignorar aquel acto vergonzoso y supe que estaba completamente solo.
Sacudí la cabeza confundido, acercándome un poco más al vidrio del costado izquierdo, para entonces captar otras figuras que en la lejanía, parecían flotar inmóviles en un denso mar, mientras otras más abrazadas a sus propios cuerpos, transitaban en un bote a la deriva. Parecía un naufragio en aguas heladas, el cielo oscuro cubierto con un velo blanquecino. Las luces mortecinas provenían de los faroles a gas. Quería seguir mirando y así responder a la interrogante que me carcomía por dentro, como una ansiosa termita. Me rebuscaba con urgencia en el cerebro, los recuerdos de una vida entera, pero todo eran simples retazos. Nuevamente comencé a golpear el manto ante mis ojos con tal desesperación, rehusándome a aceptar mi muerte, que sin poder evitarlo algo me empezó a aspirar con tremenda fuerza a mis espaldas. Era un vendaval de aire frío que a medida que me envolvía, se convertía en una tela fina y sedosa que me daba una extraña tibieza al envolver mi cuerpo como si fuera un capullo. Un sonido muy fuerte como una especie de trompeta inglesa o mejor dicho, como la llamada de un buque, fue lo que me espantó lo suficiente para que mis dedos entumidos, se soltaran de la pared de grava y mi cuerpo se dejara llevar por aquella poderosa fuerza.
En pocos segundos, me encontraba girando en la cueva sin destino alguno. Me sentía mareado, enfermo y enfrascado en un destino incierto que no había pedido cumplir ni aceptar.
Un golpe seco en la cabeza me hizo abrir los ojos de súbito. Tenía la ropa hecha hilachas mugrientas y pegajosas. Las manos ennegrecidas con una costra de sangre y grasa reseca. Traté de incorporarme del suelo y me llevé una mano a la cabeza; siendo que el golpe atinado me había aturdido lo suficiente.
Algo me rodaba por debajo de la cien y se colaba por mi cuello, como una culebra serpenteando mi piel. Grité espantado y me arrastré de nalgas por todo el pavimento. Bajé las manos con rapidez al suelo, y encontré una vía adoquinada muy húmeda. Era extraño, pero el aire olía muy diferente. Olía a modernidad.
Las calles estaban