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El cielo en tus ojos
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El cielo en tus ojos

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¿Qué harías por la mujer que amas? ¿Hasta dónde llegan tus promesas, cuando la cuesta de la vida se torna difícil? 

El cielo en tus ojos, es una historia de amor que refleja el curso de dos amantes, que se prometieron amor eterno, desde esa pasión juvenil hasta que con los años ese amor se convirtió en algo más que un hermoso romance. Se convirtió en una promesa de lealtad, entrega y amor…

Ruth y Arthur son una pareja ya jubilada que aún goza de ese amor juvenil que ni el tiempo ni la distancia, han logrado apagar.  Pero después de 44 años juntos, ¿Podrá la enfermedad hacerlo por fin?   

Cuando Ruth comienza a olvidar no solo sus recuerdos más valiosos, sino que también deja de reconocer al hombre que significó todo para ella, es válido preguntarse: ¿Cuál es el límite del amor? Pero para Arthur no hay límite alguno. Siempre ha captado magia inagotable en su esposa y en su mirada, y se entregará a Ruth con tanta dedicación que nos demostrará hasta donde se es capaz de llegar, cuando se ama de verdad.  

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 ene 2016
ISBN9781524251109
El cielo en tus ojos

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    El cielo en tus ojos - Mariela Saravia

    Dedicada con todo mi cariño a mis queridas amigas

    y colegas de las letras: Pilar Lepe y Catalina Kudell...

    Amantes del romance y el drama,

    esta historia sé que las hará llorar de ilusión.

    Índice

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capitulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo  12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Epílogo

    Argumento

    ¿Qué harías por la mujer que amas? ¿Hasta dónde llegan tus promesas, cuando la cuesta de la vida se torna difícil? 

    El cielo en tus ojos, es una historia de amor que refleja el curso de dos amantes, que se prometieron amor eterno, desde esa pasión juvenil hasta que con los años ese amor se convirtió en algo más que un hermoso romance. Se convirtió en una promesa de lealtad, entrega y amor...

    Ruth y Arthur son una pareja ya jubilada que aún goza de ese amor juvenil que ni el tiempo ni la distancia, han logrado apagar.  Pero después de 44 años juntos, ¿Podrá la enfermedad hacerlo por fin?  

    Cuando Ruth comienza a olvidar no solo sus recuerdos más valiosos, sino que también deja de reconocer al hombre que significó todo para ella, es válido preguntarse: ¿Cuál es el límite del amor? Pero para Arthur no hay límite alguno. Siempre ha captado magia inagotable en su esposa y en su mirada, y se entregará a Ruth con tanta dedicación que nos demostrará hasta donde se es capaz de llegar, cuando se ama de verdad.

    Prólogo

    Por fuera todo parece ser normal, por dentro es como un baúl de recuerdos ya casi olvidados.

    Es difícil meter la mano y buscar entre tantos recuerdos, para ver cuál es el indicado.

    Su camino es una vida hacia atrás. Los recuerdos del pasado le son desconocidos y confusos. Todo se resume en un hoy solitario, en una verdad contada a medias, en un pasado selectivo que cada vez se torna más difuso.

    El tiempo es estático, las mañanas se transforman en tardes, los días en segundos, y las noches en madrugadas.

    La alegría se traduce en lamentos y las caricias en dolor... En aquel pueblo llamado olvido, no hay obligaciones. Las necesidades las cubre siempre un tercero. Todo navega lento en un barco de viaje prolongado, con pasaje de ida, pero no de llegada.

    Al final del pasillo, se oye una voz de súplica repitiendo historias de un ayer que ya pasó. El eco de un presente que no existe y de un futuro incierto que tal vez nunca llegue...

    Su cuerpo se vuelve cada vez más rígido, como un muñeco de madera con manijas de metal. Aquel escenario de múltiples ambientes, donde un día fue protagonista principal, hoy se torna en un cuarto sin paredes. Salir fuera de él, es una aventura peligrosa, un viaje exquisito del cual no regresará jamás...

    Ahora su vida se encoje poco a poco como una pequeña semilla. Un conjunto de voces del pasado, resuenan una y otra vez como una vieja canción, pero para estas fechas ya le es imposible escuchar. Su mirada esta fija en fotografías de hombres y mujeres que un día conoció, pero que hoy ya no recuerda quienes son...

    Aquella mujer de cabello largo con tonos plateados, muestra la sombra de lo que fue hace mucho una hermosa joven mujer, una madre dedicada, una esposa fiel, dando paso a un retrato, donde la voz del pasado, es la única firma que la guarda como autora misma de su destino.

