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Cuentos de Velorio
Cuentos de Velorio
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Libro electrónico176 páginas2 horas

Cuentos de Velorio

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Este libro consiste en todo un recorrido por las vivencias del protagonista, por los años de la infancia, la adolescencia, la juventud, hasta llegar a la edad, ya en su última etapa, convertido en un adulto mayor, acompañado de sus vivencias y recuerdos.

Igualmente, va recreándose en las historias narradas por un grupo de amigos contemporáneos, condiscípulos que se conocieron desde esa lejana época, cuando todos eran tan solo unos niños.
Comprendido entre el período, finales de los sesenta y comienzo de los setenta, hasta nuestros días. Aún se reúnen cada viernes a recordar anécdotas e historias de esos tiempos, mientras van desapareciendo uno a uno de este plano, pero sobreviven en las historias narradas y en la memoria de sus amigos...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 abr 2023
ISBN9798215654972
Cuentos de Velorio

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    Cuentos de Velorio - Javier Herrera Palma

    01-AMOR Y NOSTALGIAS

    En la mañana, muy temprano, mientras se esparce en el ambiente el aroma de aquella bebida, con las primeras luces del amanecer, la avenida Baralt de Caracas, va despertando y se llena poco a poco de personas presurosas encaminadas con desespero a su destino.

    El cerro el Ávila, se va dibujando de nuevo contra el horizonte adquiriendo su robusta y serena apariencia, mientras que la panadería de la esquina del Guanábano en la Avenida Baralt, llena el ambiente de un delicioso olor a pan y café recién hecho y como siempre en el ambiente la misma pregunta ¿Cuántas historias están aún por suceder? ¿Cuántas historias están aún por escribirse? Sin embargo, al mismo tiempo, me encuentro aquí hecho piedra sin moverme, sentado junto a mi ventana suspirando con nostalgia la ilusión de todo lo vivido, sin la certeza de saber si estoy despierto o aún continúo dormido.

    A pesar de que el Ávila sigue estando inamovible en el mismo sitio, a pesar de que desde temprano sigue bajando una brisa fresca y deliciosa que supongo casi con ironía, son rezagos de vientos que no son alisios (Alicia se llamaba), como recuerdo de los últimos días del año.

    A pesar de que el seto de la ventana sigue amaneciendo lleno de Girasoles y que las rosas de vivos colores llena el ambiente interior de un aroma embriagante casi de increíble fantasía, a pesar de que todas las mañanas llega y se detiene en el mismo seto de rosas, el canario tejero a brindar su alegre concierto de trinos, pero burlándose al mismo tiempo con su timbrado canto de Pavarotti, a pesar del tiempo que pasa, a pesar de todo, nada es igual desde que ella se ha ido.

    Sencillamente no estaba preparado para soportar este vacío tan grande y sin saberlo, descubrí en un instante que cada pequeño detalle de mi vida, de alguna manera tenía que ver con su existencia y a través de vasos comunicantes todo estaba increíblemente vinculado.

    He tratado de aturdir mi mente llenándolo de pensamientos, de mil cosas diferentes al mismo tiempo, para ver si consigo olvidar y dejar de añorar lo que sentí en aquel último beso, en aquel último abrazo, en aquella última y absoluta entrega. Es la única posibilidad de seguir existiendo, pero debo confesar que difícil es, ¡Qué difícil ha sido!

    Trato entonces para compensar, disfrutar las situaciones más pequeñas de la vida, detalles que adquieren ahora nuevas dimensiones como el degustar la dulzura de un caramelo, pero al mismo tiempo hacer esfuerzos desesperados por pensar que no es el sabor de su boca lo que se derrite; percibir de nuevo el aroma de las flores e imaginar que no se trata de su delicioso almizcle que lo llena todo. Ver los colores de los árboles que anuncian de nuevo la primavera y convencerme que no es nada suyo, que no son sus ojos, ni su cabello, ni su piel.

    Escuchar esa melodía que hace el agua cuando golpea suavemente contra las rocas en una tranquila quebrada, comprender lo que es un jardín cantarín japonés y negarme a creer que es su voz que al igual que un canto de sirenas, aún resuena en mis oídos. Revivir los recuerdos que almaceno como tesoros en la memoria y pensar que la realidad son tan solo sueños y que vivo inmerso en una extraña pesadilla.

    ¡Qué doloroso son a veces los recuerdos, que difícil ha sido! Traté de recuperar la fe en todas aquellas cosas que habían perdido su valor y su naturaleza. No necesité mencionar aquellos sentimientos encontrados que atormentaron de nuevo mi corazón, porque fueron descubiertos en el mismo instante, con tan solo mirarme. Por fortuna, pude sentir que en cierta forma iba terminando la semana y ya casi llegaba a la orilla.

    Sencillamente no estaba preparado para soportar este vacío tan grande y sin saberlo, descubrí en un instante que cada pequeño detalle de mi vida, de alguna manera tenía que ver con su existencia y a través de vasos comunicantes todo estaba increíblemente vinculado. He tratado de aturdir mi mente llenándolo de pensamientos, de mil cosas diferentes al mismo tiempo, para ver si consigo olvidar y dejar de añorar lo que sentí en aquel último beso, en aquel último abrazo, en aquella última y absoluta entrega. Es la única posibilidad de seguir existiendo, pero debo confesar que difícil es, ¡Qué difícil ha sido!

    Trato entonces para compensar, disfrutar las situaciones más pequeñas de la vida, detalles que adquieren ahora nuevas dimensiones como el degustar la dulzura de un caramelo, pero al mismo tiempo hacer esfuerzos desesperados por pensar que no es el sabor de su boca lo que se derrite; percibir de nuevo el aroma de las flores e imaginar que no se trata de su delicioso almizcle que lo llena todo. Ver los colores de los árboles que anuncian de nuevo la primavera y convencerme que no es nada suyo, que no son sus ojos, ni su cabello, ni su piel.