    ¡Cuánto te amo y extraño mi preciosa Ruth! Siento que dentro de muy poco, por fin nos podremos reunir.

    Tu jardinero, Arthur...

    Capítulo 1

    ––––––––

    La mañana estaba fría. Era un día nublado con rayos de sol dorados como cada primavera, pero aquella mañana era especial. Algo retumbaba en su mente como una fecha que había marcado el curso de dos cuerpos. De dos almas perdidas en la penumbra de los años cincuenta. Aquel día era su aniversario número 44. En un día como hoy, estaban caminando de la mano directo al altar.  Sus corazones joviales palpitaban enérgicamente, sus hormonas hacían estragos con su imaginación. Sus cuerpos ardían en pasión.

    Arthur caminaba con paso lento hasta el baño construido en madera de cerezo, en la esquina derecha del dormitorio principal. Aquel baño que sus manos habían edificado años atrás, hoy lucía como un simple cuartucho con tina, lavadero y retrete. Las paredes estaban marcadas con un trazo fino de musgo fresco, el suelo reluciente pero siempre manchado por las vetas del madero cortado al revés.  Un botiquín antiguo donde guardaba las medicinas de Ruth y unos pañitos húmedos para refrescarla cada mañana. La ventana pequeña en forma de corazón, era un espejo delicado que conservaba todas sus memorias vividas en aquel baño. Por una extraña razón, esa mañana sus manos acariciaron el frío cristal que tras estar empañado, dejaba el trazo sutil de su mano al bajar. Su cuerpo se estremeció al recordarse muchos años atrás, cómo se amaban con locura y sin miedo a que el tiempo tocara su fin. ¿Cuántas veces estuvo allí con Ruth, disfrutando de baños tibios, copas de champagne y masajes románticos? Se preguntó rozando la superficie de la tina con mano trémula. Todos aquellos momentos, fueron cuando eran jóvenes amantes y adultos traviesos; ahora de mayores pocas caricias había y muchos recuerdos quedaban.

    Cerró los ojos y apoyado con esfuerzo en la tina, Arthur cerró los ojos y agitado por la convulsión del recuerdo, se trasladó muchos años atrás, cuando había reconstruido aquella hermosa cabaña.

    –  Ruth, sabes que haberte conocido, me cambió la vida.  

    Comentó Arthur sosteniendo una copa de vino, mientras su brazo, la rodeaba con atención y su mano le hidrataba con delicadeza, el contorno de su cuerpo, jugando con la espuma dentro de la tina.

    –  Sí mi amor, esa noche nos salvamos juntos.

    Dijo Ruth virando la cabeza para besar sus labios, y acariciar su rostro joven de piel tersa.

    Sus eran manos pequeñas y hábiles, pero diestras en todo momento. Esa noche, le acariciaban con cuidado. Recorriendo todas sus facciones como si fuera un ciego que intentaba reconocer un rostro.  

    –  ¿Qué haces amor?

    Preguntó Arthur besándole las palmas húmedas.

    –  Memorizando tu rostro para cuando ya no te vea... Quiero guardar tu recuerdo desde la juventud e inmortalizarlo hasta la vejez. Nunca se sabe los juegos del destino.

    –  Pero ¡qué cosas dices preciosa!–comentó Arthur riendo–Apenas tienes veinticinco años.

    –  Lo sé Arthur, pero si los ciegos pueden guardar imágenes en su memoria con solo tocar, yo lo haré por ver, sentir y palpar.

    –  Mi vida, ahora entiendes por qué te amo tanto... porque eres igual de dulce que una rosa.

    –  Y tú eres mi salvador Arthur. Por eso no soporto hacerme la idea de perderte ni hoy ni nunca- sopesó, besándolo esta vez con ternura. El sabor de la melancolía ya se sentía en su boca –Solo dime ¿Qué haré cuando ya no estés conmigo?

    Lo confrontó esta vez mirándolo con preocupación.

    –  No pienses en esas cosas Ruth. Estamos muy jóvenes para morir o enfermar, vive solo el hoy. Te doy mi palabra, que tendremos muchos hijos y momentos inolvidables, no nos van a faltar tampoco.

    –  ¿Me lo juras?

    –  Te lo juro princesa. Estaremos juntos por siempre, y llegaremos a contar nuestra historia de amor, cuando seamos un par de ancianos que ya nadie vuelva a ver.

    ¡Qué fácil era recordar sus años de juventud! y revivir emoción tras emoción, pero dicen que recordar el pasado solo heridas deja, y pensar en el futuro angustias trae. Mucho más aun cuando recordar es lo único que mantiene vivo un amor, y es entonces cuando hay que revivir cada memoria con lo poco que se tiene y conservarla como el tesoro más preciado. 

    Por un momento de lucidez, y cayendo de nuevo al espectro de la realidad presente, Arthur vio la imagen de aquella mujer siempre sonriente, tomar vida de nuevo. No era esa anciana con la que vivía sino su amada Ruth, esa joven de la que se enamoró. La vio esa mañana de aniversario saliendo desnuda y radiante de la bañera, con su cabello largo, rubio y ondulado, que goteaba como rocío por su espalda delgada y esbelta. Quiso atrapar aquella visión en el aire y guardarla por siempre, para así poder mostrárselo a ella cuando ya no lo recordara, pero así a como se coló en su memoria, así también se borró. 

    Solo en aquel baño y recordando un pasado que ya se había ido, Arthur quería reemplazar su presente angustioso, con las mismas memorias viejas en un intento por borrar el apremiante dolor, que le provocaba tener al amor de su vida cerca de su alma, pero tan lejos de su mente y cuerpo.

    ––––––––

    La luz tenue se colaba tímidamente por las hendiduras de las paredes. Del suelo hecho en tablón, soplaba una brisa suave bajo sus pies. Arthur abrió el grifo y dejó correr el agua antes de lavarse y mojar sus cabellos como la nieve. Del tubo salía un hilo de agua clara y helada. A penas lo necesario para refrescar su triste mirada. Con ambas manos apoyadas sobre el lavabo, observó la silueta de Ruth, quien yacía aún dormida entre las sábanas tibias de su cama. Para él todavía estaba conservada, radiante y sobretodo hermosa, como la primera vez que la conoció.

    Los años habían pasado de lejos por su rostro, más habían tomado aquel cabello rubio, para acariciarlo suavemente, dejando a su paso leves trazos de color plata. Su corazón se agitó preocupado, al observar dos versiones distintas de su esposa. La Ruth jovial, sexy y juguetona, levantándose de la bañera y la actual, encorvada como una vieja tortuga, enrollada entre las sábanas del tiempo.  

    –  Ruth eres la flor de mi jardín, la que cuido celosamente. De todas las gardenias más delicadas que han descansando en mis manos, tú eres la más hermosa. 

    Sus labios murmuraron al ver su reflejo borroso, cobrar vida de nuevo en el espejo. Mi Ruth, mi preciosa Ruth, ¡qué te hace el tiempo que no has cambiado nada!

    Esa mañana prometía un nuevo comienzo, pero Arthur veía que todo se tornaba poco a poco borroso. Su cerebro le jugaba una trampa compleja; quería ver siempre a su mujer como una dama joven y reluciente, pero era imposible.  Aquella silueta estilo María Antonieta, con el paso de los años se hacía más antigua, más débil, más sensible y poco humana. Para transformarse en una musa etérea, que jugaba con el tiempo; convirtiéndose en anciana y otras veces, presentándose ante él como una fragante mujer.

    –  No, no le haré caso a mi mente– balbuceó Arthur aun encerrado en el baño –Pero mi alma jamás miente.  

    Se repetía, mirando la figura a su lado, y comparándola con la real que descansaba en la cama. Imposible que sus ojos vieran una cosa y en la cama vieran otra. Sintió dudas de si en realidad el enfermo era él y no su esposa, pero no podía tapar el sol con un dedo, no esa mañana ni las próximas. Ruth ya no le recordaba, y tampoco recordaba su historia de amor. Pero de algo si estaba seguro era que en los ojos azules de Ruth, se ocultaba el cielo y en su corazón, crecía intacta la gardenia del amor que una vez él le sembró.

    Capítulo 2

    ––––––––

    Arthur era un hombre fuerte y atractivo que empezaba a disfrutar de sus primeras canas. Cada mañana al despertar, lo hacía con la misma energía de años atrás, pero con mayor lentitud que antes. Los años ya pesaban en su calendario anual y lo vivido y superado a lo largo de tantos años, cobraba vida cada día. La vejez jamás podría borrar sus recuerdos e ilusiones más profundas, y si lo llegase a hacer, él tenía sus técnicas especiales para recordarlo todo con lujo de detalles. Su memoria estaba intacta. 

    Poco antes de llegar a la jubilación, Arthur descubrió que poseía una segunda pasión y no solo era el amor que sentía por Ruth, sino un deseo

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