    ¡Qué doloroso son a veces los recuerdos, que difícil ha sido! Traté de recuperar la fe en todas aquellas cosas que habían perdido su valor y su naturaleza. No necesité mencionar aquellos sentimientos encontrados que atormentaron de nuevo mi corazón, porque fueron descubiertos en el mismo instante, con tan solo mirarme. Por fortuna, pude sentir que en cierta forma iba terminando la semana y ya casi llegaba a la orilla.

    Entonces estuve seguro por completo de algo: Si las flores pudieran hablar, como dijo Nelson Ned, hablarían de amor y, además, seguramente no fue el último romántico del mundo...

    02-EL ANUNCIADOR DE MUERTOS

    Cuando conocí a Antonio López, era un adolescente y él un adulto de edad indefinida, con unos cuantos años de diferencia. Era un primo lejano de mi madre y popularmente reconocido como Toño López. No tenía oficio concreto, pero era evidente que gozaba de buena voluntad para el trabajo y una fértil imaginación.

    Una de las características de este primo, era que inventaba unas fantásticas aventuras, confundiéndose muchas veces los hechos verdaderos con las mentiras y creando versiones que distaban absolutamente de la verdad.

    Cuando llegaba de visita donde algún pariente, existía la intriga sobre cuál parte de sus largas historias era cierta y cuál era producto de su imaginación. Nunca sabíamos si eran situaciones que habían ocurrido realmente, o sencillamente inventadas y producto de sus delirios.

    Toño López trabajó toda su vida con una familia de la clase alta de la ciudad de Barranquilla, estrato ocho en éstos tiempos, haciéndole todo tipo de trámites en la intrincada burocracia de la ciudad, la cual él conocía al dedillo y por la confianza que le tenían, por tratarse de la vieja escuela de aquellos tiempos, es decir, Pobre, pero honrado, toda su vida trabajo con la mencionada familia. 

    A Toño le recomendaban los más complicados casos con la certeza que siempre conseguía de alguna manera resolver, aunque se tratase por los caminos más intrincados, resultando al final, favorables sus gestiones. Por su modo de ser, alegre y dicharachero, mantenía buenas relaciones con cualquier empleado público, por más humilde que este fuese.

    Otra de las características de este lejano pariente, era que visitaba a todos los miembros vivos de la familia, así se tratara de una quinta o sexta relación en grado de consanguinidad. Por más lejanos que estuviesen ubicados en la rama del árbol genealógico, Toño López no perdía ocasión para visitarlos. 

    La gran mayoría de las veces, en consecuencia, iba cargando a cuestas la noticia, poco halagadora, de que alguno de ellos había muerto. De tal manera que cuando aparecía por alguna puerta, era casi automática la asociación mental y la pregunta ¿Quién se habrá muerto ahora?

    Era usual entonces su infaltable presencia en los concurridos funerales, donde si el pariente era demasiado humilde, todos los gastos eran costeados por la buena voluntad del tío abuelo Luis Magín, el más acomodado para ese entonces.

    Este hermano de mi abuelo, había empezado aprendiendo y desarrollando magistralmente el oficio de albañil, pero aficionado como era al dinero, pronto llegó a la conclusión de que, trabajando en esa actividad, según sus propias palabras, ¡No se levantaba plata!

    Cuando conocí a este tío abuelo, Luis Magín ya era dueño de reses, potreros, varios negocios y hasta de un camión con el que comerciaba una variedad de hortalizas adquiridas en el campo a buen precio y luego traídas a la ciudad y vendidas con muy buenas ganancias.

    El año pasado, en plena pandemia, no recuerdo como obtuve el número telefónico de Luchito, hijo de Luis Magín, quien ya cuenta con noventa años y estuvimos conversando y haciendo un recuento sobre los integrantes de la familia, los cuales han sido borrados por el tiempo de la faz de la tierra y al preguntarle por el final de Toño López, me comentó que este había fallecido a una edad muy avanzada, de muerte natural y que desafortunadamente, nadie asistió al funeral y ni siquiera él pudo asistir, porque solo se enteró meses después, a falta de un anunciador de muertos, que pudiera avisarle.

    03-LA SEÑORA SARA

    Los más antiguos recuerdos de la señora Sara, se remontan a la ya lejana época de mi adolescencia. Vivía enfrente, pasando una estrecha calle, de unos cuatro metros de ancho. Luego veía la acera peatonal de uno e inmediatamente, un antejardín de unos tres, donde muchas veces se sembraba un pequeño árbol de las variedades que se dan silvestres en la costa colombiana, más exactamente en la ciudad de Barranquilla, donde Shakira tarareo sus primeras canciones corriendo con sus pies descalzos.

    A las seis de la mañana, cuando acompañaba a mi tío y salíamos a esperar al vendedor de periódicos, apodado El Rey, ya la abuela estaba barriendo las hojas de su antejardín mientras en apariencia mantenía una acalorada discusión con algún ser imaginario. Mi tío le hablaba desde su acera a la de enfrente y le preguntaba con quién era la pelea.

    —¿Señora Sara, con quién está peleando tan tempano? — A lo que la despierta anciana le contestaba de inmediato.

    —¡Señor Palma, es que amanecí con ganas de echar una peleíta, miré la hora que es y no se me atraviesa nadie!

    En la misma cuadra vivía otra señora de la misma edad y características, llamada la señora Josefa y reconocida contrincante dentro de los límites del barrio, en lo referente

